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Abdul-Bahá en Londres
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Las Tablas del Plan Divino
Paz en los escritos bahá'ís
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Tabla de ‘Abdu’l-Bahá dirigida al Dr. Augusto-Forel
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Abdu'l-Baha : Abdul-Bahá en Londres
'Abdu'l-Bahá EN LONDRES
Alocuciones y notas de conversaciones
Prólogo

Durante algo más de 23 meses, entre 1911 y 1913, hubo un "prisionero de conciencia" -para usar la terminología actual- que viajó por toda Europa y Norteamérica. Era 'Abdu'l-Bahá 'Abbas. En 1901, tras más de medio siglo de exilio, cárcel y arresto domiciliario, había sido liberado de Su cautiverio. Tenía sesenta y cinco años de edad y una salud quebrada por las secuelas del pasado. No obstante, tras la liberación, concibió y emprendió esta nueva empresa con el mismo espíritu del que Su propio nombre era reflejo.

'Abdu'l-Bahá ("el Siervo de Bahá") era el hijo mayor de Mirza Æusayn-'Alí Núrí, más conocido para la historia como Bahá'u'lláh ("la Gloria de Dios"), el fundador de la Fe Bahá'í en Quien los Bahá'ís reconocen a la Manifestación o Mensajero de Dios para este día. Tras el fallecimiento de Su padre en 1892, 'Abdu'l-Bahá pasó a ser la cabeza visible de una religión cuyos ideales y enseñanzas estaba destinado Él a difundir.

Visitó dos veces la Gran Bretaña. La primera, en 1911, transcurrió en su mayor parte en Londres. La segunda tuvo lugar bien entrado el año siguiente, cuando Abdu'l-Bahá regresaba a este país en una gira más amplia que le llevaría hasta Edimburgo. Su porte digno y Sus gestos amorosos conquistaron a cuantos Le conocieron. Los sufrimientos que, sin amargura, había sobrellevado conmovieron a Su audiencia. El mensaje de amor, unidad del género humano y armonía de las religiones atraía a todos los que tenían la mirada puesta más allá de la rígida estructura de clase, credo y raza en que vivían.

Los relatos de la época y los reportajes periodísticos dan cuenta de los alcances y frutos que cosechó 'Abdu'l-Bahá durante Su estadía. Aparentemente, los resultados fueron efímeros, por no decir borrados por la vorágine militarista y nacionalista que sacudió el mundo en agosto de 1914. La oleada de pesimismo y cinismo que surgió después de lo que todavía denominamos la Gran Guerra no hizo sino confirmar la aparente derrota de aquellos esfuerzos.

Tras un arduo y paciente proceso de desarrollo guiado en su mayor parte por Shoghi Effendi, nieto de 'Abdu'l-Bahá, quien asumió la jefatura de la Fe Bahá'í desde 1921, fecha en que falleció su abuelo, hasta 1957, fecha de su propia muerte, la comunidad Bahá'í creció, se expandió, arraigó y desplegó la estructura administrativa que habría de permitirle sobrevivir a las vicisitudes posteriores. En consecuencia, hoy día los Bahá'ís se encuentran repartidos por todo el mundo, están representados por 150 asambleas nacionales y 33.000 Asambleas locales, y cuentan con libros traducidos a más de 800 idiomas y su condición de religión mundial e independiente ampliamente reconocida por las autoridades religiosas y civiles.

Los Bahá'ís se esfuerzan por practicar los ideales que 'Abdu'l-Bahá ejemplificó con Su vida y trabajos. Por tanto, conforme la Fe por la que bregan empieza a atraer la atención del público, parece más que oportuno que este libro sea reimpreso. En cierta ocasión un famoso escritor inglés escribió: "El pasado es un país extranjero: allí se hacen las cosas de modo diferente". Quizá así sea, pero el espíritu que alienta detrás de ciertas cosas es, sencillamente, inalterable.

iain s. palin
Septiembre 1987 E.C.
Introducción

Comparativamente pocos de los fieles de Londres o París habían sido bendecidos por la oportunidad de viajar a 'Akká para ver a 'Abdu'l-Bahá frente a frente; de oír su voz; de ser alimentados espiritual y corporalmente por Su propia persona. Muchos anhelaron contemplarle, conversar con Él; pero las dificultades de toda suerte se lo impidieron. El creyente firme que con diligencia había mantenido viva la llama de la esperanza en Inglaterra alcanzó a sugerir que, puesto que ya no había grilletes prendidos del Maestro y las puertas de la prisión Le habían sido franqueadas, acaso bien podría recobrar la salud y encontrar solaz si realizaba un viaje; más aún, si visitaba a Su pueblo del Occidente. Para ellos tamaña alegría parecía inconcebible, y cuando sobrevino el aplazamiento los hubo que se preguntaban con dudas "¿dónde está la promesa de Su venida?". La alegría quedó cumplida con Su llegada. Llegó a Londres con el silencio de la Más Grande Paz, sin heraldo que la anunciase.

Aposentado bajo el techo de alguien a quien llamó su "respetada hija", al punto Se sintió felizmente "como en casa". Todos los días, durante todo el día, recibió visitas que se apiñaban para rendirle honores y recibir Su bendición. La atmósfera a Su alrededor armonizaba con el tono perfecto de Su benevolencia y cortesía. Los académicos de varios credos se Le acercaron para ser conquistados por el encanto de Sus modales y la convicción de Su alma. El mensaje de Unidad que traía caló hondo en los corazones de la audiencia, no importa cuál fuera el credo de quienes Le escuchaban.

Fueron numerosas las preguntas que Le formulaba un público igualmente numeroso. Sus respuestas, aunque acaso estorbadas por la inevitable traducción, sorprendieron y deleitaron a los oyentes. La capacidad con que comprendía su pensamiento; la rapidez y el ardor de Sus respuestas fueron acogidos con corazones abiertos y no poca maravilla. Muy de vez en cuando Se avino a pasear por las calles atestadas de la City o por algún que otro parque iluminado por el sol de un verano espléndido. De cuando en cuando, también para delicia y entusiasmo de los Bahá'ís, fue conducido a las sedes de diferentes agrupaciones. Allí pronunció discursos, breves por lo general, pero bien centrados y relacionados directamente con Su misión y mensaje. La voz con que hablaba vibraba siempre al hacer pronunciamientos de unidad y paz. Sólo en una o dos ocasiones Se permitió el placer de visitar a los amigos del campo: un pueblo típico a escasa distancia de automóvil; y una ciudad grande del Oeste (Bristol). En ambas poblaciones no sólo gozó de una acogida hospitalaria, sino también de concurrencias atentas y reverentes. En ciertos memorables días 'Abdu'l-Bahá se dirigió a nutridas audiencias congregadas en lugares de adoración y centros públicos. El pastor del City Temple, el Reverendo R.J. Campbell hizo una presentación de Él, con las palabras más amables, ante una desbordante feligresía reunida para escucharle con la mayor atención. Acto seguido, la charla fue traducida al inglés.

En la Iglesia de San Juan, en Westminster, el venerable Archidiácono Wilberforce, actuó de forma similar delante de una congregación que, por iniciativa propia, se arrodilló para recibir la bendición de 'Abdu'l-Bahá. Y en el Passmore Edward's Settlement, en Tavistock, pudo verse a un público arracimándose por verle y escucharle.

Una profunda impresión fue lo que permaneció grabado en el recuerdo de hombres y mujeres de toda suerte y condición. La anchurosa compasión de 'Abdu'l-Bahá demostró ser, en todo momento, tan servicial como Su discernimiento y perspicacia al abordar cuestiones espinosas, obvias o sutiles. Toda persona que acudía a Él se sentía comprendida, aturdida y aliviada por Su comprensión de las diferencias religiosas, pero, sobre todo, de los puntos de acuerdo religioso. Valiéndose, a veces, de breves y magistrales monólogos, o bien, también a veces, de preguntas y respuestas, solía tratar y elucidar temas de interés individual y universal.

Hondamente fue apreciada la estancia de 'Abdu'l-Bahá en Londres, y hondamente fue deplorada Su partida. Tras de Sí dejó muchos, muchísimos amigos. Su amor había prendido en ellos. Su corazón se había abierto a Occidente y el corazón occidental cerró filas alrededor de esta presencia patriarcal venida de Oriente. Sus palabras estaban poseídas de un algo que atraía no sólo a Sus más directos oyentes, sino también al común de los hombres y mujeres. Su apariencia traslucía esperanza; Su alma estaba tan entregada a promulgar los principios de paz y unidad que Sus discursos y respuestas no podían por menos de ser registrados. Al recogerlos aquí, para beneficio de todos cuantos los lean, cabe albergar la esperanza de que, por este medio, las miras y trabajo del orador sean comprendidos y que Su empeño se vea correspondido por los académicos de todas las creencias y por los habitantes de todas las regiones.

Eric Hammond
Alocuciones Públicas
City Temple, Presentación

La noche del primer domingo después de Su llegada a Inglaterra un 10 de septiembre, 'Abdu'l-Bahá habló desde el púlpito del City Temple ante una congregación convocada especialmente por su Pastor, el Reverendo R.J. Campbell.

Aunque la llegada de 'Abdu'l-Bahá no había sido anunciada, la Iglesia estaba abarrotada. Pocos de los presentes olvidarán nunca la imagen de aquella figura venerable, ataviada al modo oriental, mientras subía los peldaños del púlpito desde donde, por vez primera en Su vida, había de dirigir la palabra ante una reunión pública. Que tal hecho ocurriese en un recinto cristiano de Occidente reviste hondo significado. El Sr. Campbell presentó al visitante con unas pocas y sencillas palabras, entre las cuales figuran éstas: "Nosotros, como seguidores del Señor Jesucristo, quien es y siempre será para nosotros la luz del mundo, vemos con simpatía y respeto cada movimiento del Espíritu de Dios dentro de la experiencia de la humanidad. Vayan, pues, nuestros saludos a 'Abdu'l-Bahá en nombre de todos los que comparten el espíritu de nuestro Maestro y procuran vivir sus vidas en ese Espíritu. El movimiento Bahá'í guarda estrecho parecido -creo que puedo afirmar que es idéntico- con el propósito espiritual del cristianismo".

Antes de salir de la Iglesia, 'Abdu'l-Bahá inscribió unas palabras en la antigua Biblia que habían venido utilizando generaciones de predicadores. Lo que sigue es una traducción del texto original en persa:

Dedicatoria realizada en la Antigua Biblia
Escrita en persa por 'Abdu'l-Bahá

Este libro es el Libro Sagrado de Dios, de inspiración celestial. Es la Biblia de la Salvación, el noble Evangelio. Es el misterio del Reino y es su luz. Es la Merced Divina, la señal de la guía de Dios.

'Abdu'l-Bahá 'Abbás
Alocución ofrecida por 'Abdu'l-Bahá
en el City Temple1
Domingo, 10 de septiembre de 1911

¡Nobles amigos, buscadores de Dios! ¡Alabado sea Dios! Hoy la Luz de la Verdad brilla sobreabundantemente en el mundo; las brisas del jardín celestial soplan por todas las regiones; en todas las tierras se oye la llamada del Reino, y el aliento del Espíritu Santo se hace sentir en todos los corazones que son fieles. En esta época maravillosa el Oriente está iluminado y el Occidente es fragante. En todas partes el alma inhala santos perfumes. El océano de la unidad de la humanidad sacude sus olas de alegría, pues hay comunicación entre los corazones y las mentes de los hombres. La bandera del Espíritu Santo ha sido izada, los hombres la ven y se sienten apaciguados al saber que éste es un nuevo día.

Éste es un nuevo ciclo del poder humano. Todos los horizontes del mundo son luminosos. En verdad, el mundo se ha de convertir en un jardín paradisíaco. Ésta es la hora de la unidad de los hijos de los hombres y de la reunión de todas las razas y clases. Ya no estáis prendidos de las viejas supersticiones que han hecho de los hombres ignorantes y que han destruido los cimientos mismos de la humanidad.

El don de Dios para esta época esclarecida es el conocimiento de la unidad de la humanidad y de la unidad fundamental de la religión. Cesarán las guerras entre las naciones, y por voluntad de Dios vendrá la Más Grande Paz; el mundo será visto como un nuevo mundo, y todos los hombres se considerarán hermanos.

En los días de antaño la lucha con los animales salvajes hizo que se desarrollara cierto instinto belicoso del que ya no hay necesidad. Antes bien, la colaboración y la comprensión mutua son vistas ahora como las mejores garantes del bienestar de la humanidad. La enemistad es ahora únicamente resultado del prejuicio.

En las Palabras ocultas Bahá'u'lláh dice: "La justicia debe ser amada por sobre todo". Alabado sea Dios. En este país la bandera de la justicia ha sido izada; grandes esfuerzos vienen realizándose a fin de que todas las almas cuenten con un lugar igual y verdadero. Tal es el deseo de todo natural noble, y ésa es hoy día la enseñanza para Oriente y Occidente. Por tanto, Oriente y Occidente se comprenderán y reverenciarán mutuamente hasta abrazarse como amantes reunidos tras una larga separación.

Hay un solo Dios. La humanidad es una sola. Los cimientos de la religión son uno solo. Adorémosle a Él, démosle gracias por todos los grandes Profetas y Mensajeros que han manifestado Su gloria y resplandor.

La bendición del Eterno sea siempre con vosotros en toda su abundancia. Que cada alma, de acuerdo con su medida, pueda beneficiarse libremente de Él. Amén.

Iglesia de San Juan de Westminster: Presentación

El 17 de septiembre, tras los oficios vespertinos y a petición del venerable Archidiácono de Westminster, 'Abdu'l-Bahá Se dirigió a la congregación de San Juan el Divino. Con unas pocas y cálidas palabras, reflejo de su natural manera de ser, el Archidiácono Wilberforce presentó al mensajero de Oriente que había cruzado mares y países para llevar adelante una misión de Paz y Unidad por la que había padecido cuarenta años de cautiverio y persecución. Para asiento de su Huésped el Archidiácono había dispuesto la silla arzobispal, situada sobre las gradas del presbiterio, mientras que él, situándose detrás, dio lectura a la traducción del discurso de 'Abdu'l-Bahá. La congregación se vio profundamente conmovida, y siguiendo el ejemplo del Archidiácono, se arrodilló para recibir la bendición del Siervo de Dios, Quien de pie, con las manos extendidas, dejó que la maravillosa y potente voz de Su invocación se alzara y se dejara caer en el silencio. Como dijera el Archidiácono: "En verdad, esta noche Oriente y Occidente se han reencontrado en este lugar sagrado". El himno "¡Oh Dios, nuestro auxilio de pasadas épocas!" fue recitado por todos los fieles en pie mientras 'Abdu'l-Bahá y el Archidiácono descendían de la mano hacia la sacristía.

Fuera de la Iglesia los miembros del Ejército de Salvación estaban reunidos. 'Abdu'l-Bahá quedó profundamente impresionado al ver que hombres, mujeres y niños se reunían de noche allí, en una esquina, para rezar y cantar.

Discurso pronunciado por 'Abdu'l-Bahá
en San Juan de Westminster
17 de septiembre de 1911

¡Nobles amigos! ¡Buscadores del Reino de Dios! Por todo el mundo el hombre anda en búsqueda de Dios. Todo lo que existe es Dios; pero la Realidad de la Divinidad es santa por encima de toda comprensión.

Las representaciones de la Divinidad que vienen a nuestra mente son el producto de nuestras figuraciones; existen en el reino de nuestra imaginación. No se ajustan a la Verdad; en su esencia la verdad no puede expresarse con palabras.

La divinidad no puede ser comprendida, pues ella es abarcadora.

El hombre, quien también posee una existencia real, es comprendido por Dios; por tanto, esa Divinidad que el hombre alcanza a comprender es sólo parcial; no es completa. La divinidad es la Verdad en acto y la existencia verdadera, y no una representación de ella. La Divinidad misma lo contiene Todo sin que ella sea contenida.

Aunque el mineral, la planta, el animal y el mismo hombre poseen un ser, sin embargo el mineral nada sabe de la planta: no puede percibirla, ni imaginarla o comprenderla.

Otro tanto ocurre con la planta. Por más que progrese, por mucho que se desarrolle, nunca percibirá ni comprenderá al animal. Por decirlo así, no tiene ninguna noticia suya. Carece de oídos, vista y comprensión.

Otro tanto ocurre con el animal. Por mucho que avance dentro de su propio reino, no importa lo refinadas que sus sensaciones lleguen a ser, no obtendrá una noción real del mundo del hombre o de sus especiales facultades intelectuales.

Al animal no se le alcanza qué cosa sea la redondez de la tierra, ni su movimiento en el espacio, o la posición central del sol, ni tampoco puede imaginarse algo así como la omnipresencia del éter.

Si bien el mineral, la planta, el animal y el hombre mismo son seres reales, la diferencia entre sus respectivos reinos impide que los miembros de un grado inferior comprendan la esencia y naturaleza de los que pertenecen a un grado superior. Si esto es así, ¿cómo puede lo que es temporal y fenoménico comprender al Señor de las Huestes?

¡Es claro que resulta imposible!

Pero la Esencia de la Divinidad, el Sol de la Verdad, brilla por sobre todos los horizontes, irradiando sus rayos sobre todas las cosas. Cada criatura es el recipiente de alguna porción de ese poder, y el hombre, que contiene la perfección del mineral, la planta y el animal, así como sus propias cualidades distintivas, se ha convertido en el más noble de los seres creados. Escrito está que él ha sido creado a imagen de Dios. Los misterios otrora ocultos, él los descubre; los secretos que yacían guardados, él los exhuma a la luz. Mediante la ciencia y las artes hace que poderes antes escondidos resurjan en las regiones del mundo visible. El hombre percibe la ley que se oculta en las cosas creadas, y colabora con ella.

Por último, el hombre perfecto, el Profeta, es aquél que se transfigura, aquél que posee la pureza y claridad de un espejo perfecto en el que Se refleja el Sol de la Verdad. De tal persona -de tal Profeta o Mensajero- podemos decir que en Él, con las perfecciones celestiales, mora la Luz de la Divinidad.

Al afirmar que cabe ver el sol en el espejo, ¡no queremos decir que el propio sol haya descendido desde las santas alturas de su cielo para recogerse en un espejo! Tal cosa es imposible. La Naturaleza Divina se ve en las Manifestaciones, y entonces Su luz y Esplendor se hacen visibles con gloria suprema.

Por tanto, los hombres siempre han sido instruidos y guiados por los Profetas de Dios. Todos los Profetas y Mensajeros provienen de un solo Espíritu Santo y son portadores del Mensaje de Dios que conviene a la época en que aparecen. La Luz Única está en Ellos, y Ellos son Uno entre Ellos. Pero el Ser Eterno no Se convierte en ser fenoménico; ni lo fenoménico puede convertirse en el Ser Eterno.

San Pablo, el gran Apóstol, dijo: "Todos nosotros, con nuestros rostros fijos en contemplación de la gloria de Dios, como quien mira un espejo, somos cambiados a esa misma imagen de gloria a gloria, como por el Espíritu del Señor".

¡Oh Dios Perdonador! ¡Oh Educador celestial! Esta reunión se halla adornada con la mención de Tu nombre. Tus hijos vuelven los rostros hacia Tu Reino, los corazones se alegran y las almas encuentran solaz.

¡Dios Misericordioso! ¡Haz que nos arrepintamos de nuestras faltas! Acéptanos en Tu Reino celestial y danos una morada donde no haya error. Danos paz, danos conocimiento, y ábrenos las puertas de Tu cielo.

¡Tú eres el Donador de todo! ¡Tú eres el Perdonador! ¡Tú eres el Misericordioso! Amén.

Sociedad Teosófica: Presentación

El 30 de septiembre, por invitación expresa de su presidente Annie Bessant, 'Abdu'l-Bahá tuvo un encuentro con la Sociedad Teosófica, que entonces estrenaba nueva sede. Después del relato de la historia general del movimiento y de ciertas palabras gentiles de bienvenida a cargo de A.P. Sinnett, 'Abdu'l-Bahá se levantó y ante la gran concurrencia hizo mención de los rasgos principales de las enseñanzas Bahá'ís. Asimismo, elogió sinceramente los esfuerzos de la Sociedad en su búsqueda de la Verdad.

Discurso de 'Abdu'l-Bahá pronunciado en la sede central de la Sociedad Teosófica

30 de septiembre de 1911

¡Respetada audiencia! ¡Amigos de la verdad! La naturaleza inherente al fuego es arder, la naturaleza inherente a la electricidad es dar luz, la naturaleza inherente al sol es brillar, y la naturaleza inherente a la tierra orgánica es el poder del crecimiento.

No hay separación entre una cosa y sus cualidades inherentes.

El cambio es naturalmente inherente a las cosas de esta tierra, y es por ello, por ejemplo, por lo que asistimos a nuestro alrededor al cambio de estaciones. Cada primavera viene seguida de un verano, y cada otoño trae consigo un invierno; y así cada día y cada noche, cada tarde y cada mañana. En todas las cosas existe una secuencia.

Cuando este mundo era gobernado por la frialdad de corazón, por el odio y el resquemor, por la lucha y la matanza, y cuando la oscuridad hubo anegado a las naciones, Bahá'u'lláh, se alzó como astro refulgente desde el horizonte de Persia y resplandeció con la gran Luz de Guía. Fulguró con luz celestial y estableció la nueva Enseñanza.

Dio expresión a la mayoría de las virtudes; manifestó los poderes espirituales, y los puso en práctica en el mundo que Le rodeaba.

Primero: Bahá'u'lláh recalca la búsqueda de la Verdad. Este asunto reviste la máxima importancia ya que las gentes suelen dejarse llevar demasiado fácilmente por la tradición, motivo por el que suelen rivalizar y disputar entre sí.

Pero el acto de manifestar la Verdad descubre la oscuridad y se convierte en la causa de que la fe y la creencia se vuelvan una sola, pues la Verdad no puede ser dos verdades. Tal cosa no es posible.

Segundo: Bahá'u'lláh enseñó la unidad de la humanidad; es decir, que todos los hijos de los hombres se encuentran bajo la misericordia del Gran Dios. Son los hijos de un solo Dios, de Quien reciben educación. Él ha colocado la diadema de la humanidad en la frente de cada uno de los siervos de Dios. Por consiguiente, todas las naciones y pueblos deben mirarse a sí mismos como hermanos. Son todos descendientes de Adán, ramas, hojas, flores y frutos de un solo Árbol. Son las perlas de una sola ostra. Empero, los hijos de los hombres tienen necesidad de educación y civilización; precisan cierto bruñido antes de pasar a ser criaturas brillantes y resplandecientes.

El hombre y la mujer deberían ser educados de igual forma y recibir igual consideración.

La destrucción de la humanidad débese a los prejuicios patrióticos, religiosos y de clase.

Tercero: Bahá'u'lláh enseñó que la religión es la causa de la integración, el cimiento principal del amor y de la unidad. Si una religión se convierte en motivo de odios y de falta de armonía, más le valdría no existir. Prescindir de tal religión es mejor que permanecer con ella.

Cuarto: La Religión y la Ciencia están entrelazadas de modo tal que son inseparables. Son las alas con las que la humanidad debe volar. Un sola no es bastante. Toda religión que descuida la Ciencia es mera tradición, y eso último no es lo esencial. Por consiguiente, la ciencia, la educación y civilización son necesidades de la mayor importancia para una vida plenamente religiosa.

Quinto: La realidad de las religiones divinas es una, pues no cabe que la Realidad, siendo una, se presente como dos. Todos los profetas permanecen inamovibles y unidos en su mensaje. Son como el sol que, en las diferentes estaciones, se eleva desde diferentes puntos del horizonte. De ahí que todo profeta de antaño haya anunciado las buenas nuevas del futuro, y que cada futuro haya aceptado el pasado.

Sexto: La igualdad y la hermandad deben establecerse entre todos los miembros de la humanidad. Es lo que corresponde en justicia. Los derechos generales de la humanidad deben ser guardados y respetados.

Todos los hombres deben ser tratados de igual manera. Tal proceder es inherente a la naturaleza misma de la humanidad.

Séptimo: La condición de las gentes debe disponerse de manera tal que la pobreza desaparezca, y que todos, en la medida de lo posible y atendiendo a su posición y rango, vivan con comodidad. Mientras que los nobles y otras personas de condición elevada viven felizmente instalados, los pobres asimismo deberían poder conseguir su sustento diario sin llegar a padecer los rigores del hambre.

Ocho: Bahá'u'lláh ha declarado la llegada de la Más Grande Paz. Todas las naciones y pueblos se acogerán a la sombra del Pabellón de Gran Paz y armonía. Es decir, mediante elección universal, se establecerá un Gran Comité de Arbitraje que resolverá las rencillas entre las Potencias. Con ello se evitará que las disputas desemboquen en situaciones de guerra.

Noveno: Bahá'u'lláh enseñó que los corazones deben recibir las dádivas del Espíritu Santo de modo que la civilización espiritual sea establecida. Pues la civilización material no se adecua a las necesidades de la humanidad y no puede ser la causa de su felicidad. La civilización material es como el cuerpo, y la civilización espiritual como el alma. Sin el alma el cuerpo no puede vivir.

Éste es un breve resumen de las enseñanzas de Bahá'u'lláh. En aras de todo ello Bahá'u'lláh sobrellevó grandes dificultades y sufrimientos, padeció un confinamiento permanente y sufrió una gran persecución. Mas en la fortaleza ('Akká) erigió un palacio espiritual y de la negrura de Su cárcel lanzó al mundo una gran luz.

Es el deseo ardiente de los Bahá'ís hacer que la puesta en marcha de estas enseñanzas sea práctica generalizada. A este fin se desvivirán con alma y corazón, hasta que la luz celestial sumerja al mundo de la humanidad.

Estoy feliz de haber podido hablaros en esta reunión. Confío en que estas profundas convicciones mías merezcan vuestra aprobación.

Rezo por vosotros, para que cumpláis vuestras aspiraciones y las mercedes del Reino sean vuestras.

Reunión de despedida: presentación

En la noche de San Miguel la sala del Passmore Edward's Settlement, llena a rebosar de gentes de todas las procedencias, algunas venidas de puntos muy distantes, ofreció una gran despedida a 'Abdu'l-Bahá.

Sobre la platea, rodeando a 'Abdu'l-Bahá, figuraban hombres representantes de todas las clases de pensamiento, reunidos con el solo fin de expresar sus simpatías por el trabajo y misión de su gran visitante. El Profesor Michael E. Sadler ocupaba la cátedra.

La reunión comenzó con la oración del Señor, pronunciada al unísono por los reunidos. A continuación se rezó la Oración de la Unidad, de Bahá'u'lláh, seguida de una oración del siglo quinto atribuida al papa Gelasio. El Profesor Sadler habló con palabras que difícilmente olvidarán quienes pudieron escucharlas. En su disertación empleó una cita de una Oración Universal, que un año antes, en Egipto, le había sido presentada a 'Abdu'l-Bahá por un Bahá'í devoto y que el propio 'Abdu'l-Bahá había completado, recomendándola como una oración que las gentes de todos los credos podrían emplear tanto en Occidente como en Oriente.

Tras el Presidente tomaron la palabra Sir Richard Stapley, Eric Hammond, Claude Montefiore, la Señora Stannard, procedente de Egipto, y otras personas. Al abandonar el recinto, 'Abdu'l-Bahá Se encontró con una multitud de pobres gentes del vencindario que se arremolinaban en la acera para verle, incluyendo una niña tullida, de rostro encendido y muletas en mano, que fue llevada especialmente a Su lado.

Reunión de despedida

Reimpresa con el permiso del Christian Commonwealth

del cuatro de octubre
29 de septiembre de 1911

El último viernes, en la víspera de Su partida y atendiendo a la invitación de la Sra. Thornburgh-Cropper, alrededor de cuatrocientas sesenta personas representativas se congregaban para despedir a 'Abdu'l-Bahá en la sala del Passmore Edward´s Settlement, en Tavistock Place. Había llegado a Londres la noche del lunes día 4 de septiembre para permanecer durante cuatro ajetreadas y felices semanas entre nosotros. Excepción hecha de la breve visita cursada la última semana a Bristol, Su lugar de residencia fue el número 97 de Cadogan Gardens. La mayor parte del tiempo la dedicó a entrevistarse con las personas que deseaban verle, entre ellas no pocas cuyos nombres corren de boca en boca en este país. Para lograr la ansiada meta, algunos de estos visitantes debieron sortear grandes distancias.

Un espíritu de belleza lo invadía todo la noche de aquel viernes. La atmósfera era muy diferente de la que suele darse en las reuniones religiosas acostumbradas. Cada uno de los presentes salió enriquecido por el tono sublime del acto. Todas las notas apuntaron en la dirección de la hermandad, la paz y la unidad. Aunque el registro de los discursos sólo alcanza a dar una idea muy modesta del efecto que allí se produjo, estaban tan bien concebidos, fueron tan sinceros y tan exquisitamente trabados que todos merecen ser reproducidos. Entre otras personalidades Amír Alí Siyyid escribió una nota en la que lamentaba no poder estar presente. También el Archidiácono Wilberforce envió sus cariñosos saludos.

Después del Padrenuestro y de las oraciones por la unidad de Bahá'u'lláh y Gelasio (siglo V d.C.), el profesor Michael Sadler pronunció las siguientes palabras:

Discurso del profesor Michael Sadler

Hos hemos reunido para dar cumplida despedida a 'Abdu'l-Bahá, y para agradecer a Dios su ejemplo y enseñanza, y por el poder de sus oraciones para aportar Luz a la confusión del pensamiento, esperanza a este lugar de miedos, fe allí donde había duda, y a las corazones desolados el amor que sojuzga el temor y el egoísmo.

Aunque todos nosotros, en nuestra lealtad particular rendimos pleitesía a nuestros propios credos, a todos nos ha traído y nos trae 'Abdu'l-Bahá un mensaje de unidad, de simpatía y de paz. Nos encarece a que seamos auténticos y verdaderos en las creencias que profesamos; y a que atesoremos, sobre todo, el Espíritu que hay tras la forma. Con él nos inclinamos ante el Nombre Oculto, ¡ante eso que es la vida misma de la Vida Interior! Nos exhorta a que adoremos con lealtad y sin miedo aquello que es nuestra propia fe; pero con un añoranza incluso más fuerte por la unión, la hermandad y el amor; de modo que volviéndonos en Espíritu, y con todo nuestro corazón, podamos penetrar más en la mente de Dios, mente que va más allá de las categorías de clase, raza y tiempo.

El profesor Sadler concluyó con una bella oración de James Martineau.

El Sr. Eric Hammond afirmó que el movimiento Bahá'í abogaba por la unidad: un Dios, un pueblo, una miríada de almas que manifiestan la unidad divina, una unidad tan cabal que en ella no entran diferencias de color que separen a una Manifestación de Dios de otra, y una simpatía tan omnímoda como para abrazar hasta el último, más egoísta y más repulsivo de los hombres. Una unidad, simpatía y hermandad que han de desembocar en la concordia universal. Concluyó con una cita de Bahá'u'lláh: la divina causa del bien universal no podía quedar confinada en exclusiva a Oriente o a Occidente.

La Señorita Alice Buckton afirmó que nos encontrábamos en una de las primaveras divinas del mundo, y que de aquella concurrencia de representantes del pensamiento, del trabajo y del amor se extendería por doquier un influjo portador de unidad y hermandad. La igualdad completa del hombre y de la mujer era uno de los rasgos principales de las enseñanzas Bahá'ís.

Sir Richard Stapley señaló que la unidad no ha de hallarse en las formas y apariencias externas de la religión, sino en su espíritu interior. En Persia se había dado un impulso hacia esa unidad verdadera tal como para poner en evidencia a este sedicente país cristiano.

El Sr. Claude Montefiore, se congratuló, como judío, por el crecimiento del espíritu de unidad, y vio aquella reunión como anuncio profético de mejores tiempos, y en cierta medida como el cumplimiento de la idea expresada por alguien que había caído mártir dando testimonio del credo apostólico y romano, Tomás Moro, quien escribió sobre la gran Iglesia de los Utópicos, en la cual todas las variedades de los credos se aunarían en una sola liturgia representativa de una unidad más elevada y no incompatible con las adscripciones particulares.

La Sra. Stannard se explayó sobre lo que aquella reunión y los sentimientos en ella expresados suponían para Oriente, especialmente para las mujeres, cuya condición no era bien comprendida en el Occidente.

Tammaddun'ul-Mulk dio testimonio del efecto integrador que el movimiento Bahá'í había tenido en Persia y de la forma maravillosa con que se había extendido por América y demás países.

Acto seguido, 'Abdu'l-Bahá se incorporó para dar Su discurso de despedida. Su impresionante figura, con un rostro bastante gastado, pero con ojos llenos de ánimo, se mantuvo en pie quince minutos, durante los cuales habló en la musical lengua persa. Pronunció la oración final con los brazos extendidos y las palmas mirando hacia arriba.

Palabras de despedida pronunciadas
por 'Abdu'l-Bahá

¡Nobles amigos y buscadores del Reino de Dios! Hace casi sesenta años, cuando el fuego de la conflagración bélica crepitaba en las naciones y derramar sangre era motivo de honor para la humanidad; en una época en que la matanza de miles de seres corrompía la tierra; cuando los niños terminaban huérfanos; cuando los padres perdían a los hijos y las madres sucumbían al llanto; cuando la oscuridad del odio interracial y la animosidad parecían haber anegado a la humanidad entera y borrado todo rastro de la unidad divina; cuando el soplo del santo aliento de Dios parecía haberse suspendido, en esa época se alzó Bahá'u'lláh, cual estrella brillante, desde el horizonte de Persia, inspirado por el mensaje de la Paz y la unidad entre los hombres.

Trajo al mundo la luz de guía; encendió el fuego del amor y reveló la gran realidad del Bienamado. Quiso desarraigar las raíces del prejuicio racial y religioso, así como de las rivalidades políticas.

Comparó al mundo con un árbol, y a todas las naciones con sus ramas, y a sus gentes con las hojas, frutos y capullos.

Su misión fue trocar el fanatismo ignorante en amor universal, asentar en las mentes de Sus seguidores los cimientos de la unidad de la humanidad, y consumar en la práctica la igualdad de la humanidad. Declaró que todos los hombres eran iguales bajo la misericordia y favor de Dios.

Fue entonces cuando los portales del Reino se franquearon de par en par y cuando la luz de un nuevo cielo y una nueva tierra quedaron revelados a los ojos que ven.

Sin embargo, toda la vida de Bahá'u'lláh se gestó en medio de tribulaciones y tiránicas sevicias. En Persia fue arrojado a la cárcel, sujeto a la argolla, y quedó pendiente de la amenaza de la espada. Fue escarnecido y fustigado.

A Sus treinta y tantos años de edad fue exiliado a Bagdad, y desde Bagdad a Constantinopla. Y desde allí hasta Adrianópolis, y por último hasta la prisión de 'Akká

A pesar de las cadenas y desde Su celda, logró propagar Su Causa y alzar la bandera de la unidad de la humanidad.

Ahora, alabado sea Dios, vemos la luz del Amor que brilla en Oriente y Occidente y que el tabernáculo de la camaradería ha sido plantado en medio de todos los pueblos para atraer a todas las almas y corazones.

La llamada del Reino ha resonado y el anuncio de la necesidad de una Paz Universal ha iluminado la conciencia del mundo.

Es mi esperanza que mediante el celo y el ardor de los puros de corazón sea erradicada la oscuridad del odio y de los disensos, y que brille la luz del amor y de la unidad. Este mundo ha de convertirse en un nuevo mundo. Las cosas materiales se trocarán en espejos de lo divino; los corazones humanos confluirán en un mutuo abrazo; el mundo entero acabará convirtiéndose en un sola tierra natal y las diferentes razas se contaran como una sola.

Entonces las disputas y las diferencias se disiparán, y el Divino Bienamado será revelado en esta tierra.

Tal como Oriente y Occidente reciben luz de un solo sol, del mismo modo todas las razas, naciones y credos serán vistos como los siervos de un solo Dios. Toda la tierra es un único hogar, y todos los pueblos -si lo supieran- están bañados en la unidad de la misericordia de Dios. Dios nos creó a todos, nos da sostén a todos, nos guía e instruye a todos a la sombra de Su merced. Debemos seguir el ejemplo que Dios mismo nos brinda y arrumbar todas las disputas y desavenencias.

¡Alabado sea Dios! Los signos de la amistad hacen acto de presencia y, en prueba de ello, he venido yo de Oriente para recalar hoy día en este Londres de Occidente, rodeado de la máxima amabilidad, atención y amor, por lo que me siento feliz y profundamente agradecido. Nunca olvidaré estas horas transcurridas en vuestra compañía.

Soporté cuarenta años en un penal turco. En 1908 el "Comité para la Unión y el Progreso" de los Jóvenes Turcos abatieron las puertas del despotismo y excarcelaron a todos los prisioneros, yo entre ellos. Rezo porque las bendiciones colmen a quienes laboran por la unión y el progreso. En el futuro se difundirán falsas informaciones sobre la persona de Bahá'u'lláh con el objeto de atajar la marcha de la Verdad. Os lo digo para que os mantengáis vigilantes y dispuestos.

Os dejo con esta oración, y que la belleza del Reino sea vuestra. Con gran dolor por esta separación, os digo adiós.

Tras el discurso de despedida y la traducción del Profesor Sadler, 'Abdu'l-Bahá cerró la reunión con una bendición pronunciada en tonos rítmicos y ondulantes.

En el momento en que salgan a la luz estas líneas 'Abdu'l-Bahá habrá dejado nuestras costas; pero el recuerdo de su personalidad es una posesión imborrable. Su influjo se dejará sentir en muchos días venideros, y es mucho lo que se ha conseguido ya a fin de promover la unión de Oriente y Occidente, por tantos y por tanto tiempo anhelada.

Cheniston Gardens, 10, W. London
Las notas adjuntas proceden de The Quarterly
Record of "Higher Thought" Work, noviembre 1911

Uno de los acontecimientos más interesantes y significativos que han tenido lugar es el constituido por la visita a Londres de 'Abdu'l-Bahá. El Mago persa, cuya vida de prisionero ha estado dedicada a la promoción de la paz y la unidad por el solo certero método de auxiliar a la persona en su crecimiento espiritual, debe de haber probado de forma muy real "el fruto de los pesares de su alma y haber quedado satisfecho". No sólo ha recibido visitas particulares de casi todo buscador sincero de la verdad y líder del más elevado pensamiento de Londres, sino que su mensaje ha sido dado a conocer a miles de personas que sólo vagamente habían oído antes su nombre.

El Centro Higher Thought era bien conocido para 'Abdu'l-Bahá como el lugar en donde los Bahá'ís solían celebrar sus reuniones semanales bajo la dirección de la Señorita Rosenberg. La invitación que le cursó el Centro fue aceptada justo dos días antes de su partida. A través de un intérprete 'Abdu'l-Bahá extendió su amable saludo y pronunció una breve e impresionante alocución en la que pudo explayarse sobre la bendición de reuniones como aquella celebrada al calor de la unidad y de la inspiración espiritual. Concluyó con una oración ferviente y quedamente pronunciada en su idioma nativo, seguida luego de una bendición que todos los presentes sintieron en su ser de forma muy real.

El día siguiente, Abdu'l-Bahá transmitió al Centro un mensaje por el que hacía extensivo su aprecio por toda la amabilidad demostrada hacia los Bahá'ís. Sus palabras terminaban con esta sentencia: "No importa el nombre que uno se adjudique: la Gran Obra es una sola".

"Cristo está siempre presente en el mundo de la existencia. Nunca ha desaparecido(...)Tengan por cierto que Cristo está presente. La Belleza espiritual que vemos a nuestro alrededor procede de los alientos de Cristo".

Mensaje de 'Abdu'l-Bahá

Escrito para la revista Christian Commonwealth y publicado el 29 de septiembre de 1911

Dios envía a los Profetas para la educación de los pueblos y el progreso de la humanidad. Cada una de tales Manifestaciones de Dios ha hecho erguirse a la humanidad. Sirven a todo el mundo por la merced de Dios. La prueba segura de que son Manifestaciones de Dios reside en el progreso y educación de las gentes. Los judíos se hallaban en el ínfimo escalón de la ignorancia, y eran cautivos del faraón cuando apareció Moisés para encumbrarlos al más alto grado de civilización. Fue así como sucedió el gran reinado de Salomón y como las ciencias y las artes fueron dadas a conocer a la humanidad. Incluso los filósofos griegos fueron estudiantes de las enseñanzas de Salomón. De este modo Moisés se demostró Profeta.

Pasado un tiempo los israelitas declinaron y quedaron sujetos al dominio de griegos y romanos. Fue entonces cuando la brillante estrella de Jesús se alzó en el horizonte sobre los israelitas y alumbró el mundo, hasta que todas las sectas, credos y naciones aprendieron la belleza de la unidad. No puede haber mejor prueba que ésta de que Jesús era la Palabra de Dios.

Y así aconteció con las naciones árabes, las cuales, al estar incivilizadas, padecían la opresión de los gobiernos griegos y persas. Cuando destelló la luz de Mu¥ammad, Arabia entera relumbró. Pueblos que antes habían estado oprimidos y degradados, se convirtieron en cultos y esclarecidos; a tal punto que, en verdad, todas las demás naciones se empaparon de la civilización árabe de esa misma Arabia. Tal fue la prueba de la divina misión de Mu¥ammad.

Todas las enseñanzas de los Profetas son una, una fe, una luz divina que brilla a través del mundo. Ahora, a la sombra de la bandera de la unidad de la humanidad, todas las gentes de todos los credos deberían arrumbar los prejuicios, trabar amistad y profesar fe en todos los profetas. Así como Cristo creyó en Moisés, así los judíos y los cristianos deberían creer en Mu¥ammad. Todas las disputas se desvanecerían entonces, todos permanecerían unidos en esa hora. Bahá'u'lláh vino para este fin. Él hizo de las tres religiones una sola. Él alzó la enseña de la unidad de fe y del honor de la humanidad en el centro del mundo. Hoy día, debemos congregarnos en torno a ella, procurando de todo corazón realizar la unión de la humanidad.

Alocución pronunciada en la reunión de unidad de la Srta. E. J. Rosenberg

8 de septiembre de 1911

Alabado sea Dios por esta reunión de pureza y constancia que hoy se celebra en Londres. Los corazones de los presentes son puros y están dirigidos al Reino de Dios. Espero que todo lo que está contenido y consignado en los libros Santos de Dios sea hecho realidad en vosotros. Los Mensajeros de Dios son los principales y primeros maestros. Cuandoquiera que este mundo se oscurece, se divide en sus opiniones y se vuelve indiferente, Dios envía a uno de Sus Santos Mensajeros.

Moisés vino en tiempos de oscuridad, cuando la ignorancia y la puerilidad cundían entre las gentes y su fe vacilaba. Moisés fue un maestro divino. Impartió enseñanzas de santidad y educó a los israelitas. Puso en pie a Su pueblo, dejando atrás la degradación y encumbrándolo a los más altos honores. Les enseñó las Ciencias y las Artes, les instruyó en la civilización y acrecentó sus virtudes humanas. Después de un tiempo se perdió lo que habían recibido de Dios; el camino quedó expedito para el regreso de las cualidades malignas, y el mundo volvió a ser sometido por la tiranía.

Y una vez más el rumor de la Luz de la Realidad y el aliento del Espíritu Santo vinieron a darse a conocer. Las nubes del Favor descargaron, y la Luz de Guía resplandeció sobre la tierra. El mundo se revistió de nuevas galas, las gentes se trocaron en nuevas gentes, la unidad de la humanidad fue proclamada. Y una vez más, con el tiempo, todo esto cayó en el olvido. Las enseñanzas de Dios dejaron de hacerse sentir en sus vidas. Sus profecías y mandamientos se desdibujaron hasta quedar borrados de sus corazones. Campearon, de nuevo, la tiranía y la insensatez.

Bahá'u'lláh vino entonces y una vez más se renovaron los cimientos de la Fe. Con Su persona hizo volver las enseñanzas de Dios, y las prácticas humanas de los tiempos de Cristo. Aplacó la sed de los sedientos, despertó a los negligentes y enderezó la atención de los desatentos hacia los secretos divinos. Declaró la unidad de la humanidad y propagó la enseñanza de la igualdad de todos los hombres.

Por tanto, todos vosotros deberíais esforzaros por atraer a las gentes con amabilidad, de modo que esta gran Unidad pueda ser establecida, que las supersticiones infantiles se disipen y que todos se conviertan en un solo ser.

Discurso pronunciado en el hogar de la Sra. Thornburgh-Cropper

13 de septiembre de 1911

'Abdu'l-Bahá dijo: Gracias sean dadas a Dios, pues ésta es una buena reunión, esclarecida y espiritual.

Tal como escribiera un poeta persa: "El Universo Celestial está ahormado de tal modo que el mundo inferior refleja el mundo superior". Es decir, todo lo que existe en el cielo se refleja en este mundo fenoménico. Ahora, alabado sea Dios, esta reunión nuestra constituye un reflejo del concurso celestial. Es como si hubiéramos tomado un espejo para contemplarlo. El reflejo del concurso celestial es lo que conocemos como amor.

Tal y como el amor existe en el concurso supremo, de igual manera se ve reflejado aquí. El concurso supremo está colmado por el deseo de Dios. Gracias a Dios esas mismas ansias están presentes aquí.

Por tanto, si decimos que esta reunión es celestial, nada más cierto. ¿Por qué? Porque no albergamos otro deseo que el que se origina en Dios; no tenemos otro cometido que la conmemoración de Dios.

Algunas personas de esta tierra desean realizar conquistas sobre los demás: algunos anhelan el descanso y la comodidad; otros aspiran a lograr un puesto encumbrado; otros desean hacerse famosos: gracias a Dios nuestro deseo es procurar la espiritualidad y la unión con Dios.

Ahora que estamos reunidos aquí es nuestro deseo izar la bandera de la unidad de Dios, difundir la Luz de Dios, hacer que los corazones de las gentes se vuelvan hacia el Reino. Por tanto, doy gracias a Dios por permitir que podamos cumplir esta gran obra.

Rezo por todos vosotros, porque podáis convertiros en luchadores espirituales, porque dondequiera que estéis propaguéis la unidad de Dios e iluminéis Oriente y Occidente, y porque a todos los corazones entreguéis el amor de Dios. Éste es mi mayor deseo y rezo a Dios para que vuestro deseo sea el mismo.

Estoy muy feliz de hallarme con vosotros. Me siento complacido por vuestro Monarca inglés, vuestro gobierno y vuestras gentes.

Dad gracias a Dios por la gran libertad que disfrutáis en esta tierra. No sabéis la falta de libertad que hay en Oriente. Cualquier persona que venga a este país se siente satisfecha.

Deseo la protección de Dios para todos vosotros. Adiós a todos.

Discurso pronunciado por 'Abdu'l-Bahá
en la reunión de unidad de las
Srtas. Jack y Herrick
22 de septiembre de 1911

Hace un día frío y desapacible, pero en mi ansiedad por veros he venido hasta aquí. Para el hombre que tiene amor, el esfuerzo es un descanso. Así que recorrerá cualquier distancia con tal de visitar a sus amigos.

Gracias a Dios os encuentro descansados y espirituales. Éste es el mensaje de Dios que os doy: debéis volveros hacia Él. !Alabado sea Dios porque estáis próximos a Él! Lo indigno de este mundo no impide que andéis en procura del mundo del Espíritu. Cuando estáis en armonía con ese mundo, no cabe preocuparse por las cosas perecederas; vuestro deseo es lo que nunca muere y el Reino está abierto ante vosotros. Confío en que las enseñanzas de Dios se difundan por todo el orbe y hagan que todos nos unamos.

En tiempos de Jesucristo hubo una efusión de la Luz desde Oriente hasta Occidente que fue causante de que las gentes se reunieran bajo una bandera celestial y se iluminasen con la percepción divina. Las tierras de Occidente se han encendido con la luz de Cristo. Ruego a Dios fervientemente que la luz en esta adelantada época ilumine el mundo a tal punto que todos se congreguen bajo la bandera de la unidad y reciban una educación espiritual.

Entonces será cuando los problemas que hoy causan diferencias entre las gentes de la tierra dejarán de sentirse, pues en verdad no son tales. Sois todos olas de un solo mar, espejos de un solo reflejo.

En este día los países de Europa encuentran descanso. La educación está extendida. La luz de la libertad es la luz de Occidente, y la intención de los gobiernos de los países de Occidente es la búsqueda de la verdad y la justicia. No obstante, desde siempre la luz de la espiritualidad ha brillado desde Oriente. En esta era la luz ha declinado; la religión se ha convertido en una cuestión de formas y ceremoniales; el deseo del amor de Dios se ha perdido.

En toda época de gran oscuridad espiritual, se enciende una luz en Oriente. Así que, una vez más, la luz de las enseñanzas de Dios os ha llegado. Tal como la educación y el progreso vienen de Occidente a Oriente, del mismo modo el fuego espiritual viaja de Oriente a Occidente.

Confío que las gentes de Occidente puedan ser iluminadas por la luz de Dios; que el Reino les llegue y que puedan hallar la vida eterna; que el Espíritu de Dios pueda esparcirse cual fuego entre ellos; que sean bautizados con el Agua de Vida y que puedan hallar un nuevo nacimiento.

Éste es mi deseo. Y es mi esperanza, que por la voluntad de Dios, Él permita que podáis recibirlo y procuraros la dicha.

Al igual que disponéis de educación y progreso material, ojalá que también os bañe la luz de Dios.

Que Dios os proteja.
Notas de Conversaciones
La llegada a Londres

La noche de Su llegada a Londres, el 4 de septiembre de 1911, lunes, 'Abdu'l-Bahá manifestó: "El Cielo ha bendecido este día. Se ha dicho que Londres debería convertirse en un gran lugar para la proclamación de la Fe. Cuando me embarqué en el vapor me hallaba cansado; pero al arribar a Londres y contemplar los rostros de los amigos la fatiga me abandonó. Vuestro gran amor me refresca. Me siento muy complacido entre los amigos ingleses".

"Los sentimientos que han prevalecido entre Oriente y Occidente están cambiando a la Luz de las enseñanzas de Bahá'u'lláh. En Su día esos sentimientos podían ser tales que si un occidental bebía del vaso de un oriental, éste se consideraba contaminado y en consecuencia era desechado. Ahora, cuando un Bahá'í occidental come a la mesa de un Bahá'í oriental, los vasos y los platos que emplea son separados y reverenciados en su recuerdo". 'Abdu'l-Bahá pasó a narrar este ejemplo real y maravilloso de amor fraterno:

"Cierto día unos soldados, siguiendo instrucciones, acudieron a la casa de un Bahá'í reclamando que uno de los huéspedes fuese entregado para ejecutarlo. El anfitrión tomó el lugar del invitado y murió en vez de éste".

Londres

"El imán de vuestro amor me ha atraído hasta este país. Es mi esperanza que la Luz Divina brille aquí y que la Estrella radiante de Bahá'u'lláh os fortalezca y podáis convertiros en causa de la unidad de la humanidad, que ayudéis a trocar la oscuridad de la superstición y el prejuicio y unir todos los credos y naciones".

"Este es un siglo radiante. Los ojos están ahora abiertos a la belleza de la unidad de la humanidad, del amor y de la hermandad. La oscuridad de la opresión desaparecerá y la luz de la unidad resplandecerá. No podemos lograr que el amor y la unidad cobren cuerpo con solo hablar. El conocimiento no es suficiente. La riqueza, la ciencia y la educación son buenas, como bien sabemos; pero también debemos trabajar y estudiar para que el fruto del conocimiento entre en sazón".

"El conocimiento es el primer peldaño; la resolución, el segundo; y la acción, que es su consumación, el tercero. Para levantar un edificio hace falta, primero de todo, un plano. Luego debe disponerse del poder (dinero), y es entonces cuando se puede edificar. Asimismo, si se forma una sociedad unitaria, eso es bueno; pero con reuniones y discusiones no basta. En Egipto esa clase de reuniones suelen ocurrir; ahora bien, sólo hay conversación y ningún resultado. Las reuniones que tienen lugar en Londres son buenas, el conocimiento y la intención son buenas; con todo ¿cómo puede haber resultados sin actividad? Hoy en día, la fuerza de la unidad está constituida por el Espíritu Santo de Bahá'u'lláh. Él es Quien manifiesta ese espíritu de unidad. Bahá'u'lláh une Oriente con Occidente. Remitíos al pasado e investigad la historia: no encontraréis precedentes de ello".

Las diferencias

"Dios ha creado un solo mundo; las fronteras las ha fijado el hombre. Dios no ha dividido los países; pero cada hombre dispone de su hogar y su prado. Los caballos o los perros no dividen los campos en parcelas. Por tal motivo Bahá'u'lláh afirma: "Que ningún hombre se gloríe no de que ama a su país, sino de que ama a sus semejantes". Todos son miembros de una familia, de una sola raza; todos son seres humanos. Las diferencias relativas al reparto de tierras no deberían ser motivo de separación entre las gentes".

"Una de las razones de la separación es el color de la piel. Fijaos hasta qué punto este prejuicio cobra fuerza en Norteamérica. ¡Reparad en qué grado llegan a aborrecerse entre sí! ¡Los animales no se pelean por causa de su color! Ciertamente, el hombre, que es mucho más elevado que el animal, no debería caer más bajo que éste. Reflexionad. ¡Cuánta ignorancia existe! Las palomas blancas no rivalizan con las palomas azules debido a su color; pero los hombres blancos luchan con los negros. Esta clase de prejuicio racial es el peor de todos".

"El Antiguo Testamento dice que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza, y en el Corán se afirma: "!No hay diferencias en la Creación de Dios¡". Pensadlo bien. Dios nos ha creado a todos, se preocupa por todos, y todos se hallan bajo Su cuidado. La pauta divina es mejor que la nuestra. ¡No somos tan sabios como Dios!"

La religión

"Para la mayoría de quienes no hayan conocido el mensaje de esta enseñanza, la religión se asemeja a una forma externa, un hacer ver, un mero sello de respetabilidad. Algunos sacerdotes ejercen su sagrado oficio por ninguna otra razón que la de ganarse el sustento. Ellos mismos no creen en la religión que pretenden enseñar. ¿Sacrificarían sus vidas por su fe? Preguntad a un cristiano si renegaría o no de Cristo con tal de salvar la vida".

"Preguntad a un Bahá'í si renegaría de los grandes Profetas, si rechazaría su fe, si negaría a Moisés, a Cristo o a Mu¥ammad, y seguro que diría "antes morir". De modo que un Bahá'í musulmán es mejor cristiano que muchos supuestos cristianos".

"El Bahá'í no reniega de la religión; acepta la verdad que hay en todas, y moriría por sostenerla. Ama a todos sus hermanos, sin acepción de clase, raza o nacionalidad, credo o color, buenos o malos, ricos o pobres, bellos o detestables. No comete violencia. Si le golpean, no devuelve el golpe. Siguiendo el ejemplo del Señor, Bahá'u'lláh, a nada le llama "malo". Como cautela frente a la intemperancia no bebe vino o bebidas espirituosas. Bahá'u'lláh ha dejado dicho que no es bueno que la persona sana consuma lo que perjudica su salud y facultades".

"En este mundo la religión de Dios posee dos aspectos: el espiritual (el real) y el formal (el externo). El aspecto formal cambia, al igual que el hombre cambia con la edad. El aspecto espiritual, que es la Verdad, nunca cambia. Los profetas y las Manifestaciones de Dios siempre han aportado la misma enseñanza. Al principio los creyentes se aferran a la verdad, pero con el tiempo llegan a desfigurarla. La verdad queda trastocada debido a las formas materiales y leyes materiales que se añaden. El velo de la mundanidad y materialidad es corrido sobre la realidad de la verdad".

"Al igual que Moisés y Jesús trajeron Su Mensaje a las gentes, del mismo modo Bahá'u'lláh trae ese mismo Mensaje".

"Cada vez que Dios nos envía a un Gran Ser nos es impartida una vida nueva; pero la verdad que cada Manifestación aporta es la misma. La verdad nunca cambia; pero la visión del hombre sí cambia y se ve difuminada y ofuscada por la complicación de las formas exteriores".

"La verdad es fácil de comprender; pero las formas exteriores con que se expresa confunden la inteligencia. Conforme los hombres crecen aprecian la futilidad de las formas humanas y las desprecian. Por tanto muchos abandonan las iglesias, pues éstas a menudo hacen hincapié sólo en los aspectos externos".

Discurso ante una asamblea de teósofos
Londres, septiembre de 1911

¡Qué días tan maravillosos tenemos! Vemos cómo un huésped del Oriente es recibido con amor y cortesía en Occidente. Me he visto atraído hasta aquí, a pesar de mi indisposición, por el imán de vuestro amor y simpatía".

"Hace algunos años fue enviado un embajador persa a Londres, donde vivió cinco años. (Su nombre era 'Abdu'l Æasan Khán). Al regresar a Persia le pidieron que hablara sobre el pueblo inglés. A esto respondió: "Si bien he residido en Londres durante años no conozco al pueblo inglés, sólo me he visto con su gente en la Corte". Este personaje era una gran figura en Persia y había sido enviado a Inglaterra por los príncipes. Con todo, no llegó a conocer a sus gentes, con las que por otra parte había vivido cinco años. Y ahora, yo -que durante largo tiempo he sido un prisionero- vengo a Inglaterra por primera vez, y aunque mi visita es demasiado corta, he podido ya verme como muchos amigos queridos, y puedo afirmar que conozco a las gentes del país (...) Las personas con las que me he visto son almas verdaderas que trabajan por la paz y la unidad. Pensad pues !cuán diferente es el tiempo que vivimos ahora y el que se vivía hace setenta años!"

"Es voluntad de Dios que las diferencias entre las naciones desaparezcan. Quienes contribuyen a la causa de la unidad son quienes realizan la obra de Dios. La unidad es la Merced Divina para este luminoso siglo. Alabado sea Dios, hoy en día son muchas las asociaciones y las reuniones que se celebran en pro de la unidad. La enemistad ya no es causa de separación en la medida en que acostumbraba a serlo. La causa actual de la desunión se debe en su mayor parte al prejuicio. Por ejemplo, cuando tiempo atrás visitaban Oriente los europeos solían ser considerados impuros y eran objeto de aborrecimiento. En la actualidad es diferente: cuando los occidentales visitan a los orientales seguidores de la Nueva Luz, son recibidos con amor y cortesía".

'Abdu'l-Bahá, al tiempo que mantenía a un niño a su lado, dijo que el verdadero Bahá'í ama a los niños, pues Jesús dijo que de ellos era el reino de los cielos. Un corazón simple y puro está muy cerca de Dios; un niño carece de ambiciones mundanas.

Prejuicios

"El Congreso Universal de las Razas fue bueno porque su meta iba enderezada al progreso de la unidad entre las naciones y a la mejora de la comprensión internacional. La meta era buena. Las causas de las disputas entre naciones diferentes se deben siempre a una de las siguientes categorías de prejuicios: raciales, lingüísticos, teológicos, personales, y los fundados en los usos y costumbres. Es preciso contar con una fuerza activa y universal que ayude a superar estas diferencias. La enfermedad liviana requiere pequeños remedios; pero una enfermedad que invade la totalidad del cuerpo precisa de un remedio muy potente. Una pequeña lámpara muy bien puede iluminar una habitación. Una lámpara mayor quizá ilumine una casa entera, y aun otra mayor toda una ciudad. Sin embargo, hace falta la luz del sol para que el mundo entero sea iluminado".

"Las diferencias de idioma también son causa de desunión entre las naciones. Debe, por tanto existir, un lenguaje universal. La diversidad de credos también es causa de separación. El fundamento común de todos ellos debe establecerse y las diferencias externas quedar abolidas. Debe haber una unidad de Credo. Poner fin a todas estas diferencias es una tarea muy ardua. Todo el mundo se halla enfermo y precisa el poder del Gran Sanador".

"Estas reuniones nos enseñan que la unidad es buena y que la opresión (la esclavitud bajo el yugo de la tradición y el prejuicio) es la causa de la desunión. Saber esto no es bastante. Todo conocimiento es bueno, pero no producirá su fruto a menos que vaya acompañado de acción. Está bien saber que las riquezas son buenas, pero el hecho de saberlo no hará que el hombre se enriquezca; debe trabajar y debe poner su conocimiento en práctica. Confiamos que las personas lleguen a comprender y saber que la unidad es buena, e igualmente confiamos en que no se satisfarán y conformarán con solo saberlo. No digáis únicamente que la unidad, el amor y la hermandad son buenos; es preciso trabajar para lograrlos".

"El zar de Rusia sugirió la convocatoria de la Conferencia de Paz de la Haya y propuso una reducción de armamentos generalizada a todas las naciones. En dicha conferencia pudo demostrarse que la paz beneficiaba a todos los países, que la guerra desbarataba el comercio, etc. Las palabras del Zar eran admirables. Ahora bien, una vez concluido este evento, él mismo fue quien declaró la guerra (frente a Japón)".

"El conocimiento no es suficiente. Esperamos que mediante el amor de Dios podamos practicarlo. Para ello es necesario disponer de una Fuerza universal. Las reuniones son buenas para generar la fuerza espiritual. Saber que es posible llegar a un estado de perfección es bueno; avanzar en el sendero es mejor. Sabemos que el socorro a los pobres y el mostrarse caritativo es bueno y agrada a Dios; pero el saberlo no da alimento al hombre que padece hambre, ni puede el pobre, en lo más crudo del invierno, ser abrigado por el conocimiento o las palabras: debemos extender la ayuda práctica del amor generoso".

¿Qué cabe decir del Congreso de Paz?

"Se asemeja a un corrillo de gente embriagada y reunida para protestar contra las bebidas alcohólicas. Afirman que beber es terrible cosa y al punto salen de sus hogares para volver a beber".

La teosofía

Cuando se le preguntó a 'Abdu'l-Bahá si reconocía el bien realizado por la Sociedad Teosófica, respondió:

"Estoy sabedor y siento gran estima por ella. Sé que su deseo es servir a la humanidad. Doy gracias a esta noble sociedad en el nombre de todos los Bahá'ís y en el mío propio. Espero que con el auxilio divino estos amigos logren traer el amor y la unidad. Es ésta una gran obra y requiere todo el esfuerzo ¡de todos los siervos de Dios!"

La paz

"Durante seis mil años han estado las naciones odiándose entre sí, es hora de ponerle freno. La guerra debe cesar. Unámonos y amémonos y aguardemos a ver los resultados. Sabemos que los efectos de la guerra son malos. Pues bien, pongamos a prueba la paz, a modo de experimento, y si la paz arroja malos resultados, !entonces podremos decidir volver a nuestro inveterado estado de guerra! En todo caso concédase que hagamos el experimento. Si comprobamos que la unidad nos trae Luz, prosigamos. Durante seis mil años hemos estado hollando el camino de la izquierda; probemos ahora el camino de la derecha. Hemos transcurrido muchos siglos en la oscuridad, avancemos ahora hacia la luz".

Pregunta. (A propósito de la afirmación realizada según la cual la teosofía enseña que la verdad de todas las religiones es la misma): ¿Merece el empeño de unificar todas las religiones las simpatías de 'Abdu'l-Bahá?

Respuesta. Ciertamente.

Pregunta. ¿Podría 'Abdu'l-Bahá indicar las líneas maestras que permitirían la consecución de este propósito?

Respuesta. Buscad la verdad. Investigad la realidad de todas las religiones. Arrumbad todas las supersticiones. Muchos de nosotros no comprendemos la Realidad de todas las Religiones.

Las Manifestaciones Divinas

Pregunta. ¿Cuál es la doctrina de 'Abdu'l-Bahá con relación a las diferentes Manifestaciones divinas?

Respuesta. La Realidad de todo es una sola. La verdad es una. Las religiones son como las ramas de un solo árbol. Una rama es alta, otra baja, y una tercera está centrada; empero, todas proceden de un mismo tronco. Una rama lleva fruto mientras que otras no están tan abundantemente cargadas. Todos los profetas son luces, sólo difieren en cuanto a su grado. Brillan como cuerpos celestiales, cada uno en su lugar y punto de ascenso designados. Unos son como lámparas, otros como la luna, otros como estrellas distantes, y unos pocos como el sol mismo que centellea de un extremo a otro de la tierra. Todos tienen la misma Luz que ofrecer; sin embargo, difieren en cuanto a su grado.

El budismo

(A propósito de la referencia hecha a Buda). 'Abdu'l-Bahá dijo: "La verdadera doctrina de Buda es la misma que la enseñanza de Jesucristo. Las enseñanzas de todos los profetas revisten el mismo carácter. Ahora los hombres han trastocado esa doctrina. Si observáis las prácticas actuales de la religión budista, veréis que es poca la realidad que ha quedado de ella. Muchos adoran ídolos, aunque su enseñanza se lo prohiba".

"Buda tuvo discípulos y quiso que se desperdigaran por el mundo para enseñar. Así que, deseando comprobar su grado de preparación, les propuso varias preguntas . 'Cuando vayáis a Oriente o a Occidente -les dijo Buda- y las gentes os cierren las puertas y rehusen hablar con vosotros, ¿qué haréis?' Los discípulos respondieron: 'Estaremos agradecidos pues no nos habrán causado daño?'. '¿Y si os hicieran daño y escarnecieran, ¿qué haríais?'. 'Pues estaríamos muy agradecidos de que no nos dieran peor tratamiento?' '¿Y si os prendieran?' 'Aún así, nos mostraríamos agradecidos por no habernos dado muerte?' '¿Y en el supuesto de que os mataran?', preguntó el Maestro por última vez. 'Incluso entonces estaríamos agradecidos, pues nos habrían convertido en mártires. Y qué destino más glorioso que éste de morir por la gloria de Dios'. A esto replicó Buda '¡Bien dicho!'".

"La doctrina de Buda fue como un apuesto y bello niño, que ahora se ha convertido en un hombre viejo y decrépito, como el hombre entrado en años que ya no ve, ni oye, ni recuerda nada. ¿Por qué remontarnos tan atrás? Fijaos en las leyes del Antiguo Testamento: los judíos no siguen a Moisés como modelo ni guardan Sus mandamientos. Lo mismo vale decir de las demás religiones".

¿Cómo podemos alcanzar el poder de seguir el sendero correcto?

"Poniendo la enseñanza en práctica se nos concederá el poder. Sabéis qué camino seguir: no caben errores, pues hay una gran diferencia entre Dios y la maldad, entra la Luz y la oscuridad, la verdad y la falsedad, el amor y el odio, la generosidad y la avaricia, la educación y la ignorancia, la fe en Dios y la superstición, las leyes justas y las injustas".

La Fe
¿Cómo puede recrecerse la fe?

"Es preciso esforzarse. El niño es desconocedor, pero al estudiar adquiere conocimientos. Id en pos de la verdad".

"Existen tres clases de fe: primero la que viene dada en virtud de la tradición y el nacimiento. Por ejemplo, el hijo de padres musulmanes, es musulmán. Esta creencia tradicional es débil. La segunda es la que procede del conocimiento, y es la fe de la comprensión. Ésta fe es buena. Pero aún existe una tercera categoría de fe, la fe de la práctica. Esta es la fe real".

"Nos enteramos de que existe cierto invento, creemos que es bueno y, en consecuencia, acudimos a comprobarlo personalmente. Llega a nuestros oídos que hay riquezas, lo vemos y trabajamos con denuedo hasta que nos volvemos ricos y ayudamos a los demás. Nos enteramos de que hay luz, la divisamos, nos acercamos a ella, nos calentamos a su lumbre y reflejamos los rayos sobre los demás. Ésta es la fe o creencia verdadera, y de ese modo recibimos el poder de convertirnos en hijos eternos de Dios".

La curación

'Abdu'l-Bahá afirmó: La enfermedad suele ser de dos clases: la material o la espiritual.

"Consideremos a modo de ejemplo el caso de una mano herida con un corte. Si rezáis para que la herida se cure, pero la hemorragia no se detiene, eso no va a servir de mucho: hace falta un remedio material".

"A veces, si el sistema nervioso se paraliza por el miedo, lo que se precisa es un remedio espiritual. La locura, incurable por otros medios, puede curarse mediante la oración. Suele ocurrir que los pesares hacen que la persona enferme. Esto es lo que cabe curar con remedios espirituales".

Las sociedades filantrópicas

Cierta persona pregunta si las sociedades humanitarias son buenas.

"Sí, son muy buenas todas las sociedades que trabajan por la mejora del género humano. Cuantos trabajan en pro de sus hermanos y hermanas cuentan con la bendición de 'Abdu'l-Bahá. Sin duda triunfarán".

'Abdu'l-Bahá manifestó: "Me hace dichoso ver a todos los creyentes de Londres. Siendo todos de todas las razas y credos, pertenecéis a una sola familia. Las enseñanzas de Bahá'u'lláh os compelen a hacer realidad la hermandad de unos con otros".

La comprensión humana de Dios y de los mundos superiores

"Para el hombre la esencia de Dios es incomprensible, al igual que los mundos y condición que trascienden a éste. Al hombre le ha sido dado el conocer, el logro de una gran perfección espiritual, el descubrimiento de las verdades ocultas e incluso la manifestación de los atributos de Dios. Ahora bien, el hombre no puede comprender la esencia de Dios. Allí donde el siempre creciente círculo del conocimiento humano se cruza con el mundo espiritual, allí es enviada una Manifestación de Dios para reflejar Su esplendor".

Las Manifestaciones Divinas
¿La Manifestación Divina es Dios?

"Sí, mas no en la esencia. Una Manifestación Divina es un espejo que refleja la luz del Sol. La luz es la misma; empero, el espejo no es el Sol. Todas las Manifestaciones de Dios aportan la misma Luz; sólo difieren en grado, no en su realidad. La verdad es una. La luz es la misma, por más que las lámparas sean diferentes. Debemos mirar la Luz no a la Lámpara. Si aceptamos la Luz en una de ellas, debemos aceptarla en todas las demás; todas concuerdan, pues son todas iguales. Las enseñanzas son siempre las mismas, sólo cambian las formas externas".

"Las Manifestaciones de Dios son como los cuerpos celestes. Todas tienen señalado su lugar y tiempo de ascenso; pero la luz que despiden es la misma. Si alguien desea contemplar la salida del sol, no dirige su mirada al mismo punto, pues éste cambia conforme lo hacen las estaciones. Cuando alguien ve que el sol se eleva un tanto más allá, hacia el norte, sabe reconocer esa salida, aunque se produzca en un punto distinto".

Apuntes de una conversación
con 'Abdu'l-Bahá

Un señor surafricano de color que visitaba a 'Abdu'l-Bahá manifestó que a decir verdad incluso ahora los blancos no se preocupaban demasiado por los negros.

'Abdu'l-Bahá respondió: "Compara la época presente con la clase de sentimientos exhibidos hacia los negros hace dos o tres siglos, y comprobarás la mejora actual. En un breve período la relación entre blancos y negros mejorará todavía mucho más, hasta que llegue un momento en el que punto más, punto menos, apenas queden diferencias. Existen palomas blancas y palomas purpuradas, pero ambas son palomas".

"Bahá'u'lláh comparó en cierta ocasión a las gentes de color con la pupila negra rodeada por la parte blanca. Mediante esa pupila negra se consigue ver el reflejo de lo que tenga delante, y gracias a ella suele brillar la luz del Espíritu".

"A los ojos de Dios las diferencias de color son del todo indiferentes. Él mira a los corazones de los hombres. Lo que Dios desea de los hombres es su corazón. Un hombre negro con un buen carácter es muy superior a un blanco cuyo carácter sea menos bueno".

Ideales de Oriente y Occidente

Uno de los organizadores del Congreso de las Razas presente habló de los ideales occidentales de Bahá'u'lláh, contraponiéndolos a los ideales de los profetas de antaño, quienes estaban teñidos de las ideas y civilización oriental. A continuación preguntó si Bahá'u'lláh había emprendido algún estudio de los escritos occidentales y si sus enseñanzas se fundamentaban en éstas.

'Abdu'l-Bahá se rió complacidamente y explicó que los libros de Bahá'u'lláh habían sido escritos y difundidos hacía sesenta años, que contenían ideales con los que el Occidente estaba ahora familiarizado; si bien por aquellas fechas no se habían impreso o pensado en el Occidente. A parte de ello, suponiendo que algún pensador avanzado de Occidente hubiera ido a visitar e instruir a Bahá'u'lláh, ¿podría el nombre de tal persona permanecer desconocido o no haber sido registrado? ¡No! En épocas pretéritas, en los tiempos de Buda y Zoroastro, la civilización del Asia y Oriente era más elevada que la del Occidente. Desde entonces, sin embargo, las supersticiones se han infiltrado en la religión y en los ideales de Oriente. Por muchas y diversas causas los ideales y rasgos de los pueblos orientales han caído cada vez más bajo, en tanto que la civilización de Oriente no ha hecho sino avanzar de continuo en una lucha por la Luz. En consecuencia, hoy día la civilización de Occidente, sus ideales y pensamientos se hallan cada vez más cerca del pensamiento de Dios que el de Oriente. Debido a ello los ideales expresados por Bahá'u'lláh han cobrado forma más rápidamente en el Occidente.

'Abdu'l-Bahá mostró además que en uno de sus libros Bahá'u'lláh había descrito exactamente lo que después ha llevado a efecto el Consejo Internacional de Arbitraje, incluyendo detalles sobre sus varias funciones, algunas de las cuales todavía no han sido ejecutadas y que 'Abdu'l-Bahá nos describía ahora de modo que cuando fuesen cumplidas -como así habría de ocurrir en un futuro próximo- supiéramos que habían sido profetizadas por Bahá'u'lláh.

La guerra era la mayor calamidad que pudiera caber en suerte a las naciones. Pues las gentes, que por lo común se ocupan en el campo, oficios, comercio y otras artes útiles, eran apartadas de sus ocupaciones para convertirse en soldados, con todo lo que esto supone de gran pérdida y desperdicio, por no hablar de la destrucción y matanzas propias de la guerra.

Bahá'u'lláh había dicho que las funciones del Tribunal Internacional serían las de resolver las disputas que de tiempo en tiempo surgieran entre naciones; definir las fronteras exactas de los diferentes países; y decidir el número de soldados y armas que cada nación podría albergar, con arreglo a su población, a fin de mantener el orden interno. Según esto, el ejército de determinado país podría ascender a diez mil soldados; el de otro, a veinte mil; el de otro, a quince mil, y así sucesivamente, a proporción de sus respectivas poblaciones. De este modo, si alguno de los países se rebelaban y rechazaban las decisiones del tribunal, éste podría facultar a las demás naciones para hacer causa común y respaldar su decisión, si fuera preciso incluso mediante la acción conjunta.

Todavía no habíamos visto que ninguna de esta cosas se hiciese realidad; pero lo haríamos en el futuro.

La Ciencia y la Fe

El caballero formuló a continuación una pregunta que consideraba de la mayor importancia a propósito de un movimiento religioso que reclamaba ser universal. ¿Cuál es la postura, caso de haberla, que en sus enseñanzas adjudica Bahá'u'lláh a las ideas y concepciones modernas de la Ciencia? La estructura entera de la civilización moderna se sustenta en los resultados del conocimiento que se obtiene en los laboratorios y en la observación paciente de hechos que recopilan los hombres de ciencia, en algunos casos tras cientos de años de investigaciones denodadas. Para explicarse mejor, propuso el ejemplo de las enseñanzas morales y la ética de los filósofos chinos, de las que difícilmente podría concebirse algo superior. Sin embargo, los efectos de tales enseñanzas apenas trascendían de China, y ello por la razón que él atribuía al hecho de no estar basadas primariamente en las enseñanzas de la Ciencia.

'Abdu'l-Bahá respondió que en los escritos de Bahá'u'lláh se concede gran importancia a la Ciencia y al conocimiento. Así llegó a escribir que si un hombre educaba a los hijos de pobres que por sí mismos no pudieran subvenir a los gastos, ese hecho era a los ojos de Dios como si hicieran lo propio con el Hijo de Dios.

Cualquier religión que rechazase la Ciencia y el conocimiento sería una religión falsa. La Ciencia y la Religión debían avanzar juntas; más aún, deberían ser como los dedos de una misma mano.

En Sus escritos Bahá'u'lláh ha concedido igualmente un lugar destacado al Arte y a la práctica de oficios. Y así ha indicado que ocuparse en una de las artes o en un oficio, en espíritu auténtico de servicio, es tanto como adorar a Dios.

Un caballero relacionado con el trabajo del Settlement preguntó a continuación cuál era el mejor método de elevar y civilizar a los elementos más humildes, más degradados e ignorantes de entre las gentes, y si tal educación se verificaría de forma gradual mediante la iluminación del Espíritu, o si existían medios especiales que pudieran adoptarse con tal objeto.

'Abdu'l-Bahá respondió que el mejor método consistía en proporcionarles enseñanzas espirituales e iluminación. Señaló además que la manera de ensanchar los horizontes de las personas cerriles y prejuiciadas y de hacer que presten oído a una doctrina más anchurosa se consigue mostrándoles la mayor amabilidad y amor. El ejemplo de nuestras vidas reviste más valor que nuestras palabras.

Conversación con los difuntos

Se preguntó si era posible establecer comunicación con los muertos, y si era recomendable asistir a las "sesiones " o tomar parte en mesas redondas, evocación de espíritus, etc.

El Maestro manifestó que actuaciones semejantes eran todas de orden material o corporal. Lo que hace falta es elevarse de lo material a los reinos de lo puramente Espiritual. Las mesas redondas y cosas por el estilo eran sólo algo material, un resultado natural y no de orden espiritual.

Ahora bien, era posible comunicarse con los muertos mediante la condición del carácter y del corazón.

¿Son útiles las supersticiones?

Cierta dama inquirió si algunas supersticiones no podrían ser beneficiosas para las gentes ignorantes, quienes, quizá, a falta de ellas, podrían verse privadas de toda clase de creencias.

'Abdu'l-Bahá respondió que las supersticiones eran de dos clases: las que son nocivas porque son peligrosas, y las que son inocuas y pueden procurar algún beneficio.

Por ejemplo, hay pobres gentes que creen que las desgracias y castigos son causados por un Gran Ángel que, espada en mano, asesta mandobles a quienes cometen asesinatos, robos y otros atropellos.

Creen que los relámpagos son armas a disposición de ese ángel, y que si obran mal sufrirán la sacudida del rayo. Por mor de esta creencia evitan cometer actos malignos.

Los chinos tienen la superstición de que si queman trocitos de papel espantarán a los demonios. A veces, con idéntico propósito, queman esos papelitos en los propios barcos donde navegan, con el resultado de que muchas vidas se han perdido por causa de los incendios. Éste tipo de superstición puede resultar peligrosa.

La vida después de la muerte

La señora S. hizo varias preguntas relacionadas con las condiciones de la existencia en el próximo mundo y sobre la vida después de la muerte. Explicó que, tras haber perdido recientemente a un familiar muy próximo, le había dedicado muchos pensamientos al tema. Muchos pensaban que la reunión con los amados y con quienes hubieran pasado a la vida futura sólo podría tener lugar después de un largo período de tiempo. Deseaba saber si esa reunión con los fallecidos podría tener lugar inmediatamente después de la muerte.

'Abdu'l-Bahá respondió que ello dependería de las estaciones respectivas de los dos. Si ambos tenían el mismo grado de desarrollo, la reunión se verificaría inmediatamente después de la muerte. Ella preguntó entonces sobre cómo podría conseguirse dicho estado de desarrollo 'Abdu'l-Bahá respondió que mediante el esfuerzo incesante, procurando hacer el bien y alcanzar cualidades espirituales.

La misma señora señaló que había muchas opiniones discordantes sobre las condiciones de la vida futura. Algunos pensaban que todos tendrían exactamente las mismas virtudes y perfecciones; que todos serían iguales y parecidos.

'Abdu'l-Bahá aseveró que habría variedad y grados diferentes de perfección, al igual que en este mundo.

Se le planteó entonces la pregunta sobre cómo sería posible vivir sin cuerpos materiales o en un entorno que permitiese reconocer a las diferentes entidades y caracteres, donde todos estarían en las mismas condiciones y en el mismo plano de existencia.

'Abdu'l-Bahá manifestó que si varias personas miran a un espejo al mismo tiempo, lo que ven son personalidades todas ellas diferentes, con sus características y movimientos; el cristal del espejo en el que miran es uno. En vuestra mente convive una variedad de pensamientos, pero todos esos pensamientos comparecen separados y diferentes. Del mismo modo, acaso tengáis cientos de amigos; pero cuando los traéis a la memoria, no los confundís: cada uno es un ser separado y diferente, con su propia individualidad y características.

En respuesta a otro interlocutor, dijo que cuando dos personas, marido y mujer por ejemplo, han estado completamente unidos en esta vida, siendo sus almas como una sola, después de que uno de ellos haya fallecido, dicha unión del corazón y del alma permanecerá intacta.

Relación espiritual

Por la tarde del 28 de septiembre, 'Abdu'l-Bahá se reunió con un grupo de invitadas.

'Abdu'l-Bahá dijo que todas ellas eran hermanas. Las relaciones físicas pueden pasar; incluso dos hermanas pueden estar enemistadas, mas los lazos espirituales son eternos y comportan amor y servicio mutuos.

Sed siempre amables hacia cualquier persona y un refugio para los que buscan resguardo.

Sed hijas para quienes son mayores que vosotras.
Sed hermanas para los de vuestra edad.

Sed madres para quienes son más jóvenes que vosotras.

Sed cuidadoras del enfermo, tesoros para el pobre y una despensa de alimento celestial para el hambriento.

Un doctor persa de Qazvín afirmó que era una gran obra de Dios que Oriente y Occidente se hubiesen unido, y que siempre debemos agradecer a Dios que la Causa Bahá'í haya producido tan gran armonía y tamaña unión entre nosotros. El resultado de esta visita de 'Abdu'l-Bahá a Occidente iba a ser muy grande.

Una boda bahá'í

Hacia el final de la visita de 'Abdu'l-Bahá la boda de una joven pareja persa puso una marcada nota oriental. A fin de reunirse con su prometido y casarse en presencia de 'Abdu'l-Bahá antes de Su partida, la novia había viajado desde Bagdad en compañía de su tío. El padre y abuelo de la novia habían sido seguidores de Bahá'u'lláh durante el período de Su destierro.

No hemos querido alterar la descripción que del servicio hace el novio, por lo que la reproducimos aquí en su bello y sencillo lenguaje. Servirá para mostrar un aspecto no abordado en esta obra, y sin el cual la relación de la visita quedaría incompleta. Nos referimos a la actitud de reverencia que las gentes de Oriente que iban a ver a 'Abdu'l-Bahá profesaban hacia su gran maestro. De forma invariable solían ponerse de pie permaneciendo con sus cabezas inclinadas siempre que Él entraba en la habitación.

Mirza Dáwud escribe:

El domingo por la mañana, 1 de octubre de 1911 d.C., correspondiente al 9 de Tishi 5972 (era hebrea), Regina Núr Ma¥al Khánúm, y Mirza Yuhanna Dáwud fueron admitidos a la sagrada presencia de 'Abdu'l-Bahá (¡que mi vida sea sacrificada por Él!)

Después de recibirnos, 'Abdu'l-Bahá dijo: "Sois muy bienvenidos y me hace muy feliz veros aquí en Londres".

Mirándome a mí me dijo: "A nadie había unido antes en matrimonio, excepto a mis propias hijas; pero puesto que es mucho el amor que os tengo y habéis rendido grandes servicios al Reino de Abhá, tanto en este país como en otras tierras, realizaré hoy la ceremonia de matrimonio. Es mi esperanza que los dos continuéis en el sendero del servicio".

A continuación, 'Abdu'l-Bahá llevó a Núr Ma¥ál Khánum a la habitación de al lado y le dijo: "¿Amáis a Mirza Yuhanna Dáwud con toda vuestra alma y corazón?". Ella dijo "Sí, le amo".

Entonces 'Abdu'l-Bahá me llamó e hizo una pregunta similar, a saber: "¿Amáis a Ma¥al Khánum con toda vuestra alma y corazón?". Respondí "Sí, la amo". Volvimos a entrar en la habitación y 'Abdu'l-Bahá tomó la mano derecha de la novia para dársela al novio y pedir que dijéramos "en verdad hacemos todo por agradar a Dios".

Tras sentarnos todos, 'Abdu'l-Bahá prosiguió: "El matrimonio es una institución sagrada y muy aconsejada en esta bendita Causa. Ahora vosotros dos ya no sois dos, sino uno. Bahá'u'lláh desea que todos los hombres sean uno en pensamiento y que se consideren como una gran familia, a fin de que la conciencia de la humanidad no se divida contra sí misma".

"Es mi deseo y esperanza que seáis bendecidos en vuestra vida. Quiera Dios que podáis rendir grandes servicios al reino de Abhá y que podáis convertiros en un medio para su avance".

"Ojalá que la alegría aumente para vosotros al paso de los años, y que podáis tornaros en árboles lozanos cargados de frutos deliciosos y fragantes, que son las bendiciones en el camino del servicio".

Cuando salimos, todos los amigos tanto de Persia como de Londres nos felicitaron por el gran honor que nos había sido conferido y el anfitrión amablemente nos invitó a comer.

Al poco, nos reunimos a Su lado, en torno a la mesa. Durante la comida uno de los amigos preguntó a 'Abdu'l-Bahá cuánto había disfrutado de su estancia en Londres y qué pensaba de los ingleses. Serví como intérprete, 'Abdu'l-Bahá replicó: "He disfrutado mucho en Londres y los rostros radiantes de los amigos han deleitado mi corazón. He sido atraído hasta aquí por su unidad y amor. En el mundo de la existencia no hay imán más poderoso que el imán del amor. Estos pocos días pasarán, pero su importancia será recordada por los amigos de Dios en todas las épocas y en todas las tierras".

"Hay naciones vivas y naciones muertas. Siria perdió su civilización debido a la letargia del espíritu. La nación inglesa está viva, y cuando en esta primavera espiritual le alcance la verdad divina con vitalidad renovada, los ingleses serán como árboles frutales, y el Espíritu Santo los facultará para florecer en abundancia. Entonces no sólo prosperarán en lo material, sino también en aquello que es más importante: el progreso espiritual. Un progreso que les permitirá rendir mayores servicios al mundo de la humanidad".

Otra persona preguntó por qué las enseñanzas de todas las religiones se expresaban fundamentalmente mediante parábolas y metáforas y no con el lenguaje sencillo de las gentes.

'Abdu'l-Bahá replicó:

"Las cosas divinas son demasiado profundas para expresarse con palabras comunes. A fin de que puedan ser comprendidas y preservadas para épocas venideras las enseñanzas celestiales suelen expresarse mediante parábolas. Cuando las personas de inclinación espiritual se zambullen en el océano de su sentido suelen extraer a la superficie las perlas de significado íntimo. No hay placer mayor que el estudio de la Palabra de Dios con una mente espiritual".

"El objeto de las enseñanzas que Dios dirige al hombre es que éste se conozca para comprender la grandeza de Dios. La Palabra de Dios es para el acuerdo y la concordia. Si vais a Persia, donde los amigos de Abhá son muchos, comprenderéis al punto la fuerza unificadora del trabajo de Dios. Están haciendo el máximo esfuerzo por estrechar este lazo de amistad. Allí, gentes procedentes de diferentes naciones acuden a reuniones donde suelen cantar a una las tablas divinas. Podría decirse que todos son como hermanos. A nadie vemos como a extraño, pues como dijo Bahá'u'lláh: 'Sois todos los rayos de un solo sol; los frutos de un solo árbol, y las hojas de una sola rama'. Deseamos la verdadera hermandad de la humanidad. Así será y ya ha comenzado. Alabado sea Dios, el Auxliador, el Perdonador".

La visita a Bristol

'Abdu'l-Bahá pasó el fin de semana, desde el 23 al 25 de septiembre, en la Posada Clifton, en Clifton, Bristol.

La primera tarde, mientras conducíamos, 'Abdu'l-Bahá expresó un gran interés por la Inglaterra rural, maravillándose de los árboles centenarios y el verde vivaz de los bosques y colinas, tan diferentes del árido Oriente. "Aunque es otoño parece como si fuera primavera", manifestó. Las casas con sus pequeñas parcelas de tierra trajeron al recuerdo una cita que 'Abdu'l-Bahá hizo de los escritos de Bahá'u'lláh en la que se alude a que cada familia ha de disponer de una porción de tierra. 'Abdu'l-Bahá comparó el campo al alma, y la ciudad al cuerpo del hombre, diciendo: "El cuerpo no puede vivir sin el alma. Es bueno -señaló- vivir bajo el cielo, al sol y al aire libre". Al observar a una joven montada a caballo con su cabellera remecida por el viento y a varios ciclistas que dejaban atrás otras bicicletas sin dueño a la vista, dijo: "Ésta es la era de la mujer. Debería recibir la misma educación que su hermano y disfrutar de los mismos privilegios; pues todas las almas son iguales ante Dios. El género, en su relación con la exigencias de este plano físico, carece de conexión con el Espíritu. En esta era de despertar espiritual, el mundo se ha embarcado en la senda del progreso y en el campo del desarrollo, en donde el poder del espíritu sobrepasa al del cuerpo. Pronto el espíritu ejercerá su dominio sobre el mundo de la humanidad".

Por la tarde, se cursaron telegramas a los Bahá'ís de Teherán en los que se informaba de la presencia de 'Abdu'l-Bahá en Bristol, Quien les trasladaba Su amor y les hacía saber que estaba bien y alegre en compañía de los amigos de Clifton. El telegrama era la respuesta a otro enviado desde Teherán por el que se felicitaba a los amigos de la posada por la visita que les aguardaba.

Más adelante hubo una recepción general, con unas noventa personas que habían venido al encuentro de 'Abdu'l-Bahá, Quien departió con ellos con una impresionante viveza.

'Abdu'l-Bahá manifestó: "Sois muy bienvenidos. He venido de lejos para veros. Agradezco a Dios que después de cuarenta años de espera se me haya permitido, por fin, venir y traer mi mensaje. Es ésta una asamblea repleta de espiritualidad. Los aquí presentes tienen sus miras puestas en Dios, buscan y ansían las buenas nuevas. Estamos reunidos en este lugar por el poder del Espíritu, por lo tanto nuestros corazones se conmueven en acción de gracias. "¡Envía Tu Luz y Tu Verdad, oh Dios. Que ellas nos guíen hacia tus santas montañas!" ¡Ojalá que podamos refrescarnos con los santos torrentes que renuevan hoy la vida del mundo! Al igual que el día sigue a la noche, y que después del atardecer llega la aurora, del mismo modo Jesucristo apareció sobre el horizonte de este mundo como un Sol de la Verdad; e igualmente cuando las gentes -tras olvidar las enseñanzas de Cristo y Su ejemplo de amor para con toda la humanidad- se habían cansado de las cosas materiales, una vez más en Persia brilló una Estrella, apareció una nueva iluminación, cuya gran luz se difunde ahora por todas las tierras".

"Los hombres mantienen sus posesiones para su propio disfrute y no comparten suficientemente con los demás las mercedes recibidas de Dios. La primavera se ha trocado en el invierno del egoísmo. Jesucristo dijo 'debéis nacer de nuevo' para que la vida divina pueda brotar de nuevo dentro de vosotros. Sed amables con todos los que os rodean y servíos mutuamente; ama ser justo y veraz en todos tus tratos; reza siempre y vive la vida de modo que el pesar no te alcance. Mira a las gentes de tu raza y a los de otras razas como miembros de un solo organismo, hijos del mismo Padre. Sépase por vuestra conducta que sois en verdad el pueblo de Dios. Entonces las guerras y las disputas cesarán y por todo el mundo se esparcirá la Más Grande Paz".

Después de que 'Abdu'l-Bahá se retirase, Tamaddun'ul-Mulk y el Sr. W. Tudor Pole hicieron unas breves alocuciones con referencias al martirio de los fieles en Persia, con una especial mención de la eminente poetisa Qurratu'l-'Ayn.

El día siguiente fue un domingo soleado. 'Abdu'l-Bahá salió en automóvil con los amigos a dar u paseo por las colinas. Después reunió a los sirvientes de la casa, habló de la dignidad del trabajo y les agradeció sus servicios, no sin dejar para cada uno un pequeño recuerdo de Su visita. Acudió a la posada y la bendijo como lugar destinado a los peregrinos de todas las partes del mundo, y dijo que en verdad se convertiría en una Casa de Reposo.

Por la mañana del tercer día, el canónigo de la Iglesia anglicana desayunó con Él. La conversación giró en torno a lo remisos que eran los ricos a compartir sus posesiones. 'Abdu'l-Bahá, citando el dicho de Jesús "Cuán difícil es que quienes poseen riquezas entren en el Reino de los Cielos", indicó entonces que sólo cuando el verdadero buscador compruebe que el apego a lo material le impide el acceso a su herencia espiritual, se adentrará feliz en la vía de la renuncia. Entonces el rico compartirá alegremente sus posesiones materiales con los necesitados. 'Abdu'l-Bahá comparó la hospitalidad sin pretensiones que le había sido dispensada con los costosos banquetes de los acaudalados, quienes harto a menudo se sientan en sus fiestas despreocupados de las multitudes hambrientas.

Encareció a sus oyentes a que esparcieran luz en sus propios hogares, puesto que así se iluminaría finalmente toda la comunidad.

'Abdu'l-Bahá regresó a Londres. Fue el más sentido deseo de quienes habían tenido el privilegio de reunirse con Él que Sus seguidores de otras tierras supieran cómo la gente de Clifton apreciaba esta visita y comprendían Su amor y poder espiritual.

Thomas Pole
En Byfleet

Ua tarde del 9 de septiembre, cierto número de mujeres trabajadoras del Passmore Edward's Settlement, que se encontraban de vacaciones junto a la Srta. Buckton en Vanners, Byfleet, un pueblecito a unas veinte millas de Londres, tuvieron el gran privilegio de reunirse con 'Abdu'l-Bahá. Para su propio beneficio tomaron breve nota de Sus dichos. Lo que sigue es un resumen:

Nos reunimos a Su alrededor en un círculo, y nos hizo sentarnos a Su lado junto al asiento de la ventana. Una de las miembros, que se hallaba enferma, recibió un saludo especialmente cariñoso de Su parte. 'Abdu'l-Bahá comenzó preguntando mientras tomaba asiento: "¿Sois felices?". Nuestros rostros debieron de reflejar claramente que sí. A continuación dijo: "Os quiero a todas, sois las hijas del Reino, y sois aceptas a Dios. Aunque aquí seáis pobres, sois ricas en los tesoros del Reino. Soy el Siervo de los pobres. Recordad cómo Su Santidad Jesús dijo: 'Benditos sean los pobres'. Si todas las reinas de la tierra se reunieran aquí ¡yo no podría estar más feliz!"

'Abdu'l-Bahá sabía que teníamos un cofre con el que solíamos ayudar a las menos afortunadas de entre nosotras. Al punto se incorporó y dijo: "Me sois muy queridas. ¡Quisiera hacer algo por vosotras! No puedo cocinar en vuestro lugar (nos había visto antes ocupadas en la cocina), pero he aquí algo para vuestro fondo". Se dirigió en círculo hacia cada una de nosotras estrechando las manos y dando el saludo Bahá'í "Alláh'u'Abha!"

Más adelante paseó por el pueblecito. Eran muchos los niños que acudían donde Él, así como las mujeres con niños enfermos y hombres salidos del trabajo. Pudo hablar con todos mediante un intérprete. A la hora del té los amigos se sumaron al grupo. A 'Abdu'l-Bahá le gustaba el jardín del cobertizo en Vanners, el pequeño huerto y las rosas. Dijo: "Es como un jardín persa. El aire es muy puro".

Al partir hacia Londres hizo entrega a cada uno de una trinitaria del jardín para decir en inglés, una vez tras otra, "adiós".

El 28 de septiembre, 'Abdu'l-Bahá visitó de nuevo Vanners, la pequeña alquería enclavada en un viejo predio real que data de los tiempos del rey Eduardo II. Llegó de Londres en automóvil, pernoctó y regresó por la tarde del segundo día.

'Abdu'l-Bahá se sintió vivamente impresionado durante el trayecto por dos destacamentos de Boy Scouts que recorrían el camino. Cuando se le dijo que el lema de los Scouts era "estad preparados", que un acto diario de amabilidad era una de sus normas y que algunos de estos niños habían apagado un incendio y prestado auxilio en un accidente de tren recientemente ocurrido, manifestó: "Me alegro enormemente".

Al llegar a Vanners se encontró con una gran multitud extrañamente variopinta congregada para recibirlo junto al portón. Los había desde los muy pobres a los ricos que se habían desplazado en automóvil desde sus casas de la campiña. Un gran número Le siguió y a tantos como fue posible se les hizo sitio en el jardín, donde tomaron asiento a Su alrededor. El silencio era sobrecogedor. La misma atención y vivo interés por escucharle pudo apreciarse entre las gentes cada vez que 'Abdu'l-Bahá hizo acto de presencia en el pueblo.

Después de manifestar Su alegría por estar con ellos, comenzó a platicar con el pequeño grupo, respondiendo a una pregunta sobre la complicada civilización del Occidente.

La cautividad del hombre

'Abdu'l-Bahá dijo: "Los lujos coartan la libertad de comunicación. El que queda aprisionado por los deseos siempre está descontento; los hijos del Reino se han zafado de sus deseos. Romped todas las cadenas y buscad la alegría espiritual y la iluminación; entonces, aunque caminéis sobre la tierra, os veréis a vosotros mismos dentro del horizonte divino. Sólo al hombre le es posible esto. Cuando miramos a nuestro alrededor vemos que todas las demás criaturas se hallan cautivas de su entorno".

"El pájaro está cautivo en el aire y el pez en el mar. Sólo el hombre destaca y puede decir a todos estos elementos '¡Os haré mis siervos! ¡Puedo gobernaros!' Capta la electricidad y a través de su inventiva la aprisiona y la convierte en un poder maravilloso para iluminar y un medio de comunicación con el que se alcanza a miles de millas. Pero el hombre mismo puede convertirse en un cautivo de las cosas que ha inventado. Su verdadero segundo nacimiento tiene lugar cuando queda libre de todas las cosas materiales; pues solamente es libre cuando no es presa de sus deseos. Es entonces cuando, como afirma Cristo, se hace cautivo del Espíritu Santo".

El poder de Dios

Un amigo preguntó a 'Abdu'l-Bahá cuán lejos podría llegar la persona en la procura de esa conciencia de Cristo de la que habla San Pablo como nuestra esperanza de Gloria.

'Abdu'l-Bahá se volvió con gran alegría y, con gesto impresionante, dijo: "La Bondad y poder de Dios no tiene límites para toda alma humana. Repara en el poder vivificador de Cristo cuando estuvo en la tierra. ¡Mira sus discípulos! Eran pobres e incultos. De un pescador rudo hizo al gran Pedro, y de la pobre aldea de Magdala alzó a quien es un poder en todo el mundo de hoy. Muchas mujeres han reinado a las que se recuerda por sus fechas históricas, y poco más es lo que se sabe de ellas. Pero María Magdalena es la más grande de todas. Fue ella la que con su amor fortaleció a los discípulos cuando la fe de éstos empezaba a flaquear. Lo que ella hizo por el mundo no puede medirse. Ved pues la clase de poder divino que prendió en su persona por el poder de Dios!".

Mensajeros inspirados

Cuando se Le preguntó si siempre habría necesidad de que de tiempo en tiempo viniesen profetas ("¿no llegaría el mundo con el correr de los acontecimientos y merced al progreso a comprender completamente a Dios"), 'Abdu'l-Bahá respondió: "El hombre necesita un poder motivador universal que lo movilice. El mensajero inspirado que recibe directamente el auxilio del poder de Dios trae resultados universales. Bahá'u'lláh se alzó como una luz y ahora esa luz se difunde hacia todo el mundo".

"¿Es esto lo que significa la Segunda Venida de Cristo?". "Cristo es una Expresión de la Realidad Divina, la Esencia Singular y la Entidad Celestial, que no tiene principio ni fin. Posee una aparición, un alzamiento y manifestación y un crepúsculo en cada uno de los Ciclos".

Los que habían estado con 'Abdu'l-Bahá apreciaron cuán a menudo, después de hablar animadamente con las gentes, solía dar una vuelta y pasear para estar solo. En esos momentos nadie Le sigue. En esta ocasión, cuando acabó de hablar y salió por el portón de la casa en dirección a la aldea, todos quedaron atónitos ante Su paso maravilloso y desenvuelto, descrito por uno de los amigos americanos como el propio de un pastor o un rey.

Conforme iba cruzándose con los niños desarrapados que se congregaban por docenas a Su alrededor, los niños le saludaban tal y como se les había enseñado en la escuela, demostrando así cuán instintivamente sentían la grandeza de Su persona. Lo más notable era el silencio que en Su presencia guardaban incluso los hombres más rudos. Un pobre diablo exclamó: "Es un buen hombre", para añadir "¡eh, que ha sufrido!"

Mostraba particular interés por los enfermos, los impedidos y los niños desnutridos. Las madres los llevaban en brazos siguiéndole. Un amigo les había explicado que este gran visitante había cruzado los mares desde la Tierra Santa donde Jesús había nacido.

Las gentes de toda condición se reunieron junto al portón, todo el día, por si podían verle. Con ese fin más de sesenta personas se habían desplazado a Vanners en coche o en bicicleta para verle, muchos deseosos de formularle alguna pregunta especial. Entre ellos había clérigos de varios credos, el director de una escuela de niños, un miembro del Parlamento, un doctor, un famoso escritor político, el vicecanciller de una Universidad, varios periodistas, un poeta muy conocido y un juez de Londres.

A 'Abdu'l-Bahá se Le recordará durante mucho tiempo: cómo se sentó en una tarde soleada junto al ventanal, con Su brazo alrededor de un niño muy desarrapado, per totalmente feliz, que había acudido a pedir una moneda de seis peniques para su hucha y para su madre inválida, mientras a Su vera en la habitación se habían congregado hombres y mujeres que discutían sobre educación, socialismo, el primer proyecto de Reforma, y la relación de los submarinos y de la telegrafía sin hilos con la nueva era en la que el hombre estaba entrando.

Por la tarde, una pareja de jóvenes recién casados de la aldea, quienes habían leído algunos libros Bahá'ís, pidieron permiso para presentarse ante Él. Entraron tímidamente, él después de ella. 'Abdu'l-Bahá se alzó para saludarles y les procuró un lugar en el círculo. Habló vivamente con ellos sobre el carácter sagrado del matrimonio, la belleza de una unión verdadera, y la importancia de los pequeños y de su educación. Antes de que salieran los bendijo y aplicó un perfume persa a sus cabellos y frentes.

La educación

'Abdu'l-Bahá hizo gran hincapié en la educación, señalando: "La educación de las niñas reviste hoy más importancia que la de los niños, pues ella es la madre de la futura raza. Es deber de todos cuidar de los niños. Quienes carecen de hijos deberían, si es posible, hacerse responsables de la educación de un niño". La situación de los desposeídos en las aldeas del campo así como en Londres causaron gran impresión en 'Abdu'l-Bahá. En una animada conversación con el Rector de una parroquia, 'Abdu'l-Bahá manifestó: "Veo a Inglaterra despierta; hay vida espiritual aquí. Pero vuestros pobres ¡son tan, tan pobres! Tal no debiera suceder. Por un lado, poseéis riqueza y grandes lujos; por otro lado, hay hombres y mujeres que viven en estado de pobreza y necesidad. Este gran contraste de vida es una de los lastres que gravitan sobre la civilización de esta época ilustrada.

"Debéis volver vuestra atención con mayor empeño a la mejora de las condiciones de los pobres. No os contentéis hasta que toda persona con la que tratéis no sea como un miembro de vuestra familia. Miraos los unos a los otros bien como un padre, o como un hermano, o como una hermana, o bien como una madre, o como un hijo. Si podéis lograrlo, vuestras dificultades se desvanecerán, sabréis lo que habéis de hacer. Ésta es la enseñanza de Bahá'u'lláh".

El cambio de corazón

A cierta persona que hizo referencia al deseo de las gentes de apropiarse las tierras, y de la poderosa subcorriente de rebelión por parte de las clases trabajadoras, 'Abdu'l-Bahá manifestó: "La lucha y el empleo de la fuerza, incluso por una causa justa, no traerá consigo buenos resultados. Los oprimidos que tengan el derecho de su parte, no deben ejercitar ese derecho por la fuerza; el mal continuaría. Los corazones deben cambiar. ¡El rico debe desear dar! La vida del hombre debería ser como una llama que calienta a cuantos entran en contacto con ella. A los ojos de Dios los que están espiritualmente despiertos son como antorchas brillantes que dan luz y solaz a sus congéneres".

Al preguntarse si no creía que los modales de los ingleses eran rudos y atrasados comparados con los de Oriente, 'Abdu'l-Bahá dijo que no lo había sentido así. Conforme una nación aumenta su espiritualidad, los modales se modifican.

Cristo y Bahá'u'lláh.

Uno de los amigos preguntó en qué modo las enseñanzas de Bahá'u'lláh contrastan con las de Jesucristo. "Las enseñanzas son las mismas", declaró 'Abdu'l-Bahá; "Se trata de los mismos cimientos y del mismo templo. La verdad es una y no admite división. Las enseñanzas de Jesús se hallan en una forma concentrada. Hoy día los hombres no concuerdan sobre el significado de muchos de Sus dichos. Sus enseñanzas son como el pimpollo. Hoy, ¡el pimpollo se está transformando en una flor! Bahá'u'lláh ha expandido y cumplido las enseñanzas, y las ha aplicado con pormenor al mundo entero.

"Entre los Bahá'ís no hay seres solitarios ni eremitas. El hombre debe trabajar con sus congéneres. Cada cual debería ejercer un oficio, arte o profesión, sea rico o pobre, y con ello servir a la humanidad. Esta clase de servicio se acepta como la más elevada forma de adoración".

El arte

Una pintora preguntó: "¿Es el arte una vocación digna?" 'Abdu'l-Bahá volviéndose a ella con gesto muy expresivo, dijo: "El arte es adoración".

Un actor se refirió al teatro y su influencia. "El teatro es de la mayor importancia", manifestó 'Abdu'l-Bahá. "En el pasado ha ejercido una gran influencia educadora, y así será de nuevo". Describió cómo siendo joven había presenciado el Misterio de la Traición y Pasión de Alí, y cómo le afectó tanto que lloró y no pudo conciliar el sueño durante muchas noches.

Los símbolos

Cierta persona quería saber si era buena costumbre llevar algún símbolo, como, por ejemplo, una cruz. Dijo Él: "Lleváis la cruz en señal de recuerdo; ella centra vuestros pensamientos; no posee poder mágico. Muchos Bahá'ís llevan una piedra en la que va grabado el Más Grande Nombre: no hay influjo mágico en la piedra; es un recordatorio y un compañero. Si estás a punto de cometer un hecho egoísta o de actuar precipitadamente, y tu mirada repara en el anillo de tu mano, cambiarás de intención al recordarlo".

El esperanto

Uno de los amigos preguntó acerca de la profecía de Bahá'u'lláh en las Palabras del paraíso, referentes a la formación de un idioma universal, y deseaba saber si el esperanto sería el idioma escogido.

"El amor y el esfuerzo puestos en el esperanto no se perderán -respondió-, pero ninguna persona puede construir un idioma universal. Debe lograrse mediante un Consejo que represente a todos los países y debe contener palabras de diferentes idiomas. Se regirá por las normas más simples y no admitirá excepciones; no habrá género, ni letras silentes. Todo lo que se signifique deberá contar con un solo nombre. ¡En el árabe hay cientos de nombres para designar al camello! En las escuelas de cada nación se enseñará la lengua materna así como el idioma universal revisado".

Tolstoi

La misma persona preguntó: "He leído buena parte de la obra de Tolstoi y veo un paralelo entre sus enseñanzas y las vuestras. En uno de sus libros habla sobre el Enigma de la Vida, donde describe cómo la vida se desperdicia en nuestro esfuerzo por hallar la Llave. Pero Tolstoi continua diciendo: hay un hombre en Persia que guarda el secreto".

"Sí" dijo 'Abdu'l-Bahá, "he recibido una carta de Tolstoi, y en ella dice que desea escribir un libro sobre Bahá'u'lláh".

Curación

Un amigo interesado en la curación citó las palabras de 'Abdu'l-Bahá: "Si alguien está enfermo, que acuda a un gran médico".

'Abdu'l-Bahá dijo: "Sólo hay un poder que cura, y es Dios. El estado o condición mediante el cual la curación surte efecto es la confianza del corazón. Algunos lo alcanzan acudiendo a doctores, pastillas y triturados. Otros a base de higiene, ayuno y oración. Otros mediante la percepción directa".

En otra ocasión 'Abdu'l-Bahá dijo con relación al mismo asunto: "Todo lo que vemos alrededor de nosotros es obra de la mente. Es la mente en la hierba y en el mineral lo que actúa sobre el cuerpo humano y cambia su condición". La charla derivó hacia una disertación erudita sobre la filosofía de Aristóteles.

La muerte

Un amigo preguntó: "¿Cómo es que alguien puede desear la muerte?"

'Abdu'l-Bahá respondió: "¿Y de qué modo se desea llegar a la meta de cualquier destino? Con esperanza y con expectación. Así es incluso con el fin de esta vida terrenal. En el otro mundo el hombre se verá libre de muchas de las trabas que ahora le estorban. Quienes han pasado por el trance de la muerte, poseen su propia esfera. No está muy alejada de la nuestra; su trabajo, el trabajo del Reino, es el nuestro; pero está santificado de lo que llamamos "tiempo y lugar". Entre nosotros el tiempo se mide por el sol. Cuando no hay más alboradas ni más puestas de sol, esa clase de tiempo deja de existir para el hombre. Quienes han ascendido poseen diferentes atributos de los que poseen quienes se hallan en la tierra; sin embargo, no hay separación real.

"En la oración hay una estación entremezclada, una fusión de condiciones. Rezad por ellos ¡tal y como ellos rezan por vosotros! Si atravesáis apuros y estáis en actitud receptiva, ellos son capaces, sin que os percatéis, de haceros sugerencias. Algunas veces esto es lo que ocurre en sueños. ¡Pero no hay relación fenoménica! Lo que parece un encuentro fenoménico posee otra explicación". El preguntador exclamó: "¡Sin embargo, yo he escuchado una voz!" 'Abdu'l-Bahá dijo: "Sí, eso es posible; en los sueños escuchamos claramente las voces. No es con el oído físico con el que escuchas. El espíritu de los que han fallecido está libre del sentido vital, y no se sirven de medios físicos. No es posible explicar estos grandes temas con palabras humanas; el lenguaje del hombre es el lenguaje de los niños, y las explicaciones del hombre a menudo causan extravío".

Alguien de los presentes preguntó cómo es que en la oración y meditación el corazón suele volverse de forma instintiva hacia alguna amistad que ha pasado a la otra vida.

'Abdu'l-Bahá respondió: "Es una ley de la creación de Dios que el débil se apoye en el fuerte. Aquellos a los que os volváis pueden ser los mediadores del poder de Dios, tal y como sucede en la tierra. Pero es sólo el Espíritu Santo el que fortalece a todos los hombres". A continuación otro amigo se refirió a la comunión de Jesús con Moisés y Elías sobre el Monte de la Transfiguración. 'Abdu'l-Bahá manifestó: "Siempre los fieles se sostienen por la presencia del Concurso Supremo. En el Supremo Concurso se hallan Jesús, Moisés, Elías, y Bahá'u'lláh, y otras almas excelsas, y también los mártires".

Cuando se le preguntó sobre la perduración de la personalidad de los animales muertos, 'Abdu'l-Bahá dijo: "Incluso el perro más desarrollado carece del alma inmortal del hombre; a pesar de ello, el perro es perfecto en su propio medio. ¡Uno no riñe con un rosal sólo porque no puede cantar!"

El verdadero Bahá'í

Un estudiante de los modernos métodos de la crítica elevada preguntó a 'Abdu'l-Bahá sí haría bien en continuar en la iglesia a la que había estado vinculado toda su vida y cuyo lenguaje estaba lleno de sentido para él. 'Abdu'l-Bahá respondió: "No debes disociarte de ella. Sabe esto: El Reino de Dios no está en sociedad alguna; algunos buscadores recorren muchas sociedades al igual que el viajero va recorriendo muchas ciudades hasta alcanzar su destino final. Si ya perteneces a una sociedad, no abandones a tus hermanos. Puedes ser un cristiano bahá'í, un Bahá'í francmasón, un Bahá'í judío, un Bahá'í musulmán. El número 9 contiene al 8, al 7, y a todos los demás números, y a ninguno de ellos los niega. No entristezcas a nadie, ni niegues a nadie diciendo '¡Él no es bahá'í!'. A él se le reconocerá por sus obras. No hay secretos entre los Bahá'ís; el Bahá'í nada oculta".

Difundir las enseñanzas

Cuando un amigo norteamericano preguntó "¿cuál es la mejor manera de difundir la enseñanza?", dijo Él: "Mediante las obras. Esta vía está abierta a todos, pues todos entienden las obras. Uníos a quienes trabajan por los pobres, los débiles y los desgraciados. Esto es lo que cabe y merece ser recomendado. Enseñar por medio de palabras requiere la habilidad del médico sabio, que no ofrece ayuda a quienes no desean tratamiento. No prestes ayuda a quienes no precisan tu auxilio. El trabajo de la enseñanza no es para todos".

El siguiente incidente muestra cómo 'Abdu'l-Bahá solía atender incluso a los más mínimos detalles que afectaran a Sus semejantes. Sabedor de que algunos de sus amigos habían venido desde Londres por estar cerca de Él y que habían planeado pernoctar en el pueblo, de inmediato 'Abdu'l-Bahá los acomodó en la posada como huéspedes suyos. Preocupándose por su comodidad, y dado que las noches se estaban volviendo fría, acudió a inspeccionar personalmente las habitaciones.

En Brooklands

Por la mañana del segundo día un vecino envió su vehículo ofreciéndose a 'Abdu'l-Bahá por si deseaba llevar a sus invitados al campo de aviación de Brooklands. Aunque hacía viento, había un aviador sobre la pista que, al enterarse de quién era el visitante, se ofreció a realizar una exhibición. 'Abdu'l-Bahá se apartó de sus amigos para situarse en mitad del campo, desde donde contempló de pie los amplios círculos con que evolucionaba el biplano.

Un hindú que estaba aprendiendo a pilotar en la escuela se sumó a los amigos de 'Abdu'l-Bahá y preguntó: "¿Quién es el señor que va vestido con traje oriental?"

Cuando se le respondió, exclamó: "¡Ah! Le conozco muy bien por sus enseñanzas, que he estudiado", e inmediatamente acudió al encuentro de 'Abdu'l-Bahá.

Durante cierto tiempo hablaron juntos en árabe. El joven mostraba gran alegría en Su presencia. Después aseguró que durante muchos años había suspirado porque llegara este momento.

Durante el té al aire libre 'Abdu'l-Bahá y el joven hindú, ambos sentados en la cabecera de unos grandes bancos que se habían dispuesto, mantuvieron entre ellos una alegre conversación.

'Abdu'l-Bahá advirtió que dos de los aviadores libraban una pelea pugilística en el campo. Cuando cesaron, fue donde ellos dando aplausos y exclamando en inglés "¡Bravo! ¡Bravo! Esto sí que es un buen ejercicio".

Desde Su vuelta a Egipto 'Abdu'l-Bahá ha enviado un amable mensaje de recuerdo a las gentes de Byfleet en el que asegura que nunca los olvidará.

Últimos días en Londres

Durante la estancia de 'Abdu'l-Bahá en la calle Cadogan, las personas acudían todos los días a todas las horas, desde temprano por la mañana hasta entrada la noche, en la esperanza de tener el privilegio de verle y de escucharle hablar. Muchas fueron las reuniones alrededor de la mesa de esa casa hospitalaria en donde cientos de personas fueron bienvenidas. Muchas se presentaban sin referencias; a nadie se la rechazó. Entre ellas había clérigos de varias denominaciones, miembros del Parlamento, jueces y hombres de letras.

Los visitantes no eran sólo ingleses, también había numerosos persas que habían viajado desde Teherán y desde otras ciudades de Oriente para verse más libremente con aquel que durante tanto tiempo, debido al cautiverio, había permanecido retirado de ellos.

El redactor de un periódico japonés alteró su viaje de vuelta a Tokio a fin de poder pasar la noche cerca de 'Abdu'l-Bahá. En la víspera de su regreso a la India, un médico zoroastriano de Bombay aún pudo lograr una última cita.

El trabajo de la mujer

El interés de 'Abdu'l-Bahá en el trabajo femenino y en el progreso es bien conocido. Entre las figuras notables que acudieron a verle cabe mencionar a Annie Bessant, Presidente de la Sociedad Teosófica, las organizadoras de varias asociaciones sufragistas, trabajadores cívicos y filantrópicos, los directores de varios colegios femeninos y doctores.

Quienes tuvieron el privilegio de estar presentes recordarán durante largo tiempo la animada conversación ocasionada por la visita de una ardiente sufragista. La habitación estaba abarrotada de hombres y mujeres. Muchos eran persas que estaban sentados en el suelo según su familiar actitud de respeto.

Después de contrastar la posición general de las mujeres orientales y occidentales, y de describir cómo en numerosos respectos las mujeres orientales aventajaban a sus hermanas de Occidente, 'Abdu'l-Bahá se volvió hacia Su visitante diciéndole: "¿Dame tus razones para creer que la mujer deba votar hoy día?".

Respuesta: "Creo que la humanidad es una humanidad divina y que debe alzarse cada vez más alto; pero no puede remontar su vuelo con tan sólo una ala". 'Abdu'l-Bahá expresó su complacencia ante la respuesta y, sonriendo, replicó: "Pero ¿qué harías si una de las alas es más fuerte que la otra?" Respuesta: "Entonces deberíamos reforzar el ala más débil, de lo contrario el vuelo siempre se vería estorbado".

'Abdu'l-Bahá sonrió y preguntó: "¿Qué dirías si pruebo que las mujeres son el ala más fuerte?".

La respuesta llegó en idéntica vena de ingenio: "¡Se hará Usted acreedor a mi gratitud eterna!", ante lo cual toda la concurrencia dio muestras de alborozo.

'Abdu'l-Bahá prosiguió más en serio: "En verdad, la mujer tiene la mayor importancia para la raza. Sobrelleva la mayor carga y el mayor trabajo. Fijaos en los reinos vegetal y animal. La palmera productora de fruto es el árbol más preciado por el cultivador de dátiles. El árabe sabe que para una travesía larga la yegua posee mayor resistencia. La leona es más temida por el cazador que el león debido a su mayor fuerza y fiereza.

"El mero tamaño del cerebro no ha demostrado ser una medida de superioridad. La mujer posee mayor valor moral que el hombre; posee además dones especiales que la facultan para gobernar en momentos de peligro y crisis. Si es menester puede convertirse en un guerrero".

Zenobia

'Abdu'l-Bahá preguntó a los presentes si recordaban la historia de Zenobia y de la caída de Palmira. Valiéndose de sus manos, con característicos gestos, graves y sencillos, continuó como sigue:

"Hubo una vez un gobernador de la antigua Siria que tenía una bella e inteligente esposa. Era tan desenvuelta que a la muerte del gobernador vino ella a ocupar su puesto de gobernante. La tierra prosperó bajo su mando. Los hombres reconocieron que era mejor gobernante que su marido. Pasado un tiempo las legiones de Roma invadieron el país; pero una y otra vez ella las despachó con gran confusión. Soltándose la hermosa cabellera, Zenobia acaudilló el ejército en persona, ataviada con una capa escarlata, luciendo una corona de oro y blandiendo una espada de doble filo. Para someterla el césar romano hubo de retirar fuerzas de cinco provincias. Después de una prolongada y valiente lucha Zenobia se refugió en la ciudad de Palmira, cuyo recinto había consolidado con fortificaciones. Allí resistió un asedio de cuatro meses. Las provisiones que había almacenado dentro de las murallas acabaron agotándose, por lo que la miseria de la población, hambrienta y víctima de las plagas, la obligaron a rendirse.

"El César llenándose de admiración ante el arrojo y la persistencia de esta gran mujer, la solicitó en matrimonio. Pero ella rechazó la oferta aduciendo que nunca consentiría desposar al enemigo de su pueblo. El César montó en cólera y decidió humillarla llevándosela consigo a Roma en su flota. Para la entrada triunfal se había preparado un gran desfile en medio de una multitud que abarratoba las calles. Marcharon primero los elefantes, luego los camellos, seguido de los tigres y los leopardos; vinieron después los monos y finalmente Zenobia, con una cadena de oro prendida del cuello. Todavía portaba su cabeza bien erguida, firme en su determinación. ¡Nada podía quebrar su espíritu! Rechazó convertirse en emperatriz, y por ello fue arrojada a una mazmorra, en donde finalmente habría de morir".

'Abdu'l-Bahá cesó. El silencio se hizo sobre la habitación y hubo de transcurrir un rato antes de quebrarse.

En otra ocasión 'Abdu'l-Bahá dijo a un grupo de amigos congregados en torno a su persona: "Considerado en términos generales, la mujer posee hoy día un sentido de la religión más fuerte que el de los hombres. La intuición de la mujer es más correcta; es más receptiva y su inteligencia más rápida. Ha de llegar el día en que la mujer reclame ser superior al hombre".

"En todas partes se ha alabado a la mujer por su fidelidad. Tras los padecimientos del Señor Jesucristo, los discípulos lloraron y dieron rienda suelta a su dolor. Pensaron que sus esperanzas se habían truncado y que la causa estaba totalmente perdida, hasta que María Magdalena fue donde ellos y los fortificó diciéndoles: "¿Mostráis duelo por el cuerpo de nuestro Señor o por Su espíritu? Si lloráis por Su espíritu, estáis confundidos, ¡pues Jesús vive! ¡Su espíritu nunca nos abandonará!" Así, gracias a su sabiduría y ánimos, la Causa de Cristo fue defendida para todos los días venideros. Su intuición le permitió percibir el hecho espiritual".

'Abdu'l-Bahá añadió entonces: "Pero a la vista de Dios el género de nada importa. Es mayor aquel o aquella que se halla más cerca de Dios".

Una mañana, al entrar en la habitación, 'Abdu'l-Bahá miró y dijo: "Es casi un milagro que estemos juntos. No hay aquí lazos raciales, políticos o patrióticos. Nos hemos congregado por efecto de las palabras de Bahá'u'lláh, y de igual manera todas las razas de la tierra se reunirán. ¡Estad seguros de ello!".

El verdadero Bahá'í

"Nunca oí hablar de Bahá'u'lláh", dijo un joven. Sólo hace poco he podido leer sobre este movimiento; pero reconozco la misión de 'Abdu'l-Bahá y deseo ser su discípulo. Siempre he creído en la fraternidad del hombre como el principal disolvente de nuestras dificultades nacionales e internacionales".

"No importa si has oído hablar de Bahá'u'lláh", fue la respuesta. "El hombre que vive la vida de acuerdo con las enseñanzas de Bahá'u'lláh ya es bahá'í. Por otro lado, una persona puede llamarse a sí misma Bahá'í durante cincuenta años, pero si no vive la vida no es bahá'í. Un hombre feo puede llamarse apuesto, pero a nadie engaña; y un hombre negro puede llamarse blanco sin engañar a nadie, ¡ni siquiera a él mismo!"

La llegada de la paz

El interlocutor continuó inquiriendo: "¿Mediante qué proceso ha de establecerse la paz en la tierra? Llegará de una vez después de una declaración universal de la Verdad?"

"No, sino que llegará gradualmente", respondió 'Abdu'l-Bahá. "Una planta que crece demasiado rápido sólo dura un breve plazo. Vosotros sois mi familia -dijo mirando a Su alrededor con una sonrisa- ¡mis nuevos hijos! Si una familia vive en unidad, se consiguen grandes resultados. Ampliad el círculo: cuando una ciudad vive con armonía íntima surgen grandes resultados; y un continente que se mantiene completamente unido, mantendrá asimismo unidos a todos los demás continentes. Entonces será la hora de los mayores logros, pues todos los habitantes de la tierra pertenecen a una sola tierra nativa".

El corazón puro

Al solicitársele una definición de lo que es un corazón puro, 'Abdu'l-Bahá dijo: "El corazón puro es el que está completamente separado del yo. No ser egoísta es ser puro".

La verdadera espiritualidad

Otra mañana 'Abdu'l-Bahá comenzó a hablar en el mismo momento en que un grupo de buscadores se sumaba a la concurrencia . 'Abdu'l-Bahá dijo: "Alabado sea Dios, este siglo es un siglo glorioso. Ojalá que el amor aumente día a día, y que prenda fuego hasta encender el candil en la oscuridad, cual regalo y bondad de Dios".

"Sabed, oh vosotros los poseedores de percepción, que la verdadera espiritualidad es como un lago de aguas claras donde se refleja lo divino. Tal era la espiritualidad de Jesucristo. Hay otra clase que es como un espejismo, que parece ser espiritual, y no lo es. Lo que es auténticamente espiritual debe iluminar el camino hacia Dios y debe desembocar en obras. No podemos dar crédito al llamamiento a ser espirituales si no hay resultados. El espíritu es la realidad, y cuando el espíritu de cada uno de nosotros busca unirse a la Gran Realidad, debe a su vez dar vida. En los tiempos de Cristo los judíos estaban muertos, carecían de vida real, y Jesús les confirió un nuevo aliento a sus cuerpos. ¡Ved lo que desde entonces se ha conseguido!"

El conocimiento debe dar lugar a la acción

Un representante de una sociedad muy conocida aludió a sus visitas como a encuentros motivados por el propósito de investigar la realidad de la verdad. A esto 'Abdu'l-Báhá comentó: "Sé de vuestro trabajo. Lo tengo en alta estima. Sé que vuestro deseo es servir a la humanidad y atraerla hacia la bandera de la unidad; pero sus miembros deben ser cuidadosos no sea que ello derive en mera discusión. Mira a tu alrededor. ¡Cuántos comités se han formado y duran sólo un tiempo hasta que mueren! Los comités y las sociedades no pueden crear o dar vida".

"La gente se reúne y habla, pero sólo la palabra de Dios es poderosa en sus resultados. Piensa un momento. ¡No te dedicarías al comercio si no obtuvieras ingreso alguno de él o te vieses privado de beneficios! Mira a los seguidores de Cristo. Su poder se debía al ardor y a las obras. Todo esfuerzo debe tener resultados, de lo contrario no es un verdadero esfuerzo. Debes convertirte en un instrumento de iluminación para el mundo de la humanidad. ¡Ésta es la prueba y señal infalible. Todo progreso depende de dos cosas: el conocimiento y la práctica. Primero adquiere conocimientos, y, cuando alcances la convicción, ponlo en práctica".

"En cierta ocasión un erudito viajó para verme y recibir mi bendición, diciendo que sabía y comprendía las enseñanzas Bahá'ís. Cuando le dije que él podía recibir las bendiciones del espíritu Santo en cualquier momento en que su actitud fuese receptiva para aceptarlas, dijo que él siempre se hallaba con esa disposición".

"¿Qué harías -le pregunté- si yo me abalanzara de improviso sobre ti para golpearte?" Instantáneamente enrojeció de indignación y comenzó a deambular por toda la habitación".

"Al poco, fui donde él, le tomé del brazo diciéndole: 'pero debes devolver bien por mal. Ya sea que te honre o te desprecie deberías seguir las enseñanzas; ahora meramente las lees. Recuerda las palabras de Jesús cuando dijo: "Los primeros serán los últimos y los últimos los primeros"'. El hombre se volvió hacia mí, me tendió la mano y partió. Desde entonces he sabido de muchos actos benéficos que ha obrado".

Cuando en la conversación se le dio tratamiento de "profeta" 'Abdu'l-Bahá respondió: "Mi nombre es 'Abdu'l-Bahá, el siervo de Dios" [literalmente, el esclavo de la gloria].2

Visita al Alcalde

Por expreso deseo del Excelentísimo señor Alcalde 'Abdu'l-Bahá cursó una visita a su residencia por la mañana temprano. La charla giró fundamentalmente en torno a las condiciones sociales de las grandes ciudades. 'Abdu'l-Bahá afirmó que Londres era la ciudad más ordenada que había visto.

"Cada persona que pasea por la calle goza de libertad como si viviera en su propio Reino. Hay una gran luz espiritual en Londres. El esfuerzo realizado en pro de la justicia es real y en este país la ley es la misma tanto para el pobre como para el rico". 'Abdu'l-Bahá mostró gran interés al oír del cuidado que se dispensaba a los excarcelados, y manifestó que un país suele ser feliz cuando los jueces son como padres para las gentes.

Antes de que 'Abdu'l-Bahá partiese de Londres, acudió a un hospital de la periferia, situado al Este de la ciudad, con objeto de visitar a un joven escritor que se hallaba postrado en cama, gravemente enfermo, y que deseaba verle vivamente.

Algunos rasgos característicos

Hay una nota en el carácter de 'Abdu'l-Bahá que no ha sido subrayada y sin la cual no cabría formarse una idea completa de Su persona. La dignidad impresionante que distingue su presencia y porte se ve ocasionalmente aligerada por un sentido del humor delicado y lleno de tacto, tan falto de afectación como contagioso y deleitable.

La última tarde que estuvo en Londres, se presentó un reportero que deseaba preguntarle sobre Sus planes de futuro. Se encontró con cierto número de amigos que habían acudido a despedirse. Cuando, en respuesta a la pregunta 'Abdu'l-Bahá le dijo en perfecto inglés que tenía intenciones de viajar a París e ir desde allí hasta Alejandría, el periodista manifestó sorpresa ante su impecable pronunciación. Acto seguido, 'Abdu'l-Bahá comenzó a marchar con paso libre de un lado a otro de una habitación perfumada por las flores. Su traje oriental ofrecía un extraño contraste con lo moderno del entorno; y para mayor divertimento de todos comenzó a pronunciar una sarta de complicadas palabras inglesas, para terminar con una risa: "¡Difíciles palabras inglesas son las que digo!" Poco después, tras la pronta transición de quien sabe ser grave y alegre, se mostró con la mayor circunspección.

Había dado instrucciones de que nadie debía ser rechazado. Pero cierta persona que había realizado dos intentos y que por algún descuido no había sido admitida en Su presencia, escribió una carta desgarradora por la que se traslucía que creía haber sido rechazada. El intérprete la tradujo al persa. Al punto, 'Abdu'l-Bahá se puso la capa y, dirigiéndose hacia la puerta, dijo con una expresión de tristeza inenarrable: "Un amigo mío acaba de ser martirizado y me siento muy entristecido. Salgo solo". Bajó las escaleras. Pudo verse entonces cuán bien se ajustaba a Su persona el título de "Maestro".

Otro aspecto de Su carácter que nadie que Le haya visto podría olvidar era Su actitud hacia los niños que se Le acercaban. Muchas de Sus charlas fueron dadas mientras, hallándose sentado, rodeaba con el brazo a uno de ellos.

Invariablemente, daba a los padres este aviso: "Dar a este niño una buena educación; afanaos porque sea la mejor que podéis permitiros, de modo que pueda disfrutar las ventajas de esta gloriosa época. Haced cuanto podáis por imbuirles de espiritualidad".

Alguien que buscó la presencia de 'Abdu'l-Bahá comprendió la simpatía paternal que Le es inherente. Tras hablar del amor y del amor de los demás por 'Abdu'l-Bahá, se le respondió: "Sé de tu amor por mí, puedo verlo. Rezaré para que seas firme y sirvas a la Causa, convirtiéndote en un verdadero siervo de Bahá'u'lláh. Aunque yo me voy, siempre estaré presente con vosotros". Estas palabras fueron pronunciadas con la más amorosa compasión y comprensión hacia las dificultades. Durante la pequeña alocución 'Abdu'l-Bahá sostenía la mano del interviniente. Al final, con gentil gesto atrajo hacia sí la cabeza del joven besándole la frente, y el joven pensó que había encontrado a un padre y a un amigo.

La despedida

Durante la última mañana de la estancia de 'Abdu'l-Bahá en Londres muchos amigos se reunieron para la despedida en la casa de Cadogan Gardens y en la estación. En la casa tuvo lugar una ceremonia impresionante e interesante a cargo de un zoroastriano que era médico y había enviado un extenso telegrama a algunos de los parsis de Bombay en el que decía: "Gracias a 'Abdu'l-Bahá, la antorcha de la verdad se ha iluminado de nuevo en Oriente y en Occidente". Por instrucción de sus hermanos, este creyente de una de las más antiguas religiones del mundo había traído consigo un aceite sagrado que contenía un raro perfume, con el que ungió la cabeza y el pecho de 'Abdu'l-Bahá, después de lo cual tocó las cabezas de todos los presentes. A continuación, colocó en torno al cuello de 'Abdu'l-Bahá y de sus hombros una corona exquisita de rosas y lirios.

La última imagen que se les ofreció a los amigos en la estación Victoria fue la de un venerable rostro y figura que observaba desde la ventana con una mirada de benevolencia y maravillosa ternura hacia los que se quedaban.

De una entrevista concedida por 'Abdu'l-Bahá al Weekly Budget

23 de septiembre de 1911

Algunas de las experiencias de sus cuarenta años de encarcelamiento

En un apartamento de Cadogan Gardens se haya sentado un oriental espiritualmente iluminado cuya reciente llegada a Londres marca la última fusión de Oriente y Occidente.

Las enseñanzas de 'Abdu'l-Bahá ya han causado la mezcla de miles de ingleses e inglesas con gentes de todas las regiones de Oriente. Sobre la base de la ayuda mutua, de la amistad y del culto a Dios, prescindiendo de credo o denominación, han unido sus manos con una intensidad y amor fraternal reñidos con las teorías de ciertos poetas y filósofos cínicos.

La mayor parte de la vida de 'Abdu'l-Bahá ha transcurrido en una prisión del Oriente, que Él sobrellevó con alegría antes que abjurar de su Fe, uno de cuyos principios consiste en la absoluta igualdad de las almas al margen de toda diferencia física, tal como género o color. No reconocen distinciones de clase, excepto las que confieren el servicio y el espíritu de amor fraternal. Por ésta y otras doctrinas similares vivió prisionero durante cuarenta años en la ciudad fortaleza de 'Akká, en Palestina. Cuando solicité entrevistarme con él, se me dijo que acudiese pronto, por lo que me presenté a las nueve en punto para la entrevista. Era ya mediodía para 'Abdu'l-Bahá, quien suele levantarse a las cuatro de la madrugada y ya se había visto con dieciocho personas antes de desayunar a las seis y media.

Los representantes de numerosas nacionalidades e idiomas le aguardaban en el recibidor.

Nos sentamos en un círculo frente a 'Abdu'l-Bahá, quien indicó si había alguna pregunta que quisiéramos formular. Dije yo que mi redactor me había enviado para saber algo sobre su vida en la prisión. Acto seguido, 'Abdu'l-Bahá relató de una forma sencilla e impersonal una de las más notables historias que puedan imaginarse.

"A los nueve años de edad acompañé a mi padre Bahá'u'lláh, junto con setenta discípulos suyos, camino del exilio a Bagdad. Después de una persecución persistente, el decreto de exilio se proponía erradicar de Persia lo que las autoridades consideraban una religión peligrosa. Bahá'u'lláh, con su familia y seguidores, fue desterrado y hubo de desplazarse de un lugar para otro. Cuando tenía veinticinco años nos trasladamos de Constantinopla a Adrianópolis, y desde allí tuvimos que trasladarnos con un una guardia de soldados a la ciudad fortificada de 'Akká, donde fuimos encarcelados y sometidos a estrecha vigilancia".

El primer verano

"Carecíamos de toda comunicación con el mundo exterior. Cada hogaza de pan era rebanada por el guarda por sí contenía algún mensaje. Todos los que creían en la manifestación bahá'í, niños, hombres y mujeres, fueron encarcelados con nosotros. Éramos ciento cincuenta personas hacinadas en dos habitaciones. A nadie le estaba permitido salir del lugar, salvo a cuatro de nosotros que cada mañana acudíamos al bazar, bajo custodia, para realizar las compras. El primer verano fue terrible. 'Akká es una población azotada por las fiebres. Solía decirse que todo pájaro que intentase volar sobre la ciudad caía muerto. La comida era escasa e insuficiente; el agua procedía de un pozo infestado de fiebres, en tanto que el clima y las condiciones eran tales que incluso los lugareños caían enfermos. Muchos soldados sucumbieron y ocho de entre los diez guardas que nos custodiaban murieron. Durante los calores estivales, la malaria, el tifus y la disentería se cebaron en los prisioneros, de modo que todos, hombres, mujeres y niños, enfermaron al mismo tiempo. No había doctores, ni medicinas, ni alimento adecuado, ni tratamientos de ninguna clase.

"Yo solía preparar caldo para el personal, y como ya tenía bastante práctica, el caldo que hacía era bueno", dijo 'Abdu'l-Bahá entre risas.

En este momento uno de los persas me explicó que debido a la maravillosa paciencia de 'Abdu'l-Bahá, su servicialidad y paciencia solía llamársele siempre "el Maestro". Podía percibirse fácilmente su señorío en el completo desasimiento respecto de tiempo y lugar, y en su desapego absoluto hacia cuanto una prisión turca podía acarrearle.

Las condiciones mejoran

"Transcurridos dos años de confinamiento riguroso, se me permitió buscar casa de modo que pudiéramos vivir fuera de los muros de la prisión, pero dentro de la fortaleza. Muchos creyentes vinieron de Persia para sumarse a nosotros, cosa que no se les permitió. Pasaron nueve años. Algunas veces nuestra condición mejoraba y otras iba a bastante peor. Todo dependía del gobernador de turno, quien, si resultaba ser amable e indulgente, nos concedía permiso para abandonar la fortaleza y permitía a los creyentes tener acceso libre para visitar la casa; pero cuando el gobernador era más riguroso, se nos rodeaba de más guardias y, a menudo, se hacía regresar a los peregrinos que habían venido de muy lejos".

He sabido después, por un persa que durante estos agitados años fue miembro de la casa de 'Abdu'l-Bahá, que el gobierno turco no podía creer el hecho de que el interés de los visitantes ingleses y norteamericanos fuese puramente espiritual y no político. Con frecuencia esos peregrinos veían denegado el permiso de visita. Muchas veces el convoy entero, venido desde Norteamérica, debía conformarse con avistar fugazmente a un 'Abdu'l-Bahá asomado a la ventana de la prisión.

El gobierno pensaba que la tumba del Báb, un edificio imponente situado en el monte Carmelo, era una fortificación erigida con dinero norteamericano que se estaba constituyendo secretamente en guarnición armada. La sospecha aumentaba con cada desembarco de peregrinos, lo que dio pie a que se colocasen más espías y guardias.

La Comisión de 'Abdu'l-Æamíd

"Un año antes de que 'Abdu'l-Æamíd fuese destronado, envió una comisión de investigación por demás autoritaria, traicionera e insultante. El presidente era uno de los miembros del personal del gobernador, 'Arif Bey, y con él figuraban tres oficiales del ejército de diverso rango.

"Nada más llegar, 'Arif Bey procedió a denunciarme y trató de procurarse pruebas lo bastante sólidas para justificar mi envío a Fízán, o para arrojarme al océano. Fízán es un puesto de caravanas de la frontera de Trípoli, donde no hay casas ni agua. Se encuentra a un mes de camino con camello desde 'Akká".

"La Comisión me reclamó dos veces para oír lo que tenía que decir en mi defensa y dos veces di recado de vuelta diciendo: 'Sé vuestro propósito, nada tengo que decir'.

"Esto enfureció a 'Arif Bey de tal manera que declaró estar dispuesto a volver a Constantinopla y traer una orden del Sultán para que se me colgase desde el portal de 'Akká. Él y el resto de la comisión zarparon con su informe en el que aparecían las siguientes acusaciones: ''Abdu'l-Bahá está organizando una nueva nación de la que él va a ser Rey; 'Abdu'l-Bahá ha izado la bandera de una nueva religión; 'Abdu'l-Bahá ha construido u ordenado que se construyan fortificaciones en Haifa, una aldea vecina, y está comprando todas las tierras adyacentes".

"Por esta época un navío italiano recaló en el puerto enviado por orden del cónsul italiano. Se había planeado que me embarcarse en él para escaparme de noche. Los Bahá'ís de 'Akká me imploraron que partiera, pero yo envié este mensaje al capitán: El Báb no huyó; Bahá'u'lláh no huyó; yo no huiré. Así que el barco zarpó después de aguardar tres días y tres noches".

"Mientras la comisión de investigación del Sultán emprendía el viaje de vuelta, sucedió que se lanzaron las primeras descargas sobre el campo de 'Abdu'l-Æamíd y que se dispararon las primeras armas de la libertad contra la casa del despotismo. Ésas fueron armas de Dios", dijo 'Abdu'l-Bahá con una de sus maravillosas sonrisas.

"Cuando la comisión llegó a la capital turca, sus miembros tenían cosas más urgentes en las que pensar. La ciudad se hallaba sumida en un estado de rebelión y alboroto. Los comisionados, como miembros del personal de gobierno, recibieron encargo de investigar la insurrección. Entretanto, el pueblo buscaba establecer un gobierno constitucional, por lo que 'Abdu'l-Æamíd no tuvo oportunidad de actuar".

La liberación

"Con la llegada de los jóvenes turcos, procurada por la Sociedad por la Unión y el Progreso, todos los prisioneros políticos del Imperio Otomano fueron puestos en libertad. Los acontecimientos apartaron las cadenas de mi cuello para colocarlas en torno al de 'Abdu'l-Æamíd; ¡'Abdu'l-Bahá salió de prisión y 'Abdu'l-Æamíd ingresó en ella!".

"¿Qué fue de la comisión?" Preguntó alguien rompiendo el profundo silencio que había seguido al recital de esta vibrante página de la historia. "'Aríf Bey -prosiguió 'Abdu'l-Bahá- murió de tres disparos, el general fue exiliado, el siguiente en rango murió, y el tercero se fugó al Cairo, donde busco y logró la ayuda de los Bahá'ís".

"¿Podría decirnos cómo se sintió cuando se hallaba en prisión y cómo recibió su libertad?", pregunté. "Nos alegra que usted esté libre".

"Gracias", dijo donosamente para proseguir.

"La libertad no es asunto de lugar. Es una condición. Me sentía agradecido por el encarcelamiento, y la falta de libertad me complacía sobremanera, pues aquellos días transcurrían en el sendero del servicio, bajo las mayores dificultades y pruebas, con su aporte de frutos y resultados.

"A menos que alguien acepte grandes vicisitudes, no alcanzará logros. Para mí la cárcel era la libertad. Me solazan los problemas, la muerte es vida, y ser despreciado, un honor. Por lo tanto, fui feliz todo el tiempo en que estuve encarcelado. Cuando alguien se libera de la prisión del yo, ésa es por cierto una gran liberación, pues ella es la mayor de las prisiones. Cuando tal liberación tiene lugar, no cabe ser encarcelado externamente. Cuando colocaban grilletes en mis pies, solía decirle al guardia, 'no podéis encarcelarme, pues aquí encuentro luz, aire, pan y agua. Llegará una hora cuando mi cuerpo sea enterrado y no tendré ni luz ni aire ni alimentos ni agua, pero incluso entonces no seré prisionero'. Las aflicciones que algunas veces llegan a la humanidad tienden a centrar la conciencia sobre las limitaciones, y ésta sí que es una verdadera prisión. La liberación llega haciendo de la voluntad una Puerta a través de la cual discurran las confirmaciones del Espíritu".

Todo esto me recordaba tanto a la vieja teología que lo moderno en mí persona se puso a dudar si la disciplina podría compensarse con el esfuerzo. "¿Qué quiere decir con confirmaciones del Espíritu?"

"Las confirmaciones del espíritu son todos esos poderes y dones con los que algunos nacen (y que los hombres algunas veces llaman genio), pero por los que otros han de esforzarse con infinito pesar. Llegan a ese hombre o mujer que acepta su vida con aquiescencia radiante".

"Aquiescencia radiante", ésa era la cualidad con la que de pronto parecíamos todos estar inspirados al despedirse 'Abdu'l-Bahá.

Fue una experiencia notable saber de alguien que habiendo sufrido cárcel durante cuarenta años declaraba "no hay más prisión que la prisión del yo"; y me infundieron certeza las palabras con que este mensajero de Oriente vestido de blanco apuntó la salida, no hacia el sendero llamado "Renuncia", sino al del "Desapego"; "Aquiescencia radiante", el Sendero Brillante que nos excarcela de esa "prisión más grande del yo", tal y como 'Abdu'l-Bahá denomina tan bellamente esos barrotes que nos apartan de nuestro cumplimiento.

Isabel Fraser
Salutación amorosa de despedida

Después de partir de Londres y durante los dos meses de estancia en París, 'Abdu'l-Bahá envió frecuentemente mensajes para Sus amigos ingleses, algunos de los cuales viajaron al país vecino para aprovechar las conferencias. En la víspera de Ssu partida hacia Alejandría pronunció la siguiente alocución admonitoria para despedirse del pueblo de Inglaterra y Francia.

"Trabajad -dijo incesantemente- por el día de la Paz Universal. Empeñaos siempre en estar unidos. El amor y la bondad en el sendero del servicio deben ser vuestros medios".

"Envío una despedida amorosa al pueblo de Francia e Inglaterra. Estoy muy complacido con ellos. Les he aconsejado que día y noche refuercen los lazos del amor y de la amistad con este fin: que por simpatía puedan convertirse en la encarnación de una sola nación; que puedan extenderse y convertirse en una Fraternidad Universal que guarde y proteja los intereses y derechos de todas las naciones de Occidente; que puedan desplegar la Bandera Divina de la justicia; que traten a cada nación como a una familia compuesta de hijos de Dios y que sepan que ante los ojos de Dios los derechos de todos son iguales. Pues todos nosotros somos los hijos de un solo Padre. Dios está en paz con todos sus hijos; ¿por qué habrían ellos de entregarse a la lucha y a la guerra? Dios desborda amabilidad ¿Por qué habrían de intercambiar crueldad y desamor los habitantes de este mundo?"

"Rezaré porque seáis iluminados con la Luz del Eterno".

Saludos enviados a Londres por
'Abdu'l-Bahá desde París Octubre 1911

Transmitidos verbalmente a la señora Enthoven para ser comunicados a todos los amigos, y ahora escritos de memoria

'Abdu'l-Bahá envió sus saludos a todos, rogándoles que procurasen adquirir fuerza en su creencia y valor para reivindicarla.

Habló extensamente sobre el agrado que sintió en la atmósfera de Inglaterra. Dijo que había una fuerza de ánimo en el pueblo inglés y una firmeza que Le gustaba y que admiraba. Había sinceridad y rectitud. Eran lentos al acometer una idea nueva, pero, cuando lo hacían, era porque sus mentes y buen sentido les había dicho que la idea era sensata.

Como nación, los ingleses Le habían agradado sumamente. Los creyentes, añadió, deben mostrar sus creencias en la vida diaria, de modo que el mundo pueda ver la luz que brilla en sus rostros. Un rostro brillante y feliz alegra a las personas que le rodean. Si estáis tristes y os cruzáis con un niño que ríe, el niño, al ver vuestro gesto, dejará de reír sin saber por qué. Si el día es oscuro, cuánto no se agradece un vislumbre de sol. Por lo tanto, que los creyentes lleven rostros sonrientes y felices, radiantes como el sol en la oscuridad. Que la Luz de la Verdad y Sinceridad resplandezca en ellos, para que cuantos les contemplen sepan que su palabra, en el ocio como en los negocios, es una palabra de fiar.

Olvidad el yo y trabajad por toda la raza. Recordad siempre que uno trabaja por el mundo, no por su propia ciudad o incluso por un país; pues, dado que todos somos hermanos, del mismo modo cada país es, por así decir, el propio de cada uno.

Recordad, ante todo, las enseñanzas de Bahá'u'lláh sobre la maledicencia y la conversación impropia acerca de los demás. Las historias que se repiten sobre terceros rara vez son buenas. Una lengua silenciosa es lo más seguro. Incluso el bien puede desembocar en mal si se anuncia en el momento equivocado, o a la persona equivocada

Finalmente, 'Abdu'l-Bahá envió sus saludos y bendiciones a todos, asegurando que pensaba y rezaba por todos.

A un caballero que le había hecho una pregunta le respondió: "Los comienzos de todas las grandes religiones fueron puros; pero los sacerdotes, tomando posesión de las mentes de las gentes, las colmaron con dogmas y supersticiones, de modo que la religión gradualmente se corrompió. No he venido a enseñar una religión nueva. "Mi solo deseo es, con la bendición de Dios, mostrar el camino hacia la Gran Luz". Con un gentil toque sobre el hombro del caballero, como el del padre amoroso para con su hijo, dio en decir "Yo no soy profeta, sólo un hombre como tú".

Mensaje dirigido a los Bahá'ís de Londres en el aniversario de 'Abdu'l-Bahá

26 de noviembre de 1911
Comunicado especialmente a la Sra. Enthoven
¡BUENAS NUEVAS! ¡BUENAS NUEVAS!
¡Las puertas del Reino de Dios están abiertas!
¡buenas nuevas! ¡buenas nuevas!
¡Del Cielo descienden ejércitos angélicos!
¡buenas nuevas! ¡buenas nuevas!
¡Álzase el Sol de la Verdad!
¡buenas nuevas! ¡buenas nuevas!
¡De lo alto es enviado el alimento celestial!
¡buenas nuevas! ¡buenas nuevas!
¡Resuena la Trompeta!
¡buenas nuevas! ¡buenas nuevas!

¡La Bandera de la Gran Paz ondea anchurosa en lontananza!

¡buenas nuevas! ¡buenas nuevas!

¡Resplandece luminosa la Luz de la Lámpara de la Unidad de la Humanidad!

¡buenas nuevas! ¡buenas nuevas!
¡Arrasa el Fuego del Amor de Dios!
¡buenas nuevas! ¡buenas nuevas!
¡El Espíritu Santo se desborda!
¡buenas nuevas! ¡buenas nuevas!
¡Pues la Vida Eterna hállase aquí!
Oh vosotros los que dormís, ¡Despertad!

Oh vosotros los desatentos, ¡Aprended la sabiduría!

Oh Ciegos, ¡Recibid vuestra visión!
Oh Sordos, ¡Escuchad!
Oh Embotados, ¡Hablad!
¡Alegraos!
¡Alegraos!
¡Llenaos de dicha!
¡Éste es el día de la Proclamación del Báb!

Es la Fiesta del Precursor de la Bendita Belleza Bahá'u'lláh).

Es el día en que alborea la Mañana de Guía.
'Abdu'l-Bahá EN LONDRES

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