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Shoghi Effendi : El Dia Prometido Ha Llegado
El Dia Prometido Ha Llegado
by Shoghi Effendi

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 © 1973 por la Asamblea Espiritual de los Bahá'ís de Argentina Primera edición en español

PREFACIO

(Shoghi Effendi, bisnieto de Bahá'u'lláh -Fundador de la Fe Bahá'í-, fue la cabeza espiritual de la. Comunidad Mundial Bahá'í desde 1921 hasta su fallecimiento en 1957. El siguiente comentario sobre el origen y los propósitos de la Fe Bahá'í está basado en un resumen preparado por él en 1948 para la Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina.)

Sin fines comerciales Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Editorial Bahá'í Indo-Latinoamericana Besares 2342 - Buenos Aires, Argentina

El principio fundamental enunciado por Bahá'u'lláh.. . es que la verdad religiosa no es absoluta sino relativa, que la Revelación Divina es un proceso continuo y progresivo, que todas las grandes religiones del mundo son de origen divino, que sus principios básicos están en completa armonía, que sus objetivos y propósitos son uno y el mismo, que sus enseñanzas no son más que facetas de una sola verdad, que sus funciones son complementarias, que sólo difieren en los aspectos no esenciales de sus doctrinas, y que sus misiones representan etapas sucesivas en la evolución espiritual de la sociedad humana...

... Su misión es proclamar que las edades de infancia y niñez de la raza humana han pasado, que las convulsiones asociadas con su presente etapa de

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adolescencia la están preparando lenta y dolorosamente para alcanzar la etapa de madurez, y anuncian la aproximación de aquella Edad de Edades, en que las espadas serán forjadas en arados, en que habrá sido establecido el Reino prometido por jesucristo, y asegurada definitiva y permanentemente la paz del planeta. Tampoco reclama Bahá'u'lláh carácter final para Su propia Revelación, sino más bien afirma que una mayor medida de la verdad que Él, por comisión del Todopoderoso, ha concedido a la humanidad en una tan crítica conyuntura de sus destinos, deberá necesariamente ser revelada en etapas futuras de la constante e ilimitada evolución de la humanidad.

La Fe Bahá'í mantiene la unidad de Dios, reconoce la unidad de Sus Profetas e inculca el principio de la unicidad e integridad de toda la raza humana. Proclama la necesidad e inevitabilidad de la unificación del género humano, afirma que ésta se aproxima gradualmente, y asevera que nada, salvo el espíritu trasmutador de Dios, que actúa en este día por Su Portavoz escogido, puede llegar a lograrla. Además impone a sus seguidores el deber primordial de una libre búsqueda de la verdad, condena toda clase de prejuicio y superstición, declara que el propósito de la religión es la promoción de amistad y concordia, proclama su armonía esencial con la ciencia, y reconoce que ella es el agente preponderante para la pacificación y progreso ordenado de la sociedad humana...

Mirza Husayn-`Alí, llamado Bahá'u'lláh (La Gloria de Dios), natural de Mázindarán, Cuyo advenimiento había predicho el Báb (-Heraldo y Precursor de Bahá'u'lláh) fue encarcelado en Teherán, desterrado de Su país natal a Bagdad en 1852, de allí a Cons

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tantinopla y Adrianópolis, y, finalmente, a la ciudad prisión de `Akká, donde permaneció encerrado no menos de veinticuatro años, y en cuya vecindad falleció en 1892. Durante Su destierro, y particularmente en Adrianópolis y `Akká, Él formuló las leyes y ordenanzas de Su Dispensación; expuso, en más de cien volúmenes, los principios de Su Fe; proclamó Su Mensaje a los reyes y gobernantes de Oriente y Occidente, ya cristianos ya musulmanes; se dirigió al Papa, al Califa del Islam, a los Gobernantes de las repúblicas del continente americano, a todo el orden sacerdotal de la Cristiandad, a los jefes del Islam _Shí'í y Sunní, y a los sumos sacerdotes de la religión zoroastriana. En estos escritos Él proclamó Su Revelación, invitó a quienes se dirigía a atender Su llamamiento y abrazar Su Fe, les advirtió de las consecuencias que tendría su rechazo, y denunció en algunos casos su arrogancia y tiranía...

El Orden Administrativo de la Fe Bahá'í. . . ya ha extendido sus ramificaciones a todos los continentes del globo. .. La Fe a que este orden sirve, resguarda y promueve es esencialmente sobrenatural, supranacional, enteramente no política, no partidista y diametralmente opuesta a toda doctrina política o escuela de pensamiento que busque exaltar a alguna raza, clase o nación particular. Es libre de toda forma de eclesiasticismo, no tiene sacerdocio ni ritual, y es sostenida exclusivamente por contribuciones voluntarias hechas por sus adherentes declarados. Aun siendo leales a sus gobiernos respectivos, y aun estando imbuidos del amor a su propio país y ansiosos de promover, en todo tiempo, sus mejores intereses, no obstante, los seguidores de la Fe Bahá'í, que ven a la

humanidad como una sola entidad y están profundamente ligados a sus intereses vitales, no vacilarán en subordinar todo interés particular, sea personal, regional o nacional, a los intereses predominantes de la raza humana en general, sabiendo muy bien que en un mundo de pueblos y naciones interdependientes se favorece mejor a la parte favoreciendo al todo, y que ninguna de las partes componentes conseguirá resultado durable si los intereses generales de la entidad misma son desatendidos.

SHOGHL EFF ENDI
VIII
EL DÍA PROMETIDO HA LLEGADO

UNA TEMPESTAD de violencia sin precedentes, de rumbo imprevisible, de efectos catastróficos inmediatos, de resultados finales inimaginablemente gloriosos, barre en la actualidad la faz de la tierra. La fuerza que la impulsa aumenta inexorablemente en extensión e ímpetu. Su poder de purificación, aunque inadvertido, crece día a día. La humanidad, cogida por las garras de su fuerza arrolladora, está desconcertada ante las pruebas de su irresistible furia. No puede percibir su origen, ni su significación, ni discernir su resultado. Perpleja, angustiada e impotente, ve cómo este grande y poderoso viento de Dios invade las más lejanas y más hermosas regiones de la tierra, sacude sus cimientos, trastorna su equilibrio, divide sus naciones, destruye los hogares de sus pueblos, arrasa sus ciudades, envía al exilio a sus reyes, derriba sus baluartes, desarraiga sus instituciones, oscurece su luz y atormenta las almas de sus habitantes.

"Ha llegado el tiempo de la destrucción del mundo y de sus pueblos, proclama la pluma profética de Bahá'u`llah. "Se acerca la hora", afirma Ll específicamente, "en que habrá de aparecer la más grande convulsión". "El día prometido ha llegado; día en que

pruebas atormentadoras surgirán por encima de vuestras cabezas y debajo de vuestros pies, diciendo: `¡Gustad lo que vuestras manos han forjado!'." "Pronto seréis sacudidos por los vendavales de Su castigo, y os cubrirá el polvo del infierno." Además dice: "Y cuando llegue la hora señalada, aparecerá súbitamente lo que hará temblar a los miembros de la humanidad." "Se aproxima el día en que su llama (de la civilización) devorará las ciudades; en que la Lengua de Grandeza ha de proclamar: `¡El Reino es de Dios, el Todopoderoso, el Todo Alabado!'." "Pronto llegará el día", escribe, refiriéndose a los necios de la tierra, "en que clamarán por auxilio y no recibirán ninguna respuesta". "Se aproxima el día", Él ha profetizado además, "en que la terrible ira del Todopoderoso se apoderará de ellos. Él, verdaderamente, es el Omnipotente, el Que Todo lo Subyuga, el Más Poderoso. Limpiará a la tierra del contagio de su corrupción, y la dará en herencia a aquellos de Sus siervos que están cerca de Él".

"En cuanto a los que niegan a Aquel Quien es la Sublime Puerta de Dios", afirma por Su parte el Báb en el Qayyúmu'1-Asmá', "para ellos hemos preparado, según el justo decreto de Dios, un tormento doloroso. Y Él, Dios, es el Poderoso, el Sabio". Y más aún: "¡Oh pueblo de la tierra! ¡Juro por vuestro Señor! Actuaréis como las generaciones pasadas han actuado. Preveníos, pues, contra la terrible y muy severa venganza de Dios. Por cuanto Dios es, verdaderamente, potente sobre todas las cosas." Y además: "¡Por Mi gloria! Haré gustar a los infieles, con la mano de Mi poder, castigos desconocidos a todos fuera de Mí, y derramaré sobre los fieles aquellas fragancias de al

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mizcle que he cultivado en el íntimo corazón de Mi trono."

¡Queridos amigos! Los poderosos efectos de este gigantesco cataclismo sólo son comprensibles para quienes han reconocido la autoridad tanto de Bahá'u'lláh como del Báb. Sus seguidores saben perfectamente de dónde proviene, y a qué ha de arribar. Aunque ignoran su alcance, claramente reconocen su origen, están conscientes de su dirección, admiten su necesidad, observan con confianza sus misteriosos procesos, oran con fervor para que se mitigue su severidad, trabajan inteligentemente para apaciguar su furia y prevén, con nítida visión, la consumación de las aprehensiones y esperanzas que necesariamente debe engendrar.

Este juicio de Dios

Este juicio de Dios, visto por quienes han reconocido a Bahá'u'lláh como Su Portavoz y Su más grande Mensajero en la tierra, es tanto una calamidad punitiva como un acto de sagrada y suprema disciplina. Es a la vez un castigo de Dios y un proceso purificador para toda la humanidad. Su fuego castiga la perversidad de la raza humana, y suelda sus partes componentes para formar una comunidad orgánica indivisible que abarque todo el mundo. En estos años decisivos, que a la vez señalan el término del primer siglo de la Era Bahá'í y proclaman el comienzo de otro, la humanidad, conforme a lo ordenado por Aquel Quien es tanto juez como Redentor de la raza humana, simultáneamente es llamada a dar

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cuenta de sus acciones pasadas, y es purificada y preparada para su misión futura. No puede eludir las responsabilidades del pasado, ni esquivar las del futuro. Dios, el Vigilante, el justo, el Amoroso, el Ordenador Omnipotente, no puede, en esta suprema Dispensación, permitir que los pecados de una humanidad empedernida, sean estos de omisión o de comisión, queden sin castigo, ni tampoco quiere abandonar a Sus hijos a manos de su suerte, negándoles esa etapa feliz y culminante en su larga, lenta y dolorosa evolución a través de las edades, que es a la vez su derecho inalienable y su verdadero destino.

"Remeceos, oh pueblo", es, por una parte, la grave advertencia pronunciada por Bahá'úllah mismo, "en prevención de los días de la justicia Divina, pues la hora prometida ya ha llegado". "Abandonad lo que poseéis y tomad lo que ha traído Dios, Quien hace bajar la cerviz a los hombres. Sabed con certeza que si no os apartáis de lo que habéis cometido, el castigo os sobrevendrá de todos lados, y veréis cosas más penosas que las que habéis presenciado antes." Y además: "Os hemos fijado un tiempo, ¡oh pueblo! Si en la hora señalada, no os volvéis a Dios, Él, verdaderamente, os prenderá violentamente y hará que dolorosas aflicciones os asalten de todas partes. ¡Cuán severo es, en verdad, el castigo con que entonces Dios os atormentará!" Y además: "Dios de seguro domina la vida de quienes Nos han agraviado, y conoce bien sus acciones. Él ciertamente se apoderará de ellos a causa de sus pecados. Él, en verdad, es el más feroz de los Vengadores." Y por último: "¡Oh vosotros, pueblos del mundo! Sabed, en verdad, que una calamidad imprevista os sigue, y os espera un dolo

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roso castigo. No penséis que las acciones que habéis cometido han sido borradas de Mi vista. ¡Por Mi belleza! Todas vuestras acciones las ha grabado Mi pluma con caracteres claros sobre tablas de crisolita."

"Toda la tierra", afirma enfáticamente Bahá'u'lláh, pronosticando el prometedor futuro que espera a un mundo actualmente envuelto en tinieblas, "se encuentra ahora en estado de gravidez. Se aproxima el día en que habrá producido sus más nobles frutos, en que de ella habrán brotado los más majestuosos árboles, las flores más encantadoras, las más maravillosas bendiciones." "Se aproxima el tiempo en que toda cosa creada habrá depuesto su carga. ¡Glorificado sea Dios Quien ha concedido esta gracia que abarca todas las cosas, ya sean visibles o invisibles!" "Estas grandes opresiones", Él además ha escrito, prefigurando la edad de oro de la humanidad, "la están preparando para el advenimiento de la Más Grande justicia". La Más Grande justicia es en efecto la justicia sobre la cual puede únicamente y debe finalmente descansar la estructura de la Más Grande Paz, en tanto que esa Más Grande Paz, a su vez, marcará el comienzo de aquella Muy Grande Civilización Mundial que siempre será asociada con Aquel Quien lleva el Más Grande Nombre.

¡Queridos amigos! Casi cien años han transcurrido desde que amaneciera sobre el mundo la Revelación de Bahá'u'lláh, Revelación cuya naturaleza, como Él mismo lo afirma, "ninguna de entre las Manifestaciones del pasado, salvo en una medida prescrita, jamás ha comprendido plenamente". Durante un siglo entero Dios ha concedido plazo a la humanidad para que reconozca al Fundador de tal Revelación, abrace

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Su Causa, proclame Su Grandeza y establezca Su Orden. En un centenar de volúmenes, depósito de inapreciables preceptos, poderosas leyes, principios únicos, exhortaciones apasionadas, reiteradas advertencias, profecías asombrosas, invocaciones sublimes e importantes comentarios, el Portador de tal Mensaje ha proclamado, como ningún Profeta antes que Él lo ha hecho, la Misión que Dios Le confiara. A emperadores, reyes, príncipes y potentados; a gobernantes y gobiernos, clero y pueblos, del Oriente como del Occidente, ya fueran cristianos, judíos, musulmanes o zoroastrianos, Él dirigió, durante casi cincuenta años, y en las más trágicas circunstancias, estas inapreciables perlas de conocimiento y sabiduría que estaban ocultas en el océano de Su incomparable prolación. Renunciando a fama y fortuna, aceptando encarcelamiento y exilio, sin importarle ostracismo ni oprobio, sometido a ultrajes físicos y crueles privaciones, Él, el Representante de Dios sobre la tierra, permitió ser desterrado de lugar en lugar y de país en país, hasta que por fin, en la Más Grande Prisión, ofreció a Su hijo mártir como rescate por la redención y la unificación de toda la humanidad. "Nos, verdaderamente", Él mismo ha declarado, "no hemos dejado de cumplir Nuestro deber de exhortar a los hombres, y de entregar lo que Me fue ordenado por Dios, el Todopoderoso, el Todo Alabado. Si Me hubiesen escuchado, habrían visto a la tierra convertida en otra tierra". Y además: "¿Queda excusa para alguien en esta Revelación? ¡No, por Dios, el Señor del Poderoso Trono! Mis signos han rodeado la tierra y Mi poder ha envuelto a toda la humanidad, y, sin embargo, la gente está sumida en un extraño sueño!"

¿Cuál fue la Respuesta a Su Llamado?

¿Cómo -bien podemos preguntarnos- ha correspondido el mundo, objeto de esa solicitud divina, a Aquel Quien sacrificó todo por su causa? ¿Qué acogida Le brindó, y qué respuesta provocó Su llamado? Un clamor sin paralelo en la historia del Islam _Shí`í, recibió, en su país de origen, la naciente luz de la Fe, en medio de un pueblo célebre por su crasa ignorancia, su feroz fanatismo, su crueldad bárbara, sus prejuicios inveterados y el ilimitado dominio que sobre las masas ejercía una jerarquía eclesiástica firmemente atrincherada. Una persecución que encendió valor tal, según da fe una autoridad no menos eminente como la del fallecido Lord Curzon de Kedleston, que no es superado por el que despertaron los fuegos de Smithfield, segó, con trágica rapidez, las vidas de no menos de veinte mil de sus heroicos adherentes, quienes rehusaron trocar su fe recién nacida por los efímeros honores y seguridad de una vida mortal.

A las aflicciones corporales causadas a estas víctimas, deben añadirse las acusaciones, totalmente inmerecidas, de nihilismo, ocultismo, anarquismo, eclecticismo, inmoralidad, sectarismo, herejía, partidismo político -todo lo cual es terminantemente rechazado por los principios de la propia Fe y por la conducta de sus seguidores-, aumentando el número de quienes, inconscientemente o con malevolencia, menoscababan su causa.

Indiferencia absoluta de parte de hombres eminentes y de clase alta; odio implacable demostrado por los dignatarios eclesiásticos de aquella Fe de la cual ésta provenía; la burla desdeñosa del pueblo en me-

dio del cual había nacido; el total desprecio manifestado hacia ella por la mayoría de los reyes y gobernantes a quienes se dirigió su Autor; las censuras pronunciadas por aquellos bajo cuyo dominio surgió y comenzó a expandirse; las amenazas lanzadas y los destierros que decretaron; la deformación de sus principios y leyes por gente envidiosa y malévola, en países y entre pueblos alejados de su tierra de origen: todas éstas no son sino demostraciones del tratamiento que le dispensó una generación satisfecha de sí misma, indiferente a su Dios e inconsciente de los presagios, profecías, avisos y advertencias revelados por Sus Mensajeros.

Sin embargo, los golpes tan duramente asestados a los seguidores de tan preciada, tan gloriosa y poderosa Fe, no mitigaron la animosidad que inflamaba a sus perseguidores. Tampoco bastaron las dañosas tergiversaciones de sus enseñanzas fundamentales, sus propósitos y objetivos, sus esperanzas y aspiraciones, sus instituciones y actividades, para detener al opresor y calumniador que trataba por todos los medios a su alcance de suprimir su nombre y extirpar su sistema. La mano que había derribado a tantos de entre sus inocentes y humildes amantes y siervos, se levantó entonces para asestar a sus Fundadores los más duros y crueles golpes.

El Báb -«Punto", según Bahá'u'lláh, "alrededor de Quien giran las realidades de los Profetas y Mensajeros"- fue el primero en ser arrastrado hacia el vórtice en que fueron sumidos Sus sostenedores. Arresto repentino y reclusión en el primer año de Su corta e impresionante carrera; afrenta pública causada en presencia de los dignatarios eclesiásticos de Shíráz; encar

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celamiento estricto y prolongado en las desoladas fortalezas de las montañas de Adhirbáyján; indiferencia desdeñosa y envidia cobarde demostrada respectivamente por el Primer Magistrado del reino y el principal ministro de su Gobierno; el ridículo y cuidadosamente montado interrogatorio efectuado en presencia del heredero del Trono y los sacerdotes eminentes de Tabríz; el vergonzoso apaleamiento sufrido en la casa de oración, en manos de _Shaykhu'1-Islám de esa ciudad, y finalmente la suspensión en la plaza de armas de Tabríz y la descarga cerrada de más de setecientas halas sobre Su joven pecho ante los ojos de una insensible multitud de cerca de diez mil personas, que culminó con la ignominiosa exhibición de Sus restos mutilados en el borde de la fosa fuera de las puertas de la ciudad: tales fueron las etapas progresivas en el tumultuoso y trágico ministerio de Aquel Cuya época inauguraba la consumación de todas las épocas, y cuya Revelación cumplía la promesa de todas las Revelaciones.

"¡Juro por Dios!", ha escrito el Báb mismo en Su Tabla a Muhammad _Sháh, "que si supieras lo que en el lapso de estos cuatro años Me ha sobrevenido de manos de tu pueblo y de tu ejército, contendrías la respiración por miedo a Dios... ¡Ay!, ¡ay de las cosas que Me han sucedido! ¡Juro por el Supremo Señor! Si te contasen en qué lugar habito, el primero en tener compasión de Mí serías tú mismo. En el corazón de una montaña hay una fortaleza (Mákú) ... cuyos ocupantes se limitan a dos guardias y cuatro perros. Imagínate, pues, Mi condición... ¡En esta montaña he permanecido solo y he llegado a tal esta(lo, que ninguno de quienes Me precedieron ha su

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frido lo que Yo he sufrido, ni trasgresor alguno ha soportado lo que Yo he soportado!".

"Cuán veladas estáis, oh Mis criaturas", hablando con la voz de Dios, ha revelado Él en el Bayán, "... que, sin ningún derecho, Le habéis enviado a una montaña (Makú), de cuyos habitantes ninguno es digno de mención... Con Él, o sea conmigo, no hay nadie salvo aquel que es una de las Letras del Viviente de Mi Libro. En Su presencia que es Mi presencia, ¡de noche no hay encendida ni siquiera una lámpara! Y, sin embargo, en lugares (de adoración) que en diversos grados se extienden hacia Él, ¡innumerables lámparas están encendidas! Todo cuanto hay sobre la tierra ha sido creado para Él, y todos con deleite participan de Sus beneficios, ¡y están sin embargo tan apartados de Él, que Le niegan hasta una lámpara!".

dY qué decir de Bahá'u'lláh, el germen de cuya Revelación, según da testimonio el Báb, está dotado de una potencia superior a todas las fuerzas reunidas de la Dispensación Bábí? ¿No fue Él -por Quien el Báb sufriera y muriera en tan trágicas y milagrosas circunstancias- hecho, durante casi medio siglo y bajo el dominio de los dos potentados más poderosos del Oriente, el objeto de una conspiración sistemática y concertada que, por sus efectos y duración, apenas tiene paralelo en los anales de anteriores religiones?

"Las crueldades causadas por Mis opresores", Él mismo ha exclamado en Su angustia, "Me han agobiado y han emblanquecido Mi cabello. Si te presentases ante Mi trono, no reconoceríais a la Antigua Belleza, pues se ha alterado la lozanía de Su sem

blante y su brillo se ha desvanecido a causa de la opresión de los infieles. ¡Juro por Dios que Su corazón, Su alma y Sus entrañas se han derretido!". "Si oyeses con Mi oído", declara asimismo, "oírias cómo ,Alí (el Báb) se lamenta por Mí en presencia del Glorioso Compañero, y cómo Mahoma llora por Mí en el altísimo Horizonte, y cómo el Espíritu (Jesús) se golpea en la cabeza en el cielo de Mi mandato, a causa de lo que ha acaecido a este agraviado de manos de todo impío pecador". "Delante de Mí", Él ha escrito en otro lugar, "se alza la Serpiente de la ira con sus fauces extendidas para tragarme, y detrás de Mí, Me sigue los pasos el león de la furia dispuesto a hacerme pedazos, y encima de Mí, oh Bienamado, están las nubes de Tu mandato, derramando sobre Mí lluvias de aflicciones, en tanto que debajo de Mí están caladas las lanzas del infortunio, listas para herir Mis miembros y Mi cuerpo". "Si se te pudiese contar", afirma además, "lo que ha acontecido a la Antigua Belleza, huirías al desierto, y llorarías con gran llanto. En tu dolor, te golpearías la cabeza y gritarías como quien ha sido mordido por los colmillos de una víbora... ¡Por la rectitud de Dios! Cada mañana, al levantarme de Mi lecho, descubría una multitud de incontables aflicciones reunidas detrás de Mi puerta, y cada noche al acostarme, ¡he aquí!, Mi corazón era desgarrado por la angustia a causa de lo que había sufrido por la diabólica crueldad de sus enemigos. A cada pedazo de pan que parte la Antigua Belleza está unido el asedio de una nueva aflicción, y con cada gota que bebe está mezclada la amargura de la más penosa de las pruebas. Cada paso que da es precedido por un ejército de calami

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dades imprevistas, mientras que por detrás Le siguen legiones de angustiosos pesares".

¿No fue Él Quien, a la temprana edad de veintisiete años, espontáneamente se levantó para defender, en calidad de simple seguidor, la naciente Causa del Báb? ¿No fue Él Quien, al asumir la jefatura efectiva de una secta proscrita y perseguida, se expuso a Sí mismo, a Su familia, Sus bienes, Su posición y Su reputación a los graves peligros, los sangrientos ataques, el saqueo general y las airadas difamaciones del gobierno y del pueblo? ¿No fue Él, Portador de una Revelación cuyo Día "todo Profeta ha anunciado", la cual "el alma de todo Mensajero Divino ha ansiado", y en la que "Dios ha probado los corazones de toda la compañía de Sus Mensajeros y Profetas"?; ¿no fue el Portador de semejante Revelación, a instigación de los eclesiásticos shí°íes y por orden del _sháh mismo, forzado, durante no menos de cuatro meses, a respirar, en completa oscuridad, junto a los más viles criminales y bajo el peso de mortificantes cadenas, el aire pestilente de la mazmorra subterránea infestada de sabandijas en Teherán; lugar que, como Él mismo declarara después, fue misteriosamente convertido en propio escenario de la anunciación que Dios Le hizo de Su posición de Profeta?

"Fuimos relegados", escribió en Su Epístola al Hijo del Lobo, "durante cuatro meses a un lugar inmundo sin comparación. En cuanto a la mazmorra en que fueron encerrados este Agraviado y otros injustamente tratados, una fosa oscura y estrecha hubiese sido preferible a ella... La mazmorra estaba envuelta en densa oscuridad, y Nuestros compañeros de prisión ascendían a cerca de ciento cincuenta almas: ladrones,

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asesinos y salteadores de caminos. A pesar de estar atestada, no tenía otra salida que el pasadizo por el cual habíamos entrado. Ninguna pluma puede representar aquel lugar, ni lengua alguna es capaz de describir su repugnante olor. Los más de esos hombres no tenían vestidos ni lecho donde echarse. ¡Sólo Dios sabe lo que Nos aconteció en aquel lugar fétido y sombrío!". "Abdu'1-Bahá", escribe el doctor J. E. Esslemont, "cuenta que un día se le permitió entrar en el patio de la prisión para ver a Su querido Padre cuando salía a hacer Su ejercicio diario. Bahá'u'lláh estaba terriblemente cambiado; tan enfermo que apenas podía caminar. Su pelo y barba despeinados, Su cuello lastimado e hinchado por el roce de un pesado collar de acero, Su cuerpo inclinado por el peso de las cadenas." "Durante tres días y tres noches", ha apuntado Nabíl en su crónica, "no se Le dio a Bahá'u'lláh ninguna clase de alimento o bebida. Le era imposible descansar o dormir. El lugar estaba infestado de sabandijas, y el hedor de aquella tenebrosa habitación era suficiente para aplastar el espíritu mismo de quienes estaban condenados a sufrir sus horrores". "Tal fue la intensidad de Sus sufrimientos que las huellas de esa crueldad permanecieron grabadas en Su cuerpo todos los días de Su vida."

¿Y qué decir de las demás aflicciones que Le sobrevinieron, antes e inmediatamente después de este terrible episodio? ¿O de Su reclusión en casa de uno de los Kad-K_hudáes de Teherán? ¿O de la salvaje violencia con que fue apedreado por la gente enfurecida en las cercanías de la aldea de Níyalá? ¿Qué decir de Su encarcelamiento por los emisarios del

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ejército del sháh en Mázindarán, y Su apaleamiento por orden y en presencia de los siyyides y mujtahides reunidos, en manos de quienes había sido entregado por las autoridades civiles de Ámul? ¿O de los alaridos de burla e improperios con que Le persiguió más tarde una multitud de rufianes? ¿O la atroz acusación formulada contra I1 por la familia Imperial, la Corte y el pueblo, cuando sucedió el atentado a la vida de Násiri'd-Dín _Sháh? ¿Qué decir de los infames atropellos, de las injurias y burlas con que Le llenaron al ser arrestado por oficiales responsables del gobierno y conducido desde Níyávarán "a pie y encadenado, con la cabeza descubierta y los pies descalzos", y expuesto a los intensos rayos del sol de pleno verano, hasta el Síyáh-_Chal de Teherán? ¿O de la avidez con que funcionarios corrompidos saquearon Su casa, se llevaron todos Sus bienes y dispusieron de Su fortuna? ¿O del cruel edicto que Le arrancó del pequeño grupo de seguidores del Báb, desconcertados, perseguidos y sin guía, Le separó de Sus familiares y amigos y, en lo más crudo del invierno, despojado y difamado Le desterró a Irak?

Por muy severas que hubiesen sido estas aflicciones que se sucedieron una a otra con asombrosa rapidez, como resultado de los ataques premeditados y las maquinaciones sistemáticas de la corte, el clero, el gobierno y el pueblo, no fueron más que preludio de un angustioso y largo cautiverio al que formalmente había dado comienzo aquel edicto. Abarcando un período de más de cuarenta años, y llevándole en forma sucesiva a Irak, Sulaimaniya, Constantinopla, Adrianópolis y finalmente a la colonia penal de `Akká, este largo destierro terminó con Su muerte, a

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una edad de más de setenta años; finalizaba un cautiverio que por su extensión, su duración y la diversidad y gravedad de sus aflicciones, no tiene igual en la historia de las Dispensaciones anteriores.

No hay necesidad de extenderse en los episodios concretos que dan un carácter trágico a la crónica de esos años. No hay necesidad de explayarse sobre el carácter y acciones de los pueblos, gobernantes y eclesiásticos que han participado, contribuyendo a hacer más conmovedoras sus escenas, en éste, el mayor drama de la historia espiritual del mundo.

Características de este Conmovedor Drama

Bastará enumerar algunas de las características más notables de este conmovedor drama para traer a la memoria del lector de estas páginas, ya familiarizado con la historia de la Fe, el recuerdo de las vicisitudes por las que esta Fe ha atravesado y que el mundo hasta ahora ha mirado con fría indiferencia. El forzado y repentino retiro de Bahá'u'lláh a las montañas de Sulaimaniya, y las dolorosas consecuencias que trajo Su completo alejamiento durante dos años; las incesantes intrigas que se permitieron los representantes del Islam _Shí'í en Najaf y Karbilá, trabajando en estrecha y constante asociación con sus cómplices en Persia; la intensificación de las medidas represivas ordenadas por el Sultán `Abdu'1--`Azíz, lo que provocó la defección de ciertos miembros prominentes de la comunidad en exilio; la ejecución de otra orden de destierro emitida por ese mismo Sultán, esta vez a aquella lejana y más desolada de las

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ciudades, lo que causó tal desesperación que impulsó a dos de los exiliados a que intentaran suicidarse; la incansable vigilancia a que fueron sometidos al llegar a 'Akka por funcionarios hostiles, y el insoportable encarcelamiento durante dos años en el cuartel de esa ciudad; el interrogatorio a que sometió más tarde a su Prisionero el bajá turco en la sede de gobierno; Su reclusión de no menos de ocho años en una humilde vivienda rodeada por el aire viciado de esa ciudad, donde Su única recreación consistía en pasearse por el angosto espacio de su habitación: estas tribulaciones, así como otras, proclaman por una parte la naturaleza de la severa prueba y las afrentas que sufrió, y, por otro lado, señalan con dedo acusador a aquellos poderosos de la tierra que, o Le maltrataron dolorosamente, o deliberadamente Le negaron su ayuda.

No es de extrañar que por la Pluma de Aquel Quien sobrellevó esta angustia con tan sublime paciencia fueran reveladas estas palabras: "Aquel Quien es el Señor de lo visible e invisible está ahora manifiesto ante todos los hombres. Su bendito Ser ha sufrido tal daño que si todos los mares, patentes u ocultos, se convirtieran en tinta, y todos los habitantes del reino en plumas, y todos los que están en los cielos y en la tierra en escribas, con toda seguridad serían incapaces de consignarlo." Y además: "Los más de los días de Mi vida he estado como un esclavo, sentado bajo una espada suspendida de un hilo, sin saber si había de caer tarde o temprano sobre Mí." "Todo lo que esta generación", afirma, "Nos ha brindado son las heridas causadas por sus dardos, y la única copa que ha ofrecido a Nuestros labios es la copa de su

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veneno. Nuestro cuello aún lleva las cicatrices dejadas por las cadenas, y en Nuestro cuerpo están grabadas las muestras de una crueldad inexorable". "Veinte años han pasado, ¡oh reyes!", ha escrito Él, en la cúspide de Su misión, dirigiéndose a los reyes de la Cristiandad, "durante los cuales cada día hemos conocido el dolor de una nueva aflicción. Ninguno de quienes Nos han precedido ha soportado lo que Nos hemos soportado. ¡Ojalá lo comprendiérais! Los que contra Nos se alzaron, Nos han dado muerte, han derramado Nuestra sangre, han robado Nuestros bienes y violado Nuestro honor. Aunque enterados de la mayor parte de Nuestras aflicciones, sin embargo no detuvisteis la mano del agresor. ¿Pues no es acaso vuestro deber contener la tiranía del opresor y actuar equitativamente con vuestros súbditos, a fin de que vuestro alto sentido de justicia sea plenamente demostrado a toda la humanidad?".

¿No cabe preguntarse confiadamente qué gobernante, del Oriente o del Occidente, en algún momento desde el nacimiento de tan trascendente Revelación, ha sido movido a levantar su voz, ya sea en alabanza de ella, o contra quienes la perseguían? ¿Qué pueblo, en el curso de tan largo cautiverio, se ha sentido impelido a levantarse y contener el avance de tales tribulaciones? ¿Qué soberano, con excepción de una sola mujer, que resplandece en solitaria gloria, se ha sentido en lo más mínimo, impulsado a responder al conmovedor llamado de Bahá'u'lláh? ¿Quién de entre los grandes de la tierra ha estado dispuesto a ofrecer a la naciente Fe de Dios el beneficio de su reconocimiento o apoyo? ¿Cuál de los múltiples credos, sectas, razas, partidos y clases, y

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de las muy diversas escuelas del pensamiento humano, ha creído necesario dirigir su mirada a la nueva luz de la Fe, contemplar su sistema en desarrollo, ponderar sus procesos ocultos, apreciar su importante mensaje, reconocer su poder regenerador, aceptar su saludable verdad, o proclamar sus valores eternos? ¿Quién de entre los experimentados y los presuntos hombres de entendimiento y sabiduría puede pretender con razón, después de un período de casi un siglo, que ha aprobado desinteresadamente su tema, que ha examinado con imparcialidad sus demandas, que se ha tomado suficiente trabajo para investigar su literatura, que se ha empeñado asiduamente en separar los hechos de las suposiciones, o que le ha dispensado el tratamiento que merece? ¿Dónde están los representantes preeminentes de las artes o de las ciencias, que, con excepción de unos pocos casos aislados, han movido un dedo siquiera, o pronunciado una palabra de elogio, ya sea en defensa o alabanza de una Fe que ha conferido al mundo tan inapreciable beneficio, que ha padecido tanto tiempo y tan severamente, y que encierra en su interior una promesa tan cautivadora para un mundo dolorosamente fustigado, evidentemente en quiebra?

Al creciente avance de las pruebas que derribaron al Báb, a las interminables calamidades que llovieron sobre Bahá'u'lláh, a las advertencias hechas tanto por el Anunciador como por el Autor de la Revelación Bahá'í, deben agregarse los sufrimientos que, durante no menos de setenta años, soportó `Abdu'1-Bahá, así como también Sus súplicas y ruegos que, en el atardecer de Su vida, expresó en relación con los peligros que amenazaban cada vez más a la humanidad. Nacido

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en el año mismo del comienzo de la Revelación Bábí; bautizado. con los primeros fuegos de la persecución que se desencadenó contra esa naciente Causa; testigo ocular, siendo un niño de ocho años, de los trastornos que sacudieron la Fe que Su Padre había abrazado; copartícipe con Él de la ignominia, los peligros y rigores resultantes de los sucesivos destierros de Su país natal a otros muy alejados; arrestado y forzado a soportar, en una celda oscura, la afrenta de ser encarcelado poco después de Su llegada a `Akká; objeto de reiteradas investigaciones y blanco de continuos asedios e insultos bajo el despótico reinado del Sultán 'Abdu'1-Hamíd, y posteriormente bajo la dictadura militar del suspicaz y despiadado Jamál Pashá; también Él, Centro y Eje del incomparable Convenio de Bahá'u'lláh y Ejemplar perfecto de Sus enseñanzas, tuvo que probar, de manos de potentados, eclesiásticos, gobiernos y pueblos, la copa del dolor que bebieran el Báb y Bahá'u'lláh, así como también tantos de Sus seguidores.

Las advertencias que en numerosas Tablas y discursos ha hecho Su pluma, durante un encarcelamiento de casi toda la vida y en el curso de Sus viajes por muchos países, tanto de Europa como de América, son bastante conocidas por quienes se esfuerzan por difundir la Fe de Su Padre en el mundo occidental. ¡Cuántas veces y con qué vehemencia hizo llamamientos a quienes tenían autoridad y al público en general para que examinasen sin apasionamiento los preceptos enunciados por Su Padre! ¡Con qué precisión y énfasis explicaba el sistema de la fe que exponía, aclaraba sus verdades fundamentales, hacía notar sus rasgos distintivos, y proclamaba el carácter

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redentor de sus principios! ¡Con cuánta insistencia anunció el inminente caos, los trastornos venideros, la conflagración universal que, en los años finales de Su vida, apenas habían comenzado a revelar la magnitud de su fuerza y el significado de su impacto en la sociedad humana!

Copartícipe en las dolorosas pruebas y frustraciones momentáneas que afligieron al Báb y Bahá'u'lláh; recolector de una cosecha que no guardaba relación alguna con los sublimes, incesantes y arduos esfuerzos que había hecho en Su vida; testigo de las primeras perturbaciones de la catástrofe de carácter mundial que había de asolar a una humanidad incrédula; encorvado por los años, y con ojos empafïados por la tormenta amenazante que había provocado el recibimiento dispensado a la Causa de Su Padre por una generación carente de fe, y con el corazón dolorido a causa del destino inmediato de los rebeldes hijos de Dios, Él, finalmente, sucumbió al peso de dificultades por las cuales serían pronto llamados a responder terriblemente aquellos que Se las habían impuesto, tanto a Él como a quienes Le precedieron.

"Apresura, ¡oh mi Dios!", exclamó en un momento en que estaba acosado por adversidades, "los días de mi ascensión hacia Ti, y de mi llegada a Ti, y de mi entrada en Tu presencia, para, que sea librado de las tinieblas de crueldad que ellos me han causado, y entre en la luminosa atmósfera de Tu cercanía, ob mi Todo Glorioso Señor, y descanse a la sombra de Tu muy grande misericordia". "¡Yá Bahá'u'1 Abhá (Oh Tú, Gloria de las Glorias) !", escribió en una Tabla revelada durante la última semana de Su vida, "he renunciado al mundo y a su pueblo, tengo destrozado

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el corazón y me siento dolorosamente afligido por causa de los infieles. Estoy en la jaula de este mundo como un pájaro que aletea asustado, y cada día ansío emprender vuelo hacia Tu Reino. ¡Yá Bahá'u'1-Abha! Hazme beber del cáliz del sacrificio y líbrame; alíviame de estos dolores y pruebas, de estas aflicciones v dificultades".

Queridos amigos: ¡Qué lástima!, mil veces ¡qué lástima! que una Revelación incomparablemente grande, infinitamente preciosa, poderosamente fuerte, evidentemente inocente, haya recibido de manos de una generación tan ciega y perversa, tan infame tratarniento. "¡Oh Mis Siervos!", Bahá'u'lláh mismo declara; "¡El Dios único y verdadero es Mi testigo! Este muy grande, insondable y encrespado océano está cerca, asombrosamente cerca de vosotros. ¡He aquí que está irás cerca de vosotros que vuestra vena vital! Más pronto que un abrir y cerrar de ojos, podéis, si así lo deseáis, alcanzarlo y participar de este favor imperecedero, esta gracia divina, este don incorruptible, esta poderosísima e inefablemente gloriosa munificencia".

Un Mundo Apartado de El

Después de un período de casi cien años, ¿qué encuentran nuestros ojos al contemplar el escenario mundial y recordar la primera época de la historia Bahá'í? Un mundo sacudido por las luchas de sistemas, razas v naciones en conflicto, atrapado en la maraña de falsedades que ha acumulado, se aparta cada vez más de Aquel Quien es el único Autor de su destino,

y se hunde más y más en la matanza suicida que ha desatado su negligencia y persecución de Aquel Quien es su Redentor. Una Fe, aún prohibida, rompe sin embargo su crisálida y sale de la oscuridad de una represión de cien años, enfrentándose cara a cara a las sobrecogedoras pruebas de la terrible ira de Dios, y destinada a surgir de entre las ruinas de una civilización desmoronada. Un mundo espiritualmente desvalido, moralmente arruinado, políticamente destruido, socialmente convulsionado, con su economía paralizada, se debate, se desangra y se retuerce bajo la vara vengadora de Dios. Una Fe cuyo llamado no tuvo respuesta; cuyas demandas fueron rechazadas; a cuya advertencia no se prestó atención; cuyos seguidores fueron arrasados; cuyos propósitos y fines fueron difamados; cuyos llamamientos a los gobernantes de la tierra no fueron atendidos; cuyo Anunciador bebió la copa del martirio; cuyo Autor estuvo sumido en un océano de increíbles aflicciones, y cuyo Ejemplar sucumbió bajo el peso de prolongadas penas y terribles adversidades. Un mundo desorientado en el cual se extingue rápidamente la llama de la religión; en que las fuerzas de agresivo nacionalismo y racismo han usurpado los derechos y prerrogativas de Dios mismo; en que un notorio secularismo, brotado directamente de la irreligión, ha erguido su cabeza triunfante y muestra sus repulsivas facciones; en que la "majestad real" ha sido deshonrada, y quienes portaban sus emblemas, en su mayoría, han sido derribados de sus tronos; en que han sido desacreditadas las antes todopoderosas jerarquías del Islam, y en menor grado, las de la Cristiandad; en que el virus del prejuicio y de la corrupción está atacando las

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partes vitales de una sociedad ya gravemente trastornada. Una Fe cuyas instituciones -modelo y gloria culminante de la edad que ha de venir- han sido desconocidas y, en algunos casos, pisoteadas y desarraigadas; cuyo sistema en desarrollo ha sido ridiculizado y en parte suprimido y mutilado; cuyo naciente Orden, único refugio para una civilización destinada a perecer, ha sido despreciado y puesto en duda; cuyo Templo Madre ha sido confiscado y expropiado, y cuya "Casa -centro de adoración del mundo-', ha sido, por un grave error judicial, según testifica el tribunal supremo del mundo, entregada a manos de sus implacables enemigos y violada por éstos.

Vivimos de hecho en una época que, si la valoramos correctamente, debe considerarse que presencia un doble fenómeno. El primero muestra la agonía de un orden decadente e incrédulo, que, a pesar de las señales y presagios de una Fe centenaria, ha rehusado obstinadamente armonizar sus procedimientos con los preceptos e ideales que le ofrece una Fe enviada del Cielo. El segundo proclama los dolores del nacimiento de un Orden, divino y redentor, que inevitablemente reemplazará al anterior, y en cuya estructura administrativa madura imperceptiblemente una incomparable civilización embrionaria, que abarcará todo el mundo. Aquél es enrollado y se destroza por la opresión, la matanza y la ruina. Este ofrece perspectivas de justicia, unidad, paz, cultura, como jamás ha visto época alguna. El anterior ha agotado sus fuerzas, ha demostrado ser falso y estéril, ha perdido irremediablemente su oportunidad y se precipita a su fin. Este, poderoso e inconquistable, se arranca las cadenas y reivindica su título de ser el único

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refugio dentro del cual, limpia de escoria, puede alcanzar su destino una humanidad duramente afligida.

"Pronto", profetiza Bahá'u'lláh mismo, "el orden actual será enrollado y uno nuevo extendido en su lugar". Y además: "¡Por Mí mismo! Se aproxima el día en que habremos enrollado el mundo y todo lo que hay en él, y extendido un nuevo Orden en su lugar." "Se aproxima el día en que Dios habrá hecho surgir un pueblo que recordará Nuestros días, que relatará la historia de Nuestras aflicciones, que reclamará la restitución de Nuestros derechos a quienes, sin la menor prueba, Nos han tratado con manifiesta injusticia."

¡Queridos amigos! Por las pruebas que han afligido a la Fe de Bahá'u'lláh cabe responsabilidad aterradora e ineludible a aquellos en cuyas manos se habían entregado las riendas de la autoridad civil y eclesiástica. Tanto los reyes de la tierra como los jefes religiosos del mundo deben en primer lugar soportar el peso de tan tremenda responsabilidad. "Cada uno sabe bien", atestigua Bahá'u'lláh mismo, "que todos los reyes se han apartado de £1, y todas las religiones se le han opuesto". "Desde tiempo inmemorial", declara, "quienes han sido investidos de autoridad han impedido a los hombres volver su rostro a Dios. No les ha gustado que los hombres se reúnan en torno del Más Grande Océano, por cuanto han considerado y siguen considerando semejante reunión como causa y motivo de la desintegración de su soberanía". "Los reyes", ha escrito además, "aceptaron que no era de su interés reconocerme, como también lo han hecho los ministros y los sacerdotes, a pesar de que Mi propó

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sito ha sido revelado muy explícitamente en los Libros y Tablas Divinas, y el Verdadero ha proclamado en alta voz que esta Muy Grande Revelación ha aparecido para el mejoramiento del mundo y la elevación de las naciones". "¡Dios misericordioso!", escribe el Báb en el Dalá'il-i-Sab'ih (Siete Pruebas) respecto de los "siete poderosos soberanos que gobiernan el mundo" en su día; "Ninguno de ellos ha sido inforniado de Su Manifestación (del Báb), y si lo ha sido, ninguno ha creído en Él. Quién sabe si dejen este mundo terrenal llenos de deseo, y sin haberse dado cuenta de que ya ha acaecido lo que ellos esperaban. Esto les ocurrió a los monarcas que se aferraron al Evangelio. Esperaban la venida del Profeta de Dios (Mahoma), y cuando apareció no Le reconocieron. ¡Ved cuán grandes son las sumas que gastan estos soberanos sin pensar siquiera en designar un funcionario encargado de la tarea de informarles en su propio reino sobre la Manifestación de Dios! De este modo habrían cumplido con el propósito para el cual han sido creados. Han puesto y siguen poniendo todos sus deseos en dejar tras ellos huellas de sus nombres". Además, en ese mismo tratado, el Báb censura a los sacerdotes cristianos por no haber reconocido la verdad de la misión de Mahoma, y hace esta significativa aclaración: "La culpa recae sobre sus doctores, pues si éstos hubiesen creído, los habrían seguido la mayoría de sus compatriotas. ¡Ved, entonces, lo que ha ocurrido! Los eruditos de la Cristiandad son considerados como tales en virtud de que resguardan la doctrina de Cristo, ¡y sin embargo, observad cómo ellos mismos han sido la causa de que los hombres no hayan aceptado la Fe ni alcanzado la salvación!"

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Destinatarios del Mensaje

No debe olvidarse que, por encima de todas las demás categorías de hombres, los reyes de la tierra y los jefes religiosos del mundo fueron los destinatarios directos del Mensaje proclamado por el Báb y Bahá'u'lláh. A ellos, en numerosas e históricas Tablas se les citó deliberadamente; se les instó a responder al Llamado de Dios; se les dirigió, en lenguaje claro y enérgico, los llamamientos, las amonestaciones y advertencias de Sus Mensajeros perseguidos. Ellos aún ejercían cuando nació la Fe, y posteriormente, al proclamarse su misión, indiscutida y absoluta autoridad civil y eclesiástica sobre sus súbditos y adeptos. Ellos asumieron, ya sea gloriándose en la pompa y ostentación de una monarquía todavía poco restringida por las limitaciones constitucionales, o bien atrincherados en las fortalezas de un poder eclesiástico aparentemente inviolable, la responsabilidad definitiva de cualquier agravio causado por aquellos cuyo destino inmediato ellos regían. No se exageraría al decir que en la mayoría de los países de los continentes europeo y asiático, el absolutismo, por una parte, y, por otro lado, la completa subordinación a las jerarquías eclesiásticas, eran aún las características más notorias de la vida política y religiosa de las masas. Estas, dominadas y esclavizadas, habían sido despojadas de la libertad necesaria para poder valorar las afirmaciones y méritos del Mensaje que se les ofrecía, o para aceptar sin reservas su verdad.

No es de extrañar, entonces, que el Autor de la Fe Bahá'í, y en menor grado su Anunciador, hayan dirigido a los supremos gobernantes y jefes religiosos

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toda la potencia de Sus Mensajes, haciéndoles destinatarios de algunas de Sus más sublimes Tablas, e invitándoles, en lenguaje claro y a la vez insistente, a escuchar Su llamado. No es de extrañar que se hayan tomado el trabajo de desplegar ante sus ojos las verdades de Sus respectivas Revelaciones, refiriéndose extensamente a Sus dolores y sufrimientos. No es de extrañar que recalcaran las preciosas oportunidades que estaban en las manos de estos gobernantes y jefes, y les hayan advertido en tono premonitorio las graves responsabilidades que implicaría el rechazo del Mensaje de Dios, y predijeran, al ser negados y rechazados, las graves consecuencias que acarrearía tal rechazo. No es de extrañar que Aquel Quien es el Rey de Reyes y Representante de Dios mismo, al ser abandonado, condenado y perseguido, haya pronunciado esta concisa y trascendental profecía: "Se les ha quitado el poder a dos categorías de entre los hombres: a los reyes y a los eclesiásticos."

En cuanto a los reyes y emperadores que no sólo simbolizaban mediante su persona la majestad del dominio terrenal sino que, en su mayoría, ejercían de hecho incuestionable poder sobre la multitud de sus súbditos, su relación con la Fe de Bahá'u'lláh constituye uno de los episodios más ilustrativos de la historia de las Edades Heroica y Formativa de la Fe. El llamado Divino que abarcó tan amplio número de testas coronadas tanto de Europa como de Asia; el tema y el lenguaje de los Mensajes que las pusieron en contacto directo con la Fuente de la Revelación de Dios; la naturaleza de su reacción ante tan sorprendente impacto y las consecuencias que esto provocó y que aún pueden verificarse hoy,

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son los rasgos sobresalientes de una materia a la que sólo puedo referirme de modo inadecuado, y que será tratada plenamente y con propiedad por futuros historiadores Bahá'ís.

El emperador de Francia, Napoleón III, el más poderoso gobernante de su tiempo en el continente europeo; el Papa Pío IX, jefe supremo de la mayor iglesia de la Cristiandad, quien empuñaba el cetro de la autoridad tanto temporal como espiritual; el omnipotente Zar del vasto Imperio ruso, Alejandro II; la célebre Reina Victoria, cuya soberanía se extendía sobre la mayor combinación política que haya presenciado el mundo; Guillermo I, vencedor de Napoleón III, Rey de Prusia y hacía poco aclamado monarca de una Alemania unificada; Francisco José, autocrático rey y emperador de la monarquía austrohúngara, heredero del renombrado Sacro Imperio Romano; el tiránico `Abdu'1-`Azíz, personificación del poder concentrado, imbuido en el sultanato y el califato; el infame Násiri'd-Dín _Sháh, despótico gobernante de Persia y máximo potentado del islam _Shí'í; en una palabra: la mayoría de las más elevadas personificaciones del poder y de la soberanía en Su tiempo pasaron a ser, una tras otra, objeto de la atención especial de Bahá'u'lláh, y debieron soportar, en diversa medida, el peso de la fuerza comunicada por Sus llamamientos y advertencias.

Hay que tener presente, sin embargo, que Bahá'u'lláh no limitó la entrega de Su Mensaje a unos cuantos soberanos en particular, por muy poderoso que haya sido el cetro que cada uno de ellos empuñaba, o por muy vastos que fuesen los dominios que gobernaban. Su Pluma se dirigió en forma

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colectiva a todos los reyes de la tierra; les llamó la atención y los amonestó, en momentos en que llegaba a su apogeo la estrella de Su Revelación, y mientras estaba preso en manos de Su real enemigo y en los alrededores de su corte. En una Tabla memorable, llamada Súriy-i-Mulúk (Suya de Reyes), en la que se dirige específicamente y reprende al sultán mismo y a sus ministros, a los reyes de la Cristiandad, a los embajadores de Francia y Persia acreditados ante la Sublime Puerta, a los jefes eclesiásticos del Islam en Constantinopla, a sus sabios y habitantes, al pueblo de Persia y a los filósofos del mundo, dice estas palabras a todo el conjunto de monarcas de Oriente y Occidente:

Tablas a los Reyes

"¡Oh reyes de la tierra! Prestad oído a la Voz de Dios, que llama desde este sublime Árbol cargado de frutos, que ha brotado de la Colina Carmesí, en la Planicie sagrada, entonando estas palabras: `No hay Dios sino Él, el Poderoso, el Omnipotente, el Sapientísimo'... Temed a Dios, oh concurso de reyes, y no permitáis ser privados de esta muy sublime gracia. Desechad, entonces, lo que poseéis, y sosteneos firmemente del Asidero de Dios, el Exaltado, el Grande. Dirigid vuestro corazón hacia la Faz de Dios, y abandonad lo que vuestros deseos os han ordenado seguir, y no seáis de los que perecen. Relátales, oh siervo, la historia de `Alí (el Báb), cuando fue a ellos con la verdad, llevando Su glorioso e importante Libro, con testimonio y prueba de Dios

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en Sus manos, y sagradas y benditas señales de Él. Sin embargo, vosotros, oh reyes, no habéis prestado atención al Recuerdo de Dios en Sus días ni habéis sido guiados por las luces que aparecieron y brillaron en el horizonte de un Cielo resplandeciente. No examinasteis Su Causa, en tanto que si lo hubieseis hecho, habría sido para vosotros mejor que todo lo que alumbra el sol, ¡si pudierais comprenderlo! Permanecisteis indiferentes hasta que los sacerdotes de Persia, esos crueles hombres, pronunciaron sentencia contra Él e injustamente Le mataron. Su espíritu ascendió a Dios, y los ojos de los moradores del Paraíso y los ángeles que están cerca de Él lloraron penosamente a causa de esa crueldad. Cuidado con ser indiferentes de aquí en adelante, como lo habéis sido anteriormente. Volved entonces a Dios, vuestro Hacedor, y no seáis de los descuidados... Mi rostro ha salido de entre los velos, dando su resplandor a todo cuanto hay en el cielo y la tierra; y sin embargo, no os volvisteis a Él, a pesar de que se os creó por Él, ¡oh concurso de reyes! Por tanto, seguid lo que os digo, escuchadlo con vuestro corazón, y no seáis de los que se han apartado. Pues vuestra gloria no está en vuestra soberanía, sino más bien en vuestra cercanía a Dios y en vuestro cumplimiento de Su mandato, que ha sido enviado en Sus santas y guardadas Tablas. Si alguno de vosotros gobernase toda la tierra y todo cuanto hay dentro de ella y sobre ella, sus mares, países, montañas y llanos, y si aún así Dios no le recordase, todo eso no le serviría de nada, ¡ojalá lo supieseis! ... Levantaos, entonces, y afirmad vuestros pies, y reparad lo que se os ha escapado, y luego dirigíos hacia Su sagrada Corte, a orillas de Su vasto

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Océano, para que os sean reveladas las perlas de conocimiento y sabiduría, que Dios ha atesorado dentro de Su radiante corazón... Cuidado, no sea que impidáis a la brisa de Dios soplar sobre vuestros corazones, brisa que puede dar vida a los corazones de quienes se han vuelto a Él.. .

"No dejéis de lado el temor de Dios, oh reyes de la tierra", revela Él en esa misma Tabla, "y guardaos de no traspasar los límites que ha fijado el Todopoderoso. Observad los mandamientos prescritos a vosotros en Su Libro, y tened cuidado de no transgredirlos. Estad alertas, para que no seáis injustos con nadie, ni siquiera en la medida de un grano de mostaza. Hollad el sendero de la justicia, pues este es, verdaderamente, el recto sendero. Componed vuestras diferencias y reducid vuestro armamento, para que se aligere el peso de vuestros gastos y se tranquilice vuestra mente y corazón. Remediad las discordias que os dividen, y ya no necesitaréis de armamento alguno, salvo el que requiera la protección de vuestras ciudades y territorios. Temed a Dios, y tomad cuidado de no traspasar los limites de la moderación, y ser contados entre los pródigos. Hemos sabido que aumentáis vuestros desembolsos cada año y ponéis esa carga a vuestros súbditos. Esto, en verdad, es más de lo que pueden resistir, y es grave injusticia. juzgad entre los hombres con equidad, y sed los emblemas de la justicia entre ellos. Si sois imparciales, reconoceréis que esto es lo que os incumbe y corresponde a vuestra posición.

"Guardaos de tratar injustamente a quienquiera quo recurra a vosotros y entre en vuestro amparo. Tened temor a Dios y sed de los que llevan una vi

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da piadosa. No os fiéis de vuestro poder, vuestros ejércitos ni tesoros. Poned toda vuestra fe y confianza en Dios, Quien os ha creado, y buscad Su ayuda en todos vuestros asuntos. Solamente de Él viene socorro. Él socorre a quien sea Su voluntad, con las huestes de los cielos y de la tierra.

"Sabed que Dios os ha encomendado a los pobres. Tened cuidado de no faltar a Su encomienda, de no obrar sin justicia con ésta, ni seguir el camino de los falsos. Con toda seguridad, se os llamará a responder por Su encomienda en el día en que se establecerá la Balanza de la justicia, día en que todos recibirán lo que merezcan, en que serán evaluadas las acciones de todos, sean ricos o pobres.

"Si no prestáis atención a los consejos que en lenguaje inequívoco y sin igual hemos revelado en esta Tabla, os sobrevendrá castigo Divino de todos lados, y será pronunciada contra vosotros la sentencia de Su justicia. En ese día no tendréis poder para resistirle, y habréis de reconocer vuestra propia impotencia. Tened compasión de vosotros mismos y de quienes están debajo de vosotros, y juzgad entre ellos conforme a los preceptos prescriptos por Dios en Su muy sagrada y excelsa Tabla, Tabla en que Él ha asignado a cada cosa su medida determinada, en que ha dado explicación a todas las cosas con precisión, y que es en sí una advertencia para quienes creen en Él.

"Examinad Nuestra Causa, inquirid lo que Nos ha sobrevenido, y con justicia decidid entre Nos y Nuestros enemigos, y sed de los que obran equitativamente con sus semejantes. Si no detenéis la mano del opresor, si no resguardáis los derechos de los

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oprimidos, ¿qué derecho tenéis entonces de vanagloriaros ante los hombres? ¿De qué podéis jactaron honradamente? ¿Acaso os enorgullecéis de vuestra comida y bebida, de la riqueza que almacenáis en vuestros tesoros, de la diversidad y valor de los ornamentos con que os adornáis? Si la verdadera gloria consistiese en la posesión de esas cosas perecederas, entonces la tierra sobre la cual camináis debería necesariamente enaltecerse por encima de vosotros, porque os suministra y os confiere, por decreto del Todopoderoso, esas mismas cosas. Sus entrañas contienen, conforme a lo que Dios ha ordenado, todo lo que poseéis. De ella, como signo de Su misericordia, obtenéis vuestra riqueza. ¡Ved pues, vuestro estado, aquello de que os gloriáis! ¡Ojalá pudieseis comprenderlo! ¡No, por Aquel Quien sostiene en Su mano el reino de toda la creación! En nada reside vuestra verdadera y perdurable gloria si no es en vuestra firme adhesión a los preceptos de Dios, vuestra observancia incondicional de Sus leyes; vuestra resolución de velar porque éstas no queden sin cumplirse y de seguir tenazmente el recto camino.. . "

Además, en esa misma Tabla dice: "Han transcurrido veinte años, oh reyes, durante los cuales cada día hemos sufrido la angustia de una nueva tribulación. Ninguno de los que Nos precedieron ha soportado las cosas que Nos hemos soportado. ¡Ojalá pudieseis comprenderlo) Aquellos que contra Nos se levantaron, Nos han dado muerte, han vertido Nuestra sangre, han saqueado nuestros bienes y violado Nuestro honor. Sin embargo, vosotros, aunque conscientes de la mayoría de Nuestras aflicciones, no detuvisteis la mano del agresor. ¿Pues no es acaso vuestro claro

deber contener la tiranía del opresor y obrar equitativamente con vuestros súbditos, para que vuestro alto sentido de justicia sea plenamen-te demostrado a toda la humanidad?

"Dios ha confiado en vuestras manas las riendas del gobierno del pueblo, para que reinéis con justicia sobre ellos, resguardéis los derechos cae los oprimidos y castiguéis a los malhechores. Si no cumplís el deber que Dios os ha prescrito en Su Libro, vuestros nombres serán contados entre los injustos ante Su vista. Lamentable, en verdad, serás. vuestro error. ¿Os aferráis a lo que vuestras imaginaciones han ideado y desecháis desdeñosamente los mandamientos de Dios, el Exaltadísimo, el Inaccesible, el Que Todo lo Domina, el Todopoderoso? Abandonad las cosas que poseéis y adheríos a lo que Dios os ha ordenado observar. Buscad Su gracia, pues aquel que la busca camina por Su recto Sendero.

"Considerad la condición en que estamos, y ved los males y dificultades que Nos han afligido. No Nos desatendáis ni por un momento, y juzgad entre Nos y Nuestros enemigos con equidad. Esto, ciertamente, será de provecho manifiesto para vosotros. Así os relatamos Nuestra historia, y os narramos lo que Nos ha acontecido, para que Nos libréis de Nuestros males y aliviéis Nuestra carga. Que aquel que desee, Nos libere de Nuestra aflicción , y en cuanto a aquel que no desee, mi Señor es sin duda el mejor de los Ayudadores.

"Advierte a la gente, oh Siervo, y dales a conocer lo que Te hemos enviado, y no deje s que el temor a nadie Te desanime, y no seas de aquellos que vacilan. Se aproxima el día en que Dios habrá exaltado

Su Causa y magnificado Su testimonio a los ojos de todos los que están en los cielos y todos los que están en la tierra. Pon, en todas circunstancias, toda Tu confianza en Tu Señor, y fija Tu mirada en Él, y apártate de todos aquellos que repudian Su verdad. Que Dios, Tu Señor, Te baste como Auxiliador y Ayudador. Nos hemos comprometido a asegurar Tu triunfo sobre la tierra y exaltar Nuestra Causa por encima de todos los hombres, aunque no se encuentre rey alguno que vuelva a Ti su rostro..."

En el Kitáb-i-Agdas (Libro Más Sagrado), ese tesoro inapreciable que guarda para siempre las más brillantes emanaciones de la mente de Bahá'u'lláh; Carta de Su Orden Mundial; principal depósito de Sus Leyes; Precursor de Su Convenio; Obra fundamental que contiene algunas de Sus más nobles exhortaciones, importantísimas declaraciones y presagiosas profecías; revelado cuando Sus aflicciones habían llegado al máximo, cuando los gobernantes de la tierra Le habían abandonado definitivamente; en semejante Libro leemos lo siguiente:

"¡Oh reyes de la tierra! Ha venido Aquel Quien es el soberano Señor de todo. El Reino es de Dios, el Protector omnipotente, el Que Subsiste por Sí Mismo. No adoréis a nadie sino a Dios, y con corazones radiantes alzad vuestros rostros hacia vuestro Señor, Señor de todos los nombres. Esta es una Revelación con la cual nada que poseáis podrá ser jamás comparado; ¡si lo supierais! Vemos cómo os regocijáis por lo que habéis acumulado a costa de otros, privándoos de los mundos que sólo Mi Tabla Guardada puede calcular. Los tesoros que habéis reunido os han alejado inmensamente de vuestro objetivo últi

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mo. Esto es indigno de vosotros, si pudieseis comprenderlo. Purificad vuestro corazón de toda corrupción terrenal, y apresuraos a entrar en el Reino de vuestro Señor, Creador de la tierra y el cielo, Quien hizo que temblara el mundo y se lamentaran todos sus pueblos, salvo aquellos que han renunciado a todo, aferrándose a lo que la Tabla Oculta ha ordenado..."

Se Ha Revelado la Más Grande Ley

Dice además: "¡Oh reyes de la tierra! Se ha revelado la Más Grande Ley en este Lugar, en este Escenario de trascendente esplendor. Toda cosa oculta ha sido descubierta, en virtud de la voluntad del Supremo Ordenador, Quien ha anunciado la Hora Final, por Quien la Luna ha sido hendida, y expuesto todo decreto irrevocable.

"¡No sois más que vasallos, oh reyes de la tierra! Aquel Quien es el Rey de Reyes ha aparecido, ataviado con Su muy maravillosa gloria, y os emplaza ante Sí, el Que Ayuda en el Peligro, el Que Subsiste por Sí Mismo. Estad atentos, no sea que el orgullo os impida reconocer la Fuente de la Revelación; no sea que las cosas del mundo como por un velo os separen de Aquel Quien es el Creador del Cielo. Levantaos y servid a Aquel Quien es el Deseo de todas las naciones, Quien os ha creado mediante una palabra Suya, y ha ordenado que seáis, para siempre, los emblemas de Su soberanía.

"¡Por la rectitud de Dios! No es Nuestro deseo adueñaros de vuestros reinos. Nuestra misión es to

mar y poseer los corazones de los hombres. En ellos están puestos los ojos de Bahá. De esto da testimonio el Reino de los Nombres, si pudierais comprenderlo. Quienquiera que siga a su Señor renunciará al inundo y a todo cuanto hay en él; ¡cuánto mayor, entonces, ha de ser el desprendimiento de Aquel Quien ocupa tan augusta posición! Abandonad vuestros palacios y apresuraos para que seáis admitido en Su Reino. Esto, en verdad, os aprovechará tanto en este mundo como en el venidero. Esto lo atestigua el Señor del reino de lo alto, si lo supierais.

"¡Cuán grande la bienaventuranza que espera al rey que se levante para ayudar a Mi Causa en Mi Reino, y se desprenda de todo menos de Mí! Tal rey se cuenta entre los compañeros del Arca Carmesí, Arca que Dios ha preparado para el pueblo de Bahá. Todos deben glorificar su nombre, reverenciar su posición y ayudarle a abrir las puertas de las ciudades con las llaves de Mi Nombre, el omnipotente Protector de todos los que habitan los reinos visibles e invisibles. Tal rey es el ojo mismo de la humanidad, el luminoso ornamento de la frente de la creación, la fuente de bendiciones para el mundo entero. Oh pueblo de Bahá, ofrendad en su ayuda vuestros bienes, es más, vuestra vida misma."

También, en ese mismo Libro aparece esta clara acusación: "No os hemos pedido nada. En verdad, os exhortamos por amor de Dios, y seremos pacientes, como lo hemos sido en aquello que Nos ha sucedido de manos de vosotros, ¡oh concurso de reyes!"

Por otra parte, en Su Tabla a la Reina Victoria, Bahá'u'lláh se dirige a todos los reyes de la tierra, llamándolos a aferrarse a la Paz Menor, a diferencia

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de esa Más Grande Paz que sólo pueden proclamar y establecer finalmente quienes están plenamente conscientes del poder de Su Revelación y abiertamente profesan los principios de Su Fe:

"¡Oh reyes de la tierra! Vemos que aumentáis cada año vuestros gastos y los cargáis sobre vuestros súbditos. Esto, en verdad, es total y evidentemente injusto. Temed los suspiros y lágrimas de este Agraviado, y no impongáis cargas excesivas a vuestros pueblos. No les robéis para construir palacios para vosotros mismos; más bien elegid para ellos lo que elegís para vosotros. Así revelamos a vuestros ojos lo que os aprovecha, si lo percibierais. Vuestro pueblo es vuestro tesoro. Cuidado, no sea que vuestra autoridad viole los mandamientos de Dios, y entreguéis a quienes están bajo vuestra protección en manos de ladrones. Por ellos gobernáis, por medio de ellos subsistís, con su ayuda triunfáis. ¡Sin embargo, con qué desden los miráis! ¡Qué extraño, sumamente extraño!

"Ya que habéis rechazado la Más Grande Paz, aferraos a ésta, la Paz Menor, para que quizás en cierta medida mejoréis vuestra condición y la de vuestros dependientes.

"¡Oh gobernantes de la tierra! Reconciliaos unos con otros, para que no necesitéis más armamentos, salvo los necesarios para proteger vuestros territorios y dominios. Cuidado, no sea que desatendáis el consejo del Omnisciente, el Fiel.

"Uníos, oh reyes de la tierra, pues de este modo se acallará entre vosotros la tormenta de la discordia, y vuestra gente hallará descanso, si sois de los que comprenden. Si alguno de vosotros tomara las armas

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para atacar a otro, levantaos todos contra él, pues esto no es sino justicia manifiesta."

Por otra parte, a los reyes cristianos en particular, dirige Bahá'u'lláh estas palabras de reprobación, y en lenguaje inequívoco, aclara el verdadero carácter de Su Revelación:

"¡Oh reyes de la cristiandad! ¿No escuchasteis las palabras de Jesús, el Espíritu de Dios: `Me voy, pero volveré a vosotros'? ¿Por qué, entonces, cuando Él volvió a vosotros en las nubes del cielo no os acercasteis a Él, para que hubieseis visto Su rostro y alcanzado Su Presencia? En otro pasaje, Él dice: 'Cuando Él venga, el Espíritu de la Verdad, Él os guiará hacia toda la verdad'. Y, sin embargo, he aquí que, cuando Él trajo la verdad, rehusasteis volver vuestros rostros a Él, y continuasteis entretenidos en vuestros pasatiempos y fantasías. No Le disteis la bienvenida, ni buscasteis Su presencia, para que pudieseis oír los versículos de Dios de Sus propios labios y participar de la múltiple sabiduría del Todopoderoso, Todo Glorioso, Sapientísimo. Debido a vuestra falta, habéis impedido que el aliento de Dios llegue hasta vosotros, y habéis privado a vuestras almas de Su perfumada fragancia. Seguís vagando con deleite por el valle de vuestros deseos corruptos. Vosotros y todo lo que poseéis desaparecerá. Ciertamente, volveréis a Dios, y seréis llamados a dar cuenta de vuestros hechos ante Aquel Quien ha de reunir a toda la creación. . . "

El Báb, por otra parte, en el Qayyúmu'1-Asmá', Su célebre comentario al Sura de José, revelado en el primer año de Su Misión, y descrito por Bahá'u'lláh como "el primero, el más grande y poderoso de todos los libros" de la Dispensación Bábí, emite este

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conmovedor llamado a los reyes y príncipes de la tierra:

"¡Oh concurso de reyes y de hijos de los reyee1 Desechad, todos sin excepción, vuestro dominio, que pertenece a Dios... Vano es en verdad vuestro dominio, pues Dios ha reservado las posesiones terrenales a aquellos que Le han negado ... ¡Oh concurso de reyes! Llevad fielmente y a toda prisa los versículos revelados por Nos a los pueblos de Turquía y la India, y además, con poder y fidelidad, a países del Oriente y del Occidente... ¡Por Dios! Si obráis bien, lo haréis en provecho propio; y si negáis a Dios y Sus signos, Nos, ciertamente, teniendo a Dios, bien podemos prescindir de todas las criaturas y de todo dominio terrenal."

Además, dice: "Temed a Dios, oh concurso de reyes, para que no sigáis lejos de Aquel Quien es Su Recuerdo (el Báb), luego que la Verdad ha venido a vosotros con un Libro y signos de Dios, pronunciados por la maravillosa lengua de Aquel Quien es Su Recuerdo. Buscad la gracia en Dios, pues Dios ha ordenado para vosotros, luego que hayáis creído en Él, un jardín tan vasto como la inmensidad del Paraíso".

Hasta aquí los trascendentales consejos y advertencias dirigidos por el Báb y Bahá'u'lláh a los soberanos de la tierra en forma colectiva, y particularmente, a los reyes de la Cristiandad. No haría justicia a mi tema si pasase por alto, o sólo tratase brevemente, aquellas audaces apóstrofes, llenas de augurio, destinadas a monarcas en particular, que en calidad de reyes o emperadores han contemplado con fría indiferencia las aflicciones de los Fundadores gemelos de

nuestra Fe, o bien han rechazado con desdén Sus advertencias. No puedo citar tan extensamente como debiera hacerlo los dos mil y tantos versículos que han brotado de la pluma de Bahá'u'lláh y, en menor medida, de la del Báb, y que fueron dirigidos a monarcas de Europa y de Asia en particular; ni es tampoco mi propósito extenderme en el análisis de las circunstancias que provocaron esas asombrosas declaraciones o las consecuencias que éstas trajeron. El historiador del futuro, al contemplar más ampliamente y con mayor perspectiva los decisivos acontecimientos ocurridos durante las Edades Apostólica y Formativa de la Fe de Bahá'u'lláh, podrá sin duda valorar con exactitud y describir detalladamente las causas, consecuencias y efectos de esos Mensajes Divinos que, en su alcance y efectividad, ciertamente no tienen igual en los anales religiosos de la humanidad.

Al emperador de Francia, Napoleón 111, dirigió Bahá'u'lláh estas palabras: "¡Oh Rey de París! Di a los sacerdotes que ya no hagan sonar las campanas. ¡Por Dios, el Verdadero! La Más Poderosa Campana ha aparecido en la forma de Aquel Quien es el Más Grande Nombre, y los dedos de la Voluntad de tu Señor, el Más Exaltado, el Altísimo, la tañen en el cielo de la Inmortalidad, en Su Nombre, el Todo Glorioso. Así te han sido enviados nuevamente los poderosos versículos de tu Señor, para que te levantes a recordar a Dios, Creador de cielo y tierra, en estos días en que se han lamentado todas las tribus de la tierra, y han temblado los cimientos de las ciudades y ha envuelto a todos los hombres el polvo de la irreligión, con excepción de aquellos a quienes ha querido eximir tu Señor, el Omnisciente, el Sapientísimo. . .

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Presta oído, oh Rey, a la Voz que llama zdesde el Fuego que arde en este verde Árbol, en el Sinaí que se ha levantado por encima del níveo Lugar sagrado, más allá de la Ciudad Eterna: '¡Verdade--ramente, no hay otro Dios fuera de Mí, el Que Siempre = Perdona, el Más Misericordioso!' Nos, en verdad, hemosw enviado a Aquel a Quien ayudamos con el Espíritu Sar:ato (Jesús), para que os anuncie esta Luz que ha brilllado en el horizonte de la voluntad de vuestro Señor, el Exaltadísi

mo, el Todo Glorioso, y cuyos signos       se han revelado

en Occidente, para que volváis a       ! (Bahá'ulláh)

vuestro rostro, en este Día que Dios       Jhi exaltado por encima de todos los demás días, en cKue el Todo Misericordioso ha derramado el esplenoelor de Su resplandeciente gloria sobre todos los cz::

Iue están en el

cieloy en la tierra. Levántate para que sirvas a Dios y promuevas Su Causa. Él, verdaderamente, te ayudará con las huestes de lo visible ee invisible y te hará rey sobre todo dominio en que sale el sol. Tu Señor, en verdad, es el Omnipotente= - el Todopoderoso... Adorna tu templo con el orr?amento de Mi Nombre; y tu lengua, con el recuerd o de Mí; y tu corazón, con el amor a Mí, el Todop " oderoso, el Al

tísimo.       Nada te hemos deseado sino Jo que es para ti mejor que todo cuanto posees y to dos los tesoros

de la tierra. Tu Señor es, ciertamente,       conocedor, informado de todo...

"lOh Rey! Oímos las palabras que--, en respuesta al zar de Rusia, pronunciaste acerca .ele tu decisión referente a la guerra (guerra de Crimeal. Tu Señor, ciertamente, sabe y está informado de todo. Dijiste: `Dormía en mi lecho cuando me desp-ertó el tumor de los oprimidos que perecían ahogadlas en el Mar

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Negro'. Esto te oímos decir y, ciertamente, tu Señor da testimonio de lo que digo. Testificamos que lo que te despertó no fue su clamor, sino los impulsos de tus propias pasiones, pues te probamos y te hallamos deficiente. Comprende el significado de Mis palabras y sé de los que disciernen... Si hubieses sido sincero en tus palabras, no habrías desechado el Libro de Dios cuando te fue enviado por Aquel Quien es el Todopoderoso, el Sapientísimo. Mediante él te hemos probado, encontrándote distinto de lo que pretendías ser. Levántate y enmienda lo que se te ha escapado. Dentro de poco el mundo y todo cuanto posees perecerá, y el reino será de Dios, tu Señor y Señor de tus antepasados. Te incumbe no llevar tus asuntos ateniéndote a los dictados de tus deseos. Teme los suspiros de este Agraviado y protégele de los dardos de aquellos que actúan injustamente. A causa de lo que has hecho, tu reino se precipitará en la confusión, y tu imperio se te escurrirá de las manos, en castigo por tus acciones. Entonces sabrás cuánto has errado. La conmoción se apoderará de toda la gente de tu país, a menos que te levantes para ayudar a esta Causa y sigas a Aquel Quien es el Espíritu de Dios (Jesús) en este recto Sendero. ¿Te ha vuelto soberbio tu pompa? ¡Por Mi Vida! No durará; es más: pasará pronto, a menos que te aferres a esta firme Cuerda. Vemos que te sigue de cerca la humillación, en tanto que eres de los des

cuidados.. . Deja tus palacios a la gente de las tumbas; y tu imperio, a quienquiera que lo desee; entonces, vuélvete al Reino. Esto es, verdaderamente, lo que Dios ha escogido para ti, si fueras de aquellos que se vuelven a Él... Si deseases cargar el peso

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de tu dominio, hazlo para ayudar a la Causa de tu Señor. Glorificada sea esta posición, en la cual, quienquiera que la alcance, ha alcanzado todo el bien que proviene de Aquel Quien es el Omnisciente, el Sapientísimo... ¿Te regocijas por los tesoros que posees, sabiendo que perecerán? ¿Te alegras porque gobiernas un palmo de tierra, cuando el mundo entero, a juicio del pueblo de Bahá, vale tanto como la parte negra del ojo de una hormiga muerta? Déjaselo a aquellos que han puesto sus afectos en él, y vuélvete hacia Aquel Quien es el Deseo del mundo. ¿A dónde se han ido los soberbios y sus palacios? Mira dentro de sus tumbas, para que te sirva su ejemplo, ya que lo hemos puesto como lección para todo aquel que ve. Si te alcanzasen las brisas de la Revelación, huirías del mundo, te volverías hacia el Reino y darías todo lo que posees a fin de acercarte a esta sublime Visión."

Revelado al Papa

Al Papa Pío IX reveló Bahá'u'lláh lo siguiente: "¡Oh Papa! Desgarra los velos. Aquel Quien es el Señor de los Señores ha llegado cubierto por nubes, y el decreto se ha cumplido por Dios, el Todopoderoso, el Irrestringido ... É1, verdaderamente, ha descendido nuevamente del Cielo tal como descendiera de él la primera vez. Cuida de no disputar con Él, tal como disputaron con Él (Jesús) los fariseos, sin prueba clara o demostración. A Su derecha fluyen las Aguas vivientes de la gracia; a Su izquierda, el escogido Vino de la justicia, en tanto que delante de Él marchan

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los ángeles del Paraíso portando los estandartes de Sus signos. Cuida que ningún nombre te aparte de Dios, Creador del cielo y la tierra. Deja atrás al mundo y vuélvete a tu Señor, por Quien ha sido iluminada toda la tierra.. . ¿Vives en palacios, mientras Aquel Quien es el Rey de la Revelación habita en la más desolada de las viviendas? Déjaselos a quienes los desean, y vuelve con gozo y alegría tu rostro hacia el Reino... Levántate en el nombre de tu Señor, el Dios de Misericordia, en medio de los pueblos de la tierra, y toma con las manos de la confianza el Cáliz de la Vida; bebe tú primero de él, y luego ofrécelo a quienes se vuelven a él, de entre los pueblos de todas las creencias...

"Trae al recuerdo a Aquel que era el Espíritu (jesús ), contra Quien, cuando vivió, dictaron sentencia en Su propio país los más doctos de Su tiempo, en tanto que aquel que sólo era un pescador creyó en Él. ¡Tened cuidado entonces, hombres de corazón comprensivo! Tú, en verdad, eres uno de los soles del cielo de Sus nombres. Guárdate, no sea que la oscuridad extienda sobre ti su velo y te separe de Su luz... Considera a aquellos que se opusieron al Hijo (Jesús), cuando Él vino a ellos con soberanía y poder. ¡Cuáritos eran los fariseos que esperaban verle, lamentándose por su separación de Él! Y, sin embargo, cuando la fragancia de Su venida llegó hasta ellos, y Su belleza fue revelada, se apartaron de Él y con Él disputaron.. . Apenas unos pocos, carentes de todo poder entre los hombres, se volvieron hacia Su faz. ¡Y, sin embargo, hoy día todo hombre dotado de poder e investido de soberanía se enorgullece de Su Nombre! Asimismo, considera cuán numerosos son

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en estos días los monjes que en Mi Nombre se han recluido en sus iglesias y que, cuando se hubo cumplido el tiempo fijado y Nos revelamos Nuestra belleza, no Nos reconocieron, aunque Me invocan al anochecer y al alba.. .

"La palabra que ocultó el Hijo se ha hecho manifiesta. Ha sido enviada en la forma del templo humano en este día. ¡Bendito el Señor, Quien es el Padre! Él, verdaderamente ha venido a las naciones en Su más grande majestad. Volved a Él vuestros rostros, ¡oh concurso de justos!. . . Este es el día en que la Roca (Pedro) clama y exclama, y celebra la alabanza de su Señor, el Poseedor de Todo, el Altísimo, diciendo: `¡He aquí! El Padre ha venido, y se ha cumplido aquello que se os prometió en el Reino!'.. . Mi cuerpo anhela la cruz y Mi cabeza espera el golpe de la lanza, en el sendero del Todo Misericordioso, para que el mundo sea purificado de sus transgresiones ...

"¡Oh Sumo Pontífice! Da oído a lo que te aconseja el Modelador de huesos que se descomponen, expresado por Aquel Quien es Su Más Grande Nombre. Vende todos los embellecidos ornamentos que posees, y ocúpalos en el sendero de Dios, Quien hace que la noche siga al día, y el día, a la noche. Abandona tu reino a los reyes y sal de tu habitación con el rostro vuelto hacia el Reino y, entonces, desprendido del mundo, proclama la alabanza de tu Señor entre la tierra y el cielo. Así te lo ha ordenado Aquel Quien es el Poseedor de los Nombres, de parte de tu Señor, el Todopoderoso, el Omnisciente. Exhorta a los reyes, diciendo: `Proceded equitativamente con los hombres. Cuidado, no sea que traspa

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séis los límites que fija el Libro'. Esto de hecho es propio de ti. Cuida de no apropiarte de las cosas del mundo y de sus riquezas. Déjaselas a quienes las deseen y aférrate a lo que ha sido prescrito por Aquel Quien es el Señor de la creación. Si alguien te ofreciere todos los tesoros de la tierra, no te dignes ni siquiera mirarlos. Sé como fue tu Señor. Así ha expresado la lengua de la Revelación aquello que Dios ha destinado para ornamento del libro de la creación.. . Si te embriagare el vino de Mis versículos y determinares presentarte ante el trono de tu Señor, Creador del cielo y la tierra, haz de Mi amor tu vestidura; de tu recuerdo de Mí, tu escudo; y de tu confianza en Dios, el Revelador de todo poder, tu provisión... Verdaderamente, ha llegado el día de la cosecha, y todas las cosas han sido separadas unas de otras. Él ha guardado lo que escogió en los receptáculos de la justicia, y ha arrojado al fuego aquello que lo merece. Así lo ha decretado vuestro Señor, el Poderoso, el Amable, en este Día prometido. Él, ciertamente, ordena lo que Le place. No hay Dios sino Él, el Todopoderoso, el Que Todo lo Domina."

En la Tabla dirigida al zar de Rusia, Alejandro 11, leemos: "¡Oh zar de Rusia! Inclina tu oído a la voz de Dios, el Rey, el Santo, y vuélvete al Paraíso, Lugar donde mora Aquel Quien, en medio del Concurso de lo alto, posee los más excelentes títulos, y Quien, en el reino de la creación es llamado por el nombre de Dios, el Resplandeciente, el Todo Glorioso. Cuida que tu deseo no te impide volverte hacia la Faz de tu Señor el compasivo, el Más Misericordioso. Nos verdaderamente, hemos escuchado aquello que tú suplicaste a tu Señor, mientras secretamente comulga

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bas con Él. Por eso sopló la brisa -de Mi amorosa bondad y se levantó el oleaje del mar de Mi misericordia, y te respondimos en verdad. Tu Señor es, ciertamente, el Omnisciente, el Sapiantísimo. Mientras estaba encadenado y con grillos en la prisión, Me prestó ayuda uno de tus ministros. Por eso Dios ha ordenado para ti una posición que no puede comprender el conocimiento de nadie, salvo Su conocimiento. Cuida de no perder esa sublime posición... Cuida que tu soberanía no te aparte de Aquel Quien es el Supremo Soberano. Él, verdaderamente, ha venido con Su Reino, y todos los átomos proclaman: `¡He aquí que el Señor ha venido en Su gran majestad!' Aquel Quien es el Padre, ha venido, y el Hijo (jesús), exclama en el valle sagrado: `¡Aquí estoy, aquí estoy, oh Señor, Mi Dios!' En tanto, el Sinaí rodea la Casa y la Zarza Ardiente proclama: `¡El Todo Munífico ha llegado, montado en las nubes! Bienaventurado quien se acerca a Él, y ¡ay de quienes están alejados!'

"Levántate en medio de los hombres en nombre de esta Causa que todo lo domina, y luego llama a las naciones hacia Dios, el Exaltado, el Grande. No seas de aquellos que llamaban a Dios por uno de Sus nombres, mas cuando apareció Aquel Quien es el Objeto de todos los nombres, Le negaron apartándose de Él, y finalmente dictaron sentencia contra Él con manifiesta injusticia. Considera y trae a la memoria los días en que apareció el Espíritu de Dios (jesús), y Herodes pronunció fallo contra Él. Dios, sin embargo, Le ayudó con las huestes de lo invisible y Le protegió con la verdad, enviándole a otro país, conforme a Su promesa. Él, verdaderamente, orde

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na lo que Le place. Tu Señor, en verdad, resguarda a quien Él quiere, ya sea en medio de los mares, o en las fauces de la serpiente, o bajo la espada del opresor.. .»

"Otra vez digo: Escucha Mi voz que llama desde Mi prisión, para que te haga saber lo que le ha sucedido a Mi Belleza, en manos de aquellos que son las manifestaciones de Mi gloria, y percibas cuán grande ha sido Mi paciencia, no obstante Mi fuerza, y cuán inmensa Mi indulgencia, no obstante Mi poder. ¡Por Mi Vida! Si pudieras conocer las cosas reveladas por Mi Pluma y descubrir los tesoros de Mi Causa y las perlas de Mis misterios que yacen ocultas en los mares de Mis nombres y en las copas de Mis palabras, tú, en tu amor a Mi nombre y en tu anhelo por Mi glorioso y sublime Reino, sacrificarías tu vida en Mi sendero. Sabe que aunque Mi cuerpo esté bajo las espadas de Mis enemigos y Mis miembros sean acosados por incalculables aflicciones; sin embargo, Mi espíritu está lleno de un gozo con el cual todas las alegrías de la tierra no podrán nunca compararse.

'Dirige tu corazón hacia Aquel Quien es el Punto de adoración del mundo y di: ¡Oh pueblos de la tierra! ¿,Le habéis rechazado a Él, por Quien sufrió el martirio Aquel que vino con la verdad, trayendo el anuncio de vuestro Señor, el Exaltado, el Grande? Di: Este es un anuncio por el cual se han regocijado los corazones de los Profetas y Mensajeros. Éste es Aquél a Quien el corazón del mundo recuerda y está prometido en los Libros de Dios, el Poderoso, el Omnisciente. Las manos de los Mensajeros, en su deseo de encontrarme, se alzaban a Dios, el Poderoso, el Glorificado... Algunos se lamentaban de su sepa

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ración de Mí; otros soportaron dificultades en Mi sendero, y otros hasta dieron su vida por amor a Mi belleza; si lo supierais. Di: En verdad, no he aspirado a ensalzarme a Mí mismo, sino más bien a Dios mismo, si juzgaseis con imparcialidad. Nada puede verse en Mí, que no sea Dios y Su Causa, si pudieseis percibirlo. Yo soy Aquel a Quien ensalzó la lengua de Isaías, Aquel con cuyo nombre fueron adornados la Torá y el Evangelio ... Bienaventurado el rey cuya soberanía no le ha mantenido alejado de su Soberano y que de corazón se ha vuelto a Dios. Él, ciertamente, es contado entre quienes han logrado lo que ha querido Dios, el Poderoso, el Omnisciente. Dentro de poco, tal rey será considerado entre los monarcas de los dominios del Reino. Tu Señor es, en verdad, potente sobre todas las cosas. Él da lo que quiere a quien sea Su voluntad, y retiene lo que le place a quienquiera que sea Su voluntad. Él, verdaderamente, es el Omnipotente, el Todopoderoso."

A la Reina Victoria, Bahá'u'lláh le escribió: "¡Oh Reina en Londres! Inclina tu oído a la voz de tu Señor, el Señor de toda la humanidad, que llama del Árbol del Loto Divino: ¡Verdaderamente, no hay Dios sino Yo, el Todopoderoso, el Omnisciente! Desecha todo cuanto hay en la tierra y adorna la cabeza de tu reino con la corona del recuerdo de tu Señor, el Todo Glorioso. Él, en verdad, ha venido al mundo en Su muy grande gloria, y todo lo que se ha mencionado en el Evangelio se ha cumplido. El país de Siria ha sido honrado por los pasos de su Señor, el Señor de todos los hombres, y tanto el norte como el sur están embriagados con el vino de Su presencia. Bienaventurado el hombre que ha aspirado la

fragancia del Más Misericordioso, y se ha vuelto al Lugar de amanecer de Su belleza, en esta resplandeciente Aurora. La Mezquita de Agsá vibra con las brisas de tu Señor, en tanto que Bathá (La Meca) tiembla ante la voz de Dios, el Exaltado, el Altísimo. Y con esto, cada una de sus piedras celebra la alabanza del Señor, mediante este Grande Nombre.

"Renuncia a tu deseo y dirige luego tu corazón a tu Señor, el Antiguo de los Días. Hacemos mención de ti por amor a Dios, y deseamos que tu nombre sea exaltado por tu recuerdo de Dios, Creador del cielo y de la tierra. Él, verdaderamente, da testimonio de lo que digo. Se Nos ha informado que tú has prohibido el tráfico de esclavos, tanto de hombres como de mujeres. Esto, verdaderamente, es lo que Dios ha ordenado en esta maravillosa Revelación. Debido a ello, Dios ha destinado para ti una recompensa. Él, ciertamente, dará a quien hace el bien su remuneración debida, si siguieras lo que te ha sido enviado por Aquel Quien es el Omnisciente, el Informado de Todo. En cuanto a aquel que se aparta y se hincha de orgullo, luego que le han llegado las claras pruebas del Revelador de los signos, Dios reducirá su obra a la nada. Él, en verdad, tiene poder sobre todas las cosas. Las acciones del hombre son aceptables después de su reconocimiento (de la Manifestación). Aquel que se aparta del Verdadero es de hecho la más velada de Sus criaturas. Así lo ha decretado Aquel Quien es el Todopoderoso, el Omnisciente.

"También hemos oído que tú has confiado las riendas del consejo a manos de los representantes del pueblo. En verdad, has hecho bien, pues con ello se reforzarán los cimientos del edificio de tus asuntos y se

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tranquilizarán los corazones de todos los que están bajo tu amparo, sean éstos elevados o humildes. Sin embargo, les incumbe ser dignos de confianza entre Sus siervos, y considerarse representantes de todos los que habitan la tierra. Esto les aconseja en esta Tabla Aquel Quien es el Gobernante, el Sapientísimo... Bienaventurado aquel que entra en la asamblea por amor a Dios y juzga entre los hombres con justicia pura.       Él es, en verdad, de los dichosos ...

'vuélvete a Dios y di: ¡Oh mi Soberano Señor! No soy más que un vasallo Tuyo, y Tú eres, en verdad, el Rey de Reyes. He elevado mis manos suplicantes hacia el cielo de Tu gracia y Tus dones, Envíame entonces, desde las nubes de Tu generosidad, aquello que me librará de todo menos de Ti y me acercará a Ti mismo. Te imploro, oh mi Señor, por Tu nombre, al cual has hecho rey de los nombres y manifestación de Ti mismo para todos los que están en el cielo y en la tierra, que rasgues los velos que se han interpuesto entre mí y el reconocimiento del Lugar de Amanecer de Tus signos y la Aurora de Tu Revelación. Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Omnipotente, el Todo Munífico. No me prives, oh mi Señor, de la fragancia del Manto de Tu misericordia en Tus días, y ordena para mí lo que has ordenado para Tus siervas que han creído en Ti y en Tus signos, Te han reconocido y han dirigido sus corazones hacia el horizonte de Tu Causa. Tu eres, verdaderamente, Señor de los mundos y, de aquellos que muestran misericordia, el Más Misericordioso. Asísteme, entonces, oh mi Dios, para que Te recuerde en medio de Tus siervas, y ayude a Tu Causa en Tus países. Acepta, entonces, lo que se me ha esca

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pado al irradiarse la luz de Tu semblante. Tú, en verdad, tienes poder sobre todas las cosas. Gloria a Ti, oh Tú en cuya mano está el reino de los cielos y de la tierra."

En el Kitáb-i-Agdas, Su Libro Más Sagrado, Bahá'u`lláh se dirige así al emperador de Alemania, Guillermo I: "Di: ¡Oh Rey de Berlín! Da oído a la voz que llama de este manifiesto Templo: Verdaderamente, no hay Dios sino Yo, el Eterno, el Incomparable, el Antiguo de los Días. Ten cuidado, no sea que el orgullo te impida reconocer la Aurora de la Revelación Divina, no sea que deseos terrenales te aparten, como un velo, del Señor del Trono de lo alto y de aquí en la tierra. Esto te aconseja la Pluma del Altísimo. Él, verdaderamente, es el Más Benévolo, el Todo Munífico. Recuerda a aquel cuyo poder superaba tu poder (Napoleón III), y cuya posición excedía tu posición. ¿Dónde está? ¿A dónde fueron las cosas que poseía? Que te sirva de lección, y no seas de los que están profundamente dormidos. Él fue quien desechó la Tabla de Dios, cuando le dimos a conocer lo que Nos habían hecho sufrir las huestes de la tiranía. Por eso, la desgracia lo acosó de todos lados y él bajó al polvo con gran pérdida. Medita profundamente, oh Rey, acerca de él y acerca de aquellos que, como tú, han conquistado ciudades y han regido a los hombres. El Todo Misericordioso los bajó de sus palacios a sus tumbas. Sé prevenido, sé de aquellos que reflexionan".

Y más adelante, en ese mismo Libro, esta notable profecía: "¡Oh riberas del Rin! Os hemos visto cubiertas de sangre, por cuanto las espadas de la venganza fueron desenvainadas contra vosotras; y ten

dréis otra vuelta. Y oímos las lamentaciones de Berlín, aunque esté hoy en conspicua gloria". Asimismo, en el Kitáb-i-Agdas aparecen estas palabras dirigidas al emperador Francisco José: "¡Oh Emperador de Austria! Aquel Quien es el Amanecer de la Luz de Dios habitaba en la prisión de `Akká cuando emprendiste viaje para visitar la Mezquita de Agsá (Jerusalén). Pasaste cerca de Él y no inquiriste sobre Aquel por Quien toda cosa es exaltada y es abierta toda puerta sublime. Nos, verdaderamente, hicimos de ella (Jerusalén) un lugar al que el mundo debería volverse, para que Me recordasen; y, sin embargo, has rechazado a Aquel Quien es el Objeto de ese recuerdo, cuando apareció con el Reino de Dios, tu Señor y Señor de los mundos. Hemos estado contigo en todo momento y te hemos encontrado aferrándote a la Rama sin atender a la Raíz. Tu Señor, ciertamente, da testimonio de lo que digo. Nos dolió verte circular alrededor de Nuestro Nombre sin percatarte de Nos, aunque estábamos ante tu rostro. Abre tus ojos, para que contemples esta gloriosa Visión y reconozcas a Aquel a Quien invocas de día y de noche, y veas la Luz que brilla sobre de este luminoso Horizonte".

En el Súriy-i-Múluk, las siguientes palabras son dirigidas al Sultán `Abdu'1-Azíz: "Escucha, oh rey, la voz de Aquel Quien habla la verdad, Quien no te pide que le recompenses con lo que Dios ha querido darte, Quien infaliblemente holla el Sendero recto. Él es Quien te llama ante Dios, tu Señor, y te muestra el rumbo correcto, el camino que lleva a la verdadera felicidad, para que quizás seas de los que estarán bien . . . A aquel que se entregue por completo

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a Dios, ciertamente, Dios estrá con él; y a aquel que ponga su confianza en Dios, sin duda, Dios le protegerá de todo lo que pueda dañarle y le escudará contra la maldad de todo urdidor de mal.

"Si inclinases tu oído a Mi voz y observases Mi consejo, Dios te exaltaría a tan eminente posición, que las maquinaciones de hombre alguno sobre la tierra podrían jamás tocarte ni lastimarte. Observa, oh rey, en lo más íntimo de tu corazón y con todo tu ser, los preceptos de Dios, y no sigas los caminos del opresor. Toma las riendas de los asuntos de tu pueblo, sosteniéndolas firmemente en la mano de tu poder, y examina personalmente todo lo relacionado con ellos. Que nada se te escape, pues en eso reside el bien supremo.

"Da gracias a Dios por haberte escogido de entre el mundo entero, haciéndote rey de aquellos que profesan tu fe. Te corresponde realmente apreciar los maravillosos favores que Dios te ha concedido y magnificar continuamente Su nombre. Le alabarás de la mejor manera si amas a Sus amados y resguardas y proteges a Sus siervos del daño de los traicioneros, para que nadie los siga oprimiendo. Además, deberías levantarte a hacer cumplir la ley de Dios entre ellos, para que seas de los que están firmemente fundados en Su ley.

"Si hicieras que ríos de justicia esparciesen sus aguas sobre tus súbditos, Dios ciertamente te ayudaría con las huestes de lo invisible y lo visible y te fortalecería en tus asuntos. No hay Dios sino Él. Toda la creación y su imperio son Suyos. A Él vuelven las obras de los fieles.

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"No confíes en tus tesoros. Pon toda tu fe en la gracia de Dios, tu Señor. Que Él sea tu esperanza en todo lo que hagas, y sé de aquellos que se han sometido a Su voluntad. Que Él sea tu ayudador y enriquécete con Sus tesoros, pues junto a Él están los tesoros de los cielos y de la tierra. Se los da a quien Él quiere, y a quien quiere se los niega. No hay Dios sino £1, el Poseedor de Todo, el Más Alabado. Todos no son más que indigentes ante la puerta de Su misericordia; todos están desamparados ante la revelación de Su soberanía e imploran Su favor.

"No traspases los límites de la moderación y se justo en tu proceder con aquellos que te sirven. Dales lo que corresponda a sus necesidades, pero no lo que les permita acumular riquezas para sí mismos, para adornarse, embellecer sus hogares, adquirir cosas que no les son de ningún beneficio y ser contados entre los pródigos. Procede con ellos con justicia invariable, de modo que ninguno de ellos sufra privaciones ni sea mimado con lujos. Esto no es sino justicia manifiesta. No permitas que abyectos gobiernen y dominen a quienes son nobles y dignos de honor, y no dejes a los magnánimos a merced de los indignos y despreciables, pues esto es lo que observamos a nuestra llegada a la Ciudad (Constantinopla) y de ello damos testimonio ...

'Pon ante tus ojos la infalible Balanza de Dios, y como uno que está en Su Presencia, pesa tus acciones en esa balanza cada día, cada momento de tu vida. Hazte un examen de conciencia antes que seas llamado a rendir cuentas, en el Día en que ningún hombre tendrá fuerza para sostenerse por temor a

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Dios, Día en que se hará temblar los corazones de los negligentes.

"Tu eres la sombra de Dios sobre la tierra. Por lo tanto, esfuérzate por actuar de una manera digna de tan eminente y augusta posición. Si dejas de seguir las cosas que hemos hecho descender sobre ti y te hemos enseñado, ciertamente habrás menoscabado ese grande e inapreciable honor. Vuelve, entonces, y aférrate completamente a Dios, y purifica tu corazón del mundo y todas sus vanidades, y no permitas que el amor a un extraño entre y more en él. Mientras no hayas borrado de tu corazón todo vestigio de tal amor, el brillo de la luz de Dios no podrá verter sobre él su resplandor, por cuanto a nadie ha dado Dios más de un corazón. Verdaderamente, esto ha sido decretado y escrito en Su antiguo Libro. Y ya que el corazón humano, conforme lo ha modelado Dios, es uno e indiviso, te incumbe cuidar que tus afectos sean también uno e indiviso. Por tanto, con todo el afecto de tu corazón, aférrate a Su amor, y aléjalo del amor a cualquiera que no sea Él, para que te ayude a sumergirte en el océano de Su unidad y te permita llegar a ser un verdadero defensor de Su unicidad..."

Haz Que el Opresor Desista

"Que tu oído preste atención, oh rey, a las palabras que te hemos dirigido. Haz que el opresor desista de sn tiranía y separa a los obradores de injusticia de entre aquellos que profesan tu fe. ¡Por la rectitud de Dios! Las aflicciones que hemos soportado son

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tales que cualquier pluma que las narre no puede seré sino sobrecogida por la angustia. Ninguno de los qué' verdaderamente creen en la unidad de Dios y la sostienen puede llevar el peso de su relato. Tan grandes han sido Nuestros sufrimientos, que hasta los ojos de Nuestros enemigos han llorado por Nos, y, además de ellos, los de toda persona perspicaz. Y a todas estas pruebas hemos sido sometidos, a pesar de que Nos hemos acercado a ti y ordenado a los hombres que se acojan a tu amparo, para que seas una fortaleza para los que creen en la unidad de Dios y la sostienen.

"¿Alguna vez, oh rey, te he desobedecido? ¿En alguna ocasión he violado cualquiera de tus leyes? ¿Puede cualquiera de tus ministros que te representan en Irak alegar prueba alguna que demuestre Mi deslealtad hacia ti? ¡No, por Aquel Quien es el Señor de todos los mundos! Ni un solo instante Nos hemos rebelado contra ti ni contra ninguno de tus ministros. Dios mediante, nunca Nos sublevaremos contra ti, aunque seamos expuestos a pruebas más severas que cualesquiera que hayamos sufrido en el pasado. De día y de noche, al atardecer y de mañana oramos a Dios por ti, para que bondadosamente te ayude a obedecerle y observar Sus mandamientos, y te proteja de las huestes de los malvados. Haz, por tanto, como te plazca, y trátanos como convenga a tu posición y sea digno de tu soberanía. No olvides la ley de Dios en todo lo que deseares realizar, ahora o en los días venideros. Di: ¡Alabado sea Dios, Señor de todos los mundos!"

Por otra parte, en el Kitáb-i-Agdas aparece esta vehemente amonestación a Constantinopla: "¡Oh Lu

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gar situado a orillas de los dos mares! VerdaderaInente, el trono de la tiranía se ha asentado en ti, y la llama del odio se ha encendido en tu seno, de tal manera que se ha lamentado y ha llorado el Concurso de lo alto y quienes circulan alrededor del Exaltado Trono. Vemos que en ti los necios gobiernan a los sabios, y la oscuridad se vanagloria ante la luz. De hecho, estás lleno de manifiesto orgullo. ¿Tu aparente esplendor te ha puesto jactancioso? ¡Por Aquel Quien es el Señor de la humanidad! Pronto se acabará, y se lamentarán tus hijas, y tus viudas y todas las familias que habitan en ti. Así te lo hace saber el Omnisciente, el Sapientísimo".

En cuanto a Nasiri'd-Dín _Sháh, el Lawh-i-Sultán, que le fue enviado desde `Akká y que constituye la rnás extensa Epístola de Bahá'u'lláh a un soberano en Particular, proclama lo siguiente: "¡Oh rey! Yo no era Irás que un hombre como otros; dormía en Mi lecho cuando, he aquí, soplaron sobre Mí las brisas del Tado Glorioso, y Me dieron el conocimiento de todo lo que ha sido. Esto no proviene de Mí, sino de Uno que es Todopoderoso, Omnisciente. Y Él me ordenó que elevara Mi voz entre la tierra y el cielo; por esto Me sobrevino lo que ha hecho correr las lágrimas de todo hombre de entendimiento. No he estudiado el saber corriente entre los hombres, ni he entrado en sus escuelas. Averígualo en la ciudad en que vivía, Para que estés totalmente seguro de que Yo no soy de aquellos que hablan falsamente. Esta no es más que una hoja que han movido los vientos de la voluntad de tu Señor, el Todopoderoso, el Todo Alabado. ¿Puede estar quieta en tanto soplan vientos temP~stuosos? ¡No, por Aquel Quien es el Señor de to

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dos los Nombres y Atributos! La mueven como ell desean. Lo efímero es como nada ante Aquel Quie es el Que Siempre Perdura. Me ha alcanzado Su lla= mado, que todo lo somete, y Me ha hecho proclamar Su alabanza entre todas las gentes. De hecho era como un muerto, cuando fue pronunciada Su orden: La mano de la voluntad de tu Señor, el Compasivo,: el Misericordioso, Me transformó. ¿Puede alguien decir por su propia voluntad aquello por lo cual todos los hombres, tanto elevados como humildes, han de protestar contra él? No -por Aquel Quien enseñó a la Pluma los misterios eternos- nadie salvo a quien ha fortalecido la gracia del Todopoderoso, el Omnipotente. La Pluma del Altísimo se dirige a Mí, diciéndome: No temas. Relata a Su Majestad el _Shah lo que te sucedió. Su corazón, ciertamente, está entre los dedos de tu Señor, el Dios de Misericordia, para que quizás el sol de la justicia y munificencia brille sobre el horizonte de su corazón. Así ha sido irrevocablemente fijado el decreto de Aquel Quien es el Sapientísimo.

"Mira a este joven, oh Rey, con los ojos de la justicia; juzga, entonces, con verdad acerca de lo que Le ha acontecido. Verdaderamente, Dios te ha hecho Su sombra en medio de los hombres y signo de Su poder para todos los que habitan la tierra. juzga entre Nos y aquellos que Nos han agraviado sin prueba y sin un Libro aclarador. Aquellos que te rodean te aman por su propio interés, en tanto que este joven te ama por tu bien, y no ha tenido deseo alguno sino acercarte a la sede de la gracia y volverte a la diestra de la justicia. Tu Señor da testimonio de lo que declaro.

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"¡Oh Rey! Si inclinases tu oído al chirrido de la pluma de Gloria y al arrullo de la Paloma de la Eternidad que, en las ramas del Árbol del Loto, más allá del cual no hay paso, pronuncia alabanzas a Dios, Hacedor de todos los nombres y Creador del cielo y de la tierra, alcanzarías una posición desde la cual nada verías en el mundo del ser sino el resplandor del Adorado, y considerarías tu soberanía como la más despreciable de tus posesiones, abandonándola a quienquiera que la desease y dirigiendo tu rostro hacia el Horizonte encendido con la luz de Su semblante. Ni tampoco querrías jamás soportar la carga del dominio salvo que te propusieras ayudar a tu Señor, el Exaltado, el Altísimo. Entonces te bendeciría el Concurso de lo alto. ¡Oh, cuán excelsa es esta muy sublime posición; si pudieras ascender a ella por el poder de una soberanía que reconocidamente proviene del Nombre de Dios! ...

"¡Oh Rey de la época! Los ojos de estos refugiados se han vuelto hacia la misericordia del más Misericordioso y están fijos en ella. No cabe duda de que: esas aflicciones serán seguidas por efusiones de suprema misericordia, y esas terribles adversidades serán sucedidas por desbordante prosperidad. Mucho desearíamos, sin embargo, que su Majestad el _Sh Z examinara él mismo estos asuntos, trayendo esperanza a los corazones. Lo que hemos puesto a consideración de tu Majestad es de hecho para tu mayor bien. Y Dios, ciertamente, Me es testigo suficiente.. .

"Oh, si tú Me permitieses, oh _Shah, enviarte aquello que reconfortara los ojos, tranquilizara las almas y persuadiera a toda persona imparcial, de que con Él es

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el conocimiento del Libro ...       Si no fuera por el repudio de los necios y la connivencia de los sacerdotes, hubiera pronunciado un discurso que habría arrobado los corazones llevándolos a un reino en cuyos vientos se escucha el murmullo: `¡No hay Dios sino Él!'...

"He visto, oh _Sháh, en el sendero de Dios, lo que no ha visto ningún ojo ni ha escuchado ningún oído... ¡Cuán numerosas las aflicciones que han llovido y pronto lloverán sobre Mí! Avanzo con el rostro vuelto hacia Aquel Quien es el Todopoderoso, el Todo Munífico, en tanto que en pos de Mí se desliza la serpiente. Mis ojos han vertido lágrimas hasta empapar Mi lecho. Sin embargo, no Me aflijo por Mí mismo. ¡Por Dios! Mi cabeza anhela la lanza por amor a su Señor. Nunca he pasado delante de un árbol sin que Mi corazón se dirigiese a él diciendo: `¡Oh que fueses derribado en Mi nombre y crucificado en tí Mi cuerpo, en el sendero de Mi Señor!'.. . ¡Por Dios! Aunque Me agobie el cansancio y Me consuma el hambre, y la roca desnuda sea Mi lecho, y Mis compañeros las bestias del campo, no Me quejaré sino que resistiré pacientemente, como pacientemente han resistido los dotados de constancia y firmeza, por el poder de Dios, el Rey Eterno y Creador de las naciones, y en todas condiciones daré gracias a Dios. Oramos porque Él, por Su munificencia -¡exaltado sea Él!-, mediante este encarcelamiento libere la cerviz de los hombres de cadenas y grillos, y los haga volverse con rostro sincero hacia Su Faz, el Poderoso, el Munífico. Él está dispuesto a responder a quienquiera que Le llame y está cerca de quienes comulgan con Él."

En el Qayyúmu'1-Asmá', el Báb, por Su parte, así se dirige a Muhammad _Sháh: "¡Oh Rey del Islam! Ayuda con la verdad, después que hayas ayudado al Libro, a Aquel Quien es Nuestra Más Grande Mención, pues Dios en verdad ha destinado para ti y para quienes te rodean, en el Día del juicio, una responsable posición en Su sendero. ¡Juro por Dios, oh Sháh! Si muestras enemistad a Aquel Quien es Su Mención, en el Día de la Resurrección Dios te condenará, ante los reyes, al fuego infernal, y, en verdad, no encontrarás en ese Día ayudador fuera de Dios, el Exaltado. Limpia, oh _Sháh, la Tierra Sagrada (Teherán) de quienes han repudiado el Libro, antes del día en que vendrá la Mención de Dios, terrible y repentinamente, con Su poderosa Causa, por consentimiento de Dios, el Altísimo. Dios, en verdad, te ha ordenado someterte a Aquel Quien es Su Mención y a Su Causa, y, con la verdad y Su consentimiento, dominar a los países, pues en este mundo has sido misericordiosamente investido de soberanía, y en el próximo habitarás junto a la Sede de Santidad con los moradores del Paraíso de Su complacencia. Que tu soberanía no te engañe, oh Sháh, pues `toda alma probará la muerte', y esto, en verdad, ha sido consignado como decreto de Dios".

Además, en Su Tabla de Muhammad _Sháh, el Báb ha revelado: "Yo soy el Punto Primordial, del cual se han originado todas las cosas creadas. Yo soy la Faz de Dios, cuyo esplendor jamás será oscurecido; la Luz de Dios, cuyo brillo jamás podrá extinguirse .. Todas las llaves del cielo ha querido Dios ponerlas en Mi diestra, y todas las llaves del infierno, en Mi siniestra... Soy uno de los pilares que sostienen la

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Palabra Primordial de Dios. Quienquiera que Me haya reconocido, ha conocido todo lo que es verdadero y justo, y ha alcanzado todo lo que es bueno y correcto. La substancia de la cual Dios Me ha creado no es la arcilla con que otros han sido formados. Él Me ha conferido lo que nunca podrán comprender los mundanamente sabios ni descubrir los fíeles...

"¡Por Mi vida! Si no fuera por la obligación de reconocer la Causa de Aquel Quien es el Testimonio de Dios... no te habría anunciado esto.. . Ese mismo año (año 60) te envié un mensajero y un libro, para que actuaras con la Causa de Aquel Quien es el Testimonio de Dios, como corresponde a la posición de tu soberanía...

"¡Juro por la verdad de Dios! Si aquel que ha querido tratarme de tal manera supiese a quién ha tratado así, él, verdaderamente, nunca en su vida seria feliz. Es más -y ciertamente te hago saber la verdad de este asunto-, es como si hubiese encarcelado a todos los Profetas, y a todos los hombres de verdad, y a todos los escogidos.. . ¡Ay de aquel de cuyas manos proviene el mal, y bienaventurado el hombre de cuyas manos proviene el bien!.. .

"¡Juro por Dios! No espero de ti bienes materiales, ni siquiera en la medida de un grano de mostaza... ¡Juro por la verdad de Dios! Si supieses lo que Yo sé, renunciarías a la soberanía de este mundo y del venidero, para llegar a Mi complacencia mediante tu obediencia al Verdadero... Si te negares a hacerlo, el Señor del mundo hará aparecer a uno que exalte Su Causa, y el Mandamiento de Dios será, ciertamente, llevado a efecto."

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Queridos amigos: ¡cuán vasto panorama abren a nuestra vista estas preciosas, estas conmovedoras declaraciones divinas!

El Vicario de Dios en la Tierra

¡Qué recuerdos evocan! ¡Qué sublimes los principios que inculcan! ¡Qué esperanzas crean! ¡Qué aprehensiones suscitan! Y, sin embargo, ¡qué fragmentarias parecen las palabras anteriormente citadas, por adecuadas que sean para el fin inmediato de mi tema, si se las compara con la avasalladora majestad que solamente puede revelar la lectura del texto completo! Aquel Quien era el Vicario de Dios en la tierra, al dirigirse, en el momento más crítico en que Su revelación llegaba a su punto culminante, a aquellos que en su persona concentraban el esplendor, la soberanía y el poder del dominio terrenal, por cierto no podía quitar ni una sola jota o tilde al peso y fuerza que requería la presentación de tan histórico Mensaje. Ni los peligros que Le cercaban cada vez más, ni el temible poder con que investía en esa época la doctrina de la soberanía absoluta a los emperadores de Occidente y potentados del Oriente, podían disuadir al Exiliado y Prisionero de Adrianópolis de comunicar todo el fragor de Su Mensaje a Sus dos imperiales perseguidores así como al resto de sus soberanos coetáneos.

La magnitud y diversidad del tema, la fuerza del argumento, la sublimidad y audacia del lenguaje acaparan nuestra atención y asombran nuestro entendimiento. Emperadores, reyes y príncipes, cancilleres

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y ministros, el propio Papa, sacerdotes, monjes y filósofos, los exponentes del saber, parlamentarios y diputados, los ricos de la tierra, los seguidores de todas las religiones y el pueblo de Bahá: todos están incluidos dentro del alcance del Autor de estos Mensajes y reciben, cada cual según sus méritos, los consejos y amonestaciones correspondientes. No es menos sorprendente la diversidad de temas aludidos en estas Tablas. Se ensalza la trascendente majestad y unidad de un Dios incognoscible e inalcanzable, y se proclama y recalca la unicidad de Sus Mensajeros. Se hace hincapié en la singularidad, universalidad y potencialidades de la Fe Bahá'í, y se expone el propósito y carácter de la Revelación Bábí. Se revela la significación de los padecimientos y destierros de Bahá'u'lláh, y se reconocen y se lamentan las aflicciones que llovieron sobre Su Anunciador y sobre Su Homónimo. Se expresa Su propio anhelo por la corona del martirio, que ellos dos tan misteriosamente ganaran, y se prefiguran las glorias y maravillas guardadas para Su propia Dispensación. Se narran episodios, a la vez conmovedores y miríficos, de varios períodos de Su ministerio, y se afirma, repetida y categóricamente, la transitoriedad de la pompa, fama, riqueza y soberanía mundanas. Se hacen enérgicos e insistentes llamamientos para la aplicación de los más elevados principios en las relaciones humanas e internacionales, y se ordena el abandono de prácticas y costumbres deshonrosas, perjudiciales para la felicidad, crecimiento, prosperidad y unidad de la raza humana. Se censura a reyes, se acusa a dignatarios eclesiásticos, se condena a ministros y plenipotenciarios, y se reconoce inequívocamente y

se anuncia repetidamente la identidad de Su advenimiento con la venida del Padre mismo. Se predice la violenta caída de algunos de esos reyes y emperadores, se desafía abiertamente a dos de ellos, se amonesta a la mayoría, se apela a todos y se les exhorta.

En el Lawh-i-Sultán (Tabla al _Sháh de Persia), Bahá'u`lláh declara: "¡Ojalá que el deseo embellecedor del mundo de Su Majestad decrete que este Siervo sea puesto cara a cara con los sacerdotes de la época y presente pruebas y testimonios ante Su Majestad el _Sháh! Este Siervo está dispuesto, y pone Su esperanza en Dios para que se convoque tal reunión, de modo que se aclare y ponga de manifiesto la verdad de este asunto ante Su Majestad el _Sháh. Por tanto, a ti te corresponde ordenar, y Yo estoy dispuesto ante el trono de tu soberanía. Decide pues, en Mi favor o contra Mi'.

Por otra parte, en el Lawh-i-Ra'ís, Bahá'u'lláh escribe, recordando Su conversación con el oficial turco encargado de la tarea de efectuar Su destierro a la plaza fuerte de 'Akká: "Hay un asunto, que si lo crees posible, te pido someterlo a la consideración de Su Majestad el Sultán: que se permita a este joven reunirse diez minutos con él, a fin de que él pregunte todo lo que estime como testimonio suficiente y considere como prueba de la veracidad de Aquel Quien es la Verdad. Si Dios Le permitiese aducir esa prueba, entonces, que libre a estos agraviados y los deje en paz." "Prometió", agrega Bahá'u'lláh en esa Tabla, "transmitir el mensaje y darnos su respuesta. Sin embargo, no recibimos ninguna

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noticia de él. Aun cuando no es propio de Aquel Quien es la Verdad presentarse ante nadie, puesto que todos han sido creados para obedecerle, sin embargo, en vista de la condición de estos niños pequeños y de la gran cantidad de mujeres tan alejadas de sus amigos y su tierra, hemos consentido en hacer esto. Y no obstante, nada ha resultado. El propio `Umar está vivo y es accesible; pregúntale a él para que la verdad te sea conocida".

Refiriéndose a estas Tablas dirigidas a los soberanos del mundo, que `Abdu'1-Bahá aclama como "milagro", escribe Bahá'u'lláh: "Cada una de ellas ha sido designada con un nombre especial. La primera se ha llamado `El Estruendo'; la segunda, `El Golpe'; la tercera, `La Inevitable'; la cuarta, `La Clara'; la quinta, `La Catástrofe'; y las demás: `El aturdidor Toque de Trompeta', `El Evento Próximo', `El Gran Terror', `La Trompeta', `El Clarín' y otras semejantes, a fin de que todos los pueblos de la tierra sepan a ciencia cierta y vean, con su vista exterior e interior, que Aquel Quien es el Señor de los Nombres ha prevalecido y seguirá prevaleciendo, en todas circunstancias, sobre todos los hombres.. . Nunca, desde el principio del mundo, ha sido tan abiertamente proclamado el Mensaje... ¡Glorificado sea este Poder que ha resplandecido y rodeado a los mundos! Este hecho del Causante de las Causas, al revelarse, ha tenido dos resultados. A la vez ha afilado las espadas de los infieles y ha soltado la lengua de aquellos que se han vuelto hacia Él en Su mención y alabanza. Este es el efecto de los vientos fertilizantes anteriormente citados en el Lawh-i-Haykal. La tierra entera se encuentra ahora en estado de gravidez. Se aproxima el

día en que habrá dado sus más nobles frutos, en que de ella habrán brotado los más majestuosos árboles, las flores más encantadoras, las más maravillosas bendiciones. !Inmensamente exaltada es la brisa que sopla de la vestimenta de tu Señor, el Glorificado! Pues, ¡he aquí que ha exhalado su fragancia y ha hecho de nuevo a todas las cosas! Dichosos aquellos que comprenden. Es sin duda claro y evidente que Aquel Quien es el Señor de la Revelación no ha buscado en estas cosas nada para Sí mismo. Aun sabiendo que ello conduciría a tribulaciones y sería causa de dificultades y aflictivas pruebas, Él, sólo en señal de Su cariñosa bondad y con el fin de vivificar a los muertos y redimir a todos los que están en la tierra, ha cerrado los ojos a Su propio bienestar, soportando lo que ningún otro ha soportado ni soportará."

Las más importantes de Sus Tablas dirigidas a soberanos en particular, Bahá'u'lláh ordenó escribirlas en forma de una estrella de cinco puntos que simboliza el templo humano, añadiendo en conclusión las siguientes palabras, que revelan la importancia que Él daba a esos Mensajes e indican su directa asociación con la profecía del Antiguo Testamento: "Así hemos erigido el Templo con las manos de la fuerza y del poder, si lo supierais. Este es el Templo prometido a vosotros en el Libro. Acercaos a él. Esto es lo que os aprovecha, si pudiérais comprenderlo. ¡Sed imparciales, oh pueblos de la tierral ¿Cuál es preferible: éste o un templo hecho de arcilla? Volved hacia él vuestro rostro. Así os lo ordena Dios, el Que Ayuda en el Peligro, el Que Subsiste por Sí mismo. Obedeced Su mandamiento, y alabad a Dios, vuestro Señor, por lo que os ha conferido. Él, ciertamente, es la Verdad.

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No hay Dios sino £1. É1 revela lo que Le place mediante Sus palabras: `Sé, y es'."

Refiriéndose a este mismo tema, en una de Sus Tablas, dirige estas palabras a los seguidores de Jesucristo: "¡Oh concurso de los seguidores del Hijo! Verdaderamente, el Templo ha sido construido por las manos de la voluntad de vuestro Señor, el Todopoderoso, el Todo Munífico. Dad fe, entonces, de lo que digo: ¿Cuál es preferible: el que es construido de arcilla o el que es construido por las manos de vuestro Señor, el Revelador de Versículos? Este es el Templo prometido a vosotros en las Tablas, que llama en voz alta: `¡Oh seguidores de religiones! Apresuraos en llegar hasta Aquel Quien es la Fuente de todas las Causas, y no,sigáis a todo infiel y dudoso'."

No debe olvidarse que, fuera de estas Tablas específicas dirigidas a los reyes de la tierra individual y colectivamente, Bahá'u'lláh ha revelado otras Tablas -ejemplo destacado es el Lawh-i-Ra'ís-, y en la mayoría dei Sus copiosos escritos ha intercalado numerosos pasajes en los cuales se hacen llamados y referencias directas a ministros, gobiernos y sus representantes autorizados. Sin embargo, no me ocuparé de tales llamados y referencias, que, aunque son de mucha importancia, no pueden considerarse dotados de esa fecundidad especial que deben poseer los mensajes específicos y directos pronunciados por la Manifestación de Dios y dirigidos a los Primeros Magistrados del mundo en Su día.

¡Queridos amigos! Ya se ha dicho bastante para describir las tribulaciones que, durante tanto tiempo, abrumaron a los Fundadores de tan sobresaliente Revelación y que el mundo ha desconocido tan funesta

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mente. También se ha dedicado atención suficiente a los Mensajes dirigidos a aquellos gobernantes soberanos que, o bien en ejercicio de su autoridad ilimitada han provocado esos sufrimientos deliberadamente, o bien hubiesen podido en la plenitud de su poder levantarse para mitigar sus efectos o desviar su trágico curso. Consideremos ahora sus consecuencias. La reacción de esos Monarcas fue, como ya se ha dicho, variada e inconfundible y, como lo ha revelado gradualmente el desarrollo de los sucesos, sus consecuencias han sido desastrosas. Uno de los más destacado entre esos soberanos trató con grosera falta de respeto el Llamado Divino, rechazándolo con una respuesta brusca e insolente, escrita por uno de sus ministros. Otro capturó violentamente al portador del Mensaje, lo torturó, marcó y asesinó brutalmente. Otros prefirieron guardar desdeñoso silencio. Todos dejaron totalmente de cumplir con su deber de levantarse y ofrecer su ayuda. Dos de ellos, en particular, movidos por el doble impulso de miedo y rabia, estrecharon su control de la Causa que en conjunto habían resuelto extirpar. Uno condenó a su Divino Prisionero a otro destierro más, a "1a ciudad de más repugnante apariencia, de clima más detestable, de agua más pestilente"; en tanto que el otro, incapaz de echar mano al Promotor de una Fe odiada, sometió a sus adherentes bajo su dominio a viles y salvajes crueldades. La narración de los sufrimientos de Bahá'u'lláh, incorporada en esos Mensajes, no logró despertar compasión en sus corazones. Sus llamamientos, que no tienen parangón en los anales de la Cristiandad ni tampoco en los del Islam, fueron desdeñosamente rechazados. Las sombrías advertencias que pronunció fueron arrogantemente desprecia

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das. Sus audaces desafíos no tuvieron respuesta. Los castigos que predijo fueron burlonamente desechados. ¿Entonces -podríamos preguntarnos-, qué ha pasado y sigue pasando, frente a tan completo e ignominioso rechazo, en este primer siglo Bahá'í, y especialmente en sus años finales; siglo lleno de tan tumultuosos padecimientos y violentos atropellos para la Fe de Bahá'u'lláh? Imperios desmoronados; reinos destruidos; dinastías extinguidas; realeza mancillada; reyes asesinados, envenenados, puestos en el exilio, subyugados en sus propios reinos; en tanto que los pocos tronos que quedan tiemblan con las repercusiones de la caída de sus compañeros.

Se puede decir que este proceso, tan gigantesco, tan catastrófico, tuvo su comienzo en aquella noche memorable en que, en un oscuro rincón de _Shíraz, el Báb, en presencia de la Primera Letra que creyó en Él, reveló el primer capítulo de su célebre comentario sobre el Sura de José (Qayyúmul-Asmá'), en el cual anunció Su Llamado a los soberanos y príncipes de la tierra. Pasó de la incubación a su manifestación visible cuando se cumplieron las profecías de Bahá'u'lláh, encerradas para siempre en el Súriy-i-Haykal, y pronunciadas antes de la dramática caída de Napoleón III y del encarcelamiento que se impuso a sí mismo el Papa Pío IX en el Vaticano. Tomó impulso en los días de `Abdu'1-Bahá, cuando la Primera Guerra Mundial extinguió las dinastías de los Romanov, los Hohenzollern y los Habsburgo, y convirtió a poderosas monarquías consagradas en repúblicas. Fue posteriormente acelerado, poco después del fallecimiento de 'Abdu'1-Bahá, por la extinción de la dinastía Qájár en Persia y el pasmoso derrumbamiento tanto

del Sultanato como del Califato. Aún está actuando, ante nuestros propios ojos, cuando vemos el destino que durante el desarrollo de esta colosal y asoladora lucha está sucesivamente apoderándose de las testas coronadas del continente europeo. Ciertamente, ningún hombre que contemple desapasionadamente las manifestaciones de este inexorable proceso revolucionador, dentro de tan corto tiempo, puede dejar de llegar a la conclusión de que los últimos cien años pueden considerarse, en lo que se refiere a los destinos de la realeza, como uno de los períodos más catastróficos en los anales de la humanidad.

Humillación Inmediata y Completa

De todos los monarcas de la tierra, en el tiempo en que Bahá'u'lláh, proclamándoles Sus Mensajes, reveló el Súriy-i-Mulúk, los más augustos e influyentes eran el Emperador de Francia y el Sumo Pontífice. En las esferas política y religiosa ocupaban respectivamente la primera posición, y la humillación que ambos sufrieron fue igualmente inmediata y completa.

Pocos historiadores negarán que Napoleón III, hijo de Luis Bonaparte (hermano de Napoleón I), era el monarca más destacado de su época en el Occidente. De el se decía que "el Emperador era el estado". La capital de Francia era la más atractiva de Europa, y su corte era "la más brillante y lujosa del siglo xix". Poseído por una ambición fija e indestructible, aspiraba a emular el ejemplo de su imperial tío y a terminar su interrumpida obra. Soñador, conspirador, de naturaleza cambiante, hipócrita y desconsiderado, él,

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el heredero del trono napoleónico, aprovechándose de la política que trataba de fomentar el renaciente interés por la carrera de su gran prototipo, trató de derrocar la monarquía. Al fallar su intento, fue deportado a Norteamérica; posteriormente fue capturado durante una tentativa de invasión a Francia; fue condenado a prisión perpetua y huyó a Londres, hasta que en 1848 la Revolución produjo su regreso y le permitió derrocar la constitución, después de lo cual se le proclamó emperador. Aunque era capaz de iniciar movimientos de largo alcance, no poseía ni la sagacidad ni el valor requeridos para controlarlos.

A este hombre, último emperador de Francia, quien mediante conquistas exteriores había tratado de hacer grata su monarquía al pueblo, e incluso abrigaba la esperanza de hacer de Francia un nuevo Imperio Romano: a semejante hombre, el Exiliado de `Akká, ya tres veces desterrado por el Sultán `Abdu'1-`Azíz, había enviado, desde detrás de la murallas del cuartel en que estaba encerrado, una Epístola que contenía esta indudablemente clara acusación y amenazadora profecía: "Testificamos que lo que te despertó no fue su clamor (de los turcos ahogados en el Mar Negro), sino los impulsos de tus propias pasiones, pues te probamos y te hallamos deficiente ... Si hubieses sido sincero en tus palabras, no habrías desechado el Libro de Dios (Tabla anterior) cuando te fue enviado por Aquel Quien es el Todopoderoso, el Sapientísimo ... A causa de lo que has hecho, tu reino se precipitará en la confusión, y tu imperio se te escurrirá de las manos en castigo por tus acciones."

El anterior Mensaje de Bahá'u'lláh, remitido al Emperador a través de uno de los ministros de Francia,

había tenido una acogida cuya naturaleza puede presumirse por las palabras que aparecen en la Epístola al Hijo del Lobo: "A ésta (primera Tabla), sin embargo, no respondió. Luego de Nuestra llegada a la Más Grande Prisión recibimos una carta de su ministro; la primera parte estaba en persa y la última, escrita de su puño y letra. En ella era cordial y escribía lo siguiente: `Como me lo pidiera, entregué su carta y hasta ahora no he recibido contestación. Sin embargo, hemos dado las recomendaciones necesarias a nuestro ministro en Constantinopla y a nuestros cónsules en esas regiones. Si desea alguna cosa, háganosla saber y nosotros la cumpliremos. De sus palabras se hacía evidente que pensaba que el propósito de este Siervo había sido una solicitud de ayuda material."

En su primera Tabla, Bahá'u'lláh, queriendo probar la sinceridad de los motivos del emperador y adoptando deliberadamente un tono sumiso, no provocativo, después de extenderse en la descripción de los sufrimientos que había soportado, le dirigió las siguientes palabras: "Dos declaraciones, graciosamente pronunciadas por el rey de la época, han llegado a los oídos de estos agraviados. Estos pronunciamientos son, en verdad, el rey de todos los pronunciamientos, y nada semejante a ellos se ha escuchado de ningún soberano. El primero fue la respuesta dada al gobierno ruso cuando éste inquirió por qué se le había declarado la guerra (de Crimea). Tú respondiste: `Me despertó al amanecer el clamor de los oprimidos, que sin culpa ni delito fueron ahogados en el Mar Negro. Por lo tanto, tomé las armas contra tí. Sin embargo, estos oprimidos han sufrido mayor agravio y están en

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mayor desgracia. En tanto que las pruebas causadas a aquella gente sólo duraron un día, las angustias soportadas por estos siervos han continuado durante veinticinco años, de los cuales cada momento ha guardado para nosotros una dolorosa aflicción. La otra importante declaración, que de hecho fue una maravillosa declaración manifestada al mundo, es ésta: `Nuestra es la responsabilidad de vengar a los oprimidos y socorrer a los desamparados.' La fama de la justicia e imparcialidad del Emperador ha traído esperanza a muchísimas almas. Corresponde al rey de la época informarse de la condición de aquellos que han sido agraviados, y le incumbe prestar su ayuda a los débiles. Verdaderamente, no ha habido, ni hay en la tierra, alguien tan oprimido como nosotros o tan desamparado como estos errantes."

Se relata que al recibir este primer mensaje, aquel monarca superficial, tramposo y embriagado de orgullo, arrojó la Tabla, diciendo: "¡Si este hombre es Dios, yo soy dos dioses!" El portador de la segunda Tabla, de acuerdo con versiones fidedignas, a fin de eludir la estricta vigilancia de los guardias, la había ocultado en su sombrero, pudiendo entregársela al representante de Francia que residía en 'Akká, quien, según lo confirma Nabíl en su narración, la tradujo al francés y se la envió al emperador, convirtiéndose él mismo en creyente al presenciar, posteriormente, el cumplimiento de tan notable profecía.

Pronto se reveló el significado de las sombrías palabras, llenas de contenido, pronunciadas por Bahá'ulláh en su segunda Tabla. Aquel que por sus deseos egoístas fue impulsado a provocar la guerra de Crimea, movido por su rencor personal contra el emperador

ruso, e impaciente por romper el tratado de 1815, a fin de vengar el desastre de Moscú y ansioso de cubrir con gloria militar su trono, fue pronto sumido él mismo en una catástrofe que lo arrojó al polvo y rebajó a Francia de su posición preeminente entre las naciones, a la de cuarta potencia en Europa.

La batalla de Sedán, en 1870, decidió la suerte del emperador de Francia. Todo su ejército fue dispersado y se rindió, constituyendo esto la mayor capitulación registrada hasta ahora en la historia moderna. Se exigió una abrumadora indemnización. Él mismo fue hecho prisionero. Su único hijo, el príncipe imperial, fue muerto algunos años después en la guerra de los Zulúes. El imperio se derrumbó sin llevar a cabo su programa. Fue proclamada la república. París fue posteriormente sitiada y capituló. "Siguió `el año terrible', caracterizado por la guerra civil, que superó en su ferocidad a la guerra franco-prusiana. Guillermo I, rey de Prusia, fue proclamado emperador de Alemania en el mismo palacio que se erguía como poderoso monumento y símbolo del poder y gloria de Luis XIV, poder que se había afianzado en cierta medida por la humillación de Alemania." Depuesto por un desastre "tan espantoso que repercutió en todo el mundo", ese monarca falso y jactancioso sufrió finalmente, y hasta su muerte, el mismo exilio que aquel que, en el caso de Bahá'u'lláh, había desatendido tan cruelmente.

Una humillación menos espectacular, aunque de mayor significación histórica, aguardaba al Papa Pío IX. A quien se consideraba a sí mismo como el vicario de Cristo, Bahá'u'lláh escribióle que: "Se ha hecho manifiesta la Palabra que el Hijo (Jesús) ocultó"; que

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"ha sido enviada en la forma de templo humano"; que la Palabra era Él mismo y Él mismo era el Padre. A quien se daba el título de "siervo de los siervos de Dios" anuncióle el Prometido de todas las Edades, revelando en su plenitud Su posición, que "Aquel Quien es el Señor de los Señores ha venido cubierto por nubes". A quien pretendía ser el sucesor de San Pedro recordóle Bahá'u'lláh que: "Éste es el día en que la Roca (Pedro) clama y exclama..., diciendo: `He aquí, el Padre ha venido, y aquello que se os prometió en el Reino, se ha cumplido'." A quien portaba la triple corona, y posteriormente llegó a ser el primer prisionero del Vaticano, ordenóle el divino Prisionero de 'Akká "dejar sus palacios a quienes los deseen" y "vender todos los embellecidos ornamentos" que poseía, y "gastar su producto en el sendero de Dios", y "abandonar su reino a los reyes", y salir de su habitación con el rostro "vuelto hacia el Reino".

El conde Mastai-Ferretti, obispo de Imola, el 254° Papa desde el comienzo de la primacía de San Pedro, que había sido ascendido al trono apostólico dos años después de la declaración del Báb, y cuyo pontificado excedió en su duración al de cualquiera de sus predecesores, será permanentemente recordado como autor de la Bula que declaró como doctrina de la Iglesia la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen (1854), a la cual se hace referencia en el Kitáb-i-1gán, y como promulgador del nuevo dogma de la Infalibilidad Papal (1870). De naturaleza autoritaria, mal estadista, reacio a conciliar, resuelto a mantener toda su autoridad; si bien logró, adoptando una actitud ultramontana, definir aun más su posición y reforzar su autoridad espiritual, no pudo finalmente retener el

poder temporal que, durante tantos siglos, había sido ejercido por los jefes de la Iglesia Católica.

Este poder temporal, con el transcurso de las épocas, se había reducido a proporciones insignificantes. Las décadas que precedieron su extinción estuvieron llenas de gravísimas vicisitudes. A medida que el sol de la Revelación de Bahá'u'lláh ascendía a su punto de esplendor meridiano, se intensificaban más las sombras que acosaban el cada vez menor patrimonio de San Pedro. La Tabla de Bahá'u'lláh dirigida a Pío IX apresuró su extinción. Bastará una mirada rápida al curso de su declinante suerte durante esas décadas. Napoleón I había expulsado al Papa de sus propiedades. El congreso de Viena lo rehabilitó como su jefe, entregando la administración a manos de los sacerdotes. La corrupción, desorganización, incapacidad para mantener la seguridad interna y la restauración de la inquisición habían inducido a un historiador a afirmar que "ningún lugar de Italia, ni siquiera de Europa, con excepción de Turquía, es gobernado como ese estado eclesiástico". Roma era "una ciudad en ruinas, tanto material como moralmente". Las insurrecciones motivaron la intervención de Austria. Cinco grandes Potencias exigieron la introducción de reformas de largo alcance, las cuales el Papa prometió pero no cumplió. Austria intervino nuevamente, pero fue contrarrestada por Francia. Ambos países se acecharon uno a otro en los estados papales hasta 1838, cuando al retirarse ellos se restableció el absolutismo. El poder temporal del Papa fue entonces censurado por algunos de sus súbditos, como anuncio de su extinción en 1870. Dificultades internas le obligaron a huir, a avanzadas horas de la noche, vestido

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como humilde cura, de Roma, la cual fue declarada república. Posteriormente los franceses le restituyeron su estado anterior. La creación del reino de Italia, la cambiante política de Napoleón III, el desastre de Sedán, las fechorías del gobierno papal, anatematizadas como "deshonra para Europa» por Clarendon en el Congreso de París, que puso fin a la guerra de Crimea, decidieron la suerte de este tambaleante dominio.

En 1870, después que Bahá'u'lláh revelara su epístola a Pío IX, el rey Víctor Emanuel I declaró la guerra a los estados papales, sus tropas entraron en Roma y se apoderaron de ella. En la víspera de su toma, el Papa se dirigió al palacio de Letrán y, a pesar de su edad, con el rostro bañado en lágrimas, subió de rodillas la Escala Santa. A la mañana siguiente, al comenzar el cañoneo, ordenó izar bandera blanca sobre la cúpula de San Pedro. Despojado, se negó a reconocer esa "creación de la revolución"; excomulgó a los invasores de sus estados; denunció a Víctor Emanuel como el "rey bandido", y como "carente de todo principio religioso, desdeñoso de todo derecho, atropellador de toda ley". Roma, "la Ciudad Eterna, sobre la cual descansan veinticinco siglos de gloria", gobernada por los Papas con derecho indiscutible durante diez siglos, se convirtió finalmente en sede del nuevo reino y en escenario de aquella humillación que había previsto Bahá'u'lláh y que el prisionero del Vaticano se había impuesto a sí mismo.

"Los últimos años del viejo Papa", escribe sobre su vida un comentarista, "estuvieron llenos de angustia". "A sus dolencias físicas se añadió el dolor de ver, con demasiada frecuencia, a la fe ultrajada en el corazón

mismo de Roma, a las órdenes religiosas despojadas y perseguidas, a los obispos y sacerdotes excluidos del ejercicio de sus funciones."

Todo esfuerzo por reparar la situación creada en 1870 resultó infructuoso. El arzobispo de Posen fue a Versalles a solicitar la intervención de Bismarck en favor del Papado, pero fue fríamente recibido. Posteriormente se formó en Alemania un partido católico para presionar políticamente al canciller alemán. Sin embargo, todo fue en vano. El todopoderoso proceso ya referido tenía que seguir inexorablemente su curso. Aún ahora, después de haber transcurrido más de medio siglo, la supuesta restitución de la soberanía temporal no ha servido sino para destacar aun más la impotencia de ese otrora poderoso Príncipe, ante cuya mención los reyes temblaban y a cuya doble soberanía se sometían voluntariamente. Esa soberanía temporal, reducida prácticamente a la minúscula Ciudad del Vaticano, dejando a Roma como posesión indiscutible de una monarquía secular, se ha obtenido a cambio del reconocimiento sin reservas, tanto tiempo negado, del reino de Italia. El Tratado de Letrán. que pretendía haber resuelto de una vez por todas el problema romano, de hecho ha garantizado a una potencia secular, respecto de la Ciudad Enclavada, una libertad de acción portadora de incertidumbre y peligro. "Las dos almas de la Ciudad Eterna", ha observado un escritor católico, "han sido separadas una de la otra, sólo para chocar más violentamente que nunca".

Bien podría el Sumo Pontífice recordar el reinado del más poderoso de sus predecesores: Inocencio III, quien, durante los dieciocho años de su pontificado,

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puso y depuso a reyes y emperadores; sus interdictos privaron a naciones del ejercicio del culto cristiano; a los pies de su legado el rey de Inglaterra entregó su corona, y a su llamado se emprendieron tanto la Cuarta como la Quinta Cruzadas.

dNo podría el proceso al cual se ha hecho referencia manifestar en este mismo campo, a medida que se desarrolla su acción durante los tumultuosos años que esperan a la humanidad, una conmoción aun más devastadora que la que ya ha causado?

El dramático derrumbamiento tanto del tercer imperio comoi de la dinastía napoleónica y la virtual desaparición de la soberanía temporal del Sumo Pontífice, durante la vida de Bahá'u'lláh, fueron sólo antecedentes de catástrofes aun más grandes que, se puede decir, han señalado el ministerio de `Abdu'1Bahá. Las fuerzas desatadas por un conflicto cuya total trascendencia aún no ha sido desentrañada, y que pueden estimarse como preludio a ésta, la más devastadora de todas las guerras', bien pueden ser consideradas como motivo de esas terribles catástrofes. El desarrollo de la guerra de 1914-1918 destronó la casa de los Romanov, mientras que su término acarreó la caída de las dinastías de los Habsburgo y los Hohenzollern.

La Aparición del Bolchevismo

La aparición del bolchevismo, nacido en medio de la conflagración de esa indeterminada lucha, sacudió

Escrito en 1941.

el trono de los zares, derribándolo. Alejandro II Nicolaevich, a quien Baha'ulláh había ordenado en Su Tabla: "Levántate... y llama a las naciones hacia Dios"; a quien se le había amonestado tres veces: "cuida que tu deseo no te impida volverte hacia la faz de tu Señor", "cuida de no perder esa sublime posición", "cuida que tu soberanía no te aparte de Aquel Quien es el Supremo Soberano", no fue en realidad el último de los zares que gobernó el país, pero sí el iniciador de una política retrógrada que finalmente resultó fatal tanto para él como para su dinastía.

Hacia fines de su reinado introdujo una política reaccionaria que, causando desilusión generalizada, dio origen al nihilismo, el cual, al extenderse llevó consigo un período de terrorismo, de violencia sin igual, que a su vez provocó varios atentados contra su vida y culminó con su asesinato. Severa represión guió la política de su sucesor Alejandro III, quien adoptó una "actitud de desafiante hostilidad a innovadores y liberales". La tradición de absolutismo sin reserva, de extrema ortodoxia religiosa, fue mantenida por el aun más rígido Nicolás II, el último de los zares, quien, guiado por los consejos de un hombre que era "la encarnación misma de un intolerante y obstinado despotismo", ayudado por una burocracia corrupta y humillado por los desastrosos efectos de una guerra externa, aumentó el descontento general de las masas, tanto de intelectuales como de campesinos. Forzado durante algún tiempo a actuar subterráneamente, e intensificado por reveses militares, éste descontento estalló finalmente en medio de la Guerra Mundial en la forma de una revolución que, por los principios que desafió, las instituciones que destruyó y los estra

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gos que causó, difícilmente tenga parangón en la historia moderna.

Un gran estremecimiento sobrecogió y sacudió los fundamentos de esa nación. Fue oscurecida la luz de la religión. Fueron barridas instituciones eclesiásticas de todos los credos. La religión del estado fue privada de subsidio, perseguida y abolida. Un extenso imperio fue desmembrado. Un agresivo y triunfante proletariado exilió a intelectuales, saqueó y asesinó a la nobleza. La guerra civil y las enfermedades diezmaron a la población, que ya se hallaba en poder de la angustia y la desesperación. Y finalmente el primer magistrado de un poderoso dominio, junto con su consorte, su familia y su dinastía, fueron arrastrados al torbellino de esta gran convulsión, y perecieron.

La misma penosa prueba que llenó de tan horrendos infortunios el imperio de los zares, trajo en sus etapas finales la caída del todopoderoso káiser de Alemania, así como también la del heredero del otrora famoso Sacro Imperio Romano. Hizo pedazos toda la estructura de la Alemania Imperial, que naciera del desastre que hundió a la dinastía Napoleónica y asestara el golpe de muerte a la Doble Monarquía.

Hacía casi medio siglo que Bahá'u'lláh, habiendo predicho en términos claros y resonantes la vergonzosa caída del sucesor del gran Napoleón, había dirigido en el Kitáb-i-Agdas, al káiser Guillermo I, recién aclamado vencedor, una advertencia no menos significativa, profetizando en su apóstrofe a las riberas del Rin, con palabras igualmente inequívocas, el duelo que afligiría a la capital del recién federado imperio.

"Recuerda", así le dirige la palabra Bahá'u'lláh, "a aquel (Napoleón) cuyo poder superaba tu poder y cuya posición excedía tu posición... Medita profundamente, oh rey, acerca de él, y acerca de aquellos que, como tú, han conquistado ciudades y han regido a los hombres". Y nuevamente: "¡Oh riberas del Rin! Os hemos visto cubiertas de sangre, por cuanto las espadas de la venganza fueron desenvainadas contra vosotras; y tendréis otra vuelta. Y oímos las lamentaciones de Berlín aunque esté hoy en conspicua gloria."

Sobre aquel que, a avanzada edad, sufrió dos atentados contra su vida, de manos de partidarios de la creciente corriente de socialismo; sobre su hijo Federico 111, cuyo reinado de tres meses fue ensombrecido por una enfermedad mortal; y finalmente sobre su nieto, Guillermo II, obstinado y arrogante monarca y destructor de su propio imperio: sobre ellos recayó, en diverso grado, el peso total de las responsabilidades resultantes de estos aterradores pronunciamientos.

Guillermo I, primer emperador de Alemania y séptimo rey de Prusia, quien hasta la fecha de su ascenso había pasado toda su vida en el ejército, era un gobernante militarista y autocrático, imbuido de ideas anticuadas, que inició, con ayuda de un estadista justamente considerado "uno de los genios de su siglo", una política de la cual puede decirse que inauguró una era no sólo para Prusia sino para todo el mundo. Esa política fue seguida con característica minuciosidad y perfeccionada mediante las medidas represivas que se tomaron para resguardarla y mantenerla, mediante las guerras que se declararon para su realización, y las uniones políticas que posteriormente se

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formaron para exaltarla y consolidarla, uniones que trajeron consecuencias tan espantosas para el continente europeo.

Guillermo II, de temperamento dictatorial, inexperto políticamente, agresivo militarmente, poco sincero religiosamente, se hacía pasar como apóstol de la paz de Europa, pero de hecho insistía en "la mano armada" y "la coraza reluciente". Irresponsable, indiscreto, desmesuradamente ambicioso, su primer acto fue despedir a aquel astuto estadista que era el verdadero fundador del imperio, cuya sagacidad había elogiado Bahá'u'lláh, en tanto que `Abdu'l-Bahá había atestiguado la imprudencia de su imperial e ingrato señor. La guerra llegó a ser de hecho una religión de su país, y al extender el alcance de sus múltiples actividades, continuó abriendo el camino a esa catástrofe final que habría de destronarle a él y a su dinastía. Y cuando estalló la guerra y el poder de sus ejércitos parecía haber vencido a sus adversarios, y las noticias de sus triunfos se esparcían por todas partes, repercutiendo hasta en Persia, se levantaron voces que ridiculizaban esos pasajes del Kitáb-i-Agdas que tan claramente prefiguraban el infortunio que había de sobrevenir a su capital. Sin embargo, repentinamente, rápidos e imprevistos reveses le sobrecogieron fatalmente. Estalló la revolución. Guillermo II, abandonando sus ejércitos, huyó ignominiosamente a Holanda, seguido por el príncipe heredero. Los príncipes de los estados alemanes abdicaron. Siguió un período de caos. La bandera comunista fue izada en la capital, la cual se transformó en una caldera de confusión y lucha civil. El káiser firmó su renuncia. La constitución de Weimar estableció la república,

echando abajo con estrépito esa tremenda estructura, tan trabajosamente levantada mediante una política de sangre y hierro. En la nada quedaron todos los esfuerzos que con ese propósito se habían hecho persistentemente, desde el ascenso de Guillermo I al trono de Prusia, mediante legislación interna y guerras externas. Resonaron "las lamentaciones de Berlín", torturada por las condiciones de un tratado de monstruosa severidad, contrastando con los alegres gritos de triunfo proferidos medio siglo antes, en el Salón de los Espejos del palacio de Versalles.

Simultáneamente cayó de su trono el monarca Habsburgo, heredero de siglos de gloriosa historia. Era Francisco José, a quien Bahá'u'lláh reprendiera en el Kitáb-i-Agdas por no haber cumplido su deber de investigar Su Causa, ni mucho menos de llegar a Su presencia, cuando hubiera sido tan fácil hacerlo durante su visita a la Tierra Santa. "Pasaste cerca de Él", censura así al emperador peregrino, "y no inquiriste sobre Él. .. Hemos estado contigo en todo momento, y te hemos encontrado aferrándote a la Rama sin atender a la Raíz.. . Abre tus ojos para que contemples esta Gloriosa Visión y reconozcas a Aquel a Quien invocas de día y de noche, y veas la Luz que brilla sobre este luminoso Horizonte".

La casa de los Habsburgo, en la cual el título imperial había permanecido prácticamente hereditario durante casi cinco siglos, desde que se pronunciaron esas palabras había sido amenazada cada vez más por las fuerzas de la desintegración interna y había creado un conflicto externo, a causa de lo cual sucumbió finalmente. Francisco José, emperador de Austria, rey de Hungría, gobernante reaccionario, reintrodujo anti

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guos abusos, desconoció los derechos de las nacionalidades y restableció esa centralización burocrática que al final resultó ser tan perjudicial para su imperio. Repetidas tragedias ensombrecieron su reino. Su hermano Maximiliano fue asesinado en México. El príncipe heredero Rodolfo pereció en un deshonroso episodio. La emperatriz fue asesinada en Ginebra. El Archiduque Francisco Fernando y su esposa fueron muertos en Sarajevo, lo que encendió una guerra en medio de la cual murió el propio emperador, y concluyó un reinado que no ha sido sobrepasado por ningún otro en los desastres que acarreó a su nación.

Fin del Sacro Imperio Romano

Esfuerzos tardíos se habían hecho para estabilizar su tambaleante trono. Sin embargo, el "imperio destartalado", mezcolanza de estados, razas e idiomas, se desintegraba inexorable y rápidamente. La situación política y económica era desesperada. La derrota de Austria y Hungría, en esa misma guerra, anunció su fin y acarreó su desmembramiento. Hungría rompió sus lazos. El reino conglomerado se dividió, y todo lo que quedó del otrora temible Sacro Imperio Romano fue una república reducida que llevó una existencia miserable hasta que recientemente, a diferencia de su nación hermana, ha sido completamente extinguida y borrada del mapa político de Europa.

Tal fue la suerte de los imperios Napoleónico, de los Romanov, los Hohenzollern y los Habsburgo, a cuyos gobernantes, junto con el soberano ocupante del trono Papal, se dirigió individualmente la Pluma

del Altísimo, y que fueron respectivamente castigados, prevenidos, condenados, reprendidos y amonestados. ¿Y qué suerte corrieron aquellos soberanos que, por ejercer jurisdicción política directa sobre la Fe, sus Fundadores y seguidores, y por haber nacido y haberse esparcido primero esa Fe dentro de sus dominios, tenían libertad para crucificar a su Precursor, desterrar a su Fundador y exterminar a sus adeptos?

¿Qué fue de Turquía y Persia?

Ya en tiempos de Bahá'u'lláh, y posteriormente durante el ministerio de 'Abdu'1-Bahá, cayeron los primeros golpes de una venganza lenta, pero continua e inexorable, sobre los gobernantes de la casa de `Uthmán de Turquía y la dinastía Qájar de Persia: los enemigos mortales de la naciente Fe de Dios. El sultán 'Abdu'1-`Azíz perdió el poder y fue asesinado poco después de ser Bahá'u'lláh desterrado de Adrianópolis, en tanto que Násiri'd-Dín _Sháh sucumbió a la pistola de un asesino durante el encarcelamiento de `Abdu'1-Bahá en la plaza fuerte de `Akká. Sin embargo, estaba reservado para el período formativo de la Fe de Dios -época del nacimiento y aparición de su orden administrativo- el cual, como se ha expresado en una comunicación anterior, está causando mediante su desarrollo tal confusión en el mundo, presenciar no sólo la extinción de esas dos dinastías, sino también la abolición del Sultanato y el Califato.

De ambos déspotas, 'Abdu'1-`Azíz era el más poderoso, el de rango más elevado, el que tenía mayor

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culpa, el responsable directo de las tribulaciones y destino del Fundador de nuestra Fe. Él, mediante sus farmanes, había desterrado tres veces a Bahá'u'lláh, y en sus dominios la Manifestación de Dios pasó casi la totalidad de los cuarenta años de Su cautiverio. En el tiempo de su reinado y el de su sobrino y sucesor, `Abdu'1-Hamíd II, el Centro del Convenio de Dios tuvo que soportar, durante no menos de cuarenta años, en la plaza fuerte de 'Akká, un encarcelamiento lleno de tantos peligros, afrentas y privaciones.

"Escucha, ¡oh Rey!" es el llamado hecho por Bahá'u'lláh al Sultán `Abdu'1-`Azíz, "la voz de Aquel Quien habla la Verdad, Quien no te pide que Le recompenses con lo que Dios ha querido darte, Quien infaliblemente holla el sendero Recto.. . Observa, oh rey, en lo más íntimo de tu corazón y con todo tu ser, los preceptos de Dios, y no sigas los caminos del opresor... No te confíes en tus tesoros. Pon toda tu Fe en la gracia de Dios, tu Señor... No traspases los límites de la moderación, y sé justo en tu proceder con aquellos que te sirven... Pon ante tus ojos la infalible Balanza de Dios y, como uno que está en Su presencia, pesa tus acciones en esa Balanza cada día, cada momento de tu vida. Hazte un examen de conciencia antes que seas llamado a rendir cuentas, el Día en que ningún hombre tendrá fuerza para sostenerse por temor a Dios, Día en que se hará temblar los corazones de los negligentes".

"Se aproxima el Día", profetiza Bahá'u'lláh en el Lawh-PRa'ís, "en que la Tierra del Misterio (Adrianópolis), y lo que hay junto a ella, será cambiado, y se escurrirá de las manos del rey, y aparecerán conmociones, y se levantará la voz de la lamentación y

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se revelarán por todas partes las pruebas de la maldad y se esparcirá la confusión, a causa de lo que ha sucedido a estos cautivos de manos de las huestes de la opresión. El rumbo de las cosas será alterado y las condiciones serán tan penosas que se quejarán las arenas mismas de los montes desolados, y llorarán los árboles en las montañas, y la sangre correrá por doquier. Entonces verás a la gente dolorosamente afligida".       - .

"Pronto", Él además ha escrito, "Él en Su terrible ira se apoderará de vosotros, y se agitará en medio de vosotros la sedición, y serán desechos vuestros dominios. Entonces os lamentaréis y lloraréis sin encontrar a nadie que os ayude o socorra ... Varias veces os han sobrevenido calamidades, pero habéis hecho total caso omiso de ellas. Una fue la conflagración que devoró la mayor parte de la ciudad (Constantinopla) con las llamas de la justicia, y acerca de la cual se escribieron muchos poemas, los cuales declaraban que nunca se había presenciado tal fuego. Y sin embargo, os volvistéis más desatentos... Asimismo, se declaró la peste, y aun así no prestastéis atención. Con todo, estad atentos, pues la ira de Dios está pronta a cogeros. Dentro de poco veréis lo que ha sido enviado por la Pluma de Mi Mandato".

"Por vuestras acciones", Él, en otra Tabla, previendo la caída del Sultanato y del Califato, reprende así a las fuerzas unidas del Islam Sunní y Shí'í, "ha sido rebajada la elevada posición del pueblo, ha sido derribado el estandarte del Islam, y ha caído su poderoso trono".

Y finalmente, en el Kitáb-i-Agdas, revelado poco después del exilio de Bahá'u'lláh a 'Akká, Él dirige este

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apóstrofe a la sede del Poder imperial turco: "¡Oh lugar que estás situado a orillas de los dos mares! Verdaderamente el trono de la tiranía se ha asentado en ti, y la llama del odio se ha encendido en tu seno... De hecho, estás lleno de manifiesto orgullo. ¿Tu aparente esplendor te ha puesto jactancioso? ¡Por Aquel Quien es el Señor de la humanidad! Pronto se acabará, y se lamentarán tus hijas, y tus viudas, y todas las familias que habitan en ti. Así te lo hace saber el Omnisciente, el Sapientísimo."

De hecho, en un pasaje muy notable del Lawh-iFu'ád, en que se hace mención de la muerte de Fu`ád Páshá, ministro turco de asuntos exteriores, se predice inequívocamente la caída del propio Sultán: "Pronto destituiremos a quien se parecía a él, y Nos apoderaremos de su jefe, que gobierna el país, y, verdaderamente, Yo soy el Todopoderoso, el Que Todo lo Subyuga."

La reacción del Sultán ante estas palabras, que se referían a su persona, su imperio, su trono, su capital y sus ministros, puede deducirse de la narración de los sufrimientos que causó a Bahá'u'lláh, a los cuales ya se ha hecho referencia al comienzo de estas páginas. La extinción del "esplendor aparente" que rodeaba a esa arrogante sede de poder imperial es el tema que expondré a continuación.

Ruina de la Turquia Imperial

Un proceso cataclísmico, de los más notables en la historia moderna, fue puesto en marcha después que Bahá'u'lláh, siendo prisionero en Constantinopla, en

tregara a un funcionario turco Su Tabla, dirigida al Sultán 'Abdu'1-`Azíz y sus ministros, para ser remitida a 'Álí Páshá, el Gran Visir. Fue esta la Tabla que, según el testimonio de ese oficial y lo que afirma Nabíl en su crónica, afectó al Visir tan profundamente que palideció al leerla. Este proceso cobró nuevo ímpetu después que fuera revelado el Lawh-i-Ra'ís, al día siguiente del destierro final de su Autor desde Adrianópolis a `Akká. Implacable, arrollador y con impulso cada vez mayor, creciendo siniestramente, perjudicó el prestigio del imperio, desmembró su territorio, destronó a sus sultanes, acabó con su dinastía, degradó y depuso a su califa, separó a su religión del estado y extinguió su gloria. El "hombre enfermo" de Europa, cuyo estado había diagnosticado infaliblemente el Médico Divino y cuya muerte había declarado inevitable, fue víctima, durante el reinado de cinco sultanes sucesivos, todos degenerados y depuestos, de una serie de convulsiones que, finalmente, resultaron fatales para su vida. La Turquía imperial, que bajo el reinado de 'Abdu'1-Majíd había sido admitida en el concierto de Europa y había salido victoriosa de la Guerra de Crimea, bajo su sucesor `Abdu'1-`Azíz comenzó un período de rápida decadencia que terminó, poco después del fallecimiento de `Abdu'1-Bahá, en la ruina que el juicio de Dios había decretado contra ella.

Levantamientos en Creta y los Balcanes señalaron el reinado de éste, el trigésimosegundo sultán de su dinastía, déspota de mente vacía, de imprudencia extrema, de prodigalidad sin límites. El problema del Oriente entró en una fase aguda. Su total desgobierno dio origen a movimientos que habrían de ejercer efec

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tos de largo alcance sobre su reino, en tanto que sus continuos y enormes empréstitos, que lo llevaron a un estado de semibancarrota, introdujeron el principio del control externo de las finanzas de su imperio. Una conspiración, que llevó a una revolución de palacio, le depuso finalmente. Una fetua del muftí condenó su incapacidad y despilfarro. Cuatro días después fue asesinado y sucedido por su sobrino, Murád V, cuya mente había sido anulada por la intemperancia.y un largo encierro en la prisión. Declarado imbécil, fue después de un reinado de tres meses depuesto y sucedido por el astuto, acomodadizo, suspicaz y tiránico 'Abdu'1-Hamid II, que "resultó ser el más vil, astuto, desleal y cruel intrigante de la larga dinastía de `Uthmán". "Nadie sabía", se ha escrito de él, "de un día para otro, quién era la persona por consejo de la cual el Sultán desautorizaba a sus pretendidos ministros: ya fuese una favorita de su harén, un eunuco, algún derviche fanático, un astrólogo, o bien un espía». Las "atrocidades búlgaras" fueron un anuncio del negro reinado de este "Gran Asesino" que estremeció de horror a Europa, y fueron caracterizados por Gladstone como "los más infames y negros atropellos registrados en ese siglo (xix)". La guerra de 1877-78 aceleró el proceso de desmembramiento del imperio. No menos de once millones de hombres se liberaron del yugo turco. Las tropas rusas ocuparon Adrianópolis. Serbia, Montenegro y Rumania proclamaron su independencia. Bulgaria pasó a ser un estado autónomo tributario del Sultán. Chipre y Egipto fueron ocupados. Los franceses asumieron el protectorado de Túnez. Rumelia Oriental fue cedida a Bulgaria. Las matanzas al por mayor de armenios, que afectaron directa o indi

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rectamente a cien mil almas, no fueron sino un anticipo de las aun más extensas carnicerías que habrían de venir en un reinado posterior. Bosnia y Herzegovina pasaron a Austria. Bulgaria obtuvo su independencia. El universal desprecio y odio contra ese infame soberano, compartido tanto por sus súbditos cristianos como musulmanes, terminó finalmente con una revolución rápida y completa. La Comisión de jóvenes Turcos obtuvo del _Shaykhu'1-Islám la condena del Sultán. Abandonado y desamparado, abominado por sus súbditos y despreciado por los demás gobernantes, fue forzado a abdicar y hecho prisionero del Estado, terminando así un reinado "más desastroso por sus pérdidas inmediatas de territorios y las que habrían de venir, y más notorio por el deterioro de la condición de sus súbditos, que el de cualquiera de sus veintitrés degenerados predecesores, desde la muerte de Solimán el Magnífico".

El fin de tan vergonzoso reinado no fue más que el comienzo de una nueva era que, a pesar de los buenos augurios con que fue recibida, estuvo destinada a presenciar el derrumbamiento del destartalado y carcomido estado Otomano. Muhammad V hermano de 'Abdu'1-Hamíd II, una nulidad absoluta, fue incapaz de mejorar la condición de sus súbditos. Los desatinos de su gobierno, finalmente decidieron la suerte del imperio. La guerra de 1914-18, brindó ocasión para ello. Reveses militares llevaron a un punto crítico las fuerzas que socavaban sus cimientos. Mientras aún se libraba la guerra, la defección del jerife de Meca y la rebelión de las provincias ár,,.bes fueron presagio de la convulsión que se apoderaría del trono turco. La precipitada huida y completa

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destrucción del ejército de Jamál Pá_shá, jefe supremo de Siria -quien había jurado arrasar, después de su vuelta triunfante de Egipto, la Tumba de Bahá'ulláh, y crucificar públicamente al Centro de Su Convenio, en una plaza pública de Constantinopla-, fue la señal del justo castigo que habría de alcanzar a un imperio en peligro. Nueve décimos de los numerosos ejércitos turcos habían desaparecido. Un cuarto de toda la población había perecido por las guerras, las enfermedades, la hambruna y las matanzas.

Un nuevo gobernante, Muhammad VI, el último de los veinticinco sucesivos sultanes degenerados, había entretanto sucedido a su miserable hermano. El edificio del imperio ahora temblaba y se tambaleaba para caer. Mustafá Kamál le asestó los últimos golpes. Turquía, que ya se había reducido a un pequeño estado asiático, se convirtió en república. El sultán fue depuesto, se terminó el sultanato Otomano y se extinguió una soberanía que había permanecido durante seis siglos y medio. Un imperio que se había extendido desde el centro de Hungría al golfo Pérsico y al Sudán, y desde el Mar Caspio a Orán en África, había quedado reducido a una pequeña república asiática. Constantinopla misma, que después de la caída de Bizancio había sido honrada como la espléndida metrópoli del Imperio Romano y convertida en capital del gobierno Otomano, fue abandonada por sus conquistadores y despojada de su pompa y gloria, mudo recordatorio de la vil tiranía que durante tanto tiempo había manchado su trono.

Tales fueron, en un esbozo somero, las terribles pruebas de esa justicia vindicativa que trágicamente afligió a 'Abdu'1-`Azíz, a sus sucesores, su trono y

su dinastía. ¿Qué fue de Násiri'd-Dín Sháh, el otro partícipe de esa conspiración imperial que trató de extirpar por completo la Fe de Dios en sus comienzos? Su reacción al Divino Mensaje que le llevó el intrépido Badí, quien espontáneamente se había consagrado para ese fin, fue característica de ese odio implacable que, durante todo su reinado, ardió tan ferozmente en su pecho.

Divino Castigo para la Dinastía Qájár

El Emperador francés, según se dijo, había arrojado la Tabla de Bahá'u'lláh y ordenado a su ministro, como Bahá'u'lláh mismo lo afirma, dirigir a su Autor una respuesta irreverente. El Gran Visir de `Abdu'1`Azíz, de acuerdo con versiones fidedignas, palideció al leer la comunicación dirigida a su señor imperial y a sus ministros, e hizo el siguiente comentario: "¡Es como si el Rey de Reyes diese su orden a su más humilde rey vasallo y reglamentase su conducta!" Se dice que la reina Victoria, al recibir la Tabla revelada para ella, hizo esta observación: "Si esto es de Dios, perdurará; si no, no hará ningún daño." Sin embargo, estaba reservado a Násiri'd-Dín _Sháh el tomar venganza, por inspiración de los sacerdotes, en Aquel a Quien él ya no podía castigar personalmente, arrestando a Su mensajero, un muchacho de unos diecisiete años, cargándole con cadenas, torturándole en un potro y dándole muerte finalmente.

A este soberano despótico, Bahá'u'lláb, Quien le denunció como "Príncipe de los Opresores" y como aquel que pronto se convertiría en "lección ejemplar

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para el mundo", le había escrito: "Mira a este joven, oh rey, con los ojos de la justicia; juzga, entonces, con verdad acerca de lo que Le ha acontecido. Verdaderamente, Dios te ha hecho Su sombra en medio de los hombres, y signo de Su poder para todos los que habitan la tierra." Y además: "¡Oh rey! Si inclinases tu oído al chirrido de la Pluma de Gloria y al arrullo de la Paloma de la Eternidad.. ., alcanzarías una posición desde la cual nada verías en el mundo del ser, sino el resplandor del Adorado, y considerarías tu soberanía como la más despreciable de tus posesiones, abandonándola a quienquiera que la desease, y dirigiendo tu rostro hacia el horizonte encendido por la luz de Su semblante." Y además: "Mucho desearíamos que su Majestad, el _Sháh, examinara él mismo estos asuntos, trayendo esperanza a los corazones. Lo que hemos puesto a tu consideración es de hecho para tu mayor bien."

Sin embargo, este deseo quedaría sin cumplirse. En realidad fue destruido por un reinado que se inició con la ejecución del Báb y el encarcelamiento de Bahá'u'lláh en el Síyáh-Chál de Teherán, por un soberano que repetidamente había instigado los sucesivos exilios de Bahá'u'lláh, y por una dinastía manchada por la matanza de no menos de veinte mil de sus seguidores. El dramático asesinato del _Sháh, el indigno gobierno de los últimos soberanos de la Casa de Qájár y la extinción de esa dinastía fueron notables ejemplos del castigo Divino que esas horribles atrocidades habían provocado.

Los Qájáres, miembros de la ajena tribu turcomana, habían de hecho usurpado el trono persa. Áqá Muham

orad Khán, el _Sháh eunuco, fundador de la dinastía, fue un tirano tan atroz, ruin y sanguinario, que el recuerdo de ningún persa es tan detestado y universalmente abominado como el suyo. La historia de su reino y la de sus sucesores inmediatos está llena de vandalismo, de guerras internas, de caciques recalcitrantes y rebeldes, de bandidaje y opresión medieval, en tanto que la crónica del reinado de los últimos Qájáres se distingue por el estancamiento de la nación, la ignorancia del pueblo, la corrupción e incompetencia del gobierno, las escandalosas intrigas de la corte, la decadencia de los príncipes, la irresponsabilidad y prodigalidad del soberano y su vil servilismo a un orden clerical notoriamente degradado.

El sucesor de Áqá Muhammad Khán, Fath `Alí _Sháh, dado a las mujeres y lleno descendencia, el pretendido "Darío de la Época", era un avaro vanidoso, arrogante v sin escrúpulos, célebre por su enorme cantidad de esposas y concubinas, que ascendían a más de mil, su incalculable progenie y los desastres que su gobierno acarreó al país. Fue él quien ordenó que arrojasen a su visir, a quien él le debía el trono, a un calderón de aceite hirviente. En cuanto a su sucesor, el fanático Muhammad _Sháh, uno de sus primeros actos, categóricamente condenado por la Pluma de Bahá'u'lláh, fue la orden de estrangular a su primer ministro, el ilustre Qá'im-Magám, inmortalizado por esa misma Pluma como el "Príncipe de la Ciudad del Arte de Gobernar y el Talento Literario", y de reemplazarle por ese vulgar y consumado canalla que fue Hájí Mirza Áqásí, quien llevó al país al borde de la bancarrota y la revolución. Fue ese mismo _Sháh quien rehusó entrevistarse con el Báb y le encarceló en el

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Á_dhirbáyján, y quien, a la edad de cuarenta años, fue atacado por una complicación de enfermedades que le hicieron sucumbir, apresurando la suerte presagiada en estas palabras del Qayyúmu'I-Asmá': 'Juro por Dios, ¡oh _Sháh! Si muestras enemistad a Aquel Quien es Su Mención, en el Día de la Resurrección Dios te condenará, ante los reyes, al fuego infernal, y, en verdad, no encontrarás en ese Día ayudador fuera de Dios, el Exaltado."

Násiri'd-Dín Sháh, monarca egoísta, caprichoso y arrogante, sucedió al trono y estuvo destinado a ser, durante medio siglo, el único juez de los destinos de su desgraciado país. Un desastroso oscurantismo, una caótica administración de las provincias, la desorganización de las finanzas del reino, las intrigas, las venganzas y el libertinaje de los consentidos y codiciosos cortesanos, que revoloteaban y pululaban alrededor de su trono, su propio despotismo que, a no ser por su mitigante temor a la opinión pública europea y su deseo de estar bien conceptuado en las capitales del Occidente, habría sido más cruel y salvaje, fueron las características distintivas del sangriento reinado de aquel que se hacía llamar "Sendero del Cielo" y "Asilo del Universo". Una triple oscuridad de caos, bancarrota y opresión envolvió al país. Su propio asesinato fue el primer presagio de la revolución que habría de limitar las prerrogativas de su hijo y sucesor, deponer a los dos últimos monarcas de la casa de Qájár y extinguir su dinastía. En la víspera de su quincuagésimo aniversario, que habría de iniciar una nueva era y cuya celebración se había preparado cuidadosamente, fue víctima de la pistola de un asesino en el sepulcro del Sháh `Abdu'I-`Azím,

siendo su cadáver llevado de vuelta al palacio, apoyado en el carruaje real en frente del Gran Visir, a fin de aplazar la noticia de su asesinato.

"Se había rumoreado", escribe un testigo ocular de la ceremonia y del asesinato, "que el día de celebración del _Sháh sería el más grande de la historia de Persia. . . Los prisioneros serían liberados incondicionalmente y se proclamaría amnistía general: se había prometido a los campesinos exención de impuestos por dos años al menos,... por meses se daría alimento a los pobres. Ministros y funcionarios ya tejían intrigas para conseguir honores y una pensión del _Sháh. Santuarios y sitios sagrados abrirían sus puertas a todos los viajeros y peregrinos, y los siyyides y mulaes habían tomado remedio contra la tos para aclarar la voz y poder cantar y entonar alabanzas al _Sháh en todos los púlpitos. Las mezquitas se habían barrido y preparado para reuniones generales y oficios públicos en honor del Soberano... Se habían agrandado fuentes para contener más agua bendita, y las autoridades legítimas habían previsto que podrían ocurrir muchos milagros el día de la celebración, con ayuda de estas fuentes... El _Sháh había declarado.. . que renunciaría a sus prerrogativas de déspota y se proclamaría a sí mismo el `Majestuoso Padre de todos los Persas'. La autoridad civil disminuiría su estricta vigilancia. No se llevaría registro de los forasteros que acudían a las posadas, y la población estaría libre de pasearse por las calles durante toda la noche". Incluso los grandes mujtahides, según se le había comunicado a ese mismo testigo ocular, habían "decidido, por ahora, cesar de perseguir a los Bábíes y otros infieles".

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Así cayó aquel cuyo reinado para siempre quedará asociado con el más atroz crimen de la historia: el martirio de Aquel a Quien la Suprema Manifestación de Dios proclamó como el "Punto alrededor de Quien giran las realidades de los Profetas y Mensajeros". En una Tabla en que le condena la Pluma de Bahá'u'lláh, leemos: "Entre ellos (los reyes de la Tierra) está el rey de Persia, quien suspendió en el aire a Aquel Quien es el Templo de la Causa (el Báb), y Le dio muerte con tal crueldad que todo lo creado, y los moradores del Paraíso, y el Concurso de lo Alto, lloraron por Él. Además, dio muerte a algunos de Nuestros parientes, y Nos despojó de Nuestros bienes, e hizo cautiva a Nuestra familia en manos de los opresores. Una y otra vez Me encarceló. ¡Por Dios, el Verdadero! Nadie puede enumerar las cosas que Me acontecieron en la prisión, salvo Dios, el Ajustador de Cuentas, el Omnisciente, el Todopoderoso. Posteriormente, Me desterró, junto con Mi familia, de Mi país, después de lo cual llegamos a Irak con evidente dolor. Permanecimos allí hasta cuando el Rey de Rúm (sultán de Turquía) se levantó contra Nos, y Nos llamó ~a la sede de su soberanía. Cuando llegamos a ella Nos sobrevino lo que hizo regocijar al rey de Persia. Luego entramos en esta prisión, donde las manos de Nuestros amados fueron arrancadas del borde de Nuestro manto. ¡De semejante manera Nos ha tratado!".

Los días de la dinastía Qájár estaban contados. La conciencia nacional había despertado de su letargo. El reinado del sucesor de Násiri'd-Dín tímida-, Muzaffari'd-Dín _Sháh, criatura débil y tímida, derrochador y pródigo con sus cortesanos, llevó al país por el

ancho camino de la ruina. Cobró fuerzas el movimiento a favor de una constitución que limitara las prerrogativas del soberano, terminando con la firma de la constitución por el moribundo _Sháh, que expiró algunos días después. Sucedió al trono Muhammad,Alí _Sháh, déspota de la peor especie, avaro y sin escrúpulos. Hostil a la constitución, mediante su precipitada acción, que implicó el bombardeo del Baharistan, donde se reunía la Asamblea, causó una revolución que llevó a su destitución por los nacionalistas. Aceptando, después de mucho negociar, una pensión considerable, se retiró ignominiosamente a Rusia. El rey menor, Aunad _Sháh, quien le sucedió, era un cero a la izquierda, descuidado de sus deberes. Las apremiantes necesidades de su país continuaron desatendidas. La creciente anarquía, la importancia del gobierno central, el estado de las finanzas públicas, el progresivo deterioro de la condición general del país, prácticamente abandonado por un soberano que prefería las diversiones y frivolidades de la vida de sociedad en las capitales europeas al desempeño de las serias y urgentes responsabilidades que reclamaba la situación de su nación, anunciaron el fin de una dinastía que, según la opinión general, había perdido el derecho a la corona. Estando en el extranjero, en una de sus periódicas visitas, el parlamento lo depuso, proclamando la extinción de su dinastía, que había ocupado el trono de Persia durante ciento treinta años, cuyos gobernantes orgullosamente decían descender nada menos que de Jafet, hijo de Noé, y cuyos sucesivos monarcas, a excepción de uno solo, fueron ya asesinados, depuestos, o bien atacados por alguna enfermedad mortal.

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Su innumerable progenie, verdadera "colmena de principillos" y "raza de zánganos reales", eran tanto una desgracia como una amenaza para sus compatriotas. Sin embargo ahora, estos desafortunados descendientes de una casa caída, despojados de todo poder, y algunos de ellos incluso reducidos a la miseria, revelan en su desgracia las consecuencias de las abominaciones que cometieron sus progenitores. Engrosando las filas de los desventurados vástagos de la casa de `Uthmán y de los gobernantes de las dinastías de los Romanov, los Hohenzollern, los Habsburgos y de Napoleón, vagan por la faz de la tierra, apenas conscientes del carácter de aquellas fuerzas que produjeron tan trágicos trastornos en su vida, y que son en gran parte responsables de su presente condición.

Ya nietos de Násiri'd-Din _Sháh y del Sultán `Abdu'l`Azíz se han dirigido, en su impotencia y~ miseria, al Centro Mundial de la Fe de Bahá'u'lláh, solicitando respectivamente ayuda política y auxilio pecuniario. En el primer caso, la petición fue pronta y firmemente rechazada, mientras que en el segundo, se le brindó sin vacilar.

El Decadente Destino de los Reyes

Y cuando examinamos en otros campos el decadente destino de los reyes, ya sea en los años inmediatamente anteriores a la Gran Guerra o posteriores a ella, y contemplamos la suerte que han corrido el Imperio Chino, las monarquías portuguesa y españo

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la, y más recientemente las vicisitudes que han padecido y aún padecen los soberanos de Noruega, de Dinamarca y de Holanda, y observamos la impotencia de los demás soberanos y advertimos el temor y estremecimiento que se han apoderado de sus tronos, no podemos dejar de asociar su condición con los primeros pasajes del Súriy-i-Mulúk, los cuales, en vista de su trascendental importancia me veo obligado a citar por segunda vez: "Temed a Dios, oh concurso de reyes, y no permitáis ser privados de esta muy sublime gracia... Dirigid vuestro corazón hacia la faz de Dios, y abandonad lo que vuestros deseos os han ordenado seguir, y no seáis de los que perecen ... No examinasteis Su Causa (del Báb), cuando haberlo hecho hubiera sido mejor para vosotros que todo lo que es iluminado por el sol, si pudierais comprenderlo... ¡Cuidad de no ser indiferentes de aquí en adelante, como lo habéis sido anteriormente!... Mi rostro ha salido de entre los velos, dando su resplandor a todo cuanto hay en el cielo y en la tierra, y sin embargo, no os volvisteis a Él... Levantaos, entonces, y reparad lo que se os ha escapado... Si no prestáis atención a los consejos que, en lenguaje inequívoco y sin igual, hemos revelado en esta Tabla, os sobrevendrá el castigo Divino de todos lados, y será pronunciada contra vosotros la sentencia de Su justicia... Han transcurrido veinte años, oh reyes, durante los cuales cada día hemos sufrido la angustia de una nueva tribulación... Sin embargo, vosotros, aunque conscientes de la mayoría de Nuestras aflicciones, no detuvisteis la mano del agresor. Pues, ¿no es acaso vuestro claro deber contener la tiranía del opresor y obrar equitativamente con vuestros súbditos

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para que vuestro alto sentido de justicia sea plenamente demostrado a toda la humanidad?"

No es de extrañar que Bahá'u'lláh, en vista del trato que Le dieron los soberanos de la tierra, haya escrito estas palabras ya citadas: "A dos categorías de entre los hombres se les ha quitado el poder; a los reyes y a los eclesiásticos." De hecho, va aun más lejos afirmando en Su Tabla dirigida a _Shaykh Salman: "Una de las señales de la madurez del mundo es que nadie aceptará cargar el peso de la soberanía real. La soberanía real quedará sin nadie que esté dispuesto a cargar solo su peso. Ese será el día en que se manifestará la sabiduría entre los hombres. Sólo con el fin de proclamar la Causa de Dios y propagar su Fe, estará alguien dispuesto a cargar ese agobiante peso. Dichoso aquel que por amor a Dios y a Su Causa, y en honor a Dios y con el fin de proclamar su Fe, se exponga a sí mismo a este gran peligro y acepte esta fatiga y estorbo".

Reconocimiento de la Soberanía Real

Sin embargo, que nadie entienda mal o deforme inconscientemente la intención de Bahá'u'lláh. Aunque haya sido severa Su condena pronunciada contra aquellos soberanos que Le persiguieron, y por muy estricta que haya sido Su censura expresada colectivamente contra aquellos que manifiestamente faltaron a su deber de investigar la veracidad de Su Fe y contener la mano del malhechor, Sus enseñanzas no incorporan ningún principio que pueda de manera alguna interpretarse como un repudio o siquiera un menosprecio,

aunque fuese disimulado, de la institución real. La castastrófica caída y la extinción de las dinastías e imperios de aquellos monarcas cuyo desastroso fin Él profetizó en particular, y el decadente destino de los soberanos de Su propia generación, a quienes reprendió en general -constituyendo ambas cosas una fase transitoria de la evolución de la Fe-, en ningún caso deben confundirse con la posición futura de esa institución. En efecto, si ahondamos en los escritos del Autor de la Fe Bahá'í, no podemos dejar de descubrir innumerables pasajes en los cuales, en términos que nadie puede tergiversar, se elogia el principio de la soberanía real, se ensalza el rango y conducta de reyes justos e imparciales, se prevé la aparición de monarcas que reinarán con justicia e incluso profesarán Su Fe, y se inculca el solemne deber de levantarse para asegurar el triunfo de los soberanos Bahá'ís. Deducir de las palabras antes mencionadas, dirigidas por Bahá'u'lláh a los monarcas de la tierra, e inferir de la narración de los calamitosos desastres que sobrevinieron a tantos de ellos, que Sus seguidores propugnan o prevén la extinción definitiva de la institución real, de hecho equivaldría a un torcimiento de Su enseñanza.

No puedo hacer más que citar algunos de los propios testimonios de Bahá'u'lláh, dejando al lector la tarea de formarse su propio juicio acerca de la falsedad de tal deducción. En Su Epístola al Hijo del Lobo É1 indica la verdadera fuente de la soberanía real: "El respeto al rango de los soberanos ha sido Divinamente ordenado, como lo atestiguan claramente las palabras de los Profetas de Dios y Sus escogidos. A Aquel Quien es el Espíritu (jesús) -la paz

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sea con Él- se le preguntó: `¡Oh Espíritu de Dios! ¿Es lícito pagar tributo al César o no?' Y Él respondió: `Pues, dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios'. No lo prohibió. Esas dos frases son, en opinión de los hombres de discernimiento, una y la misma, ya que si lo que pertenecía al César no hubiese venido de Dios, Él lo habría prohibido. Y asimismo en el sagrado versículo: `Obedeced al Apóstol, y a aquellos de entre vosotros que están investidos de autoridad'. Con `aquellos investidos de autoridad' se quiere decir, en primer lugar y más específicamente, los Imanes --que la bendición de Dios descanse sobre ellos-. Ellos verdaderamente son las manifestaciones del poder de Dios y las fuentes de Su autoridad, y los depósitos de Su conocimiento, y las auroras de Sus mandamientos. En segundo lugar, estas palabras se refieren a los reyes y gobernantes, quienes con la luz de su justicia hacen resplandecientes y luminosos los horizontes del mundo".

Y además: "En la Epístola a los Romanos, San Pablo ha escrito: `Todos han de estar sometidos a las autoridades superiores. Pues no hay autoridad sino bajo Dios. Y las que hay por Dios han sido establecidas. De suerte que quien resiste a la autoridad, resiste a la disposición de Dios'. Y luego: `Es ministro de Dios, vengador para castigo del que obra mal'. Dice que la aparición de los reyes, su majestad y poder, son de Dios".

Y también: "Un rey justo goza de mayor cercanía a Dios que cualquiera. Esto lo atestigua Aquel Quien habla en Su Más Grande Prisión".

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Asimismo, en el Bishárát (Buenas Nuevas), Bahá'u'lláh afirma que "la majestad real es uno de los signos de Dios". "No deseamos", agrega, "que los países del mundo se priven de ella".

En el Kitáb-i-Agdas, £1 expone Su propósito y elogia al rey que ha de profesar Su Fe: "¡Por la rectitud de Dios! No es Nuestro deseo adueñarnos de vuestros reinos. Nuestra misión es tomar y poseer los corazones de los hombres. En ellos están puestos los ojos de Bahá. De esto da testimonio el Reino de los Nombres, si pudierais comprenderlo. Quienquiera que siga a su Señor, renunciará al mundo y a todo cuanto hay en él; ¡cuánto mayor, entonces, ha de ser el desprendimiento de Aquel Quien ocupa tan augusta posición!" "¡Cuán grande la bienaventuranza que espera al rey que se levante para ayudar a Mi Causa en Mi Reino, y se desprenda de todo menos de Mí! Tal rey se cuenta entre los Compañeros del Arca Carmesí, Arca que Dios ha preparado para el pueblo de Bahá. Todos deben glorificar su nombre, reverenciar su posición y ayudarle a abrir las puertas de las ciudades con las llaves de Mi Nombre, el Omnipotente Protector de todos los que habitan los reinos visibles e invisibles. Tal rey es el ojo mismo de la humanidad, el luminoso ornamento de la frente de la Creación, la fuente de bendiciones para el mundo entero. Oh pueblo de Bahá, ofrendad en su ayuda vuestros bienes, es más, vuestra vida misma".

En el Lawh-i-Sultán, Baha'u`lláh revela más ampliamente el significado de la soberanía real: "Un rey justo es la sombra de Dios en la tierra. Todos debieran refugiarse a la sombra de su justicia y descansar al abrigo de su protección. Este no es un

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asunto específico o de alcance limitado, para que se circunscriba a una persona u otra, ya que la sombra revela a aquel que la proyecta. Dios, glorificada sea Su Mención, se ha llamado a Sí mismo Señor de los mundos, pues Él ha criado y cría aún a todos. Glorificada sea, entonces, Su gracia, que ha precedido todo lo creado, y Su misericordia, que ha abarcado todos los mundos".

En una de Sus Tablas, Bahá'u'lláh ha escrito asimismo: "El Dios único y verdadero, exaltada sea Su gloria, ha conferido a los reyes el gobierno de la tierra. Á nadie le es dado el derecho de actuar de una manera que pudiera oponerse al bien fundamentado parecer de quienes tienen la autoridad. Lo que Él Se ha reservado para Sí son las ciudades de los corazones de los hombres; y los amados de Aquel Quien es la Verdad Soberana son, en este Día, como sus llaves".

En el siguiente pasaje expresa este deseo: "Abrigamos la esperanza de que uno de los reyes de la tierra, por amor a Dios, se levante para hacer triunfar a estos agraviados y oprimidos. Semejante rey será eternamente ensalzado y glorificado. Dios les ha prescrito el deber de ayudar a quienquiera que les ayude, servirle para su mayor beneficio y demostrarla perdurable lealtad".

En el Lawh-i-Ra'ís, de hecho y categóricamente Él profetiza la aparición de semejante rey: "Dentro de poco hará Dios aparecer de entre los reyes a uno que ayudará a Sus amados. Él, verdaderamente, lo abarca todo. Él infundirá en los corazones el amor a Sus amados. Esto, en verdad, ha sido irrevocablemente decretado por Aquel Quien es el Todopode

roso, el Benéfico". En el Ridvanu'1-`Adl, en que se exalta la virtud de la justicia, hace Él una predicción similar: "Dentro de poco Dios pondrá de manifiesto en la tierra a reyes que descansarán en el lecho de la justicia, y regirán a los hombres así como se rigen a sí mismos. Ellos, en verdad, se cuentan entre las más escogidas de Mis criaturas en toda la creación".

En el Kitáb-i-Agdas Él prevé con estas palabras el ascenso al trono de Su ciudad natal, la "Madre del Mundo" y la "Aurora de Luz", de un rey que estará adornado con los ornamentos gemelos de la justicia v la devoción a Su Fe: "Que nada te acongoje, oh Tierra de Tá, porque Dios te ha escogido para que seas la fuente de alegría de toda la humanidad. Si es Su voluntad, Él bendecirá tu trono con uno que gobernará con justicia, y reunirá el rebaño de Dios que los lobos han dispersado. Con alegría y gozo, ese gobernante volverá su rostro hacia el pueblo de Bahá y le otorgará sus favores. A la vista de Dios, Él es de hecho considerado como una joya entre los hombres. Sobre él descansa para siempre la gloria de Dios, y la gloria de todos los que habitan en el reino de Su Revelación".

El Desmoronamiento de la ortodoxia Religiosa

¡Queridos amigos! El decadente destino de los coronados poseedores del poder temporal ha tenido como paralelo un no menos alarmante deterioro de la influencia ejercida por los jefes espirituales del mundo. Los extraordinarios acontecimientos que han anun-

ciado la disolución de tantos reinos e imperios, han coincidido casi con el derrumbamiento de las aparentemente inviolables fortalezas de la ortodoxia religiosa. El mismo proceso que, repentina y trágicamente, decidió la suerte de reyes y emperadores, extinguiendo sus dinastías, ha actuado en el caso de los jefes eclesiásticos, tanto de la Cristiandad como del Islam, perjudicando su prestigio y, en algunos casos, derribando sus instituciones supremas. De hecho, "se les ha quitado el poder", tanto "a los reyes" como "a los eclesiásticos". Fue eclipsada la gloria de aquéllos, en tanto que el poder de éstos se ha perdido irremediablemente.

Aquellos jefes que ejercían autoridad y dominio sobre las jerarquías eclesiásticas de sus respectivas religiones también fueron exhortados, amonestados y reprendidos por Bahá'u'lláh, en términos no menos precisos que aquellos en que Se dirigió a los soberanos que gobernaban los destinos de sus súbditos. También ellos, y en particular los jefes de las órdenes eclesiásticas musulmanas, en unión con déspotas y potentados, han lanzado sus ataques y proferido sus anatemas contra los Fundadores de la Fe de Dios, sus seguidores, sus principios y sus instituciones. ¿.No fueron los sacerdotes de Persia los primeros que encabezaron la sublevación contra esa Fe, encendiendo a las masas ignorantes y serviles, e instigaron a las autoridades civiles, mediante sus protestas, amenazas, mentiras, calumnias y acusaciones, a decretar los destierros, promulgar las leyes, emprender campañas punitivas y llevar a cabo las ejecuciones y matanzas que llenan las páginas de su historia? Tan abominable y salvaje fue la carnicería cometida en un solo día, a

instigación de esos sacerdotes, y tan característica de la "crueldad del bruto y la astucia del malvado", que Renan, en su obra "Les Apótres", caracterizó ese día como "tal vez sin paralelo en la historia del mundo".

Fueron aquellos sacerdotes quienes, por esos mismos hechos, sembraron la desintegración de sus propias instituciones; instituciones que eran tan poderosas y famosas, y parecían tan invulnerables cuando nació la Fe. Ellos fueron, al asumir tan ligera y neciamente esas tremendas responsabilidades, los principales responsables de que se desataran esas violentas y destructivas influencias, las cuales han desencadenado desastres tan catastróficos que han derribado a reyes, dinastías e imperios, y que constituyen los acontecimientos más destacados de la historia del primer siglo de la era Bahá'í.

Este proceso de deterioro, por muy alarmente que haya sido en sus manifestaciones iniciales, continúa actuando con fuerza no disminuida y, a medida que cobre impulso la oposición a la Fe de Dios, de varias fuentes y en campos alejados, se acelerará más y revelará pruebas aun más notables de su poder devastador. No puedo, en vista de las proporciones que ya ha tomado esta comunicación, extenderme tanto como quisiera en el análisis de los diferentes aspectos de este importante tema, el cual, junto con la reacción de los soberanos de la tierra al Mensaje de Bahá'u'lláh, es uno de los episodios más fascinantes y edificantes de la dramática historia de Su Fe. Consideraré solamente las repercusiones que han tenido los violentos ataques hechos por los jefes eclesiásticos del Islam y, en menor grado, por algunos exponentes ele la Ortodoxia cristiana, en sus respectivas institu-

ciones. Como introducción a estas observaciones, citaré algunos pasajes tomados de la gran cantidad de Tablas de Bahá'u'lláh que, tanto directa como indirectamente, hacen referencia a los sacerdotes musulmanes y cristianos, y que arrojan tan potente luz sobre los sombríos desastres que han sobrevenido y siguen sobreviniendo a las jerarquías eclesiásticas de las dos religiones con que la Fe ha estado inmediatamente relacionada.

Sin embargo, de esto no debe inferirse que Bahá'u'lláh haya dirigido Sus históricos llamados exclusivamente a los jefes del Islam y la Cristiandad, o que el efecto de esa Fe que todo lo penetra, en los baluartes de la ortodoxia religiosa, se limite a las instituciones de esos dos sistemas religiosos. "El tiempo preordenado para los pueblos y razas de la tierra, afirma Bahá'u'lláh, ya ha llegado. Las promesas de Dios, tales como aparecen en las Sagradas Escrituras, se han cumplido todas ... Este es el Día que la Pluma del Altísimo ha glorificado en todas las Sagradas Escrituras. No hay en ellas versículo alguno que no declare la gloria de Su santo Nombre, y no hay Libro que no atestigüe la sublimidad de este exaltadísimo tema". "Si mencionáramos", agrega, "todo cuanto ha sido revelado en esos Libros celestiales y Sagradas Escrituras acerca de esta Revelación, esta Tabla tomaría dimensiones imposibles". Puesto que la promesa de la Fe de Bahá'u'lláh está encerrada en todas las Escrituras de las religiones pasadas, su Autor se dirige a los seguidores de éstas y, en particular, a sus jefes responsables, quienes se han interpuesto entre Él y sus respectivas congregaciones. "En cierto momento", escribe Bahá'u`llah, "Nos dirigimos al pue

blo de la Torá y los llamamos a la presencia de Aquel Quien es el Revelador de versículos, Quien proviene de Aquel Quien hace bajar la cerviz a los hombres... En otro, Nos dirigimos al pueblo del Evangelio, diciendo: `El Todo Glorioso ha venido en este Nombre por el cual se ha difundido la Brisa de Dios por todas las regiones'... Y en otro momento, Nos dirigimos al pueblo del Corán, diciendo: `Temed al Todo Misericordioso, y no pongáis reparos a Aquel por Quien se han fundado todas las religiones'.. . Has de saber, además, que dirigimos Nuestras Tablas a los Magos, adornándolas con Nuestra Ley.. . En ellas hemos revelado la esencia de todas las insinuaciones y alusiones contenidas en sus Libros. El Señor, verdaderamente, es el Todopoderoso, el Omnisciente:'

Dirigiéndose al pueblo judío, Bahá'u'lláh ha escrito: "Ha venido la Más Grande Ley, y la antigua Belleza gobierna sobre el trono de David. Así ha hablado Mi Pluma lo que relataron las historias de edades pasadas. Sin embargo, en este momento, David clama en voz alta diciendo: `¡Oh mi bondadoso Señor! Cuéntame entre aquellos que han permanecido firmes en Tu Causa, ¡oh Tú, por Quien se han iluminado los rostros y los pasos han tropezado!"'. Y además: "El hálito se ha difundido, ha soplado la Brisa, y de Sión ha aparecido lo que estaba oculto, y de Jerusalén se escucha la Voz de Dios, el único, el incomparable, el Omnisciente". Por otra parte, en Su Epístola al Hijo del Lobo, Bahá'u'lláh ha revelado: "Presta oídos al cántico de David. Dice: `¿Quién me guiará a la Ciudad fortificada?' La Ciudad fortificada es 'Akká, que ha sido llamada la Más Grande Prisión, y que posee una fortaleza y enormes murallas. ¡Oh

Shaykh! Lee lo que ha hablado Isaías en Su Libro. Dice: `Sube a un alto monte, mensajera de buenas nuevas de Sión; alza con fuerza tu voz, mensajera de buenas nuevas de Jerusalén. Álzala, no temas: di a las ciudades de Juda: He aquí a vuestro Dios. He aquí al Señor, Dios, que viene con fortaleza, y Su brazo dominará a favor Suyo'. En este Día han aparecido todas las señales. Una gran Ciudad ha descendido del cielo, y Sión se estremece y exulta ante la Revelación de Dios, pues de todos lados ha escuchado la voz de Dios".

A la casta sacerdotal, que tenía supremacía eclesiástica sobre los seguidores de la Fe de Zoroastro, esa misma Voz, identificándose con la voz del prometido _Sháh-Bahrám, declara: "¡Oh sumos sacerdotes! Se os han dado oídos para que escuchéis el misterio de Aquel Quien es el Que Subsiste por Sí mismo, y ojos para que Le veáis. ¿Por qué huís? El Amigo Incomparable está manifiesto. Habla aquello en que está la salvación. Si descubrierais, oh sumos sacerdotes, el perfume del rosedal del entendimiento, no buscaríais a nadie sino a Él, y reconoceríais, en Su nueva vestidura, a Aquel Quien es el Omnisapiente e Incomparable, y apartaríais vuestros ojos del mundo y de cuantos lo buscan, y os levantaríais para ayudarle". "Todo cuanto ha sido anunciado en los Libros", escribe Bahá'u'lláh, en respuesta a un zoroastriano que había preguntado por el _Sháh-Bahrám prometido, "ha sido revelado y aclarado. De todas direcciones han aparecido las señales. En este Día, el Omnipotente llama y anuncia la aparición del Cielo Supremo". "Este no es el día", declara en otra Tabla, "en que los sumos sacerdotes pueden mandar y ejercer su

autoridad. En vuestro Libro se afirma que, en ese Día, los sumos sacerdotes harán extraviarse a los hombres, y les impedirán acercarse a Él. En verdad, es un sumo sacerdote aquel que ha visto la luz y se ha apresurado a ir por el sendero que conduce hacia el Amado". "Di: ¡Oh sumos sacerdotes!", Él nuevamente les dirige la palabra, "La mano de la Omnipotencia se ha extendido desde detrás de las nubes; miradla con nuevos ojos. Se han revelado las señales de Su majestad y grandeza; observadlas con ojos puros. - . Di: ¡Oh sumos sacerdotes!. Se os reverencia por causa de Mi Nombre y, sin embargo, Me rehuís. Sois los sumos sacerdotes del Templo. Si hubieseis sido los sumos sacerdotes del Omnipotente, habríais estado unidos a Él, y Le habríais reconocido... Di: ¡Oh sumos sacerdotes! Los actos de ningún hombre serán aceptables, en este Día, a menos que abandone a la humanidad y todo cuanto poseen los hombres y dirija su rostro hacia el Omnipotente".

Sin embargo, no nos preocupan fundamentalmente estas dos religiones. Mi tema está directamente relacionado con el islam y, en menor grado, con el Cristianismo. El Islam, del cual nació la Fe de Bahá'u'lláh, al igual que el Cristianismo provino del Judaísmo, es la religión en cuyo seno apareció primero y se desarrolló esa Fe, de cuyas filas se han reclutado la gran mayoría de los seguidores Bahá'ís, y por cuyos jefes han sido y son todavía perseguidos. Por otro lado, el Cristianismo es la religión a que pertenece la mayor parte de los Bahá'ís de origen no islámico, en cuyo dominio espiritual progresa rapidamente el Orden Administrativo de la Fe de Dios, y por cuyos exponentes eclesiásticos ese Orden es

atacado cada vez más. A diferencia del Hinduismo, Budismo, judaísmo e incluso Zoroastrianismo, que en su mayor parte están aún inconscientes de las potencialidades de la Causa de Dios, y cuya respuesta a Su Mensaje es todavía insignificante, el Islam y el Cristianismo pueden considerarse como los dos sistemas religiosos que, en esta etapa formativa de su evolución, sufren todo el efecto de tan tremenda Revelación.

Veamos, entonces, las palabras que los Fundadores de la Fe Bahá'í han dirigido a los jefes reconocidos del Islam y del Cristianismo, o que han escrito acerca de ellos. Ya hemos visto los pasajes que se refieren a los reyes del Islam, ya sea Califas que reinaban en Constantinopla, o _Sháhs de Persia que gobernaban el reino como depositarios temporales del esperado Imán. También hemos anotado la Tabla que Bahá'u'lláh reveló específicamente para el Pontífice de Roma, y el mensaje más general dirigido en el Súriy-i-Mulúk a los reyes de la Cristiandad. No menos desafiante y amenazadora es la Voz que ha amonestado y pedido cuentas a los sacerdotes mahometanos y al clero cristiano.

"Los jefes religiosos", es la censura clara y universal de Bahá'u'lláh pronunciada en el Kitáb-i-Ígán, "de todas las épocas, han impedido a la gente alcanzar las orillas de la salvación eterna, por cuanto sostienen las riendas de la autoridad en su poderoso puño. Algunos por ambición de poder, otros por falta de comprensión y conocimiento, han sido causa de esta privación de la gente. Por su sanción y autoridad, todos los Profetas de Dios han tenido que beber del cáliz del sacrificio, y han alzado el vuelo hacia las

alturas de la gloria. Quienes han ocupado las sedes de autoridad y erudición, ¡qué indescriptibles crueldades han infligido a los verdaderos Monarcas del mundo, a esas joyas de virtud Divina! Contentos con un dominio transitorio, se han privado de una soberanía sempiterna". Y además, en ese mismo Libro: "Entre estos `velos de la gloria' están los sacerdotes y doctores que viven en los días de la Manifestación de Dios, quienes, a causa de su falta de discernimiento y su ansia y afán de mando, no se han sometido a la Causa de Dios y, más aún, han rehusado dar oído a la Melodía Divina. `Se meten los dedos en los oídos'. Y también la gente, desatendiendo completamente a Dios y tomándolos como sus maestros. se ha colocado sin reservas bajo la autoridad de esos jefes pomposos e hipócritas, porque no tienen vista, ni oídos, ni corazón propio para distinguir entre la verdad y la falsedad. A pesar de las advertencias que por inspiración divina han hecho todos los Profetas, los Santos y los Elegidos de Dios, ordenando a los hombres ver con sus propios ojos y oír con sus propios oídos, desdeñosamente han rechazado sus consejos y ciegamente han seguido y continuarán siguiendo a, los jefes de su Fe. Si una persona humilde y desconocida, desprovista del atavío de los eruditos, les dirigiera la palabra diciendo: `¡Oh pueblo! Seguid a los Mensajeros de Dios', muy sorprendidos ante tal amonestación, replicarían: `¡Cómo! ¿Quieres decir que todos estos sacerdotes y exponentes de la erudición, con toda su autoridad, pompa y boato, han errado y no han logrado distinguir entre la verdad y la falsedad? ¿Pretendes acaso, junto con otros como tú, haber comprendido lo que ellos no han entendido?' Si se ha

de tomar como criterio de sabiduría y verdad el número y la excelencia de la vestimenta, los pueblos de una época pasada, a quienes los de hoy jamás han aventajado en número, magnificencia y poder, deberían por cierto considerarse como superiores y más dignos". Y además: "¡Ningún Profeta de Dios se ha manifestado sin que haya sido víctima de odio implacable, de la denuncia, rechazo y execración de los clérigos de Su día! ¡Ay de ellos por las iniquidades que obraron sus manos en el pasado! ¡Ay de ellos por lo que ahora están haciendo! ¿Qué velos de la gloria hay más pesados que esas personificaciones del error? ¡Por la rectitud de Dios! ¡Traspasar tales velos es el más poderoso de todos los hechos, y destrozarlos es la más meritoria de todas las acciones!" "En su lengua", Él además ha escrito, "la mención de Dios se ha convertido en un nombre vano; en medio de ellos, Su Santa Palabra ha pasado a ser letra muerta. Tal es el dominio de sus deseos, que la lámpara de la conciencia y la razón ha sido extinguida en sus corazones... No se encuentran dos que estén de acuerdo con respecto a una misma ley, pues no buscan a otro Dios que no sea su propio deseo, y no hollan sendero alguno sino el sendero del error. En el mando está el objetivo último de sus esfuerzos, y consideran el orgullo y la soberbia como los mayores logros del deseo de su corazón. Han puesto sus viles maquinaciones por encima del decreto Divino, han rechazado la resignación a la voluntad de Dios, se han ocupado en cálculos egoístas y han seguido el camino de los hipócritas. Con todo su poder y fuerza se afanan por asegurarse en sus mezquinas ocupaciones, temerosos de que el menor descrédito socave

su autoridad o empañe la demostración de su magnificencia".

"La fuente y origen de la tiranía", ha afirmado Bahá'u71áh en otra Tabla, "han sido los sacerdotes. Mediante las sentencias pronunciadas por esos seres arrogantes y rebeldes, los gobernantes de la tierra han obrado lo que habéis escuchado. .. . Las riendas de las masas inconscientes han estado y están en manos de los exponentes de ociosas fantasías y vanas imaginaciones. £stos decretan lo que les place. Dios verdaderamente está libre de ellos, y Nos, también, estamos libres de ellos, como lo están aquellos que han atestiguado lo que ha hablado la Pluma del Altísimo en esta gloriosa Posición.

"Los jefes de los hombres", ha afirmado asimismo, "desde tiempo inmemorial, han impedido a la gente volverse al Más Grande Océano. El amigo de Dios (Abraham) fue arrojado al fuego por la sentencia. que pronunciaron los sacerdotes de esa época, y se le atribuyeron mentiras y calumnias a Aquel Quien conversó con Dios (Moisés). Reflexionad sobre Aquel Quien era el Espíritu de Dios (Jesús». Aunque demostró la mayor compasión y bondad, sin embargo, se levantaron contra esa Esencia del Ser y Señor de lo visible e invisible de tal manera que no podía encontrar refugio en donde descansar. Cada día vagaba a un nuevo lugar y buscaba nuevo amparo. Considera al Sello de los Profetas (Mahoma) -¡que las almas de todos salvo de El, sean Su sacrificio!-. ¡Cuán doloroso lo que aconteció a ese Señor de todos los seres, de manos de los sacerdotes de la idolatría y los doctores judíos, después que pronunciara las benditas Palabras que proclamaban la unidad de

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Dios. ¡Por Mi vida! Mi pluma se queja, y todo lo creado clama, a causa de lo que Le ha sucedido de manos de, quienes han violado el Convenio de Dios y Su testamento, han negado Su testimonio, y han contradecido Sus signos".

"Los necios sacerdotes", declara en otra Tabla, "han desechado el Libro de Dios, ocupándose con lo que ellos mismos han inventado. Se ha revelado el Océano del Conocimiento y se ha dejado oír el sonido de la Pluma del Altísimo, y sin embargo, ellos, como lombrices, están afectados por la arcilla de sus fantasías e imaginaciones. Son ensalzados en virtud de su relación con el Dios único y verdadero, y, sin embargo, se han apartado de Él. Por causa de Él se han vuelto famosos, y, sin embargo, están separados de Él como por un velo".

"Los sacerdotes paganos", ha escrito en otra Tabla, "y los eclesiásticos judíos y cristianos cometieron lo mismo que en esta Dispensación han cometido y aún cometen los sacerdotes de la época. Es más, éstos han demostrado más severa crueldad y feroz malevolencia. Todo átomo atestigua lo que digo".

A esos jefes que "se estiman las mejores de todas las criaturas y han sido consideradas como las más viles por Aquel Quien es la Verdad", que "ocupan las sedes del conocimiento y erudición, y han llamado conocimiento a la ignorancia, y han denominado justicia a la opresión", y que, "no adoran a otro Dios que no sea su propio deseo, no guardan lealtad más que al oro, están envueltos en los muy densos velos del saber, y, enredados por sus vaguedades, se han perdido en los desiertos del error": a ellos Bahá'u'lláh ha querido dirigir estas palabras: "¡Oh concurso de

sacerdotes! Desde ahora ya no os veréis en posesión de ningún poder, por cuanto os lo hemos quitado, destinándolo para aquellos que han creído en Dios, el único, el Omnipotente, el Todopoderoso, el Irrestringido".

En el Kitáb-i-Agdas leemos lo siguiente: "Di: ¡Oh jefes de la religión! No peséis el Libro de Dios con las normas y ciencias que son corrientes entre vosotros, porque el Libro mismo es la Balanza infalible establecida entre los hombres. En esta muy perfecta Balanza debe pesarse todo lo que poseen los pueblos y razas de la tierra, en tanto que la medida de su peso deberá ser comprobada según sus propias normas, si lo supierais. Los ojos de Mi bondadoso afecto lloran amargamente por vosotros, ya que no habéis reconocido a Aquel a Quien habéis estado llamando de día y de noche, al atardecer y de mañana. ... ¡Oh jefes de religiones! ¿Quién de entre vosotros es el hombre que pueda competir conmigo en visión o discernimiento? ¿Dónde se puede encontrar quien se atreva a sostener que es Mi igual en palabra o sabiduría? ¡No, por Mi Señor, el Todo Misericordioso! Cuanto hay en la tierra perecerá; mas ésta es la faz de vuestro Señor, el Todopoderoso, el Bienamado. ... Di: Éste, verdaderamente, es el cielo en que se ha guardado el Libro Madre, si pudierais comprenderlo. Él es Quien ha hecho que la Roca clame y la Zarza Ardiente eleve su voz, sobre el monte que se alza en la Tierra Santa, proclamando: `¡El reino es de Dios, el Soberano Señor de Todo, el Omnipotente, el Bondadoso!' No hemos asistido a escuela alguna, ni leído ninguna de vuestras disertaciones. Prestad oídos a las palabras de este Iletrado, con que os em

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plaza ante Dios, el Que Siempre Perdura. Esto para vosotros es mejor que todos los tesoros de la tierra, si lo comprendierais".

"¡Oh concurso de sacerdotes!", Él además ha escrito: "Cuando fueron enviados Mis versículos y Mis claras pruebas fueron reveladas, os encontramos tras los velos. Esto, verdaderamente, es algo extraño... Hemos desgarrado los velos. Cuidado, no excluyáis al pueblo mediante otro velo aún. Despedazad las cadenas de las vanas imaginaciones, en el Nombre del Señor de todos los hombres, y no seáis de los falaces. Si os volvéis hacia Dios y abrazáis Su Causa, no propaguéis desorden dentro de ella, ni midáis el Libro de Dios con vuestros deseos egoístas. Esto, verdaderamente, es el consejo de Dios, en el pasado y en el futuro... Si hubieseis creído en Dios, cuando Él Se reveló a Sí Mismo, el pueblo no se hubiera apartado de Él, ni Nos hubiera sucedido lo que hoy presenciáis. Temed a Dios y no seáis de los desatentos... Ésta es la Causa que ha hecho temblar a todas vuestras supersticiones e ídolos... ¡Oh concurso de religiosos! Cuidado, no sea que os convirtáis en la causa del repudio de la Fe en sus días tempranos. Reunid al pueblo en torno de esta Palabra que ha hecho que los guijarros exclamen: `¡El reino es de Dios, el Punto de Amanecer de todos los signos!'... Desgarrad los velos de tal manera que los moradores del Reino oigan cómo son rasgados. Éste es el mandamiento de Dios, en días pasados, y en aquéllos por venir. Bendito el hombre que observa aquello que se le ha ordenado y ¡ay! de los negligentes".

Y además: "¿Hasta cuándo, oh concurso de religiosos, apuntaréis con las lanzas del odio a la faz de

Bahá? Refrenad vuestras plumas. He aquí, la Más Sublime Pluma habla entre tierra y cielo. Temed a Dios y no sigáis vuestros deseos, que han alterado la faz de la creación. Purificad vuestros oídos para que ellos puedan escuchar la Voz de Dios. ¡Por Dios! Es como fuego que consume los velos, y como agua que lava las almas de todos los que están en el universo".

"Di: ¡Oh concurso de religiosos!", Él además se dirige a ellos: "¿Puede alguno de vosotros competir con el Divino joven en la arena de la sabiduría y prolacion, o remontarse con Él en el cielo del significado y explicación interior? ¡No, por Mi Señor, el Dios de Misericordia! Todos se han desmayado en este Día ante la Palabra de tu Señor. Ellos están como muertos y desfallecidos, salvo aquel a quien tu Señor, el Todopoderoso, el Irrestringido, ha querido eximir. Tal hombre es, de hecho, de los dotados de conocimiento a la vista de Aquel Quien es el Irrestringido. Los habitantes del Paraíso y los moradores de los sagrados Apriscos le bendicen al atardecer y de madrugada. ¿Puede aquel que posee piernas de madera resistir a aquellos cuyos pies Dios ha hecho de acero? ¡No, por Aquel Quien ilumina a toda la creaciónl"

"Al observar cuidadosamente", advierte significativamente, "descubrimos que Nuestros enemigos son, en su mayoría los religiosos". "Entre el pueblo hubo quienes dijeron: `El ha repudiado a los religiosos'. Di: `¡Sí, por Mi Señor! ¡Yo, ciertamente, fui Quien abolió los ídolos!'." "Nos, en verdad, hemos hecho sonar la Trompeta, que es Nuestra Sublime Pluma, y he aquí, los religiosos y los eruditos, los doctos y los gobernantes, se desvanecieron, excepto aquellos a

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quienes Dios preservó, como muestra de Su gracia, y Él, verdaderamente, es el Todo Munífico, el Antiguo de los Días".

"¡Oh concurso de religiosos! Desechad las ociosas fantasías e imaginaciones, y volveos, entonces, hacia el horizonte de la Certeza. ¡Juro por Diosl Todo lo que poseéis no os aprovechará, ni todos los tesoros de la tierra, ni el mando que habéis usurpado. Temed a Dios, y no seáis de los perdidos". "Di: ¡Oh concurso de religiosos! Dejad de lado todos vuestros velos e indumentos. Dad oído a aquello a que os llama la Más Sublime Pluma, en este maravilloso Día... El mundo está cargado de polvo, por razón de vuestras vanas imaginaciones, y los corazones de aquellos que gozan de cercanía a Dios están inquietos por causa de vuestra crueldad. Temed a Dios, y sed de aquellos que juzgan con equidad".

"¡Oh vosotros, puntos de amanecer del conocimiento!" Él así los exhorta: "Cuidado, que no se os haga cambiar; ya que si cambiáis, los más de los hombres, igualmente, cambiarán. Esto, ciertamente, es una injusticia para con vosotros mismos y para con los demás... Sois como un manantial. Si cambia, así cambiarán los torrentes que fluyen de él. Temed a Dios y contaos entre los devotos. De igual manera, si el corazón del hombre se corrompe, sus extremidades también se corromperán. Y similarmente, si la raíz de un árbol se pudre, sus ramas, sus renuevos, sus hojas y sus frutos se pudrirán".

"Di: ¡Oh concurso de religiosos!", así apela a ellos; "Sed justos, os juro por Dios, y no anuléis la Verdad con las cosas que poseéis. Examinad lo que hemos enviado en verdad. Esto, verdaderamente, os ayudará,

y os acercará a Dios, el Poderoso, el Grande. Considerad y traed a la memoria, cómo cuando apareció Mahoma, el Apóstol de Dios, el pueblo Le negó. Ellos Le adscribieron, lo que hizo que el Espíritu (Jesús) se lamentara en Su muy Sublime posición, y el Espíritu fiel clamara. Considerad, además, las cosas que sucedieron a los Apóstoles y Mensajeros de Dios antes de Él a causa de lo que obraron las manos de los injustos. Hacemos mención de vosotros por amor de Dios, y os hacemos recordar Sus signos, y anunciamos a vosotros las cosas ordenadas para aquellos que están cerca de Él en el muy sublime Paraíso y en el altísimo cielo, y Yo, verdaderamente, soy el Anunciador, el Omnisciente. El ha venido para vuestra salvación, y ha soportado tribulaciones para que podáis ascender mediante la escala de la prolación, hasta la cima del entendimiento... Examinad, con honradez y justicia aquello que ha sido enviado. Esto, ciertamente, os exaltará por medio de la verdad, y os hará ver las cosas de que habéis sido privados, y os permitirá beber de Su chispeante Vino".

Palabras Dirigidas a Eclesiásticos Musulmanes

Consideremos ahora en forma más particular las referencias específicas y las palabras dirigidas directamente a los eclesiásticos musulmanes, por el Báb y Bahá'u'lláh. El Báb, según lo atestigua el Kitáb-iIqán, ha "revelado específicamente una Epístola a los sacerdotes de cada ciudad, en donde ha expuesto ampliamente el carácter del rechazo y repudio de

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cada uno de ellos". Estando en Isfáhán, ese consagrado baluarte eclesiástico musulmán, Él, por medio de su gobernador, Manúáhihr _Khan, invitó por escrito a los sacerdotes de esa ciudad a tomar parte en una competencia con Él, según lo expresó, "con el fin de demostrar la verdad y disipar el error". Ninguno de entre la multitud de sacerdotes que atestaban ese gran centro del saber tuvo el valor de aceptar ese desafío. Bahá ú'lláh, por Su parte, estando en Adrianópolis, según lo testifica su propia Tabla al _Shah de Persia, manifestó su deseo de "ser confrontado con los sacerdotes de la época para aducir pruebas y testimonios en presencia de Su Majestad el _Shah". Este ofrecimiento fue denunciado como una "gran presunción y asombroso atrevimiento» por los sacerdotes de Teherán, quienes, en su temor, aconsejaron a su soberano castigar inmediatamente al portador de esa Tabla. Anteriormente, estando Bahá'u'lláh en Bagdad, había expresado que a condición de que los sacerdotes de Najaf y Karbilá -las dos ciudades más santas después de Meca y Medina, a los ojos de los shí'íes- se reunieran y se pusieran de acuerdo sobre un milagro que desearan que se realizase, y firmaran y sellaran una declaración afirmando que, de realizarse tal milagro, ellos reconocerían la verdad de Su misión; Él sin vacilar lo efectuaría. A este desafío, ellos, según lo relata `Abdu'1-Bahá en Su libro Contestación a Unas Preguntas, no pudieron ofrecer mejor respuesta que ésta: "Este hombre es un hechicero; tal vez realice un encantamiento y entonces no tendremos nada más que decir". "Durante doce años", Bahá'u'lláh mismo ha atestiguado, "permanecimos en Bagdad. Por mucho que deseábamos

que se convocara una gran reunión de sacerdotes y hombres imparciales, no se tomó ninguna medida para que se pudiera distinguir la verdad de la falsedad, y se demostrara plenamente". Y nuevamente: "Asimismo, estando en Irak, quisimos reunirnos con los sacerdotes de Persia. Tan pronto como oyeron esto, huyeron diciendo: `¡Él es verdaderamente un hechicero manifiesto!' Esta es la palabra que en otro tiempo salió de la boca de quienes eran como ellos. Éstos (sacerdotes) objetaron lo que aquéllos decían, y, sin embargo, ellos mismos repiten, en este día, lo que se dijo antes que ellos y no lo comprenden. ¡Por Mi Vida! Son como cenizas a la vista de tu Señor. Si es Su voluntad, vientos tormentosos soplarán sobre ellos y los convertirán en polvo. Tu Señor, verdaderamente, hace lo que es Su deseo".

Estos falsos, crueles y cobardes clérigos shí'íes, los cuales según declara Bahá'u'lláh, de no haber intervenido, Persia habría sido sometida por el poder de Dios en un poco más de dos años, han sido exhortados así en el Qayyúmu'1-Asma: "¡Oh concurso de sacerdotes! Temed a Dios, de este día en adelante, en las opiniones que expreséis, pues Aquel Quien es Nuestra Mención en medio de vosotros y Quien proviene de Nos es, en verdad, Juez y Testigo. Apartaos de aquello a que os aferráis, y que el Libro de Dios, el Verdadero, no ha aprobado, pues en el Día de la Resurrección, en el Puente, en verdad, deberéis rendir cuenta de la posición que ocupabais".

En ese mismo Libro, el Báb dirige estas palabras a los _shí'íes, al igual que a todo el cuerpo de los seguidores del Profeta: "¡Oh concurso de shí'íes! Temed a Dios y a Nuestra Causa, que concierne a Aquel

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Quien es la Más Grande Mención de Dios. Pues grande es su fuego, según lo decretado en el Libro Madre". "¡Oh pueblo del Corán! Sois como nada a menos que os sometáis a la Mención de Dios y a Su Libro. Si seguís la Causa de Dios, os perdonaremos vuestros pecados, y si os apartáis de Nuestro mandamiento, Nos, en verdad, condenaremos vuestras almas, en Nuestro Libro, al Más Grande Fuego. Nos, verdaderamente, no tratamos injustamente a los hombres, ni siquiera en la medida de una monda en un hueso de dátil".

Y finalmente, en ese mismo Comentario, aparece esta asombrosa profecía: "Dentro de poco, Nos, en verdad, atormentaremos a aquellos que hicieron guerra a Husayn (Imán Husayn), en la Tierra del Éufrates, con el más aflictivo tormento, y el más espantoso y ejemplar castigo". "Dentro de poco", también refiriéndose a esa misma gente, ha escrito en ese Libro, "tomará Dios venganza en ellos, en el momento de Nuestra Vuelta, y Él, en verdad, ha preparado para ellos, en el mundo venidero, un severo tormento".

En cuanto a Bahá'u1láh, los pasajes que cito en estas páginas constituyen sólo una fracción de las referencias a los sacerdotes musulmanes, que abundan en Sus escritos. "El Árbol del Lato, más allá del cual no hay paso", dice, "clama, a causa de la crueldad de los sacerdotes. Da gritos y se lamenta". "Desde el comienzo de esta secta (shí'í) ", Él ha escrito en Su Epístola al Hijo del Lobo, "hasta el día de hoy, cuán grande ha sido el número de sacerdotes que ha aparecido, sin que ninguno de ellos llegara a conocer la naturaleza de esta Revelación. ¿Cuál podía ser la

causa de tal descarrío? Si la mencionáramos, sus miembros se destrozarían. Es necesario que mediten; es más, que mediten un millar de años, para que quizás obtengan una gota del océano del conocimiento y descubran aquello que han desatendido en este día. Caminaba por la Tierra de Tá (Teherán) -la fuente de los signos de tu Señor- cuando, he aquí, escuché la lamentación de los púlpitos y la voz de su súplica a Dios, bendito y glorificado sea. Clamaban diciendo: `¡Oh Dios del mundo y Señor de las naciones! Tu ves nuestro estado y lo que nos ha sobrevenido, a causa de la crueldad de Tus siervos. Tú nos has creado y nos has revelado para Tu glorificación y alabanza. Ahora escuchas lo que desde nosotros proclaman los rebeldes en Tus días. ¡Por Tu poderl Nuestras almas se han fundido, y nuestros miembros tiemblan. ¡Ay, ay! Ojalá que nunca hubiésemos sido creados ni revelados por Ti!' Los corazones de aquellos que gozan de cercanía a Dios son consumidos por estas palabras, y de ellos se elevan los lamentos de quienes están consagrados a Él».

"Esas densas nubes", ha declarado Él en esa misma epístola, "son los exponentes de ociosas fantasías y vanas imaginaciones, que no son otros que los sacerdotes de Persia". "Con `sacerdotes', en el pasaje citado anteriormente", explica Él con referencia a lo mismo, "se quiere decir aquellos hombres que externamente se atavían con la vestimenta del conocimiento pero que internamente están privados de él. Con respecto a esto, citaremos de la Tabla dirigida a Su Majestad el _Sháh ciertos pasajes de las `Palabras Ocultas' que fueron reveladas por la Pluma de Abhá con el nombre de `Libro de Fátimih', ¡las bendiciones de

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Dios sean con ella!: `¡Oh necios que tenéis reputación de sabios! ¿Por qué os disfrazáis de pastores, cuando interiormente os habéis vuelto lobos al acecho de Mi rebaño? Sois como la estrella que sale antes del alba y que, aunque parece brillante y luminosa, desvía a los viajeros de Mi ciudad hacia los caminos de la perdición'. Asimismo, dice: `¡Oh vosotros, que parecéis perfectos pero por dentro estáis corrompidos! Sois como agua clara pero amarga, que aparentemente es pura y cristalina, pero de la cual, al ser probada, ni una gota es aceptada por el divino Probador. . De hecho, el rayo del sol igual cae sobre el polvo que sobre el espejo; sin embargo, al reflejarse, difieren éstos como difiere la estrella de la tierra; es más: inmensurable es la diferencia'.»

', Hemos invitado a todos los hombres", ha declarado Bahá'u'lláh en otra Tabla, "a volverse hacia Dios, y les hemos dado a conocer el Sendero Recto. Ellos (los sacerdotes) se levantaron contra Nos con tal crueldad, que han minado la fortaleza del Islam y, sin embargo, la mayoría de la gente está distraída". "Los hijos de Aquel Quien es el Amigo de Dios (Abraham) ", Él ha escrito además, "y los herederos de Aquel Quien conversó con Dios (Moisés), a quienes se consideraba los más abyectos de los hombres, han desgarrado los velos, han rasgado la envoltura y han tomado el Vino Sellado, de manos de la Munificencia de Aquel Quien es el Que Subsiste por Sí mismo, y han bebido hasta saciarse, en tanto que los detestables sacerdotes _shí°íes han permanecido, hasta el tiempo actual, vacilantes y perversos". Y nuevamente: "Los sacerdotes de Persia cometieron lo que ningún pueblo de entre los pueblos del mundo ha cometido."

"Si esta Causa es de Dios", f así dirige la palabra al Ministro del _Sháh en Constantinopla, "ningún hombre prevalecerá sobre ella; y si no es de Dios, los sacerdotes de entre vosotros, y aquellos que siguen sus deseos corruptos, y aquellos que se han rebelado contra Él, por cierto, bastarán para vencerla".

"De todos los pueblos del mundo", observa tl en otra Tabla, "el que ha sufrido mayor pérdida ha sido y es aún el pueblo de Persia. ¡Juro por el Sol de la Prolación, que brilla sobre el mundo en su gloria meridiana! Las lamentaciones de los púlpitos continuamente se elevan en ese país. En los primeros días tales lamentaciones se oyeron en la tierra de Tá (Teherán), ya que los púlpitos levantados con el fin de recordar al Verdadero -exaltada sea Su gloriaahora, en Persia, se han convertido en lugares desde donde se profieren blasfemias contra Aquel Quien es el Deseo de los mundos".

"En este día", es Su aguda acusación, "el mundo está impregnado con las fragancias del manto de la Revelación del Antiguo Rey... y, sin embargo, ellos (los sacerdotes) se han reunido, han ocupado sus asientos y han pronunciado lo que avergonzaría hasta a un animal, ¡cuanto más, a un hombre! Si comprendieran uno solo de sus hechos y percibieran el daño que han causado, ellos con sus propias manos se despacharían a su morada final".

"¡Oh concurso de sacerdotes!", Bahá'u'lláh así les ordena. ". . . Dejad de lado lo que poseéis, guardad silencio y entonces prestad oídos a lo que dice la Lengua de Grandeza y Majestad. ¡Cuántas son las siervas cubiertas de velos que se han vuelto hacia

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Mí y han creído, y cuán numerosos son los portadores de turbantes que se han apartado de Mí, siguiendo los pasos de anteriores generaciones!"

"¡Juro por el Sol que brilla sobre el Horizonte de la Prolación!", afirma, "Una mondadura de la uña de una de las siervas creyentes es, en este día, más estimada, a la vista de Dios, que los sacerdotes de Persia, quienes, después de mil trecientos años de espera, han perpetrado lo que no perpetraron los judíos durante la Revelación de Aquel Quien es el Espíritu (Jesús)". "Aunque se regocijen", es Su advertencia, "por las adversidades que Nos han sobrevenido, llegará el día en que llorarán y se lamentarán".

"¡Oh desatento!", así se dirige, en el Lawh-i-Burhán, a un infame mujtahid persa, cuyas manos estaban manchadas con la sangre de mártires Bahá'ís, "No te confíes en tu gloria y tu poder. Eres como la última huella de la luz del sol en la cúspide de una montaña. Pronto se desvanecerá, como lo ha decretado Dios, el Que Todo lo Posee, el Altísimo. Tu gloria, y la gloria de quienes son como tú, os ha sido quitada, y esto, verdaderamente, es lo que ha ordenado Aquel de Quien es la Tabla Madre ... Por causa de vosotros Se lamentó el Apóstol (Mahoma), y clamó la Casta (Fatimih), y los países fueron asolados, y la oscuridad cayó sobre todas las regiones. ¡Oh concurso de sacerdotes! Por causa de vosotros fue humillado el pueblo, fue arriado el estandarte del Islam, y su poderoso trono fue derribado. Cada vez que un hombre de discernimiento trataba de atenerse a lo que habría de exaltar al Islam, levantaban clamor impidiéndole lograr su propósito, en tanto que el país seguía en evidente ruina".

"Di: ¡Oh concurso de sacerdotes persas!", nuevamente profetiza Bahá'u'lláh, "En Mi Nombre habéis tomado las riendas de los hombres y ocupáis los asientos de honor a causa de vuestra relación conmigo. Sin embargo, cuando Me revelé a Mí mismo, os apartasteis y cometisteis lo que ha hecho que corran las lágrimas de quienes Me han reconocido. Dentro de poco perecerá todo lo que poseéis, y vuestra gloria se convertirá en la más miserable humillación, y veréis el castigo por lo que habéis obrado, como lo ha decretado Dios, el Ordenador, el Omnisciente".

En el Súriy-i-Mulúk, dirigiéndose a toda la compañía de jefes eclesiásticos del Islam Sunni en Constantinopla, la capital del Imperio y sede del Califato, Él ha escrito: "¡Oh sacerdotes de la Ciudad! Vinimos a vosotros con la verdad y no hicisteis caso de ella; Me parece que sois como muertos envueltos en la mortaja de vuestro propio yo. No buscasteis Nuestra presencia, cuando eso habría sido mejor para vosotros que todas vuestras obras. . . Sabed que si vuestros guías, a quienes debéis lealtad, y de quienes os enorgullecéis, a quienes mencionáis de día y de noche, y por cuyos pasos os guiáis; si ellos hubiesen vivido en estos días se habrían reunido en torno de Mí y no se habrían separado de Mí, ni en la mañana ni al atardecer. Mas vosotros no volvisteis vuestro rostro hacia Mi rostro, ni siquiera por un momento; os ensoberbecisteis, y descuidasteis a este Agraviado, Quien ha sido tan acongojado por los hombres que Le han tratado como han querido. No preguntasteis por Mi condición, ni os informasteis de lo que Me había sucedido. Con esto os habéis privado de los vientos de la santidad y de las brisas de la munifi

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cencia, que soplan desde este luminoso y perspicuo Lugar. Me parece que os habéis aferrado a lo externo, olvidando lo interno, y decís lo que no hacéis. Sois amantes de nombres y parecéis haberos entregado a ellos. Por esta razón, hacéis mención de los nombres de vuestros guías. Y si alguien como ellos, o superior a ellos, viniera a vosotros, huiríais de él. Por sus nombres os habéis ensalzado, habéis obtenido vuestra posición, y vivís y prosperáis. Y si vuestros guías reapareciesen, no renunciaríais a vuestra jefatura, ni os dirigiríais a ellos, ni volveríais vuestro rostro hacia ellos. Os encontramos, como encontramos a los más de los hombres, adorando nombres que mencionan durante los días de su vida, y con los cuales se ocupan. Sin embargo, tan pronto como aparecen los Portadores de esos nombres, ellos los repudian, y les vuelven la espalda.. . Sabed que Dios en este día no aceptará vuestros pensamientos, ni vuestra mención de Él, ni vuestra adoración de Él, ni vuestras devociones, ni vuestras vigilias, a menos que a juicio de este Siervo seáis renovados, si pudierais comprenderlo".

La voz de 'Abdu'1-Bahá, Centro del Convenio de Dios, también se ha elevado, anunciando los horrorosos infortunios que habrían de sobrevenir, poco después de Su fallecimiento, a las jerarquías eclesiásticas del islam tanto Sunní como _Shí`í. "Esta gloria", ha escrito, "se convertirá en la más baja humillación, y esta pompa y poder serán transformados en la más completa subyugación. Sus palacios serán convertidos en cárceles, y el curso de su ascendente estrella terminará en las profundidades de un foso. Desaparecerán las risas y el regocijo; es más, se ele

vara la voz de su llanto". "Como la nieve", Él además ha escrito, "se derretirán bajo el sol estival".

La disolución de la institución del Califato, la completa secularización del estado que había guardado la institución más augusta del Islam, y el virtual derrumbamiento de la jerarquía shí'í en Persia fueron las consecuencias visibles e inmediatas del tratamiento dado a la Causa de Dios por el clero de las dos comuniones más grandes del mundo musulmán.

La Declinante Suerte del Islam Shí'í

Consideremos primeramente las calamidades punitivas que han caracterizado la declinante suerte del Islam _Shítí. Las iniquidades referidas sumariamente al comienzo de estas páginas, y de las cuales es ante todo responsable el orden eclesiástico shí`í de Persia; iniquidades que, en las palabras de Bahá'u'lláh, habían hecho "lamentarse al Apóstol (Mahoma) y clamar a la Casta (Fátimih)", y "quejarse a todo lo creado, y temblar las extremidades de los santos"; iniquidades que habían acribillado con balas el pecho del Báb, habían agobiado a Bahá'uIláh, habían emblanquecido su cabello y Le habían hecho proferir gemidos de angustia, haciendo que Mahoma llorara por Él y jesús se golpeara la cabeza, y el Báb lamentara Su condición: semejantes iniquidades no podían, por cierto, ni debían permanecer sin castigo. Dios, el Más Fiero de los Vengadores, estaba a la espera, prometiendo "no perdonar la injusticia de ningún hombre". El agote de Su castigo, rápido, inesperado y terrible, cayó fi

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realmente sobre quienes habían cometido esas iniquil dades.

Una revolución de proporciones alarmantes, de repercusiones de largo alcance, asombrosa por la ausen= cia de derramamiento de sangre e incluso de violen= cia, que caracterizó su desarrollo, desafió a ese ascendiente eclesiástico que, durante siglos, había sidoparte esencial del Islam en ese país, y prácticamente: derribó una jerarquía con la cual habían estado entrelazadas inextricablemente la organización del estado y la vida del pueblo. Dicha revolución no señaló la separación del estado de una iglesia nacional: De hecho, fue equivalente a la desorganización de lo que podría llamarse un estado eclesiástico, estado que había aguardado lleno de esperanza, hasta el momento de su expiración, el feliz advenimiento del Imán Oculto, quien no sólo tomaría las riendas de la autoridad del Sháh, primer magistrado que era apenas Su representante, sino que también asumiría el dominio de todo el mundo.

El espíritu que ese orden clerical, durante un siglo entero, había tratado tan asiduamente de destruir, y la Fe que con tan feroz brutalidad había intentado extirpar, ahora, mediante las fuerzas que habían engendrado en el mundo, trastornaban a su vez el equilibrio y minaban la fuerza de ese mismo orden, cuyas ramificaciones se habían extendido a todas las esferas, deberes y actos vitales de ese país. La sólida muralla del Islam, aparentemente inexpugnable, era ahora sacudida hasta los cimientos, a punto de desplomarse ante los ojos mismos de los perseguidos seguidores de la Fe de Bahá'u'lláh. Una jerarquía sacerdotal que durante tanto tiempo había retenido

en la esclavitud a la Fe de Dios, pareciendo en cierto momento haberla herido mortalmente, era ahora víctima de una autoridad civil superior cuya política decidida era atar, firme e inexorablemente, sus amarras en torno a ella.

El vasto sistema de esa jerarquía, con todos sus elementos y accesorios: sus _Shaykhu'1-Islam (sumos sacerdotes), sus mujtahides (doctores de la ley), sus mulláes (sacerdotes), sus alfaquíes (jurisconsultos), sus imanes (guías de oración), sus almuecines (pregoneros), sus vu'ázz (predicadores), sus qadíes (jueces), sus mutavallíes (custodios), sus madrishis (seminarios), sus mudarrisines (profesores), sus tullábes (pupilos), sus qurraes (entonadores), sus mu'abbirines (adivinos), sus muhaddithines (narradores), sus musakhkhirines (exorcizadores ), sus dhákirines (recordadores), sus `ummál-i-_dhakat (limosneros) sus muqaddasines (santos), sus munzavíes (reclusos) sus sufíes, sus derviches y un sin fin de otras cosas, fue paralizado y desacredítado totalmente. Sus mujtahides, esos promotores de discordia que ejercían poderes de vida o muerte, y a quienes durante generaciones se les habían rendido honores casi reales, fueron reducidos a un número deplorablemente insignificante. Los prelados de la iglesia islámica, que se cubrían la cabeza con un turbante, y quienes, en las palabras de Bahá'u'lláh, "adornaban su cabeza de verde y blanco, y cometían lo que hacía gemir al Espíritu fiel", fueron despiadadamente barridos, con excepción de un puñado de ellos, quienes, a fin de resguardarse contra la furia del pueblo impío, están ahora obligados a someterse a la humillación de tener que mostrar, cada vez que la ocasión lo exige, la licencia

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otorgada por las autoridades civiles para portar el, emblema, en extinción, de una autoridad extinguida. El resto de esta clase portadora de turbante, ya sean siyyides, mulláes o hájíes, fueron forzados no sólo a cambiar su venerable toca por el kuláh-i-farangí (sombrero europeo) que no hace mucho tiempo ellos - mismos habían anatematizado, sino también a desechar sus amplias túnicas y ponerse los ajustados vestidos de estilo europeo, cuya introducción en su país ellos habían desaprobado tan violentamente, una generación atrás.

"Las cúpulas de azul y blanco", referencia de `Abdu'1-Bahá a las redondas y voluminosas prendas que llevaban en sus cabezas los sacerdotes de Persia, de hecho, se han "invertido". Aquellos que habían cubierto con ellas sus cabezas, los arrogantes, fanatices, pérfidos y retrógrados clérigos, que, en "las manos de su autoridad", según lo atestigua Bahá'u'lláh, "sostenían las riendas del pueblo", cuyas "palabras eran el orgullo del mundo", y cuyas "obras eran la vergüenza de las naciones", al reconocer su miserable estado, cabizbajos y sin esperanzas volvieron a sus casas, para llevar hasta su término una triste existencia. Impotentes y resentidos, observan la marcha de un proceso que, habiendo cambiado totalmente su política y arruinado su obra, avanza irresistiblemente hacia su culminación.

La pompa y boato de esos príncipes de la iglesia del Islam, ya han desaparecido. Se han acallado sus fanáticas protestas, sus clamorosas invocaciones, sus ruidosas demostraciones. Son letra muerta sus fetuas (sentencias), que pronunciaron con tal descaro, y que a veces incluían acusaciones a reyes. Ha desapa

recido la espectacular vista de las oraciones colectivas, en las cuales, formando innumerables filas, participaban miles de fieles. Están desiertos y silenciosos los púlpitos desde donde descargaban sus estruendosos anatemas contra poderosos e inocentes a la vez. Sus wagfes, esas inapreciables y extensas dotaciones -propiedad en tierra del Imán esperado- que sólo en Isfáhan abarcó en cierto tiempo toda la ciudad, han sido arrancadas de sus manos y entregadas al manejo de una organización laica. Sus madrisihs (seminarios), con su enseñanza medieval, están desiertos y ruinosos. Los innumerables tomos de comentarios, explicaciones, glosas y notas teológicas, imposibles de leer y sin utilidad, producto de esfuerzo e ingenio mal guiados, y estigmatizados por uno de los más ilustrados pensadores islámicos de los tiempos modernos como obras que oscurecen el sano entendimiento, crían gusanos y merecen el fuego, han sido olvidados y están ahora archivados y cubiertos de telaraïïas. Sus abstrusas disertaciones, sus vehementes controversias, sus interminables discusiones, están fuera de moda y han sido abandonadas. Sus masjides (mezquitas), e imam-zadihs (tumbas de santos), que tenían el privilegio de dar el bast (derecho de santuario) a muchos criminales, y que habían degenerado en un mostruoso escándalo, en cuyas murallas resonaban las entonaciones de un clero hipócrita y disoluto, cuyas ornamentaciones competían con los tesoros de los palacios de los reyes, han sido abandonadas o bien han caído en ruinas. Sus takyihs, lugares frecuentados por los perezosos, pasivos y contemplativos beatos, han sido vendidos o cerrados definitivamente. Sus ta'zíyihs (autos religiosos) representados con barbá

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rico celo y acentuados por repentinos espasmos de desenfrenada excitación religiosa, han sido prohibidos. Aun sus raw~ih-kháníes (lamentaciones), con sus largos y lastimeros alaridos que salían de tantas casas, han sido restringidas y desalentadas. Los sagrados peregrinajes a Najaf y Karbilá, los sepulcros más sagrados del mundo shí'í, se han reducido en número, haciéndose cada vez más difíciles, e impidiew do así a muchos ávidos mulláes entregarse al conca= grado hábito de cobrar el doble por hacer esos peregrinajes en nombre de gente religiosa. El abandono del velo, que los mulláes encarnizadamente trataron de impedir; la igualdad de sexos, que su ley prohibía; la constitución de tribunales civiles que reemplazaron a sus cortes eclesiásticas; la abolición del síghih (concubinato), que, al contraerse por períodos cortos, es difícilmente distinguible de la cuasi prostitución, y que hizo de la turbulenta y fanática Mashhad el centro nacional de peregrinaje, una de las ciudades más inmorales del Asia; y, finalmente, los esfuerzos que se hacen por desacreditar la lengua árabe, idioma sagrado del Islam y del Corán, y de divorciarla del persa: todo esto ha contribuido sucesivamente a la aceleración de ese irresistible proceso, que ha subordinado a la autoridad civil la posición e intereses de los clérigos musulmanes, hasta un punto jamás pensado por ningún mullá.

Bien haría el áqá (mulló), que en otro tiempo llevaba enhiesto turbante, barba larga y aspecto grave, y que insolentemente se entrometía en todos los aspectos de la actividad humana; sentado ahora, sin toca, afeitado al rape, en el retiro de su hogar, y quizás escuchando los compases de música occidental que

resuenan por el éter de su país natal, si se detuviera a pensar, por un momento, en los apagados resplandores de su desaparecido imperio. Bien haría en reflexionar sobre los estragos que ha causado la creciente marea de nacionalismo y escepticismo en las diamantinas tradiciones de su país. Bien haría en rememorar los felices días en que, montado en un asno, se paseaba por las bazares y maydanes de su ciudad natal, y una ansiosa pero engañada muchedumbre corría a besar con fervor no sólo sus manos, sino también la cola del animal en que cabalgaba. Bien haría en recordar el ciego entusiasmo con que aclamaban sus actos y los prodigios y milagros que atribuían a su realización.

En verdad, podría mirar más atrás y recordar el reinado de aquellos piadosos monarcas safavies que se deleitaban en llamarse "perros del umbral de los inmaculados Imanes"; cómo uno de esos reyes fue inducido a caminar a pie delante del mujtahid mientras éste cabalgaba por el maydán-i-sháh, plaza principal de Isfáhán, como señal de la subordinación real al ministro favorito del Imán Oculto, ministro que, a diferencia del título del sháh, se hacía llamar "el siervo del Señor de la Santidad (Imán`Alí)".

¿No fue ese mismo _Sháh `Abbás el Grande -bien haría en meditarlo- a quien arrogantemente se había dirigido otro mujtahid llamándole "fundador de un imperio prestado", dando a entender que el reino del "rey de reyes" realmente pertenecía al Imán esperado, y que el sháh sólo lo tenía en su calidad de fideicomisario temporal? ¿No fue ese mismo sháh quien caminó toda la distancia de ochocientas millas desde Isfáhán a Mashhad, la "especial gloria del mun

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do shíT', para ofrecer sus oraciones de la única manera que correspondía al _sháhansháh en el sepulcro del Imán R@á, y despabiló los mil cirios que adornaban sus patios? Y el _Shah Tahmasp, al recibir una epístola escrita por otro mujtahid, ¿no se había levantado de un salto, colocándola ante sus ojos y besándola en su arrobamiento, y porque había sido llamado 'hermano', ordenó que la colocaran en su mortaja y enterraran junto a él?

¿No podría pensar ese mismo mulla en los torrentes de sangre que, durante los largos años en que gozó de impunidad de conducta, corrieron por orden suya, los rimbombantes anatemas que pronunció y el gran ejército de huérfanos y viudas, de desheredados, de deshonrados, indigentes y sin hogar, que en el Día del Ajuste de Cuentas, de común acuerdo, clamarían por venganza e invocarían la maldición de Dios para él?

Esa infame banda, en verdad, se merecía la degradación en que había caído. Persistentemente desatendió la sentencia de muerte que el dedo de Bahá ú = lláh había inscripto en la pared, siguió durante cerca de cien años su fatal curso, hasta que a la hora señalada su fin fue anunciado por esas fuerzas espirituales y revolucionarias que, coincidiendo con los primeros albores del Orden Mundial de Su Fe, han trastornado el equilibrio de la humanidad, precipitando en tal confusión sus antiguas instituciones.

El Derrumbamiento del Califato

Esas mismas fuerzas, actuando en un campo paralelo, han producido una revolución aun más notable y radical, la cual ha terminado en el derrumbamiento y caída del Califato Musulmán, la más poderosa institución de todo el mundo islámico. Este suceso de portentoso significado ha sido seguido además por una formal y definitiva separación entre el estado y lo que quedó de la religión sumí en Turquía, y por la completa secularización de la república que ha surgido de las ruinas del teocrático Imperio Otomano. Esta catastrófica caída, que dejó atónito al mundo islámico, y la declarada, incondicional y formal división entre los poderes espirituales y temporales, que distinguió a la revolución en Turquía de la que ocurrió en Persia, es lo que pasaré a examinar ahora.

El Islam sunní ha soportado, no por la acción de una potencia invasora extranjera, sino de manos de un dictador que declaraba profesar la Fe de Mahoma, un golpe más doloroso que el que, casi simultáneamente, recibió su secta hermana en Persia. Este acto de castigo, dirigido contra el archienemigo de la Fe de Bahá'u'lláh, recuerda un desastre similar causado por la acción de un emperador romano, durante la última parte del siglo primero de la era Cristiana: desastre que arrasó el templo de Salomón, destruyó el Sancta sanetórum, devastó la Ciudad de David, desarraigó la jerarquía judía de Jerusalén, mató despiadadamente a miles de judíos, los perseguidores de la religión de Jesucristo, dispersó el resto por la superficie de la tierra y erigió una colonia pagana en Sión.

El Califa, que se titulaba a sí mismo vicario del
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Profeta del Islam, ejercía una soberanía espiritual y, estaba investido de un carácter sagrado que el sháh de Persia jamás pretendió ni poseyó. Tampoco debe olvidarse que su esfera de jurisdicción espiritual se extendía a países muy alejados de los confines de su. propio imperio y abarcaba una abrumadora mayoría de musulmanes por todo el mundo. Él, además, en su calidad de representante del Profeta en la tierra, se consideraba protector de las ciudades santas de Meca y Medina, defensor y propagador del Islam y comandante de sus seguidores en toda guerra santa que fuesen llamados a librar.

Este personaje tan poderoso, tan augusto y sagrado, fue primero, en virtud de la abolición del sultanato en Turquía, privado de esa autoridad temporal que los exponentes de la escuela sunní habían considerado concomitante necesaria de su alto cargo. La espada, emblema de la soberanía temporal, fue así arrancada de las manos del comandante, a quien durante un corto período se le pemitió ocupar tan anómala y precaria posición. Sin embargo, pronto se anunció al mundo sunní, el cual previamente no había sido consultado en lo más mínimo, que el propio califato había sido extinguido, y que el país que lo había aceptado como apéndice de su sultanato, durante más de cuatrocientos años, lo había repudiado ahora definitivamente. Los turcos, que desde la decadencia árabe habían sido los belicosos jefes del mundo mahometano, y que habían llevado el estandarte del Islam hasta las puertas de Viena, sede de gobierno de la primera potencia de Europa, habían dimitido la jefatura. El ex califa, desprovisto de su pompa real, despojado de los símbolos de su vicariato y

abandonado por amigos y enemigos, se vio obligado a huir de Constantinopla, la imponente sede de la doble soberanía, al país de los infieles, resignándose a la misma vida de exilio a que varios de los demás soberanos habían sido y eran aún condenados.

Tampoco ha conseguido el mundo sunní, a pesar de enérgicos esfuerzos, designar a alguien que en su lugar, aunque privado de la espada de comandante, todavía actúe como custodio de la capa y el estandarte del Apóstol de Dios, los dos símbolos sagrados del califato. Se celebraron conferencias, seguidas de discusiones; se convocó a un Congreso del Califato en la capital egipcia, la Ciudad de los Fatimíes, sólo para terminar en la ampliamente difundida y publicada confesión de su fracaso: "Han acordado el desacuerdo."

Extraña, increíblemente extraña, debe parecer la posición de esta poderosísima rama de la Fe del Islam, sin una cabeza externa y visible que exprese sus sentimientos y convicciones, con su unidad destruida completamente, su resplandor oscurecido, su ley minada y sus instituciones sumidas en desesperada confusión. Esa institución que había desafiado los inalienables y divinamente señalados derechos de los Imanes de la Fe de Mahoma, después de un ciclo de trece siglos, se había desvanecido como humo; institución que había asestado golpes tan despiadados a una Fe cuyo Precursor era Él mismo descendiente de los imanes, los legítimos sucesores del Apóstol de Dios.

¿A qué podía referirse esta notable profecía, encerrada en el Lawh-i-Burhán, sino a la caída de ese coronado jefe supremo de los musulmanes sunníes?:

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"¡Oh concurso de sacerdotes musulmanes! Por causa de vosotros fue humillado el pueblo, fue arriado el estandarte del Islam, y su poderoso trono fue derribado." ¿Qué decir de la indudablemente clara y asombrosa profecía que aparece en el Qayyúmu'1-AsmáT: "Dentro de poco, Nos en verdad, atormentaremos a quienes hicieron guerra contra Husayn (Imán Husayn), en el país del Éufrates, con el más aflictivo tormento y el más horrible y ejemplar castigo." ¿Qué otra interpretación puede darse a esta tradición mahometana?: "En los días postreros una dolorosa calamidad sobrevendrá a Mi pueblo de manos de su gobernante, calamidad que hombre alguno jamás ha presenciado."

Sin embargo, esto no fue todo. La desaparición del Califa, jefe espiritual de más de doscientos millones de mahometanos, trajo consigo, en el país que había asestado al Islam tan severo golpe, la anulación de la ley canónica _sharí'ah, la abolición de las instituciones sunníes, la promulgación del código civil, la supresión de las órdenes religiosas, la abrogación de los ceremoniales y tradiciones inculcadas por la religión de Mahoma. El Shaykhu'1-Islam y sus satélites, incluidos muftíes, gádíes, hujahs, jeques, súfíes, hailes, mawlavíes, derviches y otros, desaparecieron por un golpe más enérgico, abierto y drástico, que el dado a los sM`íes por el sháh y su gobierno. Las mezquitas de la capital, orgullo y gloria del mundo islámico, fueron abandonadas, y la más bella y famosa de ellas, la incomparable Santa Sofía, "el Segundo Firmamento", "el Vehículo de los Querubines", fue convertida en museo por los atrevidos creadores de un régimen secular. La lengua árabe, idioma del Pro

feta de Dios, fue desterrada del país, su alfabeto fue reemplazado por caracteres latinos, y el Corán mismo, traducido al turco, para los pocos que aún deseaban leerlo. La constitución de la nueva Turquía no sólo proclamó formalmente la separación del estado y supresión del Islam, con todos sus decretos concomitantes, ateos en opinión de algunos, sino que también anunció varias medidas dirigidas a su ulterior humillación y debilitamiento. Aun la ciudad de Constantinopla, "la Cúpula del Islam", apostrofada en terminos tan condenatorios por Bahá'u'lláh, la cual después de la caída de Bizancio había sido aclamada por Constantino el Grande como la "Nueva Roma" y elevada a la categoría de metrópoli, tanto del Imperio Romano como de la Cristiandad, y posteriormente venerada como la sede de los Califas, fue relegada a la posición de ciudad provincial y despojada de toda su pompa y gloria, con sus altos y esbeltos minaretes como guardias junto a la tumba de tanto esplendor y poder desaparecidos.

"¡Oh lugar que estás situado a orillas de los dos mares!", así ha apostrofada Bahá'u'lláh a la ciudad imperial, en términos que recuerdan las proféticas palabras dirigidas por Jesucristo a Jerusalén; "Verdaderamente, el trono de la tiranía se ha asentado en ti, y la llama del odio se ha encendido en tu seno, de tal manera que se ha lamentado y ha llorado el Concurso de lo alto y quienes circulan alrededor del Exaltado Trono. Vemos que en ti los necios gobiernan a los sabios, y la oscuridad se vanagloria ante la luz. De hecho, estás lleno de manifiesto orgullo. ¿Tu aparente esplendor te ha puesto jactancioso? ¡Por Aquel Quien es el Señor de la humanidad! Pron

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to se acabará, y se lamentarán tus hijas, y tus viudas, y todas las familias que habitan en ti. Así te lo hace saber el Omnisciente, el Sapientísimo".

Tal fue la suerte que corrieron el Islam shí°í y sunní, en los dos países en que habían puesto sus estandartes y erigido sus poderosísimas y renombradas instituciones. Tal fue su suerte en esos dos países, de los cuales, en uno murió desterrado Bahá'u'lláh, y en el otro sufrió el Báb la muerte de un mártir. Tal fue la suerte del supuesto vicario del Profeta de Dios y de los ministros favoritos del aún esperado Imán. "El pueblo del Corán", atestigua Bahá'u'lláh, "se levantó contra Nos, y Nos atormentó con tal tormento, que se lamentó el Espíritu Santo, retumbó el trueno, y las nubes lloraron por Nos... Mahoma, el Apóstol de Dios, deplora, en el altísimo Paraíso, sus actos". "Mi pueblo presenciará un día", sus propias tradiciones los condenan, "en que del Islam no habrá quedado nada sino un nombre, y del Corán sólo una mera apariencia. Los doctores de esa época serán los más malvados que el mundo haya jamás visto. De ellos procede la maldad, y a ellos volverá". Y nuevamente, "la mayor parte de Sus enemigos serán los sacerdotes. Su mandato no lo obedecerán, mas protestarán diciendo: `Esto es contrario a lo que nos han transmitido los Imanes de la Fe"'. Y otra vez: "En esa hora Su maldición descenderá sobre vosotros, y vuestra imprecación os afligirá, y vuestra religión quedará en vuestra lengua como una palabra vana. Y cuando aparezcan estas señales entre vosotros, esperad el día en que soplará sobre vosotros el viento candente, o el día en que habréis sido desfigurados, o cuando sobre vosotros habrán llovido piedras."

Advertencia para Todas las Naciones

Esta horda de sacerdotes envilecidos, estigmatizados por Bahá'u'lláh como "doctores de la duda", como las "abyectas manifestaciones del Príncipe de las Tinieblas", como "lobos" y "faraones", como "centros focales del fuego infernal", como "bestias voraces que devoran la carroña de las almas de los hombres", y según lo atestiguan sus propias tradiciones, como causas y víctimas del mal, se han unido a las diversas multitudes de _sháh-zádihs, de emires y principillos de dinastías caídas: testimonio y advertencia para todas las naciones de lo que debe, tarde o temprano, sobrevenir a esos poseedores del dominio terrenal, ya sean reales o eclesiásticos, que se atrevan a desafiar o perseguir a los Canales señalados y Encarnaciones de la autoridad y poder Divinos.

El Islam, a la vez progenitor y perseguidor de la Fe de Bahá'u'lláh, si leemos correctamente los signos de la época, apenas ha comenzado a sufrir el efecto de esta invencible y triunfante Fe. Sólo necesitamos recordar los mil novecientos años de abyecta miseria y dispersión que hubieron de soportar y aún soportan quienes persiguieron al Hijo de Dios durante el corto periodo de tres años solamente. Bien haríamos en preguntarnos, con sentimientos mixtos de pavor y sobrecogimiento, cuán severas deberán ser las tribulaciones de aquellos que, durante no menos de cincuenta años, "en cada momento han atormentado con un nuevo tormento" a Aquel Quien es el Padre, y quienes, además, han hecho beber a Su Anunciador -siendo Él también una Manifestación de Diosen tan trágicas circunstancias, la copa del martirio.

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He citado, en las páginas inmediatamente precedentes, algunos pasajes dirigidos en forma colectiva a los miembros del orden eclesiástico, tanto musulmanes como cristianos, y luego he anotado varias palabras y referencias específicas a sacerdotes musulmanes tanto _shí`íes como sunníes, después de lo cual he pasado a describir las calamidades que afligieron a esas jerarquías mahometanas, a sus jefes, sus miembros, sus propiedades, sus ceremoniales e instituciones. Veamos ahora las palabras dirigidas específicamente a los miembros del orden clerical cristiano, que, en su mayor parte, han desconocido la Fe de Bahá'u'lláh, en tanto que algunos de entre ellos, a medida que su Orden Administrativo ha adquirido mayor estatura, extendiendo sus ramificaciones por países cristianos, se han levantado para impedir su progreso, disminuir su influencia y oscurecer su propósito.

Sus Mensajes a jefes Cristianos

Una mirada a los escritos del Autor de la Revelación Bahá'í revelará el importante y significativo hecho de que Aquel Quien dirigió en forma colectiva un inmortal mensaje a todos los reyes de la tierra, Quien reveló una Tabla a cada una de las más destacadas testas coronadas de Europa y Asia, Quien publicó Su llamado a los jefes sacerdotales del Islam, tanto sunní como _shí°í, Quien no excluyó de su esfera a judíos y zoroastrianos, ha dirigido, fuera de Sus numerosas y repetidas exhortaciones y advertencias a todo el mundo cristiano, mensajes en particular -algunos generales, otros precisos y desafiantes

a los jefes y al conjunto de las órdenes eclesiásticas de la Cristiandad: su Papa, sus reyes, sus patriarcas, sus arzobispos, sus obispos, sus sacerdotes y sus monjes. Ya hemos visto, a propósito de los mensajes de Bahá'u`lláh a las testas coronadas del mundo, algunos aspectos de la Tabla al Pontífice Romano, así como también las palabras escritas a los reyes de la Cristiandad. Pasemos a considerar ahora aquellos pasajes en que han sido escogidos la aristocracia de la iglesia y sus servidores ordenados para ser exhortados y amonestados por la Pluma de Bahá'u'lláh:

"Di: ¡Oh concurso de patriarcas! Aquel Quien os fue prometido en las Tablas ha venido. Temed a Dios y no sigáis las vanas imaginaciones de los supersticiosos. Dejad a un lado las cosas que poseéis, y asíos firmemente a la Tabla de Dios, por Su soberano poder. Esto es mejor para vosotros que todas vuestras posesiones. Esto lo atestigua todo corazón entendedor y todo hombre perspicaz. ¿Os enorgullecéis de Mi nombre, y, sin embargo, os separáis de Mí como por un velo? ¡Esto es, verdaderamente, algo extraño!"

"Di: ¡Oh concurso de arzobispos! Aquel Quien es r_l Señor de todos los hombres ha aparecido, ¡En el llano de la guía, Él llama al género humano, en tanto que vosotros sois contados entre los muertos! Grande es la bienaventuranza de aquel que, conmovido por i       la brisa de Dios, se ha levantado de entre los muertos, en este perspicuo Nombre."

"Di: ¡Oh concurso de obispos! El estremecimiento se ha apoderado de todas las razas de la tierra, y Aquel Quien es el Padre Eterno llama en voz alta entre tierra y cielo. Bendito el oído que ha escuchado, y

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el ojo que ha visto, y el corazón que se ha vuelto hacia Aquel Quien es el Punto de Adoración de todos los que están en los cielos y todos los que están en la tierra." "¡Oh concurso de obispos! Sois las estrellas del cielo de Mi conocimiento. Mi misericordia no desea que os precipitéis a la tierra. Sin embargo, Mi justicia declara: `Esto es lo que El Hijo (jesús) ha decretado.' Y todo cuanto ha provenido de Su irreprochable, Su veraz y confiable boca, no podrá jamás ser alterado. Las campanas, ciertamente, repican en Mi Nombre, y se lamentan por Mí, pero Mi espíritu se regocija con evidente alegría. El cuerpo del Amado anhela la cruz, y su cabeza ansía la lanza, en el sendero del Todo Misericordioso. La superioridad del opresor no puede de modo alguno disuadirlo de Su propósito." Y además: "Han caído las estrellas del cielo del conocimiento: aquellos que aducen las pruebas que poseen para demostrar la verdad de Mi Causa, y hacen mención de Mi Nombre. Sin embargo, cuando vine a ellos en Mi majestad, se apartaron de Mí. Ciertamente, son de los caídos. Esto se lo profetizó el Espíritu (jesús) cuando Él vino con la verdad y los doctores judíos Le pusieron reparos, hasta que cometieron lo que hizo lamentarse al Espíritu Santo, y llorar a los ojos de aquellos que gozan de cercanía a Dios."

"Di: ¡Oh concurso de sacerdotes! No toquéis más las campanas y salid, entonces, de vuestras iglesias. Os incumbe, en este día, proclamar en voz alta el Más Grande Nombre entre las naciones. Preferís guardar silencio, en tanto que toda piedra y todo árbol proclama: `¡El Señor ha venido en Su gran gloria...!' Aquel que emplaza a los hombres en Mi

nombre, ciertamente, es de Mí, y ha de demostrar aquello que está más allá del poder de todos los que están en la tierra.. . Que la Brisa de Dios os despierte. Verdaderamente, ha soplado por todo el mundo. Bienaventurado aquel que ha descubierto su fragancia y ha sido contado entre los bien seguros." Y nuevamente: "¡Oh concurso de sacerdotes! Ha aparecido el Día de Ajuste de Cuentas, Día en que ha venido Aquel Quien estaba en el cielo. Él, verdaderamente, es Quien os fue prometido en los libros de Dios, el Santo, el Todopoderoso, el Todo Alabado. ¿Hasta cuándo vagaréis por el desierto de la negligencia y superstición? Volveos con vuestro corazón hacia vuestro Señor, el Perdonador, el Generoso."

"Di: ¡Oh concurso de monjes! No os recluyáis en iglesias y claustros. Salid con Mi permiso y ocupaos en aquello que dé provecho a vuestras almas y a las almas de los hombres. Así os ordena el Rey del Día del Ajuste de Cuentas. Recluíos en la fortaleza de Mi amor. Ésta, ciertamente, es una reclusión digna, si fueseis de aquellos que lo comprenden. Aquel que se encierra en una casa es de hecho como un muerto. Incumbe al hombre manifestar lo que aprovechará a todo lo creado, pues quien no produce frutos es merecedor del fuego. Así os aconseja vuestro Señor, y Él, ciertamente, es el Todopoderoso, el Todo Munífico. Entrad en matrimonio, para que después de vosotros otro ocupe vuestro lugar. Os hemos prohibido cometer actos pérfidos, pero no aquello que demuestre fidelidad. ¿Os habéis aferrado a las normas fijadas por vosotros mismos y desecháis con desdén las normas de Dios? Temed a Dios, y no seáis de los necios. Si no fuera por el hombre, ¿quién haría

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mención de Mí en Mi tierra, y cómo habrían sido revelados Mis atributos y Mi nombre? Meditadlo, y no seáis de aquellos que, cubiertos por un velo, están profundamente dormidos. Aquel que no se desposó (jesús) no encontró lugar donde morar o reclinar Su cabeza, a causa de lo que habían obrado las manos de los traicioneros. Su santidad no consiste en lo que creéis o imagináis, sino, más bien, en lo que Nos poseemos. Rogad porque comprendáis Su posición, que ha sido exaltada por encima de las imaginaciones de todos los que habitan en la tierra. Bienaventurados aquellos que lo comprenden." Y nuevamente: "¡Oh concurso de monjes! Si optáis por seguirme, os haré herederos de Mi Reino, y si pecáis contra Mí, Mi sufrimiento lo soportaré pacientemente, y Yo, ciertamente, soy el Que Siempre Perdona, el Misericordioso... Belén se ha puesto en movimiento con la Brisa de Dios. Escuchamos su voz que dice: `¡Oh generosísimo Señor! ¿Dónde se ha establecido Tu gran gloria? Los fragantes aromas de Tu presencia me han vivificado, después que me había desvanecido en mi separación de Ti. Alabado seas por cuanto has quitado los velos y has venido con poder en evidente gloria.' La llamamos desde detrás del Tabernáculo de Majestad y Grandeza, diciendo: `¡Oh Belén! Esta luz ha aparecido en el oriente y ha viajado hacia el occidente, hasta que llegó a ti en el atardecer de su vida. Dime, pues: ¿Reconocen los hijos al Padre y Le aceptan?; ¿o Le niegan así como el pueblo de otro tiempo Le negó a Él (jesús)?' Entonces, ella exclamó diciendo: `Tú eres en verdad, el Omnisciente, el Bien Informado'." Y nuevamente: "Considera, asimismo, cuán numerosos son en este tiempo los mon

jes que, habiéndose recluido en sus iglesias, en Mi Nombre, cuando llegó el tiempo señalado, y Nos les descubrimos nuestra belleza, no Me reconocieron, a pesar de que Me llaman de madrugada y al anochecer." "¿Leéis el Evangelio", nuevamente les dirige la palabra, "y sin embargo, rehusáis reconocer al Todo Glorioso Señor? Esto, en verdad, no es digno de vosotros, ¡oh concurso de instruidos ... ! Las fragancias del Todo Misericordioso se han esparcido por toda la creación. Dichoso el hombre que ha abandonado sus deseos, y se ha asido firmemente a la guía".

Esas "estrellas caídas" del firmamento de la Cristiandad, esas "densas nubes" que han oscurecido el resplandor de la verdadera Fe de Dios, esos príncipes de la iglesia que no han reconocido la soberanía del "Rey de Reyes", esos ilusos pastores del Hijo, que han eludido y desconocido el Prometido Reino que el "Padre Eterno" ha traído del cielo, y está estableciendo ahora en la tierra: todos ellos experimentan en este "Día del Ajuste de Cuentas" una crisis, por cierto no tan crítica como la que ha debido afrontar el orden sacerdotal del Islam, los enemigos inveterados de la Fe, pero tampoco menos general y significativa. "Se les ha quitado poder", realmente, y se les quita cada vez más, a esos eclesiásticos que hablan en el nombre de la Fe que profesan, pero que, sin embargo, están tan lejos de su espíritu.

Basta con que miremos a nuestro alrededor, al examinar la suerte de las órdenes eclesiásticas cristianas, para apreciar el continuo deterioro de su influencia, el menoscabo de su poder, el daño a su prestigio, el menosprecio de su autoridad, la disminución de sus

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congregaciones, el relajamiento de su disciplina, la restricción de su prensa, la timidez de sus jefes, la confusión en sus filas, la progresiva confiscación de sus propiedades, la capitulación de algunos de sus más poderosos baluartes y la extinción de otras antiguas y muy apreciadas instituciones. En realidad, desde que se proclamó el llamado Divino, y se anunció la invitación, y sonó la advertencia, y se pronunció la condena, este proceso, del cual puede decirse que comenzó con el derrumbamiento de la soberanía temporal del Pontífice Romano, poco después de que fuera revelada la Tabla al Papa, ha actuado con creciente ímpetu, amenazando la base misma sobre la cual descansa ese orden. Ayudado por las fuerzas que ha desatado el movimiento comunista, reforzado por las consecuencias políticas de la última guerra', acelerado por el excesivo, ciego, intolerante y agresivo nacionalismo que ahora convulsiona las naciones, y estimulado por la creciente corriente de materialismo, irreligión y paganismo, este proceso no sólo tiende a destruir las instituciones eclesiásticas, sino que parece llevar a la rápida descristianización de las masas en muchos países cristianos.

Me limitaré a enumerar ciertas manifestaciones sobresalientes de esta fuerza que invade cada vez más el dominio de uno de los principales sistemas religiosos de la humanidad, asaltando sus más firmes baluartes. La virtual extinción del poder temporal del gobernante más preeminente de la Cristiandad, inmediatamente después de la creación del reino de Italia; la ola de anticlericalismo que se extendió por Francia

Primera Guerra Mundial.

después del derrumbamiento del Imperio Napoléonico, y que terminó en la completa separación del Estado de la Iglesia Católica, en la laicización de la Tercera República, en la secularización de la educación, y en la supresión y dispersión de las órdenes religiosas; la rápida y súbita aparición de esa "irreligión religiosa", ese osado, consciente y organizado asalto emprendido en la Rusia Soviética contra la Iglesia Católica Griega, que precipitó la separación del Estado de la religión nacional, que mató despiadadamente un gran número de sus miembros, los cuales originariamente ascendían a más de cien millones de almas, que derribó, clausuró o convirtió en museos, teatros o almacenes, a miles y miles de iglesias, monasterios, sinagogas y mezquitas, que despojó a la iglesia de más de dos millones y medio de hectáreas de tierras, y mediante su "Liga de Militantes Ateos" y la promulgación de un "plan quinquenal de ateísmo", trató de desarraigar de sus fundamentos la vida religiosa de las masas; el desmembramiento de la monarquía austro-húngara, que disolvió de un golpe la más poderosa unidad que guardaba lealtad a la iglesia de Roma, y sostenía con sus recursos su administración; la separación del Estado español de esa misma Iglesia, y el derrocamiento de la monarquía, paladín de la cristiandad católica; la filosofía nacionalista, madre de un desenfrenado y obsoleto nacionalismo, el cual, después de destronar al Islam, ha atacado indirectamente la primera línea de la iglesia cristiana en países no cristianos, asestando duros golpes a las mis;ones católica, anglicana y presbiteriana en Persia, Turnuía y el Oriente Extremo; el movimiento revolucionario que trajo consigo la persecución de la Iglesia cató

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lica en México; y finalmente el evangelio del paganismo moderno, abierto, agresivo e implacable, que, en los años que precedieron al tumulto actual, y cada vez más desde su aparición, se ha extendido por el continente europeo, invadiendo los bastiones y sembrando confusión en el corazón de los seguidores de las Iglesias Católica, Ortodoxa Griega y Luterana, en Austria, Polonia, los Estados Bálticos y Escandinavos, y más recientemente en Europa occidental, hogar y centro de las más poderosas jerarquías de la Cristiandad.

Naciones Cristianas Contra Naciones Cristianas

Qué triste espectáculo de impotencia y destrucción presenta esta guerra fratricida, que naciones cristianas han emprendido contra naciones cristianas -anglicanos contra luteranos, católicos contra ortodoxos griegos, católicos contra católicos y protestantes contra protestantes- en favor de la pretendida civilización cristiana, a los ojos de quienes ya perciben la quiebra de las instituciones que dicen hablar en el nombre de Jesucristo y ser los custodios de Su Fe. La incapacidad y desesperación de la Santa Sede por detener esta lucha de destrucción mutua en que están ocupados los hijos del Príncipe de Paz, protegidos y apoyados por las bendiciones y arengas de los prelados de una iglesia dividida sin esperanzas, proclaman el grado de servilismo en que se han hundido las otrora todopoderosas instituciones de la Fe cristiana, y son claro recordatorio del paralelo estado de decadencia en que han caído las jerarquías de su religión hermana.

Trágicamente, la Cristiandad ha desconocido y se ha apartado lejos de la alta misión que Aquel Quien es el Verdadero Príncipe de Paz ha llamado a cumplir a todo el conjunto de los cristianos, mediante estos pasajes últimos de Su Tabla al Papa Pío Nono, los cuales establecen para siempre la distinción entre la misión de Bahá'u'lláh, en esta época, y la de Jesucristo: "Di: ¡Oh concurso de cristianos! En una ocasión previa, Nos revelamos a vosotros y no Me reconocisteis. Esta es otra ocasión más que se os ha concedido. Este es el Día de Dios; volveos hacia Él... El Amado no quiere que seáis consumidos por el fuego de vuestros deseos. Si fueseis apartados de Él como por un velo no sería por ninguna otra razón que por vuestra propia obstinación e ignorancia. Hacéis mención de Mí y no Me reconocéis. Me llamáis, y hacéis caso omiso de Mi revelación... ¡Oh pueblo del Evangelio! Aquellos que no estaban en el reino han entrado ahora en él, en tanto que os vemos, en este día, tardando en la entrada. Destruid los velos por el poder de vuestro Señor, el Todopoderoso, el Todo Munífico; entonces, en Mi Nombre, entrad en Mi Reino. Así os lo ordena Aquel Quien desea para vosotros vida sempiterna... Os vemos, oh hijos del Reino, en la oscuridad. Esto, verdaderamente, no os conviene. ¿Es que ante la luz teméis por vuestros actos? Dirigíos hacia Él... Verdaderamente, Él (Jesús) dijo: `Venid en pos de Mí, y os haré pescadores de hombres.' Sin embargo, en este día, Nos decimos: `Venid en pos de Mí, para que Nos os hagamos vivificadores de la humanidad'." "Di", ha escrito además, "Nos, en verdad, hemos venido por amor a vosotros, y hemos soportado los infortunios del mundo por

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vuestra salvación. ¿Huis de Aquel Quien ha sacrificado su vida para que seáis vivificados? Temed a Dios, oh seguidores del Espíritu (jesús), y no sigáis los pasos de cada sacerdote que se ha extraviado lejos... Abrid las puertas de vuestro corazón. Aquel Quien es el Espíritu (jesús), verdaderamente, está ante ellas. ¿Por qué os mantenéis lejos de Aquel Quien ha querido acercaros a un Lugar Resplandeciente? Di: Nos, en verdad, os hemos abierto las puertas del Reino. ¿Atrancaréis las puertas de vuestras casas ante Mi rostro? Esto, verdaderamente, no es sino grave error".

Tal es el estado a que ha llegado el clero cristiano; clero que se ha interpuesto entre su rebaño y el Cristo vuelto en la Gloria del Padre. A medida que la Fe de este Prometido penetra cada vez más en el corazón de la Cristiandad y se multiplican los reclutas de las guarniciones atacadas por su espíritu, provocando una acción coordinada y enérgica en defensa de los baluartes de la ortodoxia cristiana; y a medida que las fuerzas del nacionalismo, paganismo, secularismo y racismo avanzan conjuntamente hacia su punto culminante, no podemos dejar de suponer que la disminución del poder, autoridad y prestigio de esos eclesiásticos se acentuará, demostrando más claramente la veracidad y exponiendo más ampliamente las implicaciones de la declaración de Bahá'u'lláh que predice el eclipsamiento de las lumbreras de la Iglesia de jesucristo.

Devastadores han sido realmente los estragos causados a la jerarquía shí'í de Persia, y lamentable la suerte reservada a su resto que ahora gime bajo el yugo de la autoridad civil, a la que había despreciado

y dominado durante siglos. Catastrófico ha sido en realidad el derrumbamiento de la, más preeminente institución del Islam sumí, e irremisible ha sido la caída de su jerarquía en un país que había defendido la causa de aquel que se titulaba a sí mismo vicario del Profeta de Dios. Continuo e inexorable es el proceso que ha traído tal destrucción, vergüenza, división y debilidad a los defensores de los baluartes del eclesiasticismo cristiano, y tenebrosas son realmente las nubes que oscurecen su horizonte. Por las acciones de los sacerdotes cristianos y musulmanes -"ídolos" a quienes Bahá'u'lláh había acusado de constituir la mayoría de sus enemigos- que no obedecieron su orden de desechar sus plumas y abandonar sus fantasías, y que, según Su propio testimonio, si hubiesen creído en Él habrían llevado a cabo la conversión de las masas, el Islam y la Cristiandad han entrado, sin exagerar al decirlo, en la fase más crítica de su historia.

Sin embargo, que nadie se equivoque sobre mi propósito o tergiverse esta cardinal verdad que pertenece a la esencia de la Fe de Bahá'u'lláh. Todo seguidor de la religión Bahá'í sostiene, sin reservas e inquebrantablemente, el origen divino de todos los Profetas de Dios, incluyendo a jesucristo y al Apóstol de Dios, las dos mayores Manifestaciones que precedieron a la Revelación del Báb. Se reconoce claramente la unidad fundamental de esos Mensajeros de Dios; se afirma la continuidad de sus revelaciones; se admite la autoridad dada por Dios y el carácter correlativo de sus Libros; se proclama la singularidad de sus metas y propósitos; se enfatiza la unicidad de su influencia; y se enseña y prevé la definitiva reconci

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liación de sus enseñanzas y seguidores. "Todos ellos", conforme al testimonio de Bahá'u1láh, "habitan en el mismo tabernáculo, se remontan en el mismo cielo, están sentados en el mismo trono, pronuncian las mismas palabras, y proclaman la misma Fe".

La Continuidad de la Revelación

La Fe identificada con el nombre de Bahá'u'lláh niega toda intención de rebajar a cualquiera de los Profetas que vinieron antes que Él, de reducir cualquiera de sus enseñanzas, de oscurecer, aunque sea levemente, el resplandor de sus Revelaciones, de desalojarlos del corazón de sus seguidores, de abrogar los fundamentos de sus doctrinas, de descartar cualquiera de sus Libros revelados, o de suprimir las legitimas aspiraciones de sus seguidores. Rechazando la pretensión de que alguna religión sea la revelación final de Dios al hombre, y negando índole final a Su propia revelación, Bahá'u°lláh inculca el principio básico de la relatividad religiosa, la continuidad de la Revelación Divina y el carácter progresivo de la experiencia religiosa. Su propósito es ampliar la base de todas las religiones reveladas y descubrir los misterios de sus escrituras. Insiste en el reconocimiento incondicional de la unidad de su propósito, reafirma las eternas verdades que ellas encierran, coordina sus funciones, distingue lo esencial y auténtico de lo no esencial y espurio en sus enseñanzas, separa las verdades divinamente dadas de las supersticiones incitadas por los sacerdotes, y sobre esta base proclama la posibilidad de su unificación, profetizando incluso

su inevitabilidad y la consumación de sus mayores esperanzas.

En cuanto a Mahoma, el Apóstol de Dios, que ninguno de Sus seguidores, al leer estas páginas, piense, en ningún momento, que el Islam, su Profeta, su Libro, sus sucesores nombrados, o cualquiera de sus enseñanzas auténticas han sido o pueden ser, de alguna manera o siquiera en un grado ínfimo, menospreciados. El linaje del Báb, descendiente del Imán Husayn; las diversas y notables pruebas que aparecen en la narración de Nabil acerca de la actitud del Precursor de la Fe para con el Fundador, los Imanes y el Libro del Islam; los ardientes elogios que Bahá'u'lláh pronuncia, en el Kitáb-i-Igán, de Mahoma y sus legítimos sucesores, en particular, del 1. sin par e incomparable" Imán Husayn; los argumentos aducidos enérgica, audaz y públicamente por `Abdu'1-Bahá, en iglesias y sinagogas, para demostrar la validez del mensaje del Profeta árabe; y último en orden pero no en importancia, el testimonio escrito de la Reina de Rumania, que nacida en la Fe Anglicana y no obstante la estrecha coalición de su gobierno con la Iglesia Ortodoxa Griega, religión de estado de su país de adopción, ha sido impulsada, en gran parte como resultado de la lectura de esos discursos públicos de `Abdu'1-Bahá, a proclamar su reconocimiento de la función profética de Mahoma: todo esto proclama en términos muy claros la verdadera actitud de la Fe Bahá'í para con su religión madre.

"Dios", es su real homenaje, "es todo y cada cosa. Él es la fuerza que mueve todos los asuntos. . . Suya es la Voz que dentro de nosotros nos muestra el bien

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y el mal. Pero, generalmente, desoímos o interpretamos mal esa voz. Por lo tanto, Él ha enviado a Sus Elegidos para estar entre nosotros en la tierra y aclarar Su palabra, Su significado real. De ahí los Profetas; de ahí Cristo, Mahoma, Bahá'u1láh; pues el hombre necesita de tiempo en tiempo una voz en la tierra que lo acerque a Dios, para que perciba más claramente la existencia del Dios verdadero. Esas voces que se nos enviaron tenían que encarnarse, para que con nuestros oídos terrenales pudiésemos oír y comprender".

¿Qué mayor prueba -es la pregunta oportunapueden pedir los sacerdotes de Persia o de Turquía, para demostrar que los seguidores de Bahá'u'lláh reconocen la exaltada posición que ocupa el Profeta Mahoma entre todos los Profetas de Dios? Qué mayor servicio esperan esos sacerdotes que prestemos a la Causa del Islam? ¿Qué mayor demostración pueden exigir de nuestra capacidad que la de haber encendido, en ámbitos tan fuera de su alcance, la llama de una conversión ardiente y sincera a la verdad proclamada por el Apóstol de Dios, y obtener de la pluma de la realeza esta pública y, de hecho, histórica confesión de Su misión dada por Dios?

En cuanto a la posición de la Cristiandad, sea dicho, sin vacilación ni ambigüedad, que se reconoce incondicionalmente su origen divino, se afirma decididamente la condición de Hijo y la Divinidad de Jesucristo, se acepta plenamente la inspiración divina del Evangelio, se confiesa la realidad del Misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María y se sostiene y defiende la primacía de Pedro, el Príncipe de los Apóstoles. El Fundador de la Fe cristiana

es designado por Bahá'u'lláh como el "Espíritu de Dios», es proclamado como Aquel Quien "apareció del hálito del Espíritu Santo", y es ensalzado aun como la "Esencia del Espíritu". Su madre es descrita como "esa bellísima figura, velada e inmortal", y la posición de su Hijo es elogiada como una "posición que ha sido exaltada por encima de las imaginaciones de todos los que habitan en la tierra", en tanto que Pedro es reconocido como aquel de cuya boca ha hecho Dios que fluyan los "misterios de la sabiduría y de la prolación". "Has de saber", ha testificado además Bahá'u'lláh, "que cuando el Hijo del Hombre rindió Su alma a Dios, toda la creación lloró con gran llanto. Sin embargo, al sacrificarse a Sí mismo, una nueva capacidad fue infundida en todas las cosas creadas. Sus efectos, de los cuales dan testimonio todos los pueblos de la tierra, están manifiestos ahora ante ti. La más amplia sabiduría que los eruditos hayan expresado, los más profundos conocimientos que mente alguna haya descifrado, las obras de arte que las más diestras manos hayan producido, la influencia ejercida por los más poderosos de los gobernantes, no son sino manifestaciones de la fuerza vivificadora liberada por Su resplandeciente y trascendente Espíritu, que todo lo penetra. Atestiguamos que cuando Él vino al mundo, derramó el esplendor de Su gloria sobre todo lo creado. Por Él, el leproso sanó de la lepra de la perversidad y la ignorancia. Por Él fueron curados el impuro y el descarriado. Mediante Su poder, nacido de Dios Todopoderoso, los ojos del ciego fueron abiertos, y el alma del pecador, santificada... Es Él Quien purificó al mundo. Bendito el hombre que con la faz radiante de luz se ha vuelto hacia Él".

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En efecto, para que sean admitidos en el redil Bahá'í judíos, zoroastrianos, hindúes, budistas y seguidores de otras religiones, al igual que agnósticos e incluso ateos, son requisitos esenciales la total e incondicional aceptación por todos ellos del origen Divino tanto del Islam como del Cristianismo, de las funciones proféticas tanto de Mahoma como de Jesucristo, de la legitimidad de la institución del Imanato, y de la primacía de San Pedro, el Príncípe de los Apóstoles. Tales son los incontrovertibles y sólidos principios centrales que constituyen el fundamento de la creencia Baha'í, que la Fe de Bahá'u'lláh está orgullosa de reconocer, que proclaman sus instructores, que defienden sus apologistas, que difunde su literatura, que exponen sus escuelas de verano y que de palabra y de hecho, atestigua la totalidad de sus seguidores.

Tampoco debe pensarse en ningún momento que los seguidores de Bahá'u'lláh tratan de degradar, o siquiera rebajar, el rango de los jefes religiosos del mundo, ya sean cristianos, musulmanes o de cualquier otra confesión, con tal que su conducta esté de acuerdo con lo que profesan y sea digna de la posición que ocupan. "Aquellos sacerdotes", ha afirmado Bahá'u'lláh, ".. que están verdaderamente adornados con el ornamento del conocimiento y de un buen carácter, son, en verdad, como la cabeza del cuerpo del mundo, y como ojos para las naciones. La guía de los hombres, en todo tiempo, ha dependido y depende de estas benditas almas". Y nuevamente: "El sacerdote cuya conducta es recta, y el sabio que es justo, son como el espíritu para el cuerpo del mundo. Dichoso aquel sacerdote cuya cabeza está ataviada con la corona de la justicia, y

cuyo templo está adornado con el ornamento de la equidad." Y otra vez: "El sacerdote que ha tomado y bebido el más sagrado Vino, en nombre del soberano Ordenador, es como un ojo para el mundo. Dichosos quienes le obedecen y le recuerdan." "Grande es la bienaventuranza de aquel sacerdote", Él ha escrito en otro contexto, "que no permitió que el conocimiento llegara a ser un velo entre él y Aquel Quien es el objeto de todo conocimiento, y que, cuando apareció el Que Subsiste por Sí mismo, se volvió con rostro radiante hacia Él. Él es, en verdad, contado entre los doctos. Los moradores del paraíso buscan la bendición de su hálito, y su lámpara vierte su resplandor sobre todos los que están en el cielo y en la tierra. Él, verdaderamente, es contado entre los herederos de los Profetas. Aquel que le ve, ciertamente, ha visto al Verdadero, y aquel que se vuelve hacia él, ciertamente, se ha vuelto hacia Dios, el Todopoderoso, el Omnisapiente". "Respetad a los sacerdotes entre vosotros", es Su exhortación, "a aquellos cuyos actos concuerdan con el conocimiento que poseen, quienes observan los estatutos de Dios y decretan lo que Dios ha decretado en el Libro. Sabed que ellos son las lámparas de la guía entre la tierra y el cielo. Aquellos que no tienen consideración por la posición y mérito de los sacerdotes entre ellos, verdaderamente, han alterado ese favor de Dios que les ha sido conferido".

¡Queridos amigos! En las páginas precedentes he tratado de describir esta aflictiva prueba mundial que se ha apoderado de la humanidad, ante todo, como un juicio de Dios pronunciado contra los pueblos de la tierra, los cuales, durante un siglo, han rehusado

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reconocer a Aquel cuya venida había sido prometida a todas las religiones, y en cuya Fe pueden solamente, y deben finalmente, encontrar su verdadera salvación todas las naciones. He citado ciertos pasajes de los escritos de Bahá'u'lláh y del Báb, que revelan el carácter y presagian la aparición de esa calamidad enviada por Dios. He enumerado las dolorosas aflicciones que ha soportado la Fe, su Heraldo, su Fundador y su Ejemplar; y he expuesto cómo, trágicamente, la generalidad de la humanidad y sus jefes no han protestado contra esas vejaciones, ni han reconocido los derechos reclamados por Quienes las sufrieron. He indicado, además, que recae una responsabilidad directa, terrible e ineludible en los soberanos de la tierra y los jefes religiosos del mundo, quienes en los días del Báb y de Bahá'u'lláh tenían en sus manos las riendas de la absoluta autoridad, política y religiosa. También me he propuesto demostrar cómo, a causa del directo y activo antagonismo de algunos de ellos contra la Fe, y el descuido de otros en su incuestionable deber de investigar su veracidad y sus demandas, de defender su inocencia y vengar sus agravios, tanto reyes como eclesiásticos han sido, y aún son sometidos a los horrorosos castigos que han provocado sus pecados de omisión y de comisión. Debido a la mayor responsabilidad que han contraído como resultado del discutible ascendiente que tenían sobre sus súbditos y seguidores, he citado extensamente partes de los mensajes, exhortaciones y advertencias dirigidas a ellos por los Fundadores de nuestra Fe, y he analizado ampliamente las consecuencias que han tenido estas decisivas y trascendentales declaraciones.

Esta gran calamidad punitiva, de la cual deben considerarse responsables, ante todo, los jefes supremos del mundo, tanto seculares como religiosos, si la valoramos correctamente, no sólo debería, según lo testifica Bahá ullah, considerarse como un castigo impuesto por Dios a un mundo que, durante cien años, ha persistido en su negativa de aceptar la verdad del Mensaje redentor que le ha ofrecido el supremo Mensajero de Dios en este día. También debiera verse, aunque en menor grado, como un castigo divino por la perversidad de la raza humana en general, que se ha desviado de los principios elementales que deben guiar, en todo momento, la vida y el progreso de la humanidad, y que son los únicos capaces de garantizarlos. Lástima que la humanidad, en lugar de reconocer y adorar al Espíritu de Dios, encarnado en Su religión en este día, haya preferido, cada vez con más insistencia, adorar los falsos ídolos, las mentiras y las verdades a medias que oscurecen sus religiones, corrompen su vida espiritual, convulsionan sus instituciones políticas, corroen su orden social y destruyen su estructura económica.

Los pueblos del mundo no sólo han desconocido esa Fe, habiéndola hasta atacado algunos de ellos, Fe que es a la vez esencia, promesa, reconciliador y unificador de todas las religiones, sino que se han apartado de su propia religión, erigiendo sobre sus destruidos altares otros dioses totalmente ajenos, no sólo al espíritu, sino también a las formas tradicionales de sus antiguas creencias.

"La faz del mundo", lamenta Bahá'u'lláh, "ha cambiado. El camino de Dios y la religión de Dios han dejado de tener valor alguno a los ojos de los hom

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bres". "La vitalidad de la fe de los hombres en Dios", ha escrito también," está desapareciendo en todos los países. .. La corrosión de la impiedad está carcomiendo las partes vitales de la sociedad humana". "La religión", afirma Él, "es, verdaderamente, el principal instrumento para el establecimiento de orden en el mundo y de tranquilidad entre sus pueblos ... Cuanto mayor es la decadencia de la religión, tanto más grave es el descarrío de los impíos. Esto al final no puede sino llevar al caos y confusión". Y nuevamente: "La religión es una radiante luz y una inexpugnable fortaleza para la protección y bienestar de los pueblos del mundo." "Así como el cuerpo del hombre", ha escrito Él en otro contexto, "necesita de un vestido para cubrirse, también el cuerpo de la humanidad debe necesariamente adornarse con el manto de la justicia y sabiduría. Su túnica es la Revelación que le ha conferido Dios".

Los Tres Falsos Dioses

Esta vital fuerza está desapareciendo; este poderoso medio ha sido despreciado; esta radiante luz, oscurecida; esta inexpugnable fortaleza, abandonada; esta bella túnica, desechada. Dios mismo, de hecho, ha sido desalojado del corazón de los hombres, y un mundo idólatra apasionada y clamorosamente saluda y adora los falsos dioses que sus propias fantasías ociosas neciamente han creado, y sus erradas manos han exaltado tan impíamente. Los principales ídolos del profanado templo de la humanidad no son sino los tres dioses del Nacionalismo, Racismo y Comunis

mo, ante cuyos altares, en diversas formas y en diferentes grrados, hacen culto gobiernos y pueblos, ya sean derrmocráticos o totalitarios, estén en paz o en guerra, scean del oriente o del occidente, cristianos o islámicos.. Sus sumos sacerdotes son los políticos y los hombres de mundo, los presuntos sabios de la época; su inmolsación, el cuerpo y la sangre de las multitudes sacrificadlas; sus conjuros, lemas gastados y fórmulas insidiosas e irreverentes; su incienso, el humo de la angustia que asciende de los adoloridos corazones de quienes Xhan perdido sus seres queridos, de los mutilados y ode quienes han quedado sin hogar.

Las tecorías y políticas, tan erróneas y perniciosas, que deifiiican el estado y exaltan la nación por encima de la hu:rmanidad, que tratan de subordinar las razas hermanas del mundo a una sola raza, que discriminan entre los. negros y los blancos y que toleran la dominación doe una clase privilegiada sobre todas las demás: éstas son¡ las oscuras, falsas y aviesas doctrinas por las cuales taarde o temprano cualquier hombre que crea en ellas o actúe conforme a ellas debe incurrir en la ira y castigo de Dios.

"Movimnientos", es la advertencia pronunciada por `Abdu'1-IBahá, "recientes y de alcance mundial harán el máxirmo esfuerzo para lograr sus propósitos. El movimiei,-nto de la Izquierda adquirirá gran importancia. Su influencia se extenderá".

En ceontraste con estas doctrinas que engendran guerras y convulsionan al mundo, e irreconciliablemente oipuestas a ellas, están las curativas y salvadoras verdflades, llenas de contenido, proclamadas por Bahá'u'llláh, el Divino Organizador y Salvador de toda

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la raza humana; verdades que deben considerarse como la fuerza animadora y el sello de Su Revelación; "El mundo es un solo país, y la humanidad sus ciudadan_es". "Que ningún hombre se glorie de que ama a su país; que más bien se glorie de que ama a la humanidad." Y nuevamente: "Sois los frutos de un solo á-rbol, y las hojas de una sola rama." "Dirigid vuestra mente y voluntad a la educación de los pueblos y razas de la tierra, para que quizás... toda la humanidad llegue a ser sostenedora de un solo orden y habitante de una sola ciudad... Habitáis en un solo mundo y habéis sido creados por la acción de una sola voluntad." "Cuidado, no sea que los deseos de la carne y de una inclinación corrupta provoquen divisio nes entre vosotros. Sed como los dedos de una sola nhano y los miembros de un solo cuerpo." Y otra vez: "Iodos los renuevos del mundo han salido de un soleo Árbol; y todas las gotas, de un solo Océano; y todas los seres deben su existencia a un solo ser." Y además: "Es, de hecho, un hombre, aquel que se dedica hoy al servicio de toda la raza humana."

Los Debilitados Pilares de la Religión

No sólo la irreligión y su monstruoso vástago, el triple azote que oprime el alma de la humanidad en este di a, deben responder por las desgracias que tan trágicamente la acosan, sino otros males y vicios, que en su mayor parte son consecuencias directas del "debilitamiento de los pilares de la religión", deben considerarse también como factores que contribuyen a las múltiples culpas por las cuales son acusados in

dividuos y naciones. Las señales de ruina moral, resultado del destronamiento de la religión y la entronización de esos ídolos usurpadores, son demasiado numerosas y patentes para que deje de advertirlas siquiera un observador superficial del estado de la sociedad presente. La extensión de la ilegalidad, la embriaguez, el juego y el crimen; el desmesurado amor al placer, a las riquezas y a otras vanidades terrenales; el relajamiento moral, que se revela en la actitud irresponsable hacia el matrimonio, en el debilitamiento de la autoridad de los padres, en el creciente número de divorcios, en el deterioro del nivel de la literatura y la prensa y en la defensa de teorías que son la negación misma de la pureza, moralidad y castidad: estas muestras de decadencia moral que invaden tanto al oriente como al occidente, penetrando en todas las capas de la sociedad e instilando su veneno en sus miembros de ambos sexos, tanto jóvenes como viejos, oscurecen aun más el registro de las múltiples transgresiones de una humanidad impenitente.

No es de extrañar que Bahá'u'lláh, el Divino Médico, haya declarado: "En este día, los gustos de los hombres han cambiado, y su poder de percepción se ha alterado. Los adversos vientos del mundo y las características de éste, han causado un resfrío, privando a las narices de los hombres de los suaves aromas de la Revelación."

Rebosante y amargo es, en verdad, el cáliz de la humanidad, que ha dejado de responder al llamado de Dios, pronunciado por Su Supremo Mensajero; que ha apagado la lámpara de la Fe en su Creador; que en tan grande medida ha transferido la leal

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tad que a Él Le es debida, a los dioses de su propia invención, contaminándose con los males y vicios que necesariamente debe engendrar tal transferencia.

¡Queridos amigos! Bajo esta luz debiéramos contemplar nosotros, los seguidores de Bahá'u'lláh, esta calamidad enviada por Dios, que en los años finales del primer siglo de la era Bahá'í aflige a la generalidad de la humanidad, y ha llevado a tal confusión sus asuntos. A causa de esta doble culpa, dé lo que ha hecho y lo que ha dejado de hacer, de sus fechorías, y su lamentable y señalada falta en el cumplimiento de su claro e inequívoco deber para con Dios, Su Mensajero y Su Fe, esta dolorosa prueba, cualesquiera que sean sus causas inmediatas, políticas y económicas, se ha apoderado de ella inexorablemente.

Sin embargo, como se ha indicado al comienzo de estas páginas, Dios no sólo castiga las faltas de Sus hijos. Castiga porque es justo, y corrige porque ama. Y al corregirlos no puede, en su gran misericordia, abandonarlos a su suerte. En efecto, por el mero hecho de castigarlos, los adapta a la misión para la cual los ha creado. "Mi calamidad es Mi providencia", Él les asegura, por boca de Bahá'u'lláh; "aparentemente es fuego y venganza, pero por dentro es luz y misericordia".

Las llamas que ha encendido Su Divina justicia purifican una humanidad empedernida y fusionan sus elementos discordantes y opuestos, como ninguna otra fuerza puede purificarlos o fusionarlos. No sólo es un fuego de castigo y destrucción, sino un proceso disciplinario y creativo, cuyo objetivo es la salvación de todo el planeta por medio de su unificación. Mis

teriosa, lenta e irresistiblemente, Dios lleva a cabo Su propósito, aunque lo que ven nuestros ojos en este día sea el espectáculo de un mundo desesperadamente atrapado en sus propias redes, totalmente sordo a la Voz que, durante un siglo, lo ha estado llamando hacia Dios, y miserablemente sumiso a los cantos de sirenas que quieren llevarlo al vasto abismo.

El Propósito de Dios

El propósito de Dios no es otro que el de inaugurar, por medios que sólo Él puede producir, y cuyo pleno significado sólo Él puede desentrañar, la Gran Edad Dorada de una humanidad durante tanto tiempo dividida y afligida. Su estado actual, y aun su futuro inmediato, es sombrío, dolorosamente sombrío. Sin embargo, su futuro lejano es resplandeciente, gloriosamente resplandeciente; tan resplandeciente que ningún ojo puede imaginarlo.

"Los vientos de la desesperación", escribe Bahá'u'lláh al contemplar el destino inmediato de la humanidad, "soplan, ¡ay!, de todas direcciones, y la lucha que divide y aflige a la raza humana crece cada día. Ya pueden percibirse las señales de inminentes convulsiones y caos, por cuanto el orden reinante resulta ser lamentablemente deficiente". "Tal será su condición", ha declarado Él en otro contexto, "que revelarlo ahora no sería propio ni conveniente". "Estas luchas infructuosas", Él por otra parte ha profetizado enfáticamente, previendo el futuro de la humanidad, durante Su memorable entrevista con el orientalista

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persa Edward G. Browne, "estas guerras devastadoras pasarán, y la `Más Grande Paz' vendrá. . . . Estas luchas, discordias y este derramamiento de sangre deben cesar, y todos los hombres deben ser como parientes, como una sola familia". "Pronto", predice, "el orden actual será enrollado, y uno nuevo extendido en su lugar". "Después de cierto tiempo", también ha escrito, "cambiarán todos los gobiernos de la tierra. La opresión envolverá al mundo. Y siguiendo a una convulsión universal, aparecerá el sol de la justicia en el horizonte del reino invisible". "Toda la tierra", Él además ha declarado, "se encuentra ahora en estado de gravidez. Se aproxima el día en que habrá producido sus más nobles frutos, en que de ella habrán brotado los más majestuosos árboles, las flores más encantadoras, las más maravillosas bendiciones". "Todas las naciones y tribus", asimismo ha escrito `Abdu'1-Baha, ".. Alegaran a ser una sola nación. Se eliminará el antagonismo religioso y sectario, la hostilidad de razas y pueblos y las diferencias entre las naciones. Todos los hombres se adherirán a una sola religión, tendrán una sola Fe común, se transformarán en una sola raza y llegarán a ser un solo pueblo. Todos habitarán en una patria común que es el planeta mismo".

Lo que presenciamos en la actualidad, durante "esta gravísima crisis en la historia de la civilización" que recuerda los tiempos en que "han perecido y han nacido las religiones" es la etapa de adolescencia en la lenta y dolorosa evolución de la humanidad, antes de llegar a la edad adulta, la etapa de madurez, cuya promesa está contenida en las enseñanzas de Bahá'u'lláh y encerrada en Sus profecías. El tumulto de

esta edad de transición es característico de la impetuosidad e instintos irracionales de la juventud, sus desatinos, su prodigalidad, su orgullo, la confianza en sí misma, la rebeldía y el desprecio a la disciplina.

La Gran Edad por Venir

Han pasado para no volver nunca más las edades de niñez e infancia, en tanto que está por venir la Gran Edad, consumación de todas las edades, que debe anunciar la llegada a la madurez de toda la raza humana. Las convulsiones de este turbulentísimo período de transición en la historia de la humanidad son requisitos esenciales para la Edad de Edades, "el tiempo del fin", y señalan su inevitable advenimiento; época en que la insensatez y el tumulto de luchas, que desde los albores de la historia ha denigrado los anales de la humanidad, habrán sido finalmente transmutados en la sabiduría y la tranquilidad de una paz imperturbable, universal y duradera, en que la discordia y separación de los hijos de los hombres habrán cedido paso a la reconciliación global y unificación total de los diferentes elementos que constituyen la sociedad humana.

Esta será, en verdad, la digna culminación del proceso de integración que, partiendo de la familia, la unidad más pequeña de la escala de organización humana, y habiendo luego creado la tribu, la ciudadestado y la nación, debe continuar actuando hasta terminar en la unificación de todo el mundo; objetivo final y suprema gloria de la evolución humana en este planeta. Esta es la etapa a la que, quiéralo

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o no, se acerca la humanidad irresistiblemente. Para esta etapa, allana misteriosamente el camino la atroz prueba de fuego que sufre la humanidad. Con esta etapa están indisolublemente unidos el destino y el propósito de la Fe de Bahá'u'lláh. Estas energías creadoras que Su revelación liberó en el "año sesenta" y que luego fueron reforzadas por las sucesivas efusiones de poder celestial conferidas, en el "año nueve" y en el "año ochenta", a toda la humanidad, le han infundido la capacidad de alcanzar esta etapa final en su evolución orgánica y colectiva. La consumación de este proceso será para siempre asociada con la Edad de Oro de Su Dispensación. La estructura de Su Nuevo Orden Mundial, que crece en el seno de las instituciones administrativas que Él mismo ha creado, servirá como modelo y como núcleo de esa mancomunidad mundial que es el seguro e inevitable destino de los pueblos y naciones de la tierra.

Así como la evolución orgánica de la humanidad ha sido lenta y gradual, comprendiendo sucesivamente la unificación de la familia, la tribu, la ciudad-estado y la nación, también ha sido lenta y progresiva la luz conferida por la Revelación de Dios, en diversas etapas de la evolución de la religión, y reflejada en las sucesivas Dispensaciones del pasado. De hecho, en cada época, la medida de la Revelación Divina ha sido adaptada correspondientemente al grado de progreso social obtenido en tal época por una humanidad en constante evolución.

"Ha sido decretado por "que la Palabra de Dios, des, sea manifestada a los

Nos", explica Bahá'uIláh, y todas sus potencialidahombres en rigurosa con

sonancia con las condiciones que han sido preordenadas por Aquel Quien es el Omnisciente, el Sapientísimo. . . . Si se permitiera a la Palabra liberar bruscamente todas las energías latentes dentro de ella, ningún hombre podría soportar el peso de tal Revelación". "Todas las cosas creadas", ha afirmado `Abdu'I-Baha, aclarando esta verdad, "tienen su grado o etapa de madurez. El periodo de madurez en la vida de un árbol es la etapa en que produce su fruto. .. . El animal llega a la etapa de pleno crecimiento y perfección, y en el reino humano el hombre alcanza su madurez cuando la. luz de su inteligencia llega a su máximo poder y desarrollo. .. . De igual manera, hay períodos y etapas en la vida colectiva de la humanidad. En cierta época pasó por su etapa de niñez, en otra por su período de adolescencia; pero ahora ha entrado en su fase de madurez, predicha hace mucho tiempo, y cuyas pruebas están manifiestas en todas partes. .. . Lo que era aplicable a las necesidades humanas durante la primera época de la raza no puede satisfacer ni llenar las exigencias de este día, este período de novedad y consumación. La humanidad ha salido de su anterior estado de limitación y formación preliminar. El hombre debe ahora imbuirse de nuevas virtudes y poderes, nuevos valores morales, nuevas facultades. Le esperan y descienden ya sobre él nuevos favores, perfectas dádivas. Los dones y beneficios del período de la juventud, aunque oportunos y suficientes durante la adolescencia de la humanidad, son ahora incapaces de satisfacer los requerimientos de su madurez". "En toda dispensación", ha escrito además, "la luz de Guía Divina ha sido

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dirigida a un tema central. ... En esta maravillosa Revelación, en este glorioso siglo, la base de la Fe de Dios y la característica que distingue a Su Ley es la conciencia de la unidad de la humanidad".

Evolución Religiosa y Social

La Revelación asociada con la Fe de jesucristo centró la atención principalmente en la redención del individuo y en la formación de su conducta, y recalcó como tema central la necesidad de inculcar una elevada norma de moralidad y disciplina en el hombre, como unidad fundamental de la sociedad humana. En ninguna parte de los Evangelios encontramos referencia alguna a la unidad de las naciones o a la unificación de la humanidad como un todo. Cuando jesús habló a quienes Le rodeaban, Se dirigió a ellos primero como individuos, antes que como partes componentes de una entidad universal e indivisible. Toda la superficie de la tierra estaba aún inexplorada y la organización de todos los pueblos y naciones como una sola unidad no podía por tanto concebirse, cuanto menos proclamarse o establecerse. Qué otra interpretación puede darse a estas palabras, dirigidas específicamente por Bahá'u'lláh a los seguidores del Evangelio, en las cuales se ha aclarado definitivamente la diferencia fundamental entre la Misión de Jesucristo, que se refiere principalmente al individuo, y Su propio Mensaje, destinado más concretamente a la humanidad como un todo: "Verdaderamente, Él (jesús) dijo: `Venid en pos de Mí, y os haré pescadores de hombres'. Sin embargo, en este día, Nos de

timos: `Venid en pos de Mí, para que Nos os hagamos vivificadores de la humanidad"'.

La Fe del Islam, eslabón siguiente en la cadena de la Revelación Divina, introdujo, como Bahá'u'lláh mismo lo atestigua, el concepto de la nación como unidad y etapa. vital en la organización de la sociedad humana, incorporándolo en su enseñanza. Esto es realmente lo que quiere decir esta breve pero muy significativa y esclarecedora declaración de Bahá'u'lláh: "Antaño (Dispensación Islámica) fue revelado: `El amor al propio país es un elemento de la Fe de Dios`. Este principio fue establecido y recalcado por el Apóstol de Dios, ya que la evolución de la sociedad humana lo requería así en esa época. Tampoco podía concebirse etapa alguna por encima o más allá de ésta, por cuanto las condiciones del mundo preliminares al establecimiento de una forma superior de organización era aún inalcanzables. El concepto de nacionalidad, el logro de la condición de nación, pueden por tanto considerarse como las características distintivas de la Dispensación Mahometana, durante la cual las naciones y razas del mundo, particularmente en Europa y América, se unificaron y lograron su independencia política.

`Abdu'1-Bahá mismo elucida esta verdad en una de Sus Tablas: "En siglos pasados, aunque se había establecido la armonía, sin embargo, debido a la falta de medios no podría haberse logrado la unidad de toda la humanidad. Los continentes permanecían ampliamente separados, y es más, aún entre los pueblos de un mismo continente era poco menos que imposible la asociación y el intercambio de ideas. Por consiguiente, las relaciones, el entendimiento y la uni

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dad entre las naciones, pueblos y tribus de la tierra eran inalcanzables. En este día, sin embargo, los medios de comunicación se han multiplicado y los cinco continentes de la tierra virtualmente se han convertido en uno... De igual manera, todos los miembros de la familia humana, ya sea pueblos o gobiernos, ciudades o aldeas, han llegado a ser cada vez más dependientes unos de otros. Ninguno puede ya bastarse a sí mismo, por cuanto los lazos políticos unen a todas las naciones y pueblos, y cada día se fortalecen más los vínculos del comercio y la industria, de la agricultura y la educación. Por tanto, la unidad de toda la humanidad puede lograrse en este día. En verdad, ésta no es más que una de las maravillas de esta maravillosa época, este glorioso siglo. De esto han sido privadas las épocas pasadas, pues este siglo -el siglo de luz- ha sido dotado con gloria, poder e iluminación únicos y sin precedentes. De allí el milagroso desarrollo de una nueva maravilla cada día. Con el tiempo se verá cuán luminosas brillarán sus candelas en el concurso de los hombres".

"He aquí", explica además, "cómo su luz aparece paulatinamente en el oscuro horizonte del mundo. La primera candela es la unidad en el dominio político, cuyos destellos iniciales pueden ya percibirse. La segunda candela es la unidad de pensamiento en las tareas mundiales, cuya consumación será presenciada pronto. La tercera candela es la unidad en libertad, la cual sin duda ha de venir. La cuarta candela es la unidad en religión, la cual es la piedra angular de la base misma, y mediante el poder de Dios, será revelada en todo su esplendor. La quinta candela es la unidad de las naciones, unidad que será seguramente estable

cida en este siglo, haciendo que todos los pueblos del mundo se consideren como ciudadanos de una sola patria común. La sexta candela es la unidad de las razas, que hará de todos los que habitan la tierra, pueblos y tribus una sola raza. La séptima candela es la unidad de lenguaje, es decir la elección de una lengua universal en que serán instruidos y conversarán todos los pueblos. Todas y cada una de ellas han de venir inevitablemente, por cuanto el poder del Reino de Dios ayudará y contribuirá a su realización».

"Uno de los grandes hechos", afirma `Abdu'1-Bahá en Su libro Contestación a Unas Preguntas, "que han de ocurrir en el Dia de la Manifestación de la Incomparable Rama (Bahá'ulláh), es que será enarbolado el Estandarte de Dios entre las naciones. Con esto se quiere decir que todas las naciones y tribus serán reunidas al amparo de este Divino Pabellón, que no es otro que la Noble Rama misma, y llegarán a ser una sola nación. Se eliminarán el antagonismo religioso y sectario, la hostilidad de razas y pueblos y las diferencias entre las naciones. Todos los hombres se adherirán a una sola religión, tendrán una Fe común, se transformarán en una sola raza y llegarán a ser un solo pueblo. Todos habitarán en una sola patria común, que es el planeta mismo".

Esta es la etapa a que ahora se aproxima el mundo, etapa de la unidad mundial, la cual según nos asegura `Abdu'1-Bahá, será finalmente establecida en este siglo. "La Lengua de Grandeza" Bahá'u'lláh mismo afirma, "ha proclamado... en el Día de Su Manifestación: `Que no se enorgullezca aquel que ama a su país, sino aquel que ama al mundo"'. "Mediante

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el poder", añade, "liberado por estas exaltadas palabras, Él ha dado un nuevo impulso y fijado una nueva dirección al ave del corazón humano, borrando toda huella de restricción y limitación del Santo Libro de Dios".

Una Lealtad Más Amplia e Inclusiva

Sin embargo, es necesaria una palabra de advertencia a este respecto. El amor al propio país, inculcado y enfatizado por la enseñanza del Islam como "elemento de la Fe de Dios", no es condenado ni se hace desmerecer por esta declaración, este toque de trompeta de Bahá'u'lláh. No debiera, y de hecho no puede, interpretarse como rechazo a un sano e inteligente patriotismo, ni considerarse a la luz de una censura pronunciada contra éste, ni tampoco busca socavar la lealtad y apego de ningún individuo hacia su país, ni está en pugna con las legítimas aspiraciones, deberes y derechos de ningún estado o nación en particular. Lo que da a entender y proclama es solamente la insuficiencia del patriotismo, a la vista de los cambios fundamentales efectuados en la vida económica de la sociedad y la interdependencia de las naciones, y como consecuencia de la contracción del mundo, debida a la revolución de los medios de transporte y comunicación; condiciones que no existían, ni podían existir, en los días de jesucristo o de Mahoma. Exige una lealtad más amplia, que no debiera estar, y de hecho no está, en conflicto con lealtades menores. Infunde un amor que en vista de su alcance debe incluir, y no excluir, el amor al propio

país. Mediante esa lealtad que inspira y ese amor que inculca, echa los únicos cimientos sobre los cuales puede prosperar el concepto de ciudadanía mundial y puede descansar la estructura de la unificación del mundo. Sin embargo, insiste en que se subordinen las consideraciones nacionales e intereses particulares a las imperativas y supremas exigencias de la humanidad como un todo, por cuanto en un mundo de pueblos y naciones interdependientes se favorece mejor a la parte, favoreciendo al todo.

El mundo se mueve, realmente, hacia su destino. La interdependencia de los pueblos y naciones de la tierra es ya un hecho consumado, a pesar de lo que digan o hagan los jefes de las fuerzas que dividen al mundo. Su unidad en la esfera económica es ahora entendida y reconocida. El bienestar de una parte significa el bienestar del todo, y la miseria de una parte trae la miseria al todo. La Revelación de Bahá'u'lláh, en Sus propias palabras, ha "dado un nuevo impulso y fijado una nueva dirección" a este vasto proceso que opera ahora en el mundo. Las llamas encendidas por esta gran prueba aflictiva son consecuencia de que los hombres no la hayan reconocido. Por otra parte, están apresurando su plena realización. Una adversidad prolongada, mundial, desconsoladora, unida al caos y la destrucción universal, debe necesariamente convulsionar a las naciones, remover la conciencia del mundo, desilusionar a las masas, producir un cambio radical en la concepción misma de la sociedad y refundir, por último, los desarticulados y sangrantes miembros de la humanidad en un solo cuerpo, único, orgánicamente unido e indivisible.

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Mancomunidad Mundial

Al carácter general, las implicaciones y rasgos distintivos de esa mancomunidad mundial, destinada a surgir, tarde o temprano, de la carnicería, angustia y devastación de esta gran convulsión mundial, ya me he referido en mis comunicaciones previas. Baste decir que esta consumación será por su misma naturaleza un proceso gradual, y debe, como Bahá ú11áh mismo lo ha previsto, conducir primero al establecimiento de la Paz Menor que han de instaurar por sí mismas las naciones de la tierra, las cuales se hallan aún inconscientes de Su Revelación y, sin saberlo, están poniendo en vigor los principios generales que Él ha enunciado. Este trascendental e histórico paso, que implica la reconstrucción de la humanidad como resultado del reconocimiento universal de su unicidad e integridad, traerá consigo la espiritualización de las masas, como consecuencia de la confesión del carácter y el reconocimiento de las pretensiones de la Fe de Bahá'u'lláh: condición esencial para esa fusión final de todas las razas, credos, clases y naciones, que debe señalar la aparición de Su Nuevo Orden Mundial.

Entonces será proclamada y celebrada la llegada a la madurez de toda la raza humana, por todos los pueblos y naciones de la tierra. Entonces será enarbolado el estandarte de la Más Grande Paz. Entonces será reconocida, aclamada y establecida firmemente la soberanía mundial de Bahá'u'lláh, el Establecedor del Reino del Padre, anunciado por el Hijo y predicho por los Profetas de Dios, antes y después de Él. Entonces nacerá, florecerá y se perpetuará una civiliza

ción mundial; civilización con una plenitud de vida tal, como el mundo jamás ha visto ni puede todavía concebir. Entonces se cumplirá plenamente el Convenio Sempiterno. Entonces se verificará la promesa encerrada en todos los libros de Dios, y acontecerán todas las profecías pronunciadas por los Profetas de antaño, y se realizarán los sueños de los videntes y poetas. Entonces el planeta, vivificado por la Fe universal de sus habitantes en un solo Dios y su lealtad a una Revelación común, reflejará, dentro de las limitaciones que le han sido impuestas, la resplandeciente gloria de la soberanía de Bahá'u'lláh, brillando en la plenitud de su esplendor en el Paraíso de Abhá, y será hecho el escabel de Su Trono en las alturas, y aclamado como el cielo terrenal, capaz de cumplir el inefable destino que, desde tiempo inmemorial, le ha sido fijado por el amor y sabiduría de su Creador.

No intentemos nosotros, débiles mortales que somos, en tan crítico momento de la larga y accidentada historia de la humanidad, llegar a una comprensión precisa y satisfactoria de los pasos que deben sucesivamente conducir a una humanidad ensangrentada, miserablemente inconsciente de su Dios e indiferente hacia Bahá'u'lláh, de su calvario a su resurrección. No dudemos nosotros, testigos vivientes de la avasalladora potencia de Su Fe, en ningún momento, ni por muy tenebrosa que sea la miseria que envuelve al mundo, de la capacidad de Bahá'u'lláh para forjar con el martillo de Su Voluntad y mediante el fuego de la tribulación, en el yunque de esta época de dolor y en la forma que Su mente ha previsto, los fragmentos dispersos y mutuamente destructivos de un mundo perverso, transformándolos en una sola un¡

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dad, sólida e indivisible, capaz de ejecutar Su designio para los hijos de los hombres.

Es más bien nuestro deber, por muy confuso que sea el panorama, por muy sombría que sea la perspectiva actual, por muy escasos que sean los recursos de que disponemos, trabajar serena, confiada e incansablemente para prestar nuestra ayuda, de la manera que nos permitan las circunstancias, a la acción de las fuerzas que guiadas y dirigidas por Bahá'u'lláh están conduciendo a la humanidad desde el valle de la miseria y la vergüenza a las más sublimes alturas de poder y gloria.

SHOGHI

ESTE LIBRO SE TERMINO DE IMPRIMIR EL DIA 5 DE DICIEMBRE DE 1973 FN MACAGNO, LANDA Y CIA. S. R. L., ARAOZ 164, BUENOS AIRES

Haifa, Palestina
28 de Mirza de 1941

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